DOI: http://dx.doi.org/10.24901/rehs.v39i155.385
Comunismo y trabajadoras: Comisión Femenina de la Unión Obrera Textil, Argentina, 1938-1946
Communism and workers: the Women's Commission of the Textile Workers Union in Argentina, 1938-1946
Verónica Norando
CONICET/ UBA-IIEGE, norandoveronica@gmail.com
Entre 1938 y 1946, las mujeres de la industria textil argentina experimentaron una gran participación política en la Unión Obrera Textil (UOT). En este trabajo analizo la experiencia vivida por estas trabajadoras con el Partido Comunista (PC) de la Argentina, que se había convertido en dirigencia del gremio en 1939, y profundizo en la conformación de la Comisión Femenina del sindicato y sus estrategias de inserción en el sector femenino de la clase obrera textil, entre ellas la que he denominado de sindicalización femenina, a partir de fuentes de origen proletario como El Obrero Textil (EOT) -órgano de difusión de la Unión Obrera Textil-, La Obrera Textil (LOT) y La Página de la Mujer (LPM) -ambas secciones de EOT-, circulares del PC y Mujeres Argentinas (MA), periódico del mismo partido.
Palabras clave: clase obrera, relaciones de género, comunismo, industria textil, militancia política
Between 1938 and 1946, women in the textile industry in Argentina participated actively in the Unión Obrera Textil (UOT, Textile Workers’ Union). This paper analyzes the experience of those workers with Argentina’s Communist Party (Partido Comunista), which had taken over leadership of the Union in 1939. Also discussed is the formation of the Women's Commission within the Union and the strategies it developed to achieve insertion into the female sector of the textile working class, including what I call ‘female unionization’. The study is based on sources related to labor: El Obrero Textil (EOT) -the publication of the Unión Obrera Textil- La Obrera Textil (LOT), and La Página de la Mujer (LPM) -two sections of the EOT- as well as bulletins issued by the Communist Party.
keywords: working class, gender relations, communism, textile industry, political activism
Fecha de recepción del artículo: 10 de agosto de 2016 / Fecha de aprobación: 3 de marzo de 2017 / Fecha de recepción de la versión final: 28 de marzo de 2017
Introducción 1
Los orígenes del comunismo argentino se remontan a 1911-1912, cuando surge una corriente de izquierda dentro del Partido Socialista local (PS). Las discrepancias se hicieron cada vez más profundas y cuando sobrevino la Revolución Bolchevique triunfante en octubre-noviembre de 1917, la izquierda del PS se solidarizó con ella mientras que la dirección del partido condenó el “golpe de Estado” de Lenin (Camarero 2007, XXII). Estas diferencias se convirtieron en incompatibles y en diciembre de 1917 el oficialismo proscribió a todos los núcleos disidentes y de esta ruptura surgió una nueva alineación política. Todos los expulsados se reunieron un mes después y formaron un nuevo partido al que denominaron Partido Socialista Internacionalista (PSI). Emitieron resoluciones en apoyo a la Revolución Rusa, por el fin de la Guerra Mundial y por la instauración de repúblicas socialistas en todo el mundo. El PSI fue el primer partido comunista en formarse en América del Sur, circunstancia que le confería un indudable prestigio e importancia para el Partido Comunista Ruso (PCUS) y en el mismo seno de la Internacional Comunista (IC) (Camarero 2007).
Desde mediados de la década de 1920 y hasta el surgimiento del peronismo (1943-1945), el comunismo argentino incrementó su ascendente dentro de la clase obrera y del movimiento obrero en particular, con una gran presencia a nivel social, cultural y política en el país (Camarero 2011, 5; 2007, XII y 2005, 79; Altamirano 2001, 20). Pero a diferencia de otros partidos comunistas de América Latina (como el chileno o el brasileño, más dirigidos hacia lo electoral), el PCA se orientó principalmente a la inserción en el movimiento obrero (Camarero 2007).
La inserción de los militantes comunistas entre el proletariado industrial debe entenderse en el contexto de la Argentina de aquellos años. La crisis del treinta impulsó el replanteo del modelo agroexportador, incentivado por un novedoso intervencionismo estatal, lo que impulsó la industrialización por sustitución de importaciones, por la cual gran cantidad de importantes empresas debió coexistir con muchas pequeñas, de poco capital y escasa mecanización. La industria textil, debido a razones tales como la aplicación de políticas públicas favorables -entre las que el control de las importaciones fue nodal-, fue el sector que más se expandió, detectándose un importante crecimiento tanto en el número de hilanderías y tejedurías como en lo relativo al capital invertido, a la mano de obra empleada (especialmente femenina), a los niveles de producción y de concentración (Belini 2010; Rocchi 2000). Esto condujo a una multiplicación numérica del proletariado, al crecimiento de sus demandas y a la reactivación de la conflictividad obrera, procesos todos estos en los cuales el PC tuvo una participación central.
El desarrollo de la industria textil en la Argentina ha recibido un interés reciente por parte de la historiografía. Así, autores como Claudio Belini (2009, 2010) y Oscar Colman (1992) se han interesado en profundizar en su desenvolvimiento en este periodo, destacando el gran crecimiento alcanzado por los establecimientos textiles sobre todo los que corresponden al sector algodonero, gracias a la implementación de políticas públicas favorables. Una característica fundamental de este desarrollo es el aumento de la incorporación de mano de obra femenina, la mecanización del sector y la incorporación de lo que Colman denominó la “racionalización del trabajo” que consistió en técnicas para aumentar su productividad.
La inserción del comunismo en la Unión Obrera Textil ha sido abordada por Torcuatto Di Tella en su trabajo: “La Unión Obrera Textil 1930-1945”. El autor hace un análisis del crecimiento del gremio en estos años, de su importancia política a nivel nacional, de su distribución barrial, así como del accionar político de los comunistas dentro del mismo. Es un trabajo de relevancia historiográfica pero que ha invisibilizado el rol político de las trabajadoras, ya que una de sus hipótesis principales consiste en que el sindicato de las y los trabajadores textiles era poco combativo a raíz de su conformación mayoritariamente femenina (Di Tella 1993).
