La migración asiática libre al centro del virreinato novohispano, 1565-1700
The Migration of Free Asians to the Central Region of the Vice-Royalty of New Spain, 1565-1700
Déborah Oropeza
Santa Clara University, oropezadebs@yahoo.com
Tras establecer la Nueva España la comunicación transpacífica con las Islas Filipinas en 1565, se desarrollaron importantes procesos culturales, económicos y migratorios entre la Nueva España y Asia. Uno de ellos fue la migración transpacífica de asiáticos libres hacia el centro del virreinato novohispano en los años 1565-1700. En este artículo analizamos los diversos grupos que integraron esta compleja migración así como las causas que dieron origen a esta migración transpacífica. Asimismo, consideramos la influencia significativa de los inmigrantes asiáticos libres en la sociedad novohispana.
Palabras clave: migración, Filipinas, asiáticos, galeón, tripulación.
The establishment of trans-Pacific communication between New Spain and the Philippine Islands in 1565 spurred the development of significant cultural, economic and migratory processes involving these two areas, including the trans-Pacific migration of free Asians to the central region of the Vice-Royalty of New Spain from 1565 to 1700. This article analyzes the diverse groups that participated in this complex migratory phenomenon and examines the factors that gave rise to this process. Also, it considers the important influence that free Asian immigrants had on the society of New Spain.
Keywords: migration, the Philippines, asians, galleon, crew.
Fecha de recepción del artículo: 5 de marzo de 2014 / Fecha de aprobación: 1 de julio de 2014 / Fecha de recepción de la versión final: 26 de enero de 2015.
Desde fechas tempranas, la historia de la Nueva España mantuvo una relación con Asia, especialmente con las islas Filipinas. Tras sólo tres años de conquistar Tenochtitlan, Hernán Cortés comunicó a Carlos I sus planes de enviar algunos navíos a “la Especería” (región de las islas Molucas), expresó posteriormente su disposición de conquistar personalmente aquellas tierras asiáticas.1 Finalmente en 1527 Cortés, por orden del monarca, envió una expedición a cargo de Álvaro de Saavedra, la cual logró alcanzar las islas Ladrones (Marianas), Mindanao (al sur del archipiélago filipino) y las codiciadas islas Molucas, aunque fracasó en sus dos intentos por encontrar el camino de retorno a la Nueva España.
Al igual que Cortés, el notable conquistador de México y Guatemala, Pedro de Alvarado quiso continuar su labor de conquista en tierras asiáticas. Aunque Alvarado organizó dos expediciones que partieron de Guatemala en los años de 1534 y 1540, el conquistador no logró cumplir su sueño de alcanzar tierras asiáticas pues la primera expedición solamente llegó al Perú y Alvarado falleció en 1541 en Nueva Galicia donde la segunda expedición se detuvo para abastecerse.2
Estos esfuerzos tempranos por parte de los conquistadores novohispanos culminaron en la misión encabezada por Miguel López de Legazpi y fray Andrés de Urdaneta la cual en 1565 inició la conquista del archipiélago filipino y logró establecer la ansiada ruta transpacífica de retorno hacia la Nueva España. La Nueva España y las Filipinas mantendrían una comunicación continua los próximos 250 años.
Al iniciarse esta comunicación transpacífica, Felipe II determinó en 1574 que las Islas Filipinas estarían bajo la autoridad del virrey novohispano y de la Audiencia de México, el monarca afirmó que “es justo que el gobierno de ellas (las Islas) esté conjunto y dependiente del gobierno de la dicha Nueva España”.3 Es importante subrayar el hecho de que el virreinato de la Nueva España se convirtió de esta manera en una entidad tanto americana como asiática. Nueve años más tarde, en 1583, como parte del proceso de la organización administrativa del archipiélago se estableció la Audiencia de Filipinas.4
En los años 1565-1700, periodo que estamos considerando, se desarrolló una constante comunicación transpacífica entre la Audiencia asiática y el centro del virreinato en el continente americano, especialmente a partir de 1593 cuando al regular el comercio transpacífico la Corona determinó que cada año dos galeones realizarían la travesía transpacífica de manera simultánea. La continua comunicación entre las Filipinas y el centro de la Nueva España resultó en importantes fenómenos económicos, culturales y migratorios que influyeron significativamente en el desarrollo de ambas sociedades. Uno de los fenómenos destacados fue la continua y compleja migración de asiáticos libres que condujo el galeón de Manila al centro del virreinato en los años 1565-1700.5 También arribó a las costas novohispanas en estos años un número reducido de asiáticos en embarcaciones procedentes de otros territorios asiáticos. Analizaremos, aquí, estas migraciones transpacíficas.
