DOI: http://dx.doi.org/10.24901/rehs.v39i155.617

Violencia y vulnerabilidad social


Tres artículos del número 155 de Relaciones… abordan un fenómeno que por desgracia se presenta de manera recurrente y en aumento en nuestras sociedades contemporáneas, tanto en los ámbitos locales como en los globales. Se trata de esa expresión desmedida e inmoderada de la fuerza que se ejerce en contra de la integridad del otro -o de uno mismo-, en diferentes planos, circunstancias y con diferentes efectos. La tipología de Galtung1 nos lleva a tomar consciencia -más allá de nuestra propia posibilidad de percibirla- de su existencia casi en todos los espacios de las interacciones humanas. Es algo que quizás excede, desborda los espacios contenidos, incluso, de la crítica de la violencia como exposición de su relación con el derecho y la justicia, como argumentaba Walter Benjamin2 de buena fe, ya que la violencia puede encarnarse en esos mismos constructos socioculturales que la regulan. Y el derecho lo es, constructo, tanto como la administración de la justicia. De ahí que la razón jurídica sea de una “dulce violencia”, parafraseando a Hespanha.3

La violencia se encuentra en todos los tipos de interacciones sociales. Está en las cárceles, como muestran Añaños y Chávez en su estudio sobre mujeres presas, al interior de las relaciones intrafamiliares en zonas indígenas de Guerrero, como expone Raby, y en la introducción de agentes exógenos -y no tanto-, como el crimen organizado, en localidades como la Meseta Purépecha, que es lo que estudia Gasparello. La hay en otros muchos espacios. Pero como muestra tres botones bastan y mucho ya que pueden muy bien ser contrastados con nuestra propia experiencia en el contexto de una cotidianidad convulsa en la que asesinan a gente en las puertas de nuestra institución. La acción de la violencia, aún una vez apaciguada, tiene secuelas. De eso trata el documento sobre el desminado en Colombia, donde el conflicto armado se extiende más allá de su fecha de término.

Una preocupación propia y muy personal tiene que ver con las maneras en las que nuestras disciplinas se transforman en una época marcada por la revolución tecnológica digital. No pasó inadvertido para mí el hecho de que el artículo de Añaños y Chávez tuviese como una de sus bases metodológicas el uso de programas computarizados para el análisis estadístico en ciencias sociales como el SPSS. Quienes se dedican a las ciencias sociales y a las humanidades utilizan cada vez más metodologías, herramientas y técnicas informáticas en su trabajo cotidiano. Sin embargo, un serio problema en América Latina y México particularmente, es la disponibilidad de datos digitales adecuados para la investigación. En este sentido, el artículo de Isabel Galina Russel es una buena vía de entrada, crítica, al problema de la digitalización de archivos y bibliotecas en nuestro país.

Por su parte, Sophia Schnuchel incursiona en los problemas del idioma, el bilingüismo y los hablantes de lenguas indígenas en núcleos urbanos como León, Guanajuato. Verónica Norando nos lleva a la experiencia de la mujeres textileras argentinas, su relación con el partido comunista y la militancia en el arranque del segundo tercio del siglo XX. Nicolás Cárdenas nos lleva a las percepciones que tenían funcionarios y profesores sobre la vida rural en la Sonora de los años de 1920. Patricia Arias pone en la mesa la experiencia de los migrantes empresarios mexicanos en la década de 1960.

Víctor Gayol



Notas

1 Johan Galtung, Tras la violencia, 3R: reconstrucción, reconciliación, resolución. Afrontando los efectos visibles e invisibles de la guerra y la violencia. (Bilbao: Bakeaz, Gernika Gogoratuz, 1998), entre otros de sus textos.

2 Walter Benjamin, Iluminaciones. IV trad. Eduardo Subirats (Madrid: Taurus, 1998).

3 António Manuel Hespanha, “Sabios y rústicos. La dulce violencia de la razón jurídica”, en La gracia del derecho. Economía de la cultura en la edad moderna (Madrid: Centro de Estudios Constitucionales, 1993), 17-60.