Aquí, por el contrario, recupero la experiencia de estas trabajadoras con la convicción de que esta tarea es fundamental para reconstruir y complejizar la historia del movimiento obrero y su relación con la izquierda, desde un punto de vista que hace énfasis en que las diferencias de género son partes constitutivas de las experiencias obreras. Al recuperar las experiencias generizadas de las obreras textiles, reincorporo una parte invisibilizada de la historia, tanto del movimiento obrero como de su relación con las corrientes de izquierda, en este caso el PC. Incluso en perspectivas muy recientes que ahondan sobre la relación entre el movimiento obrero y la izquierda en la Argentina (Camarero 2007; Ceruso 2010; Schiavi 2011) no hay atisbos de incorporar una mirada más amplia y más compleja que incluya las relaciones de género como constitutivas de las relaciones de clase o como elementos fundamentales a la hora de analizar las relaciones sociales. Las asimetrías fundadas en las diferencias de género profundizan las relaciones de explotación y este elemento debe tenerse en cuenta al estudiar la historia del movimiento obrero, un sector social claramente constituido por varones y mujeres.
La historia social con perspectiva de género en la Argentina y América Latina ha permitido complejizar la comprensión de la participación de las mujeres en el mundo del trabajo (Lobato 1993, 2001, 2007, 2009; Queirolo 2005, 2009; Lavrin 1989, 2005), en las formas de organización y demanda sindical (Andújar 2014, 2015; Hutchinson 1992; Tinsman 2009), en las construcciones político partidarias (Barrancos 2011, 2005), en el impacto de la legislación social (Biernat y Ramacciotti 2013; Ramacciotti 2005), así como en la participación de las mujeres en movimientos sociales y partidos políticos (Valobra 2010, 2015; Barry 2009; Giordano 2005; Barrancos 2002; Navarro 1994; Bianchi y Sanchís 1988).
Dentro de este último grupo de trabajos, destacaré tres estudios que ejercen una influencia importante en el encuadre temático y metodológico de este artículo. El primero es “En demanda de lo justo: conflictos por derechos en la Patagonia petrolera. Comodoro Rivadavia, 1932” de Andrea Andújar, en el cual la autora a partir de una serie de conflictos en la comunidad petrolera de Comodoro Rivadavia en 1932 hace eje en las relaciones de género como constitutivas de las relaciones de clase, haciendo énfasis en el estudio de las características de la participación de las mujeres en los conflictos y la relación de las mismas con el PC (Andújar 2014). Dicho trabajo contribuye a precisar la manera en que las preguntas sobre la construcción social de la diferencia sexual dan lugar a una comprensión más compleja de la experiencia de la clase trabajadora.
El segundo es el estudio de Adriana Valobra, quien ha estudiado a las comunistas de la Unión de Mujeres Argentinas y la Unión Argentina de Mujeres haciendo énfasis en la organización de las mujeres por parte del PC entre 1946 y 1955 (Valobra 2010, 2005a, 2005b). Valobra plantea que el PC tuvo una doble estrategia de organización de las mujeres a partir de mediados de la década del treinta: una partidaria y otra extrapartidaria (Valobra 2010, 150 y 2015, 130). Este desarrollo, que se produjo a nivel partidario, tuvo su correlato hacia el interior de la UOT cuando el comunismo se convirtió en la fuerza política de mayor peso en la organización.
El tercero es Mujeres, feminismo y cambio social en Argentina, Chile y Uruguay 1890-1940, de Asunción Lavrin. En este estudio la autora profundiza sobre la condición de la mujer trabajadora en América Latina comparando las experiencias de Argentina, Chile y Uruguay, a través del entrelazamiento entre las categorías de clase y género. Al mismo tiempo estudia los movimientos feministas de estos países y cómo se van relacionando con las realidades y contextos regionales, lo que brinda un marco de referencia fundamental.
En este trabajo examino tanto la experiencia de militancia política que hicieron las obreras textiles con el comunismo, como la experiencia que hizo el comunismo para organizar a las trabajadoras de este sector industrial. En este sentido analizo la estrategia política más fuerte del PC dentro del sindicato, en materia de organización de las trabajadoras y a través de la Comisión Femenina Central (CFC), en un periodo que se extiende desde 1938 (año en el cual aparece el primer vestigio de la actividad de esta comisión) hasta 1946 (en el cual desaparece, al igual que el sindicato, tras la creación por el peronismo de un sindicato paralelo: la Asociación Obrera Textil). Focalizo en la estrategia de la CFC hacia las obreras textiles y la agencia de las mismas, sus propias experiencias de militancia en las fábricas de Capital y Gran Buenos Aires.2
¿Qué estrategias utilizó el sindicato durante la dirección comunista en relación con la militancia femenina? ¿Cómo fueron agenciadas las mismas por las trabajadoras textiles? Son algunos de los interrogantes que guían este trabajo. Para contestarlos, he examinado principalmente el accionar de la Comisión Femenina Central (CFC) del gremio. A la luz del análisis, la actuación de la CFC, se convierte en un espacio político ideal para observar tanto las estrategias que fueron implementadas por el PC hacia las trabajadoras como la propia agencia de las obreras y su militancia. De hecho, la propia Comisión formaba parte de una estrategia más general hacia la rama femenina del partido.
Una de las hipótesis de trabajo de mi investigación más general es que la CFC tuvo una doble estrategia para la organización de las mujeres: 1) la sindical, que está relacionada a las organizaciones de base en el lugar de trabajo y dentro del gremio; y 2) la extrasindical, por este medio las obreras militaron también en otros espacios que no tenían que ver directamente con el lugar de trabajo como estrategia partidaria más general de inserción del partido entre las mujeres trabajadoras y de incentivo a la militancia sindical de las obreras textiles. En este estudio, en particular, analizaré la estrategia sindical.
Sostengo que las obreras textiles agenciaron los intentos organizativos del PC de una manera positiva, participaron activamente de los espacios que los comunistas abrieron para su participación, y que esta relación entre los y las comunistas y las obreras textiles de base dio como resultado un aumento de la militancia femenina en el gremio.
Ya para finalizar esta introducción, describiré el corpus documental y la metodología que he utilizado para abordar el mismo, ya que son fuentes primarias que en gran parte no han sido utilizadas anteriormente.
Los primeros registros de la CFC remiten a 1938. Ésta se expresaba a través de una sección de El Obrero Textil (órgano de la UOT, en adelante EOT) que se denominaba La Obrera Textil (en adelante LOT) y luego desde 1943 La Página de la Mujer (en adelante LPM). También encuentro evidencias de la estrategia sindical en la revista Mujeres Argentinas (MA, publicación del PC).
