Etnografía socioespacial de las territorialidades históricas maleku en Costa Rica

Socio-spatial ethnography of Maleku historical territorialities in Costa Rica

David A. Solís Aguilar
Consultor independiente sobre derechos territoriales indígenas en Centroamérica

Fecha de recepción: 26 de julio de 2022

Fecha de aprobación: 27 de octubre de 2022

RESUMEN: Este trabajo presenta la etnografía socioespacial como método para el estudio de las relaciones territoriales históricas de los pueblos originarios en el continente, desarrollado entre 2018 y 2021 en el marco de la investigación cualitativa del periodo 1860-2020 sobre las Territorialidades del pueblo originario maleku en Costa Rica, como parte de la maestría en Geografía Humana de El Colegio de Michoacán. Los maleku habitan un territorio que fue demarcado por el Estado en 1976, mismo que cuenta con apenas 2934Ha en la cuenca media del río Frío que define el núcleo de su territorio ancestral, en cuyas tierras, lagunas y ríos se encuentran sus lugares sagrados, despojados casi totalmente desde el inicio de la colonización en 1860.

La etnografía socioespacial sobre las territorialidades maleku sigue métodos críticos de las Ciencias Sociales, a partir del diálogo de saberes con la comunidad. Se implementaron técnicas de investigación cualitativa como la observación participante, los diálogos etnográficos y la revisión documental-histórica, coordinadas con personas colaboradoras maleku, así como entrevistas semiestructuradas con colaboradores no indígenas poseedoras de conocimientos clave. Se procesaron los datos cuantitativos de naturaleza demográfica, registral y agraria, a la vez que la información geográfica sobre las territorialidades maleku. Se obtuvieron diversos productos cartográficos como resultado del análisis de datos territoriales inéditos, que permitieron arribar a conclusiones sobre la incidencia socioespacial de las violaciones a los derechos territoriales del pueblo maleku por parte del Estado costarricense.

Palabras clave: Lugares sagrados, etnografía socioespacial, pueblos originarios, geografías indígenas, territorialidades históricas

ABSTRACT: This paper presents the socio-spatial ethnography as method for the study on the historical territorialities of native peoples in the Americas. This work was developed between 2018 and 2021 into master’s degree dissertation in Human Geography at El Colegio de Michoacán, as a part of qualitative research carried out on Territorialities of the Maleku native people in Costa Rica (1860-2020). The Maleku inhabit a territory demarcated by the government in 1976, that encompasses only 2934 hectares in the middle basin of Frío River, which defines the core of their ancestral territory. The lands, lagoons and rivers in this territory are sacred places, the Maleku have been dispossessed of them since the beginning of colonization in 1860.

The socio-spatial ethnography on Maleku territorialities follows different critical methods of the Social Science. It was established intercultural dialogues with the community, based on ethical commitments. For this purpose, qualitative research techniques were implemented, such as participant observation and ethnographic dialogues with Maleku collaborators. Also, documentary-historical reviews were implemented as well as semi-structured interviews with expert non-indigenous collaborators. Further, quantitative methods were applied to analyse demographic, cadastre registry and agrarian data with geographic information on Maleku territorialities. Diverse cartographic products were obtained because of the analysis of unpublished territorial data, which allowed to conclusions on the socio-spatial incidence of land tenure and territorial rights to Maleku people by the Costa Rican government.

Keywords: Sacred natural sites, socio-spatial ethnography, indigenous people, indigenous geographies, historical territorialities

A Iriria, en su tócu laca

Ser maleku: antecedentes1

El pueblo maleku habita desde tiempos inmemoriales en la cuenca del río Frío, su territorio ancestral, ubicado en la región norte de Costa Rica, está delimitado por los ríos que atraviesan los actuales municipios de Guatuso, Los Chiles y Upala, así como los distritos de Venado y Monterrey, en el municipio de San Carlos. Actualmente en Costa Rica la población originaria representa el 2,4% del total nacional, que según el Censo Nacional de 2011 eran 104,143 personas, de las cuales solo el 34,5% habitaba en alguna de las veinticuatro “reservas indígenas” o territorios demarcados por el Estado.

Por su parte, el pueblo originario maleku se compone de 478 habitantes en las localidades de Palenque El Sol, Palenque Margarita y Palenque Tonjibe, quienes representan apenas al 35% de la población en su territorio demarcado, mientras que los demás pobladores corresponden a personas no indígenas residentes en las localidades de Viento Fresco, Los Ángeles y El Carmen. A la población indígena de los palenques maleku se suman 223 personas hablantes del maleku lhaíca, quienes habitan fuera del territorio demarcado, lo que resulta en una población total de 701 personas maleku en el país (Instituto Nacional de Estadísticas y Censos [INEC], 2013) [ver Figura 1].

Figura 1. Relaciones territoriales maleku

Fuente: Elaboración propia con base en Jiménez Marín, 2018a y 2018b; Instituto Geográfico Nacional, 2020; Solís Aguilar, 2021.