Por lo menos 3,598 asiáticos libres ingresaron al centro del virreinato novohispano en los años 1565-1700, de acuerdo principalmente a un análisis sistemático de las cuentas de la Caja de Real Hacienda de Acapulco establecida en 1590.6 La gran mayoría de ellos arribó en los galeones que partían de las Filipinas; sin embargo, no todos los asiáticos a bordo del galeón de Manila eran originarios de este archipiélago. Hay que recordar que en estos años la población de las Filipinas era muy heterogénea. Aún antes del arribo de los españoles, las Islas Filipinas no se encontraban aisladas, sino que tenían comunicación con varias regiones vecinas, incluyendo China, Malaca, las islas Molucas, Siam y Camboya.7 El contacto de las Filipinas con regiones vecinas se extendió y se intensificó con la llegada de los españoles, pues, ellos buscaron establecer conexiones de naturaleza comercial, política y religiosa con China, Japón, Siam, Camboya y O Estado da India; este último comprendía el vasto conjunto de posesiones portuguesas establecidas en el siglo xvi primordialmente en las costas del océano Indico y el Mar de la China (que incluía entre otros territorios a Goa, Ceilán, Bengala, Malaca, Macasar, Tidore, Terrenate, Macao y Nagasaki). Los lazos establecidos con diversos territorios asiáticos resultaron en diversas migraciones al archipiélago filipino que lo convirtieron en una sociedad cosmopolita. Resalta la gran migración de chinos, quienes en 1640 sumaban una población de 30,000 individuos en Manila.8
Fueron muy diversos los motivos por los que algunos asiáticos se embarcaban en la nao cuando ésta partía del puerto de Cavite, cercano a Manila, hacia Acapulco. La gran mayoría formaba parte de la numerosa y diversa tripulación necesaria para operar los inmensos galeones que realizaban la larga travesía transpacífica en un periodo de cuatro a seis meses. Los tripulantes asiáticos desempeñaron varias funciones en la nao. De acuerdo con los registros de la Caja de Real Hacienda de Acapulco, el mayor número de ellos sirvió en calidad de grumete, es decir, “el mozo que sirve en el navío para subir a la gavia y otros usos”; la gavia era “una como garita redonda que rodea toda la extremidad del mástil del navío […] Sirve para que el grumete puesto en ella registre todo lo que se puede ver del mar”.9 En menor número, los asiáticos sirvieron en el galeón como carpinteros, herreros, soldados, hiladores, barrenadores e intérpretes. Aunque fueron los tripulantes de origen europeo quienes ocuparon los puestos de mayor rango como el de capitán, piloto y marinero, los tripulantes asiáticos definitivamente desempeñaron de manera continua un papel esencial en la operación de la nao al realizar ésta su larga y desafiante travesía hacia el centro del virreinato. Al igual que los otros tripulantes, los asiáticos recibían un pago por su labor por parte de la Corona, pues recordemos que el galeón era propiedad suya.
La mayoría de los asiáticos que sirvieron como tripulantes en la nao procedían de las Filipinas; sin embargo, la tripulación también estaba integrada por individuos oriundos de Japón, China, India, Ceilán, Malaca y Molucas.10 Cientos de filipinos y otros asiáticos laboraban en el puerto de Cavite, cercano a Manila, como grumetes y también como herreros, carpinteros, calafates y aserradores en la construcción y preparación de navíos, es muy probable que varios de ellos formaran parte de la tripulación de los galeones que partían a la Nueva España.11
En las cuentas anuales de la Caja de Real Hacienda de Acapulco los oficiales reales del puerto registraban, entre otras cosas, el nombre o número de los tripulantes asiáticos que arribaba en la nao. Los oficiales desafortunadamente no registraron la información de manera consistente a través de los años, por lo que esta fuente oficial no es exacta; sin embargo, es la información más sistemática con que contamos en cuanto al ingreso de asiáticos al puerto de Acapulco. Según las cuentas de Real Hacienda del periodo que estamos considerando el promedio de tripulantes asiáticos por galeón era de 24 individuos. Nuestra investigación revela que en los años 1565-1700 ingresaron al centro del virreinato 140 galeones provenientes de Filipinas, de tal manera que de acuerdo a las fuentes oficiales de la Caja de Acapulco en este periodo arribaron a la Nueva España aproximadamente 3,360 tripulantes asiáticos.12 Otras fuentes sugieren, sin embargo, que el número de tripulantes asiáticos que sirvió en la nao fue considerablemente mayor a lo indicado por los registros de Acapulco.