Me detendré un instante en estas fuentes. Sin dudas, un periódico gremial no puede mostrar todos los matices del abigarrado mundo de los trabajadores textiles. Sin embargo, EOT fue la publicación más difundida en el gremio entre 1933 y 1946 y durante ese periodo mostró los rasgos nucleares del movimiento obrero textil. Como fuente histórica es quizás un punto de acceso privilegiado para conocerlo. En tal sentido, considero, junto a Mirta Lobato, que los periódicos gremiales constituyen un proyecto de ilustración popular y su análisis es fundamental en el examen de la cultura política de los trabajadores (Lobato 2009, 103).
EOT cuenta con doce páginas, su contenido se conforma por una editorial y distintas secciones. En cuanto a las secciones femeninas de EOT, LOT aparece por primera vez en mayo de 1938 y abarcaba una página entera del periódico dedicada exclusivamente a las problemáticas de las mujeres textiles. Esta publicación dejó de aparecer hacia abril de 1941, y luego en agosto de 1943 se le dedican dos páginas bajo la denominación de LPM, al recobrar fuerza la sección femenina de EOT.
Asimismo, en el periódico MA -editado quincenalmente por el sector femenino del PC- escribían principalmente las militantes de la Comisión Nacional Femenina del partido. Pero también, y de aquí su importancia, escribían obreras de distintas comisiones internas de fábrica. Es así como me he encontrado en este periódico con la voz de las obreras textiles.
Metodológicamente considero que la lectura de estas publicaciones forma parte de las experiencias de la clase trabajadora y de las obreras en particular y en tanto “artefactos culturales” los he analizado teniendo en cuenta que son “documentos culturales”, en términos de Fernanda Beigel, y que el análisis de las revistas y periódicos constituye una estrategia destacada para reconstruir la historia cultural, social y política y, en este caso, las experiencias políticas de los trabajadores y trabajadoras (Beigel 2003, 105-115). Se pueden reconstruir tanto las experiencias de los trabajadores como las representaciones de esas experiencias a través de estos “documentos culturales” que son los periódicos gremiales y las publicaciones partidarias.
La Comisión Femenina de la UOT: la experiencia de militancia de las obreras textiles
En el marco de la dirigencia comunista de la Unión Obrera Textil (UOT) (a partir de 1938), las primeras referencias de la existencia de una Comisión Femenina Central (CFC) en la UOT datan de 1938. Voy a empezar por analizar a la Comisión en sí misma. ¿Cuál fue el origen de la Comisión? ¿Cómo funcionaba? ¿Quiénes formaban parte de la misma desde un comienzo? ¿Cuál era la procedencia social de estas militantes?
A lo largo de este apartado me introduciré en el mundo de la CFC, para luego ahondar de lleno en la estrategia sindical. Los comienzos de la Comisión no aparecen definidos en la documentación, y una de sus militantes más destacadas fue Dora Genkin.3 Lo que sí está claro es que hacia el año 1938 ya comenzó a expresarse con fuerza a través de LOT, y luego, por medio de LPM. LOT apareció por primera vez en mayo de 1938 y continuó hasta abril de 1941. Luego hay una interrupción hasta agosto de 1943 cuando volvió a surgir con más fuerza una sección de la comisión femenina denominada LPM. Otro elemento que quiero destacar es que estas “secciones femeninas” también son un correlato de las secciones femeninas de la prensa del PC. Ya en 1928 se creó la primera de estas secciones en la prensa partidaria. “Notificamos, además, la próxima aparición de la sección femenina y la necesidad de que surjan las corresponsales obreras”4 y “Las corresponsales obreras deben preocuparse de asuntos de la vida diaria, ya sea del taller o de la casa”5 Transcribí estas líneas porque me parecen ilustrativas de los objetivos que podría haber tenido la sección femenina de la prensa que hemos observado. Retratar la vida diaria, los problemas de las trabajadoras tanto en su hogar como en su trabajo.
Las primeras referencias de la existencia de una Comisión Femenina Central (CFC) datan de 1938. En un principio fueron referencias aisladas, pero con el transcurso de los años su presencia se hizo cada vez más fuerte como organización dentro del sindicato. La constitución de la CFC de la UOT no fue un proceso espontáneo ni aislado, sino una política deliberada del PC que se extendió entre los sectores laborales donde el PC tuvo influencia, así como en el interior del partido (Norando 2016).
La CFC fue promovida, primeramente, por Dora Genkin, obrera de la fábrica Mitau y Grether, Ida Pecheny, trabajadora de la fábrica Sálzman y Flora Absatz, obrera de la localidad de Villa Lynch. Hasta 1939 hubo una Comisión Femenina que se denominó “Central” pero luego de esa fecha comenzaron a surgir las Comisiones Femeninas Seccionales. Éstas funcionaban por localidad o por barrio, no por fábrica,6 en consonancia con las políticas territoriales del PC. Posiblemente, como plantea Valobra, esta organización respondió a los intereses femeninos y sus posibilidades de participación, rompiéndose la lógica de la célula, y que la autora rastrea desde las lógicas de movilización barrial por la carestía de los treinta y cuarenta (Valobra 2010). Al mismo tiempo (Mc Gee Deutsch 2013) subrayó que esta organización seccional fue extendida en la Junta para la Victoria. Con este tipo de organización, de esta manera, agrupaban obreras de varios establecimientos.7 Sus autoridades se elegían en asambleas de mujeres del gremio, por localidad y por barrio. Para elegir a las autoridades de la CFC se hacía una asamblea general de mujeres.8
Una militancia que surge en las fábricas. La sindicalización femenina
Las mujeres textiles deben organizarse
Aquí me voy a introducir en lo que considero fue la estrategia más importante del PC en el sindicato de los y las obreras textiles, la sindicalización femenina, y en la experiencia que hicieron con el PC las trabajadoras textiles. Se puede observar como desde el periódico MA se instaba a las obreras a la organización. En un resumen del discurso realizado por Alcira de la Peña9 en el XI Congreso del Partido, realizado entre el 14 y el 18 de agosto de 1946, se lee lo siguiente: “Para solucionar todo ello las obreras deben organizarse en las empresas por sus reivindicaciones, afiliarse a los sindicatos y bregar por su incorporación a las direcciones de aquellos donde sean mayoría”.10 A partir de estas líneas se puede analizar el signo de base que tenía el tipo de organización por la que bregaban las comunistas (“organizarse en las empresas”), el carácter sindical (“afiliarse a los sindicatos”) y el elemento democratizador, desde el punto de vista de las relaciones de género con respecto a los lugares de poder (“incorporarse a las direcciones”).