En la actualidad los maleku habitan un territorio demarcado con una extensión de apenas 2934 hectáreas, ubicado entre los ríos El Sol, La Muerte y La Cucaracha, en el distrito de San Rafael de Guatuso, que es atravesado en el eje norte-sur por la carretera nacional conocida como Corredor Noratlántico desde 1983. Esta demarcación fue creada en 1976 por decreto presidencial y posteriormente confirmado a través de la Ley Indígena en 1977, en apego a la previa ratificación en 1959 del Convenio 107 de la Organización Internacional del Trabajo (Ley 2330-C, 1959; Ley 6172, 1977; Decreto 5904-G, 1976).

Las territorialidades maleku: objeto-problema

El territorio ancestral del pueblo maleku tuvo una extensión aproximada de 100 mil hectáreas en la cuenca media y alta del río Frío o Ucúrinh, desde las nacientes de sus afluentes en la cordillera central de Costa Rica, hasta su desembocadura en el río San Juan o Ucúriqui tunh carráco en Nicaragua (Castillo Vásquez, 2004 y 2015). Los ancestros maleku alcanzaron a inicios de la década de 1860 una población de 1050 a 2040 habitantes, distribuidos desde diecisiete hasta veinte palenques a orillas de los ríos Chaníya (La Muerte), Tóje (Patastillo) y Aóre (Pataste), compuesto cada uno por al menos cuatro casas grandes que agrupaban en su interior hasta cinco núcleos familiares emparentados (Castillo Vásquez, 2005b; Constenla Umaña, 1982).

Los ancestros maleku desarrollaron un sistema de producción basado en la pesca, la caza, la recolección y el policultivo, integrados en la regeneración del bosque secundario, que se gestionaba desde sus palenques ajustándose a la temporada lluviosa anual de diez meses (Castillo Vásquez, 1992 y 2006). Los lugares de caza, de pesca, de descanso, de cultivos, de recolección de alimentos y de extracción vegetal, así como los lugares sagrados en la cordillera y en lagunas estacionales de Caño Negro conformaron su territorio histórico (Castillo Vásquez, 2005a).

Este territorio ancestral imbricaba los espacios geográficos “caminados por los ancestros” o ni maráma ifácfanhéca, así como las “aguas navegadas por los ancestros” o ti putu maráma ifácfanhéca, que incluían trayectorias terrestres hasta el río Arenal o Ulhíjali en la cuenca del río San Carlos. Los ancestros maleku también realizaban recorridos de caza y de pesca navegando a lo largo del río Zapote o Murúnhe hasta su desembocadura con el lago Cocibolca o Murúnhe conh, según narraron colaboradores maleku.

Los espacios en el territorio ancestral se imbricaban a partir de sus lugares sagrados en las nacientes de los ríos tributarios del río Frío y en las lagunas de Caño Negro, donde residen de los principales tócu maráma. Estos seres espirituales habitan de forma subterránea las nacientes de los ríos, y es ahí donde acogen a los tócu lhonh maráma o espíritus de los antepasados que tuvieron una buena muerte -causada por enfermedad o vejez-, enterrados en su casa. Mientras que las personas fallecidas por accidentes o de forma violenta se consideraban responsables de su mala muerte, lo que les convertía en demonios, como consecuencia de una vida inmoral respecto de los mandatos del tócu, y eran enterrados en lugares restringidos (Castro Castro et al., 1993; Constenla Umaña, 1982 y 1983).

La cosmología maleku trasladada por tradición oral indica que el tócu primero o deidad principal es quien habita la naciente del río Venado o Nharíne cha conhe, y fue el único capaz de crear a la primera y a la segunda humanidad: los maleku (Castro Castro et al., 1993; Constenla Umaña, 2014; Solano Fallas, 2016). El tócu Nharíne cha conhe distribuyó las nacientes de ríos tributarios del río Frío entre otros tócu surgidos después de él, y asignó a la llamada Cutcuturrafánha en la naciente de Aóre cha conhe; a Quémo en la de Tójifa facára; a Tuánaf en la Piúri facára; a Chayagu en la del Aíai; a Ucúriqui chichá afárasufa en la del Ucúrinh. A su hija Jafára le otorgó las lagunas de Toro lhámi, y lo mismo hizo con los tócu de los ríos Chaníya, Nhástarare, Irrirrífa, Onáfinh, Catenuri, y Cóte (Velas Álvarez, 2014).

La interacción de los maleku en las nacientes de los ríos se guiaba a partir de su espiritualidad, de sus prácticas de caza, de recolección y de pesca, que se vinculaban con el núcleo de su territorio ancestral en la parte media y alta de la cuenca del Ucúrinh. Esto articulaba vastas trayectorias de lo caminado por los ancestros, ni maráma ifácfanhéca, y de ti putu maráma ifácfanhéca, lo navegado por los ancestros. El linaje de los maleku se organizaba en clanes, cuya pertenencia determinaba el uso de los lugares de caza y de pesca en los ríos y de los respectivos en sus nacientes. La asignación de estos sitios era un mandato del tócu principal de Nharíne cha conhe para los clanes habitantes de cada palenque, e implicaba el respeto entre clanes, así como la veneración al tócu del respectivo río (Constenla Umaña, 1999).