Los registros de la Caja de Acapulco no manifiestan que los tripulantes asiáticos estaban obligados por algún contrato a realizar la travesía de regreso a Filipinas, ellos recibían su remuneración en Acapulco por el viaje que servían de Filipinas a la Nueva España. Indudablemente algunos de ellos permanecieron en el centro del virreinato y aunque la documentación que hemos consultado no nos permite deducir el porcentaje que quedó en esta región frente al número que retornó a las Filipinas, algunas fuentes sugieren que dicho porcentaje sí fue alto. El capitán Sebastián de Pineda, quien fue justicia mayor del puerto de Cavite, por ejemplo, afirmó que de los 75 grumetes que arribaron a Acapulco en el galeón Espíritu Santo en 1618, solamente cinco regresaron a Filipinas, y advertía que dicho patrón continuaría si el rey no intervenía.13 También sabemos que la falta de tripulación constituyó un problema cuando retornaba la nao hacia Filipinas, de tal manera que los oficiales de Acapulco tenían que mandar bloquear los caminos que partían de Acapulco al interior de la Nueva España para evitar que se “descaminara” la “gente de mar”, y también tenían que enviar comisarios a los pueblos de la costa y a la ciudad de México para reclutar grumetes asiáticos.14
¿Por qué permanecían en el centro del virreinato los tripulantes asiáticos o “chinos” (como se llamó de manera genérica a los asiáticos en esta región)? Probablemente algunos de ellos simplemente no querían embarcarse en otra travesía transpacífica, pues la jornada de Filipinas a Acapulco era extremadamente larga y ardua. Quienes iban a bordo de la nao frecuentemente enfrentaban tormentas, falta de alimento, y enfermedades como el escorbuto y la disentería, que llegaban a ocasionar la muerte de un porcentaje alto de los viajeros. El procurador general en las Filipinas, Hernando de los Ríos Coronel, informó al rey en 1619 que los grumetes, específicamente, sufrían maltrato en cuanto a su abrigo y alimento, lo cual resultaba comúnmente en su muerte.15
Es posible también que algunos de los tripulantes asiáticos o “chinos” se quedaron en suelo americano huyendo de las difíciles circunstancias que enfrentaban en las Filipinas quienes participaban en diversas actividades navales. El capitán Sebastián de Pineda, por ejemplo, afirmaba que en el archipiélago muchos indios o nativos de Filipinas morían al acarrear madera y al construir embarcaciones, así como al participar como grumetes en expediciones regionales.16
Seguramente algunos tripulantes permanecieron en el centro del virreinato buscando oportunidades económicas, satisfaciendo, al mismo tiempo, la necesidad de mano de obra de la sociedad novohispana. En este sentido hay que subrayar el hecho de que al iniciarse la comunicación transpacífica la sociedad novohispana experimentaba la drástica caída de su población nativa.
