Rodulfo Brito Foucher, Escritos sobre la Revolución y la dictadura, selección y estudio introductorio de Beatriz Urías Horcasitas, México, Fondo de Cultura Económica, Instituto de Investigaciones Sociales-UNAM, 2015, 257 p., ISBN 978-607-16-2903-6
Jesús Iván Mora Muro
el colegio de michoacán, jimmu@hotmail.com
Los ensayos del tabasqueño Rodulfo Brito Foucher (1899-1970) seleccionados por Beatriz Urías Horcasitas son un material de suma importancia para conocer de primera mano las propuestas críticas más incisivas hacia el régimen postrevolucionario por uno de los políticos mexicanos más controversiales del siglo pasado. Durante los años veinte Brito Foucher formó parte de la rebelión delahuertista y fue un férreo opositor del régimen de Tomás Garrido Canabal en Tabasco, del callismo y, después de 1935, del cardenismo; gobiernos a los que consideró dictatoriales porque se mantenían en el poder bajo ficciones democráticas. Además, como rector de la UNAM, entre 1942 y 1944, se le vinculó con los sectores católicos universitarios. En definitiva es un personaje interesante cuyo pensamiento esencialmente polémico es fundamental para conocer las diferentes tendencias y posicionamientos frente a los regímenes emanados de la Revolución mexicana.1
De los doce textos incluidos en el presente volumen, once fueron publicados con anterioridad en la revista Hoy durante los meses de abril y junio de 1938, mientras que el duodécimo titulado “Maquiavelismo” había permanecido inédito hasta ahora. Bajo el título general de Mi expedición a Tabasco, los artículos de Brito Foucher abordan a la Revolución mexicana y, como ya se adelantó, a los gobiernos dictatoriales emanados de ella.
Beatriz Urías Horcasitas ubica el pensamiento de Brito Foucher dentro del contexto de entreguerras y el surgimiento de diversos gobiernos antimodernistas, críticos tanto del liberalismo como de la democracia: como el comunismo soviético y los regímenes fascistas italianos y alemanes. Al mismo tiempo, durante este periodo fue manifiesta la desconfianza que despertaron líderes carismáticos como Lenin, Mussolini y Hitler debido a su facilidad para manejar a su antojo a las masas.
La autora también identifica que la crítica liberal-conservadora que Brito hizo al régimen postrevolucionario fue diferente a la que defendió el tradicionalismo católico durante el mismo periodo. Efectivamente, pese a que son evidentes las ideas racistas que el político tabasqueño mostró en sus escritos, primordialmente, desde la defensa del hispanismo como ideología identitaria, sería incorrecto ubicarlo dentro del grupo que formaban personajes como Alfonso Junco o Artemio del Valle Arizpe, ambos abiertamente católicos y apologistas del régimen franquista instaurado en España.
Es notorio que estamos ante un personaje que defendía las tradiciones de origen europeo en detrimento de las indígenas y mestizas a las que consideraba retrógradas. En este mismo sentido, son muy ilustrativas las dos líneas interpretativas que se utilizan en el estudio introductorio para explicar el pensamiento intelectual de las clases medias mexicanas durante los años treinta y cuarenta: los tradicionalistas católicos –defensores de los derechos de la “persona” para frenar los avances del individualismo liberal–, y los llamados “contrarrevolucionarios” herederos de Edmund Burke y Joseph de Maistre –reacios a que se identificase al “pueblo” como garante del poder– en los que incluyó a Brito Foucher.
En general, Urías Horcasitas realiza un pertinente análisis de las influencias teóricas e ideológicas del autor tabasqueño y del contexto político que lo determinó. Entre otros aspectos, aborda las características muy particulares del sureste mexicano y la aparición de “líderes populistas” como Salvador Alvarado y Felipe Carrillo Puerto en Yucatán, Francisco Múgica y Tomás Garrido Canabal en Tabasco, y Adalberto Tejeda en Veracruz, y la oposición que Brito Foucher manifestó al régimen garridista particularmente con su “expedición punitiva” a Villahermosa (1935) con el objeto de introducir candidaturas independientes en las elecciones para elegir diputados locales en la entidad que resultó en un sangriento enfrentamiento con las “Camisas Rojas” leales a Garrido Canabal. La autora también deja en claro que en el momento de la expedición, Brito todavía no era un opositor encarnizado del régimen cardenista como sí se mostraría en sus artículos de 1938. De gran relevancia para el estudio es el extenso análisis de la prensa –de periódicos como El Nacional, El Día, Excélsior, El Universal y El Hombre Libre– para poner sobre la mesa las diferentes interpretaciones, a favor y en contra, sobre la incursión encabezada por Brito Foucher a Tabasco.