Pero el territorio ancestral maleku se transformó profundamente por la violencia sistemática de extractores de hule silvestre provenientes de Nicaragua a partir de 1860, quienes vendían a compañías norteamericanas el caucho para abastecer industrias en los Estados Unidos (Edelman, 1996 y 1998). Este giro económico en Nicaragua tuvo como consecuencia el agotamiento del caucho silvestre en los bosques más accesibles por vía fluvial en el sureste del país, y que en la época constituía en un valioso recurso (Laurencich Minelli, 1976).

Fue así como los huleros accedieron al territorio maleku a través del río Frío, dejando una estela de muerte y destrucción por los enfrentamientos, asesinatos, violaciones a mujeres, así como la captura y esclavización de niños traficados hacia Nicaragua (Borge Carvajal, 1992; Castillo Vásquez, 2011). Las incursiones de los huleros en la cuenca de dicho río desencadenaron la violencia contra los maleku propagaron enfermedades infecciosas entre 1868 y 1899, acabando con hasta el 87% de la población maleku (Castillo Vásquez, 2005b; Laurencich Minelli, 1976) [ver Figura 2].

Estos hechos de violencia sólo mermaron a partir de las denuncias públicas del obispo Bernard Thiel, producto de sus cinco visitas al territorio maleku (abril 1882, junio 1882, enero 1883, febrero 1884 y febrero 1896), con las que logró que el Estado costarricense se interesara en la problemática y que en 1884 estableciera el primer destacamento militar en el actual asentamiento de San Rafael de Guatuso (Céspedes Marín, 1923; Sanabria, 1982; Thiel Hoffmann, 1896b). Este contingente militar tuvo por finalidad reprimir la acción de los huleros nicaragüenses, pero en 1897 fue retirado parcialmente por el acoso y la agresión a la que sometió a las mujeres maleku (Boza Villareal y Solórzano Fonseca, 2000; Solórzano Fonseca, 2013).

Tales hechos transformaron profundamente las relaciones de los maleku con el territorio de sus ancestros por el desplazamiento de los palenques a orillas de los ríos Aóre, Tóje y Chaníya, donde habitaban, hacia nueve asentamientos fundados a las orillas de los ríos Tójifá y Onáfinh. La reorganización de las relaciones de los maleku con su espacio geográfico fue una respuesta de sobrevivencia ante las agresiones huleras, así que, para el final del siglo XIX, los espacios ocupados por los maleku habían trasladado su eje articulador de los ríos Chaníya y Aóre, hacia los ríos Tójifa y Onáfinh.

Dicho proceso gestó las vulneraciones, tensiones, acuerdos y resistencias de los maleku en la ocupación de la pequeña porción de su territorio que fue demarcado por el Estado costarricense en 1976; se crearon así las restricciones de acceso a sus lugares sagrados en las áreas protegidas fundadas de manera inconsulta desde 1984, y se mostró la desprotección ambiental de las tierras despojadas por el avance de la colonización agrícola espontánea a lo largo del siglo XX, especialmente en la naciente de los ríos, cauces fluviales y lagunas en todo su territorio ancestral (Solís Aguilar, 2021). Estas relaciones a través del tiempo y de los espacios geográficos permiten preguntarnos: ¿Cómo se configuraron las territorialidades del pueblo maleku a partir de sus prácticas, conocimientos y creencias relativas a sus lugares sagrados?

Etnografías del espacio social: metodología

El pensamiento occidental-moderno se ha caracterizado por la apropiación generalmente violenta de saberes de los grupos humanos subalternos, en su búsqueda permanente de organizar un corpus de conocimientos que pretende ser universal y puesto al servicio de las élites colonialistas. Se concretiza a través de una epistemología que incorpora, coopta y asimila los conocimientos de los pueblos, cuando resultan funcionales para la acumulación capitalista (Santos, 2010).

La matriz colonial del pensamiento occidental-moderno plantea retos epistemológicos para la investigación y la reflexión académica de todas las ciencias, y nos desafía para asumir una transición paradigmática por la justicia entre saberes. Dicha transición debe fundarse en las epistemologías de las experiencias, que a su vez se alimentan de los conocimientos sociales ausentes. Por tanto, es también una epistemología de la ausencia la justicia entre los saberes que busca la inclusión irrestricta de las realidades marginadas en las ciencias, como son las de los pueblos originarias (Santos y Filella, 2018).

La epistemología de las ausencias, propuesta por el sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos, refleja las preocupaciones de investigación propias de nuestro objeto-problema, que demandó el establecimiento de diálogos sobre las prácticas, los saberes y las creencias vividas, así como las memorias vigentes del pueblo maleku en relación con su territorio ancestral. Por tanto, para desarrollar la investigación nos acercamos al paradigma constructivista de las ciencias sociales, caracterizado por la emergencia conceptual inductiva con un diseño flexible (Sautu y Dalle, 2006). La confiabilidad y la validez del diseño metodológico cualitativo se sustenta con el registro sistemático de los datos recabados con la comunidad, abordados mediante la triangulación de métodos de efectiva complementariedad y orden, para la elaboración de una reflexión crítica que finalmente alimentaría una interpretación teórica (Sánchez Serrano, 2004).

Propusimos la etnografía socioespacial como conjunción metodológica, abocada a describir la organización de los espacios geográficos en un territorio a partir de las dinámicas de poder propias de la interacción entre sujetos sociales. Siendo la fuente principal para esta etnografía socioespacial las experiencias colectivas y conocimientos personales, que poseen significados en el espacio geográfico (Acselrad y Régis Coli, 2008; Low, 2016).