Cientos de “chinos” libres, principalmente tripulantes de la nao, laboraron temporal o permanentemente en el puerto de Acapulco en los años 1565-1700, desempeñando un papel significativo en el desarrollo de este importante puerto novohispano. Debido principalmente a la organización del comercio transpacífico, a partir de la década de 1590 se construyeron en el puerto varias instituciones reales, incluida la aduana, los almacenes, el hospital de Nuestra Señora de la Consolación, así como el fuerte de San Diego. Cientos de “chinos” trabajaron para la Corona como carpinteros, herreros, aserradores, fundidores, bomberos y torneros en la construcción y mantenimiento de estas instituciones.17
Con su vasta experiencia en mares y costas asiáticas, los “chinos” libres también beneficiaron la actividad naval en Acapulco de diversas maneras. Laborando para la Corona, los “chinos” acudían al monte a cortar madera y la transportaban a la playa donde se empleaban como carpinteros en la preparación y fabricación de navíos.18 Los “chinos” también participaban frecuentemente en la navegación local que partía de Acapulco: en 1602, por ejemplo, seis asiáticos oriundos de Filipinas, India y Japón, identificados como Cristóbal Catoya “indio chino visaya”, Lucas Cate “indio chino”, Agustín Longalo, Antón Thomas “indio malabar”, Antonio Bengala “indio” y Francisco Miguel “japón”, acompañaron a Sebastián Vizcaíno en la exploración del norte del litoral Pacífico sirviendo como grumetes, carpinteros y buzos.19
Más allá del puerto de Acapulco, en la región de Coyuca, así como en las alcaldías de Zacatula, Motines y Colima en la región del Pacífico se establecieron cientos de “chinos” libres quienes llegaron a constituir una proporción considerable de la población. En el pueblo de San Joseph Tecolapa, Colima, por ejemplo, habitaban, en 1619, 50 “chinos” quienes integraban 18.5 % de la población.20 La inmigración asiática influyó grandemente en la sociedad y economía de estas alcaldías al laborar en el cultivo y explotación del cocotero, el cual era uno de los cultivos primordiales de la región del sur y este de Asia. Álvaro de Mendaña lo introdujo a Colima en 1569 al retornar de las Islas Salomón y el cocotero se extendió rápidamente en la costa novohispana del Pacífico.21 Sabemos que al llegar la nao a Acapulco algunos grumetes asiáticos eran reclutados para trabajar en las docenas de huertas y haciendas de palma de coco que se establecieron en estas alcaldías del Pacífico.22 Resalta la abundante producción de vino de cocos, bebida de origen asiático, el cual se comerció en diversas regiones del virreinato.
La inmigración asiática de los años 1565-1700, por lo tanto, benefició notablemente el desarrollo de la región novohispana del Pacífico, incluyendo la edificación y desarrollo del puerto de Acapulco, la diversa actividad naval, así como la producción agrícola de las alcaldías ya mencionadas. La migración asiática compensó, en cierta medida, la gran contracción de la población nativa que experimentó esta región costera en los siglos xvi y xvii.23
Los “chinos” libres también constituyeron parte de la población de la capital virreinal, aunque en menor proporción; allí ellos se dedicaron principalmente al comercio y a la barbería. De acuerdo al barbero del virrey, en 1667, los “chinos” tenían más de 100 tiendas de barbería en la ciudad de México, quienes presentaron un verdadero desafío para los barberos españoles.24