He denominado sindicalización femenina a la política que privilegió la organización de base en el lugar de trabajo en comisiones internas y que consideraba fundamental la sindicalización de las trabajadoras y una militancia orgánica en el gremio. Ésta prestó una importante atención a las reivindicaciones esenciales de las obreras del sector como la igualación de salarios entre hombres y mujeres, el derecho a la organización de las obreras y la aplicación y reforma de la ley del Seguro de Maternidad. Hernán Camarero (2007, 3-22) analizó la característica de “asedio” a la clase obrera que tuvo la política del PC para implantarse en los lugares de trabajo. En el gremio textil, este asedio tuvo una particularidad: estuvo protagonizado por las mujeres que se organizaron en el sindicato y estuvo dirigido hacia todas las trabajadoras del gremio, por lo que la agencia de estas mujeres complejiza la cuestión y es posible afirmar que lo que comenzó como un asedio por parte del PC, se transformó en una política de la propia clase obrera textil protagonizada mayormente por mujeres. Esta característica, el hecho de que sean las propias mujeres las que se organizaban, está relacionada tanto con la clase como con el sexo-género: las asediadas eran trabajadoras y esto hizo que este desarrollo tuviera rasgos particulares. Los y las militantes del PC en la UOT se propusieron que la mayor cantidad posible de trabajadoras de la industria textil militaran sistemática u orgánicamente en el sindicato, quisieron terminar con la “inorganicidad” de la militancia femenina que era un hecho hacia 1936. Las palabras de José Freikes fueron contundentes al respecto: “Hay que constatar que las mujeres [...] no ocupan en nuestra organización el lugar que les correspondería de acuerdo con su representación en la industria (70 % si no más de los obreros textiles son mujeres)”.11 Esto cambió luego de la intervención del PC y el agenciamiento de las trabajadoras para con la política del partido hacia ellas.
La poca participación femenina en el sindicato obrero analizado en el periodo anterior a 1938 está plenamente documentada en las fuentes revisadas. Por ejemplo, hasta el año 1937 predominaron los llamados a la incorporación de las mujeres a la organización. Sin embargo, se debe aclarar que simultáneamente hubo una gran participación femenina en las huelgas y manifestaciones de todo tipo en la rama. Tanto las fuentes obreras como las oficiales indican la existencia de mujeres en las comisiones de huelga, de ayuda, de propaganda, etcétera, y un alto porcentaje de participación en las protestas, además de mujeres despedidas, golpeadas y detenidas por participar en los conflictos (Norando y Scheinkman 2011; Norando 2013, Norando 2017). Hasta 1938 se identifica una desavenencia entre la agencia de las obreras y la política del sindicato dirigido por los socialistas, ya que ellas participaban en una amplia diversidad de formas de protesta, pero no formaban parte activa y orgánicamente del sindicato, problema que van observar los comunistas.
En un marcado contraste con lo expuesto, a partir de EOT se evidencia un marcado aumento de la sindicalización de las mujeres hacia 1940. Un rasgo singular del asedio del que he hablado es que no fue protagonizado por varones sino que las que asediaban eran mujeres, y debían serlo porque el PC consideraba que las mujeres debían organizarse en tanto tales para conseguir sus reivindicaciones. No podían ser los varones los que consiguieran la liberación de la mujer ni sus reivindicaciones específicas como trabajadoras, aunque éstos podían integrar organizaciones femeninas.12 Por esto, lo primero que hicieron fue constituir la CFC y desde allí, las mujeres que la conformaron, militantes del partido y del sindicato, fueron las que llevaron adelante la estrategia de la sindicalización.
Ir a las fábricas
“Ir a las fábricas” cotidianamente era la característica sobresaliente de la militancia de la CFC. Ésta parece ser una política partidaria más general “Sí. Aquí a las puertas de Piccaluga, Lannin y de las grandes empresas es donde queremos venir a charlar con las obreras”.13 A su vez las militantes de la CFC provenían de las fábricas. La militancia comenzaba en el establecimiento del cual procedían algunas de ellas, luego esas trabajadoras-militantes iban a otras fábricas donde todavía no había actividad sindical activa y trataban de “captar” a otras mujeres para la organización, es decir, trataban de organizar a las trabajadoras de otros establecimientos tanto en comisiones femeninas como en otros organismos: comisiones internas, comités de lucha, comités de propaganda, etcétera. Hernán Camarero (2007, 1-63) ya examinó el carácter proletario de la gran mayoría de los militantes del partido, producto de un proceso que el autor denominó proletarización, pero con la limitación de que no planteó las particularidades de la militancia femenina cuando fue una de las estrategias fundamentales del PC. Aquí afirmo, en línea con el autor pero delimitando las diferencias, que todas las militantes de la CFC eran de origen proletario. Estas militantes no provenían de otras clases sociales, eran obreras. Pero es necesario profundizar en la experiencia particular de la proletarización de estas mujeres en la fábrica: su salario era marcadamente inferior al de los varones; eran más susceptibles a los despidos y a las suspensiones; la racionalización del trabajo las afectaba especialmente así como los problemas de salubridad e higiene; sufrían violencia de género al ser maltratadas por capataces, patrones y compañeros de trabajo; y, por último, eran afectadas también por la violación de las leyes obreras que las protegían formalmente. Las mujeres vivían una experiencia particular dentro de la fábrica, los y las militantes del PC argentino captaron esta situación y concibieron que eran ellas las que debían organizarse.