Esta conjunción metodológica se desarrolló a través de la observación participante de los escenarios aprehensibles de las actividades de la vida comunitaria (Lerma González, 2009), así como a través de diálogos etnográficas con colaboradores locales sobre sus percepciones, hechos del pasado, tradición oral, prácticas y conocimientos locales (Restrepo, 2016).

Se desarrollaron entrevistas semiestructuradas con personas poseedoras de información clave, a través de conversaciones a profundidad utilizando preguntas abiertas (Guber, 2015; Valles Martínez, 2002). La metodología se completó con el estudio documental histórico, que consistió en la búsqueda, la selección y la revisión temática de material bibliográfico, con base en los objetivos de investigación (Valles Martínez, 1997).

La etnografía socioespacial es un desarrollo metodológico ajustado a la epistemológica de las ausencias, para mostrar las condiciones históricas de vida del pueblo maleku. De ello se deriva la ética de investigación propuesta en el campo de la etnobiología latinoamericana sobre la consulta constante a las personas colaboradoras de comunidades indígenas, el desarrollo colaborativo de la investigación, la definición conjunta de los productos académicos publicables según el interés colectivo (Argueta Villamar et al., 2018). Esta praxis implicó el compromiso de acompañamiento a las reivindicaciones territoriales maleku posterior al estudio del objeto-problema planteado, tal como investigadores fomentaron en el marco de los conflictos armados en la década de 1980, y que han impulsado a las ciencias sociales centroamericanas (Falla, 2015; Martín-Baró, 1988).

La implementación de la etnografía socioespacial implicó el desarrollo técnico de cada método propuesto: para la observación participante se realizó el registro sistemático con notas de campo, asociado a la georreferenciación de espacios de interés a través del registro fotográfico georreferenciado. La observación participante se desplegó en tres apartados: 1) diversas actividades cotidianas de las personas maleku colaboradoras en sus espacios de habitación y trabajo, durante la preparación y consumo de alimentos, el trabajo agrícola, y elaboración de artesanías; 2) en eventos organizados por la comunidad en conjunto con instituciones públicas para la promoción cultural; 3) en actividades de consulta o capacitación de instituciones públicas en la comunidad sobre el suministro de agua y el acceso de los maleku a sus lugares sagrados en las áreas protegidas de administración pública.

Los diálogos etnográficos se registraron en notas escritas y en ocasiones a través de audios y fotografías georreferenciadas, durante los doce recorridos de campo a lugares sagrados maleku en las nacientes de los ríos y en las lagunas de Caño Negro, así como en sus sitios de pesca.2 Dichos recorridos fueron dirigidos por colaboradores maleku por su condición de personas conocedoras del territorio ancestral. En particular, los trayectos a través del río Frío y en las lagunas de Caño Negro permitieron el reconocimiento de antiguos y actuales lugares de pesca, descanso y caza.

Los diálogos etnográficos se extendieron con 45 personas maleku cuidadoras de los conocimientos sobre las prácticas y las creencias relativas a los lugares sagrados, los sitios de pesca y las múltiples trayectorias de visita y respeto al territorio ancestral. Las personas colaboradoras maleku participantes de estos diálogos fueron adultos mayores, quienes han practicado la pesca en lugares tradicionales, viajaron en la juventud o infancia a Toro lhámi, escucharon de sus mayores las narraciones cosmológicas sobre los seres cuidadores de las cabeceras de los ríos donde se realizan rituales, se caza y se pesca. También colaboraron otras personas maleku conocedoras de las prácticas vinculadas a los lugares sagrados y de las narrativas tradicionales vinculadas.

Por otra parte, las entrevistas semiestructuradas se aplicaron a 30 personas -funcionarios y exfuncionarios de instituciones públicas- de manera presencial, por correo electrónico o llamadas telefónicas. Se entrevistó a miembros de la Asociación de Desarrollo Integral de la Reserva Indígena de Guatuso (ADI Maleku), investigadores académicos de universidades públicas e independientes, funcionarios vinculados a políticas para pueblos indígenas, gestores de información geográfica, trabajadores del registro catastral nacional, de áreas naturales protegidas, de política de planificación nacional, de la gestión de la red vial nacional y local, así como de atención a poblaciones en vulnerabilidad social y profesionales costarricenses vinculados a la protección de derechos de pueblos originarios.

Finalmente, el conjunto de datos de la etnografía socioespacial obtenidos a través de la observación participante y las entrevistas semiestructuradas, fueron procesados con un software de análisis de datos cualitativos que permitió la elaboración de un índice analítico para la selección de temas basados en el objetivo de investigación. Dicho índice permitió la creación de un listado de códigos, que a su vez se agruparon para la formación de redes temáticas, vinculadas cada de las citas sobre las observaciones participantes y de las entrevistas cualitativas.