Aunque la gran mayoría de los asiáticos libres (o no esclavos) arribaba como parte de la tripulación del galeón, hubo otros motivos que condujeron a un menor número de ellos al centro del virreinato. Por lo menos dos individuos de origen asiático arribaron como presos de la Inquisición, ya que las Filipinas se encontraban bajo la jurisdicción del tribunal en México. Alexo de Castro arribó en la nao en 1646 para ser procesado por la Inquisición, pues le acusaban en Filipinas de ser musulmán; De Castro nació en la isla de Tidore (en las Molucas) y era mestizo, su madre era nativa de Tidore mientras que su padre era portugués o gallego. Debido a que De Castro no demostró suficiente conocimiento de la doctrina cristiana frente al tribunal de la Inquisición en México, éste determinó su destierro de las Filipinas y lo mandó a un convento de religiosos en la ciudad de México.25 Al incorporar a las Filipinas en su reino, por lo tanto, España también tuvo que enfrentar la presencia musulmana en el territorio asiático y americano de la Nueva España. Asimismo, Francisco Macasar, natural de Macasar (en Indonesia) llegó en la nao en 1664 para ser procesado por la Inquisición por “supersticioso adivinador”; sin embargo, este tribunal decidió que no podía proceder contra él porque Francisco Macasar era “indio”, de tal manera que el caso se delegó a la justicia ordinaria, o episcopal, en Manila.26 Por este motivo no llegó al centro del virreinato un mayor número de asiáticos para ser procesados por la Inquisición, pues al igual que la población nativa de la Nueva España, la de Filipinas no se encontraba sujeta a la Inquisición, sino a la justicia ordinaria.27
Por otro lado, es posible que también arribaran en el galeón a Acapulco algunos exiliados alrededor de 1589. En los años de 1587-1588, el mestizo Agustín de Legazpi, nieto del conquistador de Filipinas Miguel López de Legazpi, encabezó una conspiración en contra de la autoridad española en el archipiélago; por lo menos tres de los agitadores nativos de Filipinas fueron exiliados al centro del virreinato por seis años. Don Pedro Balingüit, don Phelipe Salonga y don Agustín Manuguit, estaban por zarpar a Acapulco en julio de 1589, sin embargo, no contamos con información sobre su arribo ni su experiencia de exilio en el centro del virreinato.28
Los registros de la Caja de Acapulco también mencionan el arribo en el galeón de algunos asiáticos no tripulantes cuyo principal interés al migrar fue probablemente el comercio, pues introdujeron algo de mercancía al ingresar.29 Por último, por lo menos dos asiáticos, Lure Paylo “indio” de Filipinas y Esteban “indio chino” llegaron en la nao en calidad de sirvientes, no esclavos.30
Otras migraciones transpacíficas
Aunque la gran mayoría de asiáticos arribó al centro del virreinato novohispano en el galeón de Manila, algunos de ellos llegaron como parte de un pequeño número de travesías transpacíficas que no zarparon directamente de Filipinas, y que también constituyen episodios muy interesantes de la historia novohispana de fines del siglo xvi e inicios del xvii.
En 1586, Pedro de Unamuno zarpó de Filipinas con la orden de explorar islas y puertos en el trayecto transpacífico al centro de la Nueva España; aunque el gobernador del archipiélago mandó que no se detuviera en Macao, Unamuno permaneció ahí aproximadamente un año seguramente atendiendo intereses comerciales. Finalmente en julio de 1587, Unamuno salió hacia el centro de la Nueva España en un navío que llevaba a bordo por lo menos ocho “indios luzones” (de Luzón, Filipinas) quienes seguramente servían como tripulantes, así como al franciscano Martín Ignacio de Loyola (sobrino del fundador jesuita) quien regresaba de China. En octubre, Unamuno atracó en un puerto de Alta California, al que llamó Puerto de San Lucas (al parecer el actual Morro Bay), y, utilizando una cruz, Unamuno reclamó esta región para la Corona española. Interesado en encontrar “poblaciones de gente o algunos minerales” en este territorio de California, Unamuno organizó expediciones en las que participaron los indios luzones portando “espadas y rodelas”, junto con fray Martín. A consecuencia de un enfrentamiento con los indios de la región, donde murió un indio luzón, Unamuno decidió retirarse y dirigir su navío a Acapulco a donde arribó en noviembre de 1587.31 Suponemos que llegaron al puerto por lo menos siete de los indios luzones, pero no tenemos registro de ello. Llama la atención en este episodio la participación de los indios de Filipinas en los esfuerzos de exploración y conquista del territorio americano por parte de la Corona española.