Ahora bien, ¿en qué consistía la actividad política que desarrollaban estas obreras en su lugar de trabajo o en otras fábricas? ¿Qué actividades se llevaban adelante para atraer a las obreras a la organización? ¿Cuál fue el sustrato de esta estrategia? En lo que sigue intentaré responder estas preguntas. Comenzando por el principio, ¿a qué fábricas iban estas militantes? ¿Cómo elegían a dónde ir primero? Los primeros destinos de las militantes fueron los establecimientos que peores condiciones de trabajo poseían y, asimismo, comenzaron por organizar el propio lugar de trabajo. Luego se expandieron por el sector, hasta que formaron comisiones femeninas en una amplia cantidad de establecimientos y de zonas. Cuando arribaban a las puertas de las fábricas, en general, en los horarios de entrada y salida de las obreras, hablaban con ellas para conocer su situación y denunciar las condiciones en las que trabajaban. En LOT y LPM, un 90 % de las notas hacen referencia a estas charlas con las obreras. Transcribiré algunos extractos de las que me han parecido más representativas para el análisis.
Antes de pasar al análisis de estas fuentes, realizaré un breve comentario metodológico sobre las mismas y cómo las he utilizado. Estos documentos pretenden ser entrevistas fidedignas, pero no es posible determinar con seguridad su autenticidad. Es posible considerar que las mismas podrían haber sido inventadas o modificadas por las militantes con fines propagandísticos, por ejemplo, aunque hay investigaciones de envergadura que describen las mismas situaciones para América Latina y Argentina, en particular, como las realizadas por Asunción Lavrin (2005). Asimismo, he tomado esta documentación porque considero que si aparecen estas entrevistas en periódicos de semejante envergadura como EOT o MA, por el mismo hecho de ser publicadas, quiere decir que son realidades verosímiles, pasibles de ser ciertas.
Para poder analizar el complejo de relaciones de clase y de sexo-género que se pueden reconstruir a partir de las fuentes he delineado una serie de categorías analíticas (Norando 2013; Norando y Scheinkman 2011): a) las relaciones interclase/intersexo-género; b) las relaciones interclase/intrasexo-género; c) Las relaciones intraclase/intersexo-género; y d) las relaciones intraclase/intrasexo-género. Estas categorías sirven para analizar la historia de la UOT y su relación con el comunismo ya que considero que “la relación entre los sexos no es natural sino social” (Gadol 1999, 16), por eso utilizo la categoría de “clase sexuada”, esto es, la clase contiene la relación social entre los sexos y no se puede estudiar las experiencias de la clase obrera, sin tener en cuenta esta relación social. Aquí no trato de restituir a las mujeres a la historia de los trabajadores, sino que hago una historia generizada del movimiento obrero y sus relaciones con el comunismo. Estas categorías me ayudaron a desentrañar el carácter de la Comisión Femenina como estrategia más fuerte del comunismo dentro de la UOT, así como la agencia de las obreras textiles.
La actividad comenzó a ser volcada en el periódico hacia el año 1939. Al principio, eran pequeñas notas. Con el tiempo, se fueron transformando en extensas denuncias y cada vez más, las autoras parecieron ser las propias obreras de la fábrica en cuestión y no las militantes de la comisión originaria, lo que daría cuenta de la participación política de las obreras en el sindicato. Hacia el año 1939, las comisionistas fueron al establecimiento donde trabajaba Dora Genkin, Mitau y Grether Sociedad Anónima Industrial y Comercial. Éste era un gran establecimiento, con aproximadamente 2000 empleadas y sus propietarios también eran dueños de la cadena de lencerías Etam. Aquí les hicieron un reportaje a las compañeras de trabajo de la militante, quienes hablaron del escaso salario, del estado de los edificios, del habitual hacinamiento y del incumplimiento de las leyes sociales. Como ya describió Asunción Lavrin, éstos eran problemas que aquejaban a las trabajadoras latinoamericanas en general y, en particular, a las que trabajaban en la industria textil (Lavrin 2005). Estos reportajes permiten observar que el hecho de ir a las fábricas fue la esencia de la estrategia sindical, pero al mismo tiempo también ponen en primer plano la agencia de las obreras: ellas se organizaban, activaban políticamente, iban a las fábricas a militar.
Uno de los reportajes fue realizado a una obrera de avanzada edad y que contaba con años de trabajo en esa fábrica. Transcribiré unas líneas de lo que ella comentaba para ilustrar el análisis: “Es la obrera que se trasforma en una máquina, brazos que se mueven aceleradamente al compás de las máquinas, sin descansar [...] no se pueden levantar más de dos veces en las ocho horas de trabajo, si alguna se descompone, no puede dejar el trabajo sin avisar”.
Estos comentarios permiten reflexionar sobre lo que se difundía en el periódico, al mismo tiempo que contribuyen a entender cómo eran las relaciones intraclase/intrasexo/género, ya que en la entrevista entre una militante y una obrera se evidencian las relaciones de solidaridad entre mujeres de una misma clase. En la publicación se mostraban las condiciones de trabajo relatadas por las propias obreras, en la cita anterior se hace énfasis en el proceso de racionalización que estaba atravesando la fábrica en donde la entrevistada trabajaba, y afirmaba que esto les afectaba a las obreras más jóvenes. La racionalización del proceso productivo fue característica de la década del treinta e implicó que se incorporaran al proceso de trabajo técnicas para hacer más eficaces los tiempos productivos (Lobato 2003, 80). Esto es lo que Colman denominó “la aplicación de sistemas de racionalización” o “nuevas tecnologías de gestión” (Colman 1992, 139). Las obreras entre 20 y 45 años eran la mayoría, así que este proceso tenía un fuerte impacto en las trabajadoras del gremio.
Tras el análisis crítico de estos reportajes pude observar que, más allá de la autenticidad de las entrevistas, la temática aludida era una experiencia real de los trabajadores y las trabajadoras argentinos ya que la racionalización del trabajo era un proceso generalizado en el sector industrial en la década del treinta (Colman 1992). Si la fuente de la nota es cierta, la racionalización era vista por las obreras como un problema y ellas lo manifestaban. En su perspectiva, este proceso significó más trabajo, un aumento del cansancio, una actividad sistemática y automática por un salario menor (ya que producían más en menos tiempo).