El procesamiento de los datos cualitativos provenientes de las anotaciones en campo facilitó el análisis de coocurrencias de códigos pertenecientes a una misma red temática, cuyas citas se vincularon al análisis de los resultados de la investigación, facilitando así el traslado de los datos para la reflexión crítica de este trabajo. Por su parte, la triangulación fue realizada con datos obtenidos en más de un centenar de documentos históricos, legales, geográficos y antropológicos, consultados en bibliotecas universitarias y gubernamentales, así como en archivos institucionales costarricenses.

Cartografías territoriales: resultados

Los mapas pretenden representar con alta eficacia simbólica a las realidades geográficas que les anteceden ontológica e históricamente, con abstracciones a través de elementos correspondientes o semejantes al espacio físico existente en un tiempo determinado, lo que implica a la cartografía como parte del lenguaje positivo de las ciencias desde el siglo XIX, y que está presente en la mayoría de las experiencias espaciales contemporáneas. Ante estas nociones, el pensamiento social ha planteado en las últimas décadas una aproximación crítica a la cartografía para enfatizar su intencionalidad política vinculada a la identificación del concepto de territorio como construcción social, cuya representación se enfoca en la dimensión simbólica o significativa del espacio geográfico (Piazzini Suárez y Montoya Arango, 2022).

La cartografía puede gestarse como el encuentro crítico entre la representación positiva de la realidad geográfica preexistente en el territorio, y el reconocimiento de las propias intenciones discursivamente centradas en los significados para producir mapas más que sólo representacionales. Con la etnografía socioespacial de las territorialidades maleku fue posible la creación de cartografías, específicamente dos mapas temáticos, a partir del universo de datos cualitativos procesados y de la información geográfica recabada en múltiples espacios en el núcleo del territorio ancestral maleku. Esta creación cartográfica fue producto del mapeo participativo, gestado con las personas colaboradoras originarias y guiados por su conocimiento espacial local.

La creación cartográfica participativa tiene por finalidad la representación de aspectos simbólicos geográficos invisibilizados o negados por los actores sociales que han impuesto su concepción del espacio a otros, en particular de los Estados y actores privados, sobre las comunidades y sus territorios. El mapeo participativo busca representar al conocimiento espacial local de los sujetos, compuesto por sus saberes, prácticas cotidianas, percepciones, memorias, emociones y creencias transgeneracionales, gestadas por la interacción histórica con los paisajes y lugares en el territorio (Álvarez Larrain, McCall y León Villalobos, 2022).

Los dos mapas temáticos creados con los colaboradores maleku fueron elaborados entre 2019 y 2021 con la selección de información geográfica a partir del índice analítico, de las redes temáticas cualitativas y de las categorizaciones documentales. Posteriormente, con el uso de un Sistemas de Información Geográfica (SIG), con el programa informático de licencia privativa ArcGIS, con el apoyo del software de licencia abierta QGIS, se realizó el geoprocesamiento y el ensamblaje detallado de los datos seleccionados, mediante capas de información geográfica de tipo vectorial, integrándose así la selección de datos de las fuentes oficiales y de las etnográficas. A continuación, presentamos los mapas temáticos resultantes:

Geontologías maleku maráma

El territorio maleku representado en el mapa incluye los principales espacios recorridos por los ancestros, tanto terrestres ni maráma ifácfanhéca, así como acuáticos ti putu maráma ifácfanhéca, según sus creencias, conocimientos y prácticas, especialmente de recolección, caza y de pesca. El mapa muestra el área núcleo del territorio ancestral maleku, desde las nacientes de los afluentes del río Frío (Ucúrinh) al Sur en la cordillera en Costa Rica, hasta las cercanías de su desembocadura en el río San Juan (Ucúriqui tunh carráco) en Nicaragua [ver Figura 3].

La creación de este mapa fue posible gracias a la integración de los datos cualitativos recogidos entre 2019 y 2020, con las observaciones de recorrido a los lugares sagrados realizadas bajo la guía de las personas colaboradoras mayores y gestores culturales maleku. En particular se reconstruyó la ruta de inicios de siglo XX entre los palenques maleku y San Rafael de Guatuso y se digitalizaron las ubicaciones de los palenques ancestrales maleku con base en fuentes secundarias.

Se refleja así el conocimiento espacial local maleku, a través de los topónimos vinculados a los sitios de pesca, lugares restringidos, palenques actuales y antiguos, así como denominaciones de los espacios sagrados vinculados a los tócu o seres espirituales, que emergieron en el mapeo participativo. El marco principal del mapa muestra la cuenca del Ucúrinh con sus afluentes según los topónimos en lengua maleku lhaíca, así como los lugares sagrados de las lagunas de Toro lhámi en la cuenca media del Ucúrinh y en las nacientes de los ríos, siendo el más importante Nharíne cha conhe (naciente del río Venado), razón por la que el Sur aparece arriba en el recuadro principal del mapa a diferencia de la convención cartográfica generalizada por la que se ubica el Norte hacia arriba en los mapas.

Tanto el marco principal como el secundario muestran la localización en el territorio ancestral maleku del polígono correspondiente al territorio demarcado por el Estado costarricense en 1976, además de una simbología clasificada por colores de los palenques según la historización de su existencia a partir de fuentes secundarias. Particularmente, el marco secundario muestra los topónimos de cada uno de los palenques historiados, así como la localización del primer asentamiento de colonización que es el actual centro municipal de en San Rafael de Guatuso, y del primer camino abierto a inicios del siglo XX para el traslado de mercancías agrícolas desde los palenques de Tonjibe y Margarita.