Por otro lado, en 1590, antes de que la Corona española regulara el comercio transpacífico, arribó a Acapulco con propósitos comerciales el navío Nuestra Señora de la Asunción, proveniente de Macao, bajo el comando del portugués Juan da Gama, vecino de la India. La nave había zarpado originalmente de Goa, de donde se dirigió a Cochin, después a Malaca y finalmente a Macao, donde “cargaron de mercadurías” antes de zarpar al centro de la Nueva España.32 La tripulación de Nuestra Señora de la Asunción incluía 40 marineros asiáticos conocidos en Asia como “lascares” a quienes generalmente se identificaba como moros o musulmanes; su arribo a Acapulco seguramente preocupó a las autoridades novohispanas.33 Cuando da Gama planeaba su regreso a Asia en enero de 1591 algunos lascares se encontraban trabajando en Acapulco e incluso otros se habían dirigido a la ciudad de México. Da Gama pidió al virrey Velasco que ordenara a los marineros lascares regresar con él, pues, venían contratados. El virrey determinó que los lascares que estaban contratados regresaran en el navío, pero si eran moros que se habían convertido al cristianismo podían permanecer en el centro del virreinato, seguramente buscando proteger su nueva fe.34 Aunque desconocemos cuántos de estos marineros de origen musulmán se quedaron en esta región, por lo menos 12 lascares laboraban en el puerto de Acapulco en las obras del real servicio en los años 1591-1594.35
Además de estos dos navíos que llegaron de Macao, en la década de 1610 ingresaron a Acapulco tres embarcaciones procedentes de Japón que traían a bordo docenas de emisarios y comerciantes nipones. Las embajadas de 1610 y 1614 que buscaban entre otras cosas fomentar las relaciones comerciales entre Nueva España y Japón ya han sido analizadas por varios estudiosos. Rodrigo de Vivero de Velasco y el padre Alonso Muñoz partieron de Japón rumbo a Acapulco el primero de agosto de 1610 en el navío San Buenaventura, junto con 23 japoneses encabezados por Tanaka Shōzuke (comerciante de Kioto quien actuaba bajo órdenes del Shogunado).36 Asimismo Sebastián Vizcaíno, fray Luis Sotelo y Jasekura Rokuemon Tsunenaga arribaron a Acapulco en enero de 1614 junto con 150 japoneses.37 Las dos embajadas de nipones, la de 1610 y 1614, se dirigieron a la capital del virreinato donde se entrevistaron con el virrey buscando establecer un intercambio comercial. Sin embargo, también hubo un encuentro religioso, pues varios japoneses fueron bautizados “con asistencia de mucha gente” en la iglesia de San Francisco y confirmados en la Catedral.38
Nuevamente en 1617, llegó al puerto de Acapulco el navío San Juan Bautista procedente de Japón, con un número indeterminado de mercaderes japoneses dispuestos a tratar su loza, mantas y muebles.39 En la década de 1610, por lo tanto, llegaron a Acapulco por lo menos 174 japoneses en este intento por establecer relaciones entre Japón y la Nueva España, y aunque algunos nipones regresaron a su tierra, otros permanecieron definitivamente en el centro del virreinato.40
Ingreso de asiáticos libres al centro del virreinato novohispano, 1565-1700
Categoría |
Número |
Tripulantes del galeón de Manila | 3,360 |
Presos de la Inquisición | 2 |
Exiliados (?) | 3 |
Comerciantes | 9 |
Sirvientes (no esclavos) | 2 |
Otras travesías |
|
Indios luzones tripulantes y exploradores (Macao) | 8 |
Marineros lascares (Macao) | 40 |
Comerciantes y emisarios japoneses (Japón) | 174 |
Total | 3,598 |
Conclusiones
La comunicación constante entre el centro del virreinato novohispano y Asia, primordialmente con Filipinas, en los años 1565-1700 resultó en diversos procesos que influyeron significativamente en el desarrollo de la sociedad novohispana. Es el caso de la continua migración transpacífica de asiáticos al centro del virreinato.
En estos años, arribaron a las costas novohispanas, basándonos principalmente en registros oficiales, por lo menos 3,598 asiáticos libres. No todos permanecieron en el centro del virreinato, pero es evidente que cientos de “chinos” libres se establecieron en la costa del Pacífico y en la capital virreinal.
La inmigración asiática en los años 1565-1700 fue moderada, sin embargo, los “chinos” constituyeron un elemento importante de la sociedad novohispana, que se añadieron a la ya compleja población de raíces americanas, europeas y africanas. Aunque los “chinos” libres habitaron diversas regiones del centro del virreinato, su presencia fue más palpable en la sociedad y cultura de la costa del Pacífico, donde desempeñaron un papel central en el desarrollo del puerto de Acapulco, en la actividad naval del litoral, así como en el cultivo y explotación del apreciado cocotero.
La gran mayoría de los asiáticos libres llegaron al centro de la Nueva España como tripulantes de la nao, desempeñaron a través de las décadas un papel esencial en las travesías transpacíficas. Sin embargo, la migración asiática libre fue de naturaleza heterogénea y convirtió a la sociedad novohispana en un mundo aún más complejo e interesante: asiáticos musulmanes laboraban en el puerto de Acapulco y se enfrentaban a la Inquisición en la capital del virreinato, nativos de Filipinas producían nuevas y apetecidas bebidas derivadas del cocotero en la costa del Pacífico, comerciantes y emisarios japoneses se entrevistaban con el virrey y se bautizaban y confirmaban en la ciudad de México, barberos “chinos” desafiaban laboralmente a barberos españoles en la capital virreinal, e indios luzones participaban en la exploración de California.