En el número 29 de EOT en LOT, se publicó una nota que supuestamente es un reportaje a las obreras de la fábrica de bolsas Alabern Fábrega y Cía. de 200 obreras:14 “fuimos a conversar con algunas de ellas para conocer sus condiciones de trabajo y salarios. [...] el trabajo es agotador [...] y racionalizado al extremo habiéndose aumentado las tareas de cada obrero. [...] esperemos que estas líneas sirvan para llamar la atención de la dirección de la fábrica [...] y tomen las medidas convenientes a fin de eliminar estas anormalidades”.15 Como se puede observar a través de estas líneas, las militantes de la CFC mencionaban la posibilidad de que los mismos patrones cambiaran su actitud frente a las condiciones laborales luego de haberse realizado las denuncias. Esto puede interpretarse tanto como una actitud ingenua de las militantes (al creer que por medio de esas denuncias podrían hacer cambiar de actitud a los patrones) o como una forma intencional de fomentar las denuncias laborales entre las trabajadoras.
Lo que se ve es cómo volvían sobre lo que consideraban los problemas más apremiantes de las obreras, cómo, supuestamente o verdaderamente las mismas trabajadoras los expresaban y el alto grado de solidaridad intraclase/intrasexo/género entre las militantes-obreras y las obreras. La expresión de las obreras en el periódico por intermedio de la CFC es un elemento importante de estas relaciones. O bien las trabajadoras de la CFC reproducían con exactitud las palabras del resto de las obreras y abrían una cuña en el medio de expresión más importante del gremio en donde las trabajadores pudieran expresarse, o retrataban la realidad obrera textil por medio de reportajes ficticios, de todos modos la documentación nos sirve para comprobar las visiones sobre las condiciones de trabajo del sector, la relación de las obreras textiles con el PC (ya que se ha constituido la CFC) y el aumento de la militancia femenina.
Ya en un estudio previo, Camarero analizó que la forma de acercarse a la clase obrera del PC, desde mediados de la década del veinte, era concurrir a las fábricas que poseían peores condiciones de trabajo y tratar de organizar a los trabajadores de esos establecimientos desde las bases (Camarero 2007, 1-63). Aquí lo que se observa es que esta característica de acercamiento también se reproduce con las mujeres y se mantiene para un periodo posterior al que se refirió Camarero. La particularidad que hallo en la estrategia del PC en el gremio textil es que la denuncia se centró, en la gran mayoría de los casos, en la especificidad de los problemas del trabajo femenino en esas fábricas, a diferencia de lo que sucedió en el periodo anterior (1936-1939, de dirigencia socialista), donde se tomaban los problemas de manera general, universalizando la condición masculina de la clase obrera textil. Además de la racionalización, que experimentaban sobre todo las obreras más jóvenes, se denunciaban los malos tratos; la desigualdad de salarios entre hombres y mujeres; que no se cumpliera la Ley del Seguro de Maternidad; la evasión de los aportes por parte de los patrones y que se hicieran descuentos injustos a las obreras.16 La diferencia de salarios en Argentina y en sus países limítrofes era de alrededor de dos tercios (Lavrin 2005) y era considerada por los obreros una competencia desleal por parte de las obreras al percibir un salario más bajo (Lavrin 2005). Con respecto a la diferencia salarial entre varones y mujeres, las militantes comunistas se mostraron muy afectas y en 1946 (el mismo año en el que desde la UOT se produjo un número de EOT dedicado a esta misma temática)17 las comunistas de la Comisión Femenina del partido presentaron un proyecto de ley ante el Congreso de la Nación para igualar los salarios de varones y mujeres. Este proyecto versa en su artículo 1. : “Los empleados u obreros que realicen igual trabajo, con la misma jornada y lo ejecuten con igual eficiencia, deben recibir igual salario, sin distinción de sexo o edad”.18
Con respecto a las denuncias por las injusticias cometidas al implementar el Seguro de Maternidad, éstas fueron muy frecuentes y abarcaban diferentes aspectos. Mencionaré que la reivindicación más importante del gremio era la protección de las trabajadoras en tanto madres. La creciente incorporación de las mujeres al mercado de trabajo generó consenso alrededor de la necesidad de legislar y reglamentar su trabajo asalariado a fin de que pudiera ser compatible con su función maternal (Biernat y Ramacciotti 2013, 67). Desde principios de siglo XX hubo consenso creciente sobre la protección de la mujer en tanto madre en potencia, y esta postura se reforzó más adelante gracias a la progresiva popularidad de la eugenesia, doctrina que planteaba que el Estado se hiciera responsable de la salud de las generaciones futuras (Lavrin 2005). Esta visión se conjugó a veces de forma conflictiva con las demandas obreras. Una vez reglamentada la ley, descubro páginas enteras del periódico dedicadas a su explicación y a la lucha por su reforma, ya que eran comunes “los abusos que cometen muchos industriales en los descuentos […] no reintegran los aportes y además retienen el aporte de las obreras”;19 “Nuestras pagas son tan magras, que sacar de nuestro sueldo cualquier suma es un dolor y debemos querer su reforma [de la ley]”.20
Observo que la denuncia consistía básicamente en cómo se implementaba la ley, además de que el descuento estipulado en la misma era muy alto y merecía una reforma en ese sentido. Aquí, otra vez han sido de mucha utilidad las categorías de clase y de sexo/género para reflexionar sobre esta denuncia. La denuncia es de clase, ya que se impugnaba la actuación de los patrones. En la misma, el género impregna la totalidad de las líneas ya que era grave porque el hecho de que los industriales no hicieran los reintegros, atentaba contra el rol fundamental de las mujeres: la maternidad. En este sentido, había consenso en que debía haber una ley que protegiera o intentara compatibilizar los roles de trabajadora y de madre (Biernat y Ramacciotti 2013, 70).
Tal como estaba redactada y por las condiciones de su implementación, en el planteo de las obreras de la UOT esta ley perjudicaba a las trabajadoras tanto como les otorgaba beneficios, por lo que necesitaba una reforma sustancial. Las denuncias ponían el foco en la desproporcionalidad de los aportes en relación con los salarios.
Hay que tener presente que los países del cono sur, como la Argentina, no disponían de recursos económicos suficientes para tener inspectores del trabajo encargados de vigilar el cumplimiento de las disposiciones laborales en los establecimientos industriales (Lavrin 2005). Las fuentes señalan que el conjunto de las leyes reguladoras no impedía los abusos. Las obreras seguían siendo despedidas por embarazo y los patrones recurrían a estrategias que ocultaban dicha causa.21 Además, también eran despedidas al casarse o eran preferidas para el empleo las jóvenes solteras (Lavrin 2005), al respecto he encontrado la siguiente denuncia en LOT: “En la mayoría de las fábricas no se toman obreras casadas, hay carteles anunciando que se necesitan obreras de 18 a 25 años de edad”.22 Esto explica que no bien se sancionó la ley, se comenzaron a oír las voces de protesta, los pedidos de reforma y las medidas de fuerza para conseguir reformas a Ley del Seguro de Maternidad.