A su vez, el recuadro secundario muestra la localización y topónimos de los lugares restringidos en el territorio demarcado maleku, que son antiguos espacios de enterramiento donde yacen los ancestros maldecidos por el tócu (Corránhe túru, Macháro ú, Macháro chía), así como espacios habitados por criaturas de sobrenaturales (Muérra ú, Taláqui tirrineca) conocidas en las pláticas descriptivas o maurírrajáca maráma (Constenla Umaña y Castro Castro, 2011). En ese mismo recuadro también se muestra al lugar sagrado Tójifa facára, único en tierras legalmente reconocidas para el pueblo maleku en la actualidad. Además, aparecen tres sitios de pesca para la salida desde los palenques de El Sol, Margarita y Tonjibe al viaje tradicional de pesca de los maleku a Toro lhámi: Nháfinh lhón (1870-1960) y Tójifa conh (1960-1980), este último actualmente recurrido al igual que el Aóre conh.

Demarcaciones territoriales maleku, 1957-2002

En este mapa se muestra como capa base las pendientes de un modelo de elevación digital. Se presenta, además, la capa de información “Red vial nacional” con las carreteras principales y otra capa con los “Caminos locales”, ambas con datos actualizados al 2020. Asimismo, también se incluye una capa de información de los ríos y quebradas en la cuenca del río Frío con sus nombres oficiales, proveniente de entes públicos y con actualizaciones geomáticas. Por otro lado, para la creación de las capas de información sobre los palenques maleku, se digitalizaron sus ubicaciones con base en fuentes secundarias y se clasificaron con una periodización con el fin de mostrar la localización de los actuales asentamientos maleku originados como reasentamientos al final del siglo XIX [ver Figura 4].

Se muestran dos capas de información geográfica sobre los asentamientos con poblaciones mestizas, una de “Poblados actuales” y otra de “Poblados antiguos”, ambos producto histórico de la colonización agrícola espontánea de la zona norte de Costa Rica y en particular de la cuenca del río Frío, que fue el núcleo del territorio ancestral maleku de la primera mitad del siglo XX (Carvajal Alvarado, 1983; Hall, 1984; Nuhn y Pérez Rosales, 1967; Ohlsson Ohlsson, 1985; Sandner, 1959, 1962 y 1964; Sandner y Nuhn, 1966). Estos poblados se localizan en las inmediaciones del territorio demarcado para los maleku por el Estado costarricense, que es la capa llamada “Demarcación vigente 1976” en el mapa.

El mapa presenta a las demarcaciones no consolidadas sobre el territorio maleku, la capa de información llamada “Propuesta JPRAN 1957” refiere a la delimitación solicitada por la Junta de Protección de Razas Aborígenes de la Nación (JPRAN) en 1957 al Ministerio de Agricultura e Industrias (MAI) para la creación de la Reserva Indígena de Guatuso, con el fin de proteger las tierras maleku ante el avance de la colonización agrícola en su territorio ancestral, especialmente en las inmediaciones de sus tres palenques (Arguedas Vicenzi, 1973). La JPRAN fue creada en 1945, en el marco de la adhesión del Estado costarricense al llamado movimiento indigenista interamericano, que buscaba integrar los pueblos originarios a las sociedades nacionales a partir de políticas que resultaron ser etnocidas (Ley 124, 1943; Bonfil Batalla y Rojas Aravena, 1982; Jaulin, 1976; Decreto 45, 1945).

La solicitud de la JPRAN para la demarcación a favor de los maleku se derivó de los alcances para la protección de tierras indígenas promulgadas con la Ley de Baldíos en 1939 y de la inalienabilidad de estas, decretada en 1945, así como en el marco de la suscripción y posterior ratificación del Estado costarricense al Convenio 107 de la Organización Internacional del Trabajo para la protección de los pueblos indígenas (Ley 2330-C, 1959; Ley 13, 1939; Meléndez, 1957). Esta primera propuesta de demarcación fue elaborada por el entonces llamado Instituto Geográfico de Costa Rica (IGCR) en atención al MAI, a su vez en respuesta a la solicitud de la JPRAN para las tierras de los maleku; pero esta propuesta únicamente aportó referencias geográficas, no así datos geoespaciales específicos, como las coordenadas de referencia, debido a que la cartografía oficial a escala 1:50,000 completa del país fue publicada por el IGCR hasta 1966 (Instituto Geográfico de Costa Rica [IGCR], 1966c).

Para la elaboración de esta capa de información se digitalizó la propuesta realizada por IGCR, según un par de coordenadas obtenidas de una fuente documental, lo que permitió en el SIG la georreferenciación de la porción norte de la delimitación. Mientras que la delimitación restante fue realizada con base en los datos cualitativos recabados junto a las personas colaboradoras maleku, y, finalmente, con las herramientas del SIG pudo determinarse que posee una superficie de 14,041.7 hectáreas. El polígono obtenido de la “Propuesta JPRAN 1957” incluía cinco lugares sagrados (ver capa homónima en el mapa), pero finalmente la “Demarcación vigente 1976”, creada por decreto presidencial y reafirmada con la Ley Indígena de 1977, sólo incluyó al lugar sagrado Tójifa facára, con una extensión estimada total de apenas 2993.5Ha. Es decir, 78,68% menos de tierra fue protegida como propiedad inalienable, imprescriptible, no transferible y exclusiva de los maleku en relación con lo propuesto en 1957.