Efectivamente, en sus escritos Brito se presenta como un acérrimo opositor del sistema postrevolucionario que en su opinión se había caracterizado por la defensa de relaciones clientelares y por sus prácticas despóticas, por instaurar una ficción democrática donde sólo existía una dictadura como nueva forma de autoritarismo. Particularmente, en estos textos el autor se muestra como un crítico puntual del autoritarismo callista y cardenista, pero también hay en él un cierto coqueteo o admiración hacia los dictadores europeos. Primordialmente, en su artículo titulado “Un año de contacto con la política mexicana”, incluido en el presente volumen, Brito Foucher menciona que la gran diferencia entre los dictadores como Lenin, Mussolini y Hitler –quienes con voluntad y lealtad, en otras palabras con honestidad, arremetieron contra la democracia– y los mexicanos, era que estos últimos tenían como baluartes la mentira y la deslealtad, la simulación como modus operandi. Así, el valor supremo que todo político debía defender era la honestidad, esto pese a que el resultado final fuese la dictadura.
Pienso que estamos ante un personaje netamente aristocrático, defensor de los valores morales a ultranza. Aunque Urías Horcasitas toma en cuenta este punto, considero que era necesario hacer más énfasis en su origen acomodado, de clase privilegiada, que determinó de manera importante su pensamiento. No por casualidad catalogó a Garrido Canabal como un “cacique provinciano”, es decir, ignorante y sin los estudios pertinentes con los que, en su opinión, un verdadero líder debía contar. En este sentido, Brito se nos muestra como miembro de esa vieja extirpe intelectual que pensaba que los hombres superiores, moralmente hablando, debían guiar a las masas. Es por esta razón que en él hay una cierta admiración por esos grandes líderes europeos, considerados como fascistas, sin que por ello los apoyase del todo. A diferencia de Urías Horcasitas quien considera, al final de su estudio, determinante su cercanía con el pensamiento alemán en la construcción de su pensamiento plasmado en los artículos de 1938, opino que en realidad para él éstos no eran los modelos ideales por seguir según su concepción conservadora y tradicionalista muy a la mexicana: respetuosa de los valores familiares cristiano/occidentales. Tal vez por esta razón, en el último periodo de su vida, no le fue difícil transitar hacia la masonería después de los cuarenta: una institución sumamente jerárquica y que no abandona del todo la creencia en un ser supremo.
Aunque es evidente su desconfianza a que en México se concretara la democracia, debido a la deshonestidad de sus gobernantes, considero que creía que ese era el gobierno ideal para las naciones modernas o “civilizadas” (para utilizar un término muy decimonónico). Es decir, paradójicamente, por lo menos discursivamente, siguió defendiendo un liberalismo/demócrata pese a que al mismo tiempo también soñaba con una dictadura “buena” –o “necesaria” siguiendo a Emilio Rabasa a quien, como esclarece Urías Horcasitas, Brito había leído y comentado– respetuosa de la ciudadanía, liderada por un hombre culto que estuviese apegado a las instituciones. Aunque su “expedición punitiva” a Tabasco en 1935 es una muestra de las actitudes autoritarias que lo caracterizaban, no necesariamente siguió los parámetros del nazismo o del fascismo, esto aún después de su estancia en Europa. Debemos recordar que también viajó a Rusia y que mencionó a Lenin como uno de los modelos dictatoriales europeos.
Sin duda, como también lo afirma la autora, éste es uno de los aspectos más obscuros en el personaje y que levantan más polémica. Aunque existen muchos huecos en la información acerca de sus actividades de estudio en Alemania entre 1936 y 1937, lo que se conoce al respecto es que Mario de la Cueva –quien a su vez había pasado una temporada en Berlín entre 1931 y 1933 para estudiar con maestros como Nicolai Hartmann y Carl Schmitt–, lo apoyó para que hiciese dicha estancia en el país europeo donde tomaría clases con el propio Hartmann y Alfred Baeumler, ambos filósofos defensores del nacionalsocialismo. Sin embargo, insisto en que hay más elementos para ubicar a Brito Foucher dentro de las corrientes propias del tradicionalismo mexicano, todavía de tendencia liberal, que en las del fascismo. En este sentido, dudo que Brito adoptara posturas abiertamente antidemocráticas como sus múltiples opositores lo afirmaron en su momento.
En suma, los textos seleccionados en el presente volumen y el estudio introductorio realizado por Beatriz Urías Horcasitas nos permiten seguir indagando sobre los individuos y grupos que desde diferentes frentes como el catolicismo y liberalismo/conservador criticaron abiertamente a la Revolución mexicana y sus prácticas clientelares y corruptas. El libro en su conjunto nos ayuda a seguir desentrañando la “pasión antirrevolucionaria” propia de estos intelectuales que se mantuvieron al margen de la ideología oficial.2
1 Para conocer más detalles sobre Brito Foucher consúltese la biografía escrita por Gabriela Contreras, Rodulfo Brito Foucher (1899-1970). Un político al margen del régimen revolucionario, México, IISUE-UNAM, Plaza y Valdés, UAM-Xochimilco, 2008.
2 Véase Beatriz Urías Horcasitas, “Una pasión antirrevolucionaria. El conservadurismo hispanófilo mexicano (1920-1960), en Revista Mexicana de Sociología, núm. 4, vol. 72, octubre-diciembre de 2010, 599-628 y “Un mundo en ruinas. Los intelectuales hispanófilos ante la Revolución mexicana (1920-1945)”, en Iberoamericana. América Latina-Espña-Portugal, núm. 50, 2013, 147-160.