La estrategia sindical y la organización de base
Los reportajes mencionados constituyeron el formato de todas estas denuncias y posiblemente dieron lugar a la apertura de un espacio político-sindical, en el periódico del gremio, en el que las obreras textiles pudieron abrirse para expresar sus reivindicaciones. Se volcaron relatos de un gran conjunto de obreras de una amplia y variada cantidad de fábricas. En ellas se expresaban individualmente tanto militantes como no militantes, para dar a conocer sus inquietudes, su situación, sus experiencias, sus condiciones de vida, etcétera. Las compañeras de la CFC entrevistaban a las activistas, participantes en huelgas y diversos conflictos, voy a reproducir aquí algunas palabras de uno de ellos: “Ángela Lucarelli, militante de la rama de Cintas y Elásticos actualmente en huelga, nos da su impresión sobre el conflicto: -Al paralizar nuestras tareas lo hemos hecho por las malas condiciones de salario que imperan en todas las fábricas de nuestra rama-. Es inadmisible la opinión patronal de que las mujeres trabajamos para gastos de pinturas, y que por lo tanto no aumentarán los salarios”.23
Las palabras de la militante merecen un análisis de género y de clase. En la relación que la patronal estableció con las obreras (una relación de clase) se utiliza un elemento de género para justificar la rebaja de salarios: el hecho de que en la mirada patronal las mujeres utilizarían sus ingresos para gastos de cosméticos. Aquí se ve como inciden las normativas de género en la relación salarial (de clase) y cómo las obreras debían luchar también contra esa adjetivación tan característica de que las mujeres utilizarían su salario para gastos superfluos.
Las militantes de la CFC realizaron una nutrida y numerosa diversidad de reportajes, por medio de los cuales se pueden analizar una variedad de elementos, como las condiciones de vida, la actividad militante y el contenido de la militancia femenina en las huelgas. Hay reportajes a activistas, militantes del sindicato y miembros de comisiones internas que relataban sus experiencias en las huelgas, y también entrevistas a trabajadoras no militantes que reflejaban su vida cotidiana en el trabajo y el hogar.
Se podría reconstruir un doble desarrollo a partir de esta documentación: por un lado las obreras se abrieron un espacio en el periódico del gremio y, por otro lado, estos espacios sirvieron a la estrategia sindical del PC dentro del sindicato para extender la sindicalización femenina.
Otro elemento fundamental de la estrategia sindical de la Comisión Femenina fue fomentar y garantizar la organización de base en los lugares de trabajo. Ésta también fue un elemento fundamental de la experiencia de organización que hicieron las obreras textiles con el comunismo. De hecho, en muchos casos defendieron su derecho a la organización con medidas de fuerza como huelgas.24 Tanto la formación de comisiones internas de fábrica como asegurar su funcionamiento fueron prioridades para las militantes de la Comisión Femenina. Hay un promedio de dos notas por número en EOT sobre esta temática. Ellas sostenían a toda hora que “las Comisiones Internas son el fundamento de la organización”,25 al mismo tiempo que remarcaban su importancia y explicaban qué eran y cómo funcionaban.26
La CFC se esforzó políticamente e hizo un trabajo muy extenso a la hora de llevar el programa de la organización a la mayor cantidad de establecimientos. La Comisión tenía militancia habitual en las fábricas, lo que hizo prosperar rápidamente a la comisión y, de hecho, surgieron otras comisiones femeninas, que se denominaron Comisiones Femeninas Seccionales.27
Otro elemento que se destaca de esta política sindical fue la importancia concedida a las asambleas de mujeres trabajadoras de la industria. La CFC se encargaba de realizar las asambleas ordinarias y extraordinarias de mujeres a las que eran invitadas todas las trabajadoras del gremio. Este es un elemento más de esta política basada en la relación intraclase/intrasexo-género. Los temarios de estas asambleas versaban sobre las condiciones de trabajo, los derechos de las trabajadoras y las leyes obreras que las protegían. Y también en Asamblea se elegía a la CFC.
Desde que surgió la Unión Argentina de Mujeres (Valobra 2005b, 68) en 1936, las asambleas de las obreras textiles en general tenían oradoras invitadas de esa organización, como en la asamblea de julio de 1938 a la que asistió Sara Maglione, intelectual comunista,28 quien fuera fundadora de la editorial Lautaro en mayo de 1942. Esta organización también ayudaría a la incorporación a la militancia de las mujeres bajo la demanda del sufragismo.
Palabras finales
La historiografía sobre movimiento obrero e izquierdas en la Argentina viene a la zaga en lo que respecta a incluir las relaciones de género como parte fundamental de las relaciones sociales de clase. Ciertamente, en una renovación muy positiva ya se ha comenzado a ajironar. Sin embargo, aunque se ha producido un desarrollo historiográfico importante en lo que respecta a las experiencias de las mujeres en el ámbito laboral, lo referente a la relación del PC y las izquierdas en general con las obreras aún está en ciernes.
El interés manifestado por el PC ante los problemas de las obreras textiles fue encausado sindical y políticamente a través de la organización de las trabajadoras para conseguir sus principales reivindicaciones: el aumento y la igualación de los salarios y la reforma de la Ley del Seguro de Maternidad. En tal sentido, los y las militantes comunistas lograron incrementar la militancia femenina, que por cierto era muy escasa hacia 1936, implementando diversas estrategias para concretar el objetivo de la sindicalización de la mayoría de las mujeres textiles.