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2 Adrián Recinos, Pedro de Alvarado, conquistador de México y Guatemala, México, Fondo de Cultura Económica, 1952, 134-203.
3 agi, Filipinas, 339, leg.1, f. 49r. Leslie Bauzon y María Fernanda García de los Arcos coinciden en que aunque teóricamente las Filipinas estuvieron subordinadas políticamente al virrey de Nueva España, en la realidad se relacionaban directamente con el Consejo de Indias para asuntos de gobierno (Leslie Bauzon, “Amplia perspectiva: relaciones intercoloniales mexicano-filipinas”, en Ernesto de la Torre Villar, comp., La expansión hispanoamericana en Asia, siglos xvi y xvii, México, Fondo de Cultura Económica, 1980, 77-85; María Fernanda García de los Arcos, “Filipinas en el Imperio de Felipe II”, en José Román Gutiérrez, Felipe II y el oficio de Rey: La fragua de un Imperio, Madrid, inah, Universidad de Zacatecas, Universidad de Guadalajara, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, 2001, 268-290). Consideramos, sin embargo, que todavía es necesario un análisis amplio de la naturaleza de la relación político-administrativa entre la Audiencia asiática, el virrey novohispano y la autoridad real.
4 Aunque este primer tribunal se suprimió en 1589, en 1598 se reimplantó la Audiencia de Filipinas, la cual permaneció activa durante todo el periodo de dominación española.
5 Hemos analizado anteriormente, en un artículo, la migración esclava.
6 En estos registros, los oficiales reales documentaban el ingreso de mercancía y de ciertos grupos de individuos que arribaban en las diversas embarcaciones al puerto de Acapulco. Los registros de la Caja de Real Hacienda de Acapulco correspondientes al periodo que estamos considerando se encuentran en el Archivo General de Indias, Contaduría 897-907. Otros autores argumentan que el número de asiáticos que arribó en la nao fue mucho más elevado. Edward Slack, por ejemplo, sugiere que en los años 1565-1815 ingresaron 100,000 asiáticos; sin embargo, Slack no deriva esta cifra de un análisis sistemático de fuentes primarias. Edward Slack, “The Chinos in New Spain: A Corrective Lens for a Distorted Image”, en Journal of World History, 20:1, 2009, 35-67.
7 María Fernanda García de los Arcos, “Filipinas en el Imperio de Felipe II...”, p. 271.
8 Inmaculada Alva Rodríguez, “La centuria desconocida: el siglo xvii”, en Leoncio Cabrero, coord., Historia General de Filipinas, Madrid, Cultura Hispánica, Agencia Española de Cooperación Internacional, 2000, 209-248.
9 Real Academia Española, Diccionario de la lengua castellana, Madrid, del Hierro, 1734.
10 Déborah Oropeza, “Los ‘indios chinos’ en la Nueva España: la inmigración de la nao de China, 1565-1700”, tesis de doctorado, apéndice 3, México, El Colegio de México, 2007.
11 Emma Helen Blair y James Robertson, The Philippine Islands, 1493-1803, Cleveland, The Arthur Clark, 1903, v. 14, 256; v. 18, 16-17; v. 20, 229; v. 26, 206-208, 216-262, 287.
12 Déborah Oropeza, “Los ‘indios chinos’..., apéndice 2,
13 agi, Filipinas, 38, n. 12.
14 agi, Contaduría, 897, 902, 903, 905b, 906a.
15 Emma Helen Blair y James Robertson, The Philippine Islands..., v.18, 287.
16 agi, Filipinas, 38, n. 12.
17 Déborah Oropeza, “Los ‘indios chinos’..., pp. 63-64.
18 agi, Contaduría, 903, libro 4, 1618.
19 agi, Contaduría, 901, 1601-1602, f. 57v.
20 Alberto Carrillo Cázares, Partidos y padrones del obispado de Michoacán, 1680-1685, Zamora, El Colegio de Michoacán, Gobierno del Estado de Michoacán, 1996, 381.
21 Felipe Sevilla del Río, Prosas literarias e históricas, México, Tipográfica Benito Juárez, 1974.
22 agi, Filipinas, 38, n. 12.