Por otra parte, la capa de información llamada “Adquisición ITCO 1977” se refiere a una acción del Instituto de Tierras y Colonización (ITCO), creado por ley en 1961 con la obligación de dotar de tierras a las comunidades originarias para fines agrarios bajo un régimen jurídico de inalienabilidad en propiedad del Estado (Ley 2825, 1961; Instituto de Tierras y Colonización [ITCO], 1965). En octubre de 1977 el ITCO concretó la compra de una finca de 198.21Ha localiza al norte del territorio demarcado maleku, que había sido inscrita en el Registro Nacional por una empresa privada desde 1963, pero estaba ocupada desde 1960 por tres personas poseedoras maleku (ITCO, 1977).

Los poseedores originarios de las tierras compradas por el ITCO fueron sometidos a intensas presiones por parte de terratenientes mestizos cercanos, y dos de ellos cedieron al ilegal interés de compra de los finqueros, según indicaron los colaboradores maleku de esta investigación. Las 198.21Ha de tierra comparada por el ITCO debían cederse a la comunidad maleku para usos agrícolas, e incluso, según la Ley Indígena de diciembre de 1977, la propiedad misma de la tierra debía trasladarse al pueblo maleku. Sin embargo, esta situación continúa pendiente hasta el día de hoy, ya que persisten tres procesos legales en la vía contenciosa administrativa, impulsados por la ADI Maleku, aún sin sentencia definitiva (Asociación de Desarrollo Integral Maleku, comunicación personal, 31 de agosto de 2020 y 22 de octubre de 2020).

Por otro lado, la capa de información “Demarcación ilegal 1977-1999” refiere a la reducción en la superficie del territorio demarcado maleku a 2743.56Ha con la emisión de un decreto presidencial en diciembre de 1977, con la finalidad de excluir las tierras previamente demarcadas donde se encontraba los antiguos asentamientos de población mestiza, llamados San Josecito o Cucaracha al este y La Muerte al norte, así como el aún existente poblado de Los Ángeles al sur (Decreto 7962, 1977). Fue a partir de la información de coordenadas geográficas publicadas en el decreto presidencial que se logró la digitalización en el SIG de la delimitación de la capa “Demarcación ilegal 1977-1999”.

Esta reducción del territorio demarcado maleku implicó la añadidura de una superficie entre los ríos La Muerte y Cucaracha que incluía el poblado no indígena de El Edén, y que no se consideró en la demarcación de 1976, pero representaba en sumatoria la sustracción de 250 Ha. Dicha acción gubernamental fue una flagrante violación al Artículo 1° de la Ley Indígena que reconoce la tierra demarcada en 1976 para los maleku, con la finalidad de favorecer a los ocupantes no indígenas impulsores de la colonización agrícola para la producción ganadera.

La incontestable ilegalidad fue corregida a partir de la acción jurídica de varios colaboradores maleku, quienes en 1996, con apoyo de profesionales independientes, interpusieron un recurso ante la Sala Constitucional para restablecer la primera demarcación de tierras, lo que derivó en la sentencia judicial en 1999 que reconoció la integridad de los derechos territoriales maleku sobre las escasas 2993.5Ha de tierra estimada en la demarcación decretada en 1976 (Blanco Rodríguez, et al., 1996; Corte Suprema de Justicia, 1999).

Finalmente, la capa de información “Propuesta CONAI-ADI 2002” hace referencia a la iniciativa autónoma de miembros del pueblo maleku para proteger las nacientes de los ríos Venado y Cucaracha que albergan los tócu laca o lugar sagrado Nharíne cha conhe y Onáfiqui chía respectivamente, ampliamente afectadas por la deforestación por la ganadería, según indicaron varios colaboradores maleku. Para ello, miembros de la ADI Maleku tuvieron apoyo de personal de la Comisión Nacional de Asuntos Indígenas (CONAI), con quienes en 2002 elaboraron una propuesta de ampliación para la oficialmente llamada “Reserva Indígena de Guatuso”, es decir, el territorio demarcado inicialmente en 1976 (J. M. Paniagua Vargas, comunicación personal, 21 de enero de 2020).

La propuesta de ampliación territorial fue realizada a partir de múltiples jornadas de trabajo de campo entre febrero y abril de 2002, en conjunto con miembros de la ADI maleku y de la CONAI, que incluyó a las nacientes de los ríos Cucaracha y Venado, así como nuevas áreas entre los ríos Cucaracha, Burío y La Muerte. La propuesta para la ampliación de la demarcación maleku estimaba una superficie total de 7596.35 Ha, planteando el crecimiento en un 253.76% de tierra para los maleku en relación con la extensión vigente (Comisión Nacional de Asuntos Indígenas [CONAI], 2002).