Esto abre nuevos interrogantes, por ejemplo, ¿cómo ha actuado el PC en otros sectores industriales en los que ha tenido inserción? En efecto, los y las activistas comunistas dentro de la UOT desarrollaron una estrategia, a nuestro juicio eficaz, para la incorporación de las mujeres en la actividad política. La misma se basó en una relación intra-sexo-género, ya que los y las militantes comunistas dieron cuenta de que eran las mujeres las que debían organizarse para defender sus propias reivindicaciones, eran ellas las que debían expresar sus experiencias en el trabajo, puesto que sabían más que nadie como eran esas experiencias. Por esta razón, desde un primer momento, a partir de su entrada al sindicato, los y las militantes comunistas entendieron que siendo las mujeres textiles la gran mayoría de la mano de obra del sector, debían estar debidamente representadas por la organización, tener puestos de dirigencia en la misma y participar de comisiones encargadas de hacer un trabajo entre ellas para incorporarlas a la militancia. Esto nos abre otro interrogante, ¿por qué durante la dirigencia socialista en el mismo sindicato se universalizó la condición masculina de la clase obrera textil, siendo que el PS tenía un desarrollo feminista al interior del partido?
Los militantes comunistas delinearon estrategias políticas que, como hemos comprobado, apuntaron en el sentido de incorporar a las mujeres a la militancia del gremio. Fue entonces a través de la Comisión Femenina del sindicato que se impulsó la estrategia de organización de las mujeres para su incorporación al mismo. Esta Comisión, a través de sus tareas gremiales, impulsó la militancia femenina en el sindicato a partir de 1938. El análisis de la actuación de la CFC permite vislumbrar una de las dos caras de la estrategia comunista al interior de la UOT para la organización de las trabajadoras: la sindicalización femenina. Y al mismo tiempo sus manifestaciones escritas son documentos ideales para rastrear tanto las preconcepciones de sexo-género desde las que interpelaban las obreras como a qué otros elementos querían apelar para trabajar políticamente en la conciencia de las trabajadoras.
Para el PC argentino, organizar a las trabajadoras del gremio textil fue un objetivo que estaba puesto en el mismo nivel de importancia que organizar al movimiento obrero del gremio. ¿Para las demás corrientes de izquierda organizar a las mujeres también fue prioritario? Asimismo, ¿tuvieron estrategias para su militancia?
He interrelacionado categorías fundamentales de los Estudios de Género en un análisis marxista del movimiento obrero. Esto me ha permitido analizar las experiencias de las mujeres textiles desde un punto de vista que las incluye en la clase obrera y visibiliza su activación política, a mi entender, una de las estrategias políticas de mayor envergadura que llevaron adelante los militantes de la UOT entre los años 1938 y 1946: la conformación y sostenimiento de la Comisión Femenina y la sindicalización de las mujeres del gremio.
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Notas
1 Este trabajo forma parte de mis estudios de doctorado ya concluidos cuya tesis se tituló: Relaciones de género y militancia política. El comunismo en la Unión Obrera Textil y las trabajadoras, Buenos Aires, 1936-1946. Esta investigación estuvo radicada en el Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género (IIEGE), Facultad de Filosofía y Letras (FFyL), Universidad de Buenos Aires (UBA) y fue financiada por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Actualmente sigo mis investigaciones en este sentido con una beca posdoctoral financiada por el mismo organismo.
2 En un trabajo previo he analizado las tareas políticas de la Comisión Femenina, véase Verónica Norando, 2013, “Relaciones de género y militancia política: las obreras textiles y el comunismo entre 1936 y 1946”. Trabajos y comunicaciones, segunda época, Memoria Académica (39), disponible en http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.6085/pr.6085.pdf
3 Dora Genkin fue una destacada dirigente de la UOT. Fue congresal fundadora de la Confederación General del Trabajo en 1936. Ella era Argentina, sus padres rusos también habían tenido militancia sindical y habían actuado en la revolución de 1905. En los treinta era técnica especializada en la fábrica Mitau y Grether, ubicada en el barrio de Colegiales. En esta fábrica fue elegida delegada de la UOT.
4 Partido Comunista, Comité Central, Comisión Central Femenina, Acta de constitución, Buenos Aires, 4 de agosto de 1928.
5 Idem.
6 EOT, año VII, núm. 38, 1940, 6.
7 EOT, año VII, núm. 38, 1940, 6.
8 EOT-LOT, año V, núm. 23, 1938, 4.
9 Alcira de la Peña fue una militante destacada en la rama femenina del Partido Comunista argentino.
10 MA, año 1, núm. 3, 1946, 1: “Nuestros problemas en el XI Congreso del Partido Comunista”.
11 EOT, año IV, núm. 11, 1936, 11
12 Partido Comunista, Bureau Político, Circular General, Buenos Aires, agosto de 1928; Partido Comunista, Comité Central, Comisión Central Femenina, Acta de constitución, Buenos Aires, 4 de agosto de 1928.
13 MA, año 1, núm. 2, 9 de agosto de 1946, 4: “Que supriman el aporte piden en Piccaluga”.
14 EOT, año VI, núm. 30, 1939, 4.
15 LOT en EOT, año VI, núm. 29, 1939, 5.
16 LOT en EOT, año VI, núm. 30, 1939, 4; LOT en EOT, año VI, núm. 29, 1939, 5; LOT en EOT, año VII, núm. 36, 5.
17 EOT, año XII, núm. 69, Buenos Aires, enero de 1946.
18 Un resumen de este proyecto se puede leer en MA, año 1, núm. 1, Buenos Aires, julio de 1946, 4: “Las mujeres comunistas piden al Congreso una justa legislación para las obreras”.
19 LOT en EOT, año V, núm. 23, 1938, 4.
20 EOT, año V, núm. 16, 1937, 6.
21 Véase LOT en EOT, año V, núm. 23, 1938, 4.
22 LOT en EOT, año VI, núm. 27, 1939, 4.
23 EOT, año VII, núm. 33, 1940, 4.
24 Diego Ceruso (2010) ha analizado en este sentido los siguientes conflictos: el conflicto en la fábrica Ducilo en los meses de agosto y septiembre de 1939; el conflicto en la Manufacturera Algodonera Argentina en 1936, 1937 y 1940 y el conflicto en Danubio durante 1939 y 1940. En el análisis de los mismos, el autor demuestra que la organización de base era defendida mediante estas medidas de fuerza. Diego Ceruso, 2015, La izquierda en la fábrica. La militancia obrera industrial en el lugar de trabajo (Buenos Aires: Imago Mundi).
25 LOT en EOT, año V, núm. 23, 1938, 4.
26 LPM en EOT, año IX, núm. 62, 1943, 7.
27 LOT en EOT, año VII, núm. 38,1940, 6.
28 EOT, año V, núm. 23, 1938, 4.