23 Peter Gerhard, Geografía Histórica de la Nueva España, 1519-1821, México, Instituto de Investigaciones Históricas, unam, 1986, 40-41, 83, 200.
24 agi, Contaduría, 898, 1592; Déborah Oropeza, “Los ‘indios chinos’..., pp. 121-124; agn, General de Parte, v. 14, exp. 40, ff. 38v-39v.
25 agn, Inquisición, v. 350, exp. 1, ff. 1-16; Inquisición, v. 418, exp. 5, ff. 365-401v.
26 agn, Inquisición, v. 502, exp. 6, ff. 452-474.
27 Sobre este tema véase Richard Greenleaf, Inquisición y sociedad en el México colonial, Madrid, Ediciones José Porrúa Turanzas, 1985, 121-153.
28 Emma Helen Blair y James Robertson, The Philippine Islands..., v. 7, 95-111. Agustín de Legazpi era sobrino de Lakandula, quien era rajá de Tondo cuando arribaron los españoles a las Filipinas.
29 agi, Contaduría, 898, ff. 582, 583, 830; agi, Contaduría, 900.
30 agi, Contratación, 237, n. 2, r. 1; agi, Contaduría, 898, f. 484.
31 Henry Wagner, Spanish Voyages to the Northwest Coast of America in the Sixteenth Century, San Francisco, California Historical Society, 2008, 139-140, 481-504.
32 agn, Inquisición, v. 172, exp. 1, ff. 1-5. Aparentemente debido a un temporal habían parado dos meses en Japón, antes de proseguir a la Nueva España.
33 agn, Inquisición, v. 172, exp. 1, ff. 1-5.
34 agn, General de Parte, v. 4, exp. 172, ff. 51r-51v; General de Parte, v. 4, exp. 195, f. 57r.
35 Déborah Oropeza, “Los ‘indios chinos’..., apéndice 3.
36 Domingo Chimalpahin, Diario, México, conaculta, 2001, 217; Lothar Knauth, Confrontación transpacífica. El Japón y el Nuevo Mundo hispánico, 1542-1639, México, Instituto de Investigaciones Históricas, unam, 1972, 190-196; Josef Franz Schütte, “Don Rodrigo de Vivero de Velazco y Sebastián Vizcaíno en Japón (1609-1610, 1611-1613)”, en Ernesto de la Torre Villar, comp., La expansión hispanoamericana en Asia..., pp. 96-102; Arcadio Schwade, “Las primeras relaciones entre Japón y México (1609-1616)”, en Ernesto de la Torre Villar, comp., La expansión hispanoamericana en Asia..., pp. 123-133.
37 Lothar Knauth, Confrontación transpacífica..., pp. 197-207; Josef Franz Schütte, “Don Rodrigo de Vivero de Velazco..., pp. 102-109; Arcadio Schwade, “Las primeras relaciones entre Japón y México...”, pp. 127-130; María Elena Ota Mishima, “Primeras relaciones diplomáticas con Japón en el México colonial: Rodrigo de Vivero-Fr. Alonso Muñoz. Sebastián Vizcaíno y Hasekura Rokuemon-Fr. Luis Sotelo; 1610-1620”, en Marita Martínez del Río de Redo, El galeón de Acapulco, México, inah, 1988, 72-77; Domingo Chimalpahin, Diario..., p. 365.
38 Domingo Chimalpahin, Diario..., pp. 219-225, 369-371; María Elena Ota Mishima, “Primeras relaciones diplomáticas...”, pp. 72-77, 201.
39 agi, Contaduría, 903, libro 3. Lothar Knauth, Confrontación transpacífica..., p. 213; Arcadio Schwade, “Las primeras relaciones entre Japón y México...”, pp. 131-132.
40 Considerar, por ejemplo, la obra de Thomas Calvo, “Japoneses en Guadalajara: ‘Blancos de Honor’ durante el seiscientos mexicano”, en Revista de Indias, 172, xliii, julio-diciembre, 1980, 533-547 y Melba Falck, El japonés que conquistó Guadalajara. La historia de Juan de Páez en la Guadalajara del siglo xvii, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, Biblioteca Pública del Estado de Jalisco Juan José Arreola, 2009.