El documento titulado “Nuevo proyecto de delimitación de la Reserva Indígena de Guatuso” fue remitido por la CONAI al Ministerio de Gobernación, Policía y Seguridad Pública [MGPSP], encargado legal de las demarcaciones territoriales para las comunidades originarias. En su respuesta, el ministro del MGPSP denegó la solicitud al pueblo maleku, e indicó que la CONAI debería de tramitar una declaratoria de interés público mediante decreto presidencial, para permitir la expropiación de los terrenos considerados en la propuesta de ampliación, con el objetivo de que, una vez que toda la tierra fuese propiedad del Estado, se gestione ante la Presidencia de la República una nueva delimitación que haga efectiva la ampliación (R. Ramos Martínez, comunicación personal, 15 de octubre de 2002). En consecuencia, la CONAI no continuó las gestiones y la propuesta maleku para ampliar su territorio sucumbió.

La capa de información geográfica “Propuesta CONAI-ADI 2002” fue creada con base en la información detallada de derroteros con sus respectivas coordenadas y rumbos, según en las hojas cartográficas Guatuso 3248-III, Arenal 3247-IV, y Monterrey 32471-I. Esto permitió georreferenciar la delimitación en el SIG y cotejarlo con los datos cualitativos de la etnografía socioespacial con las personas colaboradoras maleku.

Figura 4. Demarcaciones históricas maleku, 1957-2002

Fuente: Elaboración propia con base en Arguedas Vicenzi, 1973; CONAI, 2002; Decreto 5904-G, 1976; Asamblea Legislativa de Costa Rica, 1977; IGCR, 1966a y 1966b; Sandner y Nuhn, 1966; University of Texas Libraries, 2021.

Territorialidades históricas maleku: conclusiones

La relación del pueblo maleku con su territorio ancestral se ha gestado históricamente por sus experiencias durante los recorridos de caza y pesca, consideradas como las trayectorias ni maráma ifácfanhéca y ti putu maráma ifácfanhéca, que se articulan a partir de los lugares sagrados, habitados en el subsuelo por los tócu maráma y los tócu lhon maráma. En estos espacios “lo sagrado es su continuidad e interconexión con la vida, con la cotidianidad” (Madrigal Sánchez, 2017, p. 57), ya que han tenido un carácter práctico a la vez que un carácter hierofánico y epifánico (Eliade, 1981).

El concepto de territorio ocupa un lugar protagónico en las ciencias sociales latinoamericanas, en particular en la geografía crítica. Las discusiones en torno a las territorialidades son parte del “giro espacial” de las ciencias sociales, es decir, la mayor preeminencia espacial/geográfica dentro de la teoría social crítica. Este giro espacial, surgido en la década de 1980 en la academia anglo-europea, adquirió formas propias en el contexto latinoamericano, en el que es más apropiado hablar de un “giro territorial”, pues no se trata del espacio como una categoría global y genérica, sino de los territorios plurales, como espacios en tensión, debido a los entramados espacialidades en las relaciones de poder social (Haesbaert, 2021).

La relación del pueblo maleku con los lugares sagrados en su territorio ancestral, a partir de una episteme decolonial o de la epistemología de las ausencias, se dilucida por la integración del cuerpo humano con la tierra y el territorio como el propio mundo vivido, lo cual denota la estrecha vinculación entre el territorio-espacio-lugar con el planeta como integralidad, donde múltiples territorialidades se realizan (Haesbaert, 2021). A su vez, la territorialidad se concibe como las relaciones comunitarias para resolver los problemas físicos y espirituales, materializada en un territorio originario (Quintero Weir, 2011 y 2020).

Es entonces que para el pueblo maleku maráma existen territorialidades de origen ancestral vinculado a sus lugares sagrados, que se vinculan a varias formas de territorialidades históricas configuradas a partir del despojo de la extracción hulera iniciada en el siglo XIX y de la colonización agrícola consolidada en la primera parte del siglo XX. Esto dio paso a la lucha maleku por la protección de las tierras cercanas a sus palenques a partir de la década de 1950, que en la actualidad está marcada por la organización comunitaria que logró la recuperación autónoma y pacífica, en julio de 2020, del 8% de las 2934 Ha de tierra demarcada como “Reserva Indígena de Guatuso”, ocupada hasta entonces ilegalmente por personas no indígenas (Solís Aguilar, 2021).

La etnografía socioespacial es un instrumental metodológico ajustado a las realidades del sur global, pertinente para el acercamiento de manera ética y rigurosa al conocimiento espacial local. En virtud de lo anterior, esta investigación facilitó y resultó en la construcción de dos cartografías territoriales históricas de y para el pueblo originario Maleku Maráma en Costa Rica, como parte del largo camino por la reivindicación de sus derechos territoriales.

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Notas

1 Agradezco a cada persona colaboradora maleku por su guía durante los años de investigación, en especial a quienes ya están en los tócu laca.

2 Los recorridos de campo se realizaron en los lugares sagrados Tioclha carráco, Cóte riliáca, Onáfiqui chía, Aóre riliáca, Chaníya carráco, Nhástarare chía, Nharíne chía, Tióqui riliáca, Nharíne facára, Tófijá facára, Piúri facára, Tioclha carráco. También se llevaron a cabo recorridos en los lugares de pesca Irrirrífa conh, Tójifá conh y Aóre conh.