La evolución de los bautizos y la asignación de “calidad” en Valladolid, Michoacán (1594-1820), ejemplo la familia Morelos y Pavón

The evolution of the baptisms and assignment of “calidad” in Valladolid, Michoacán (1594-1820), for example the Morelos and Pavón family

Oziel Ulises Talavera Ibarra
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo

Fecha de recepción: 18 de mayo de 2022

Fecha de aprobación: 26 de octubre de 2022

RESUMEN: Los bautismos de Valladolid, Michoacán, en la época colonial muestran el crecimiento poblacional, así como las crisis de mortalidad; también evidencian los cambios en la asignación de la “calidad”, dependiendo de la evolución poblacional de la ciudad, de los intereses de los padres, de la percepción y convicciones del cura y las disposiciones de las autoridades eclesiásticas, entre otros elementos. Los registros anotan los diferentes grupos que conformaron la sociedad vallisoletana desde el siglo XVII, principalmente indígenas, españoles y negros, y en menor proporción, filipinos e indios chichimecos. El mestizaje comenzó poco después de la fundación de la ciudad, a una cantidad importante de individuos no se les asignó una “calidad” y con ello tuvieron la posibilidad de traspasar la barrera de color. La guerra de independencia causó cambios en la asignación de “calidad” además de un descenso poblacional.

Palabras clave: Crecimiento demográfico, calidad, epidemia, Valladolid, Morelos

ABSTRACT: The baptisms of Valladolid, Michoacán, in colonial times show population growth, as well as mortality crises, also illustrate changes in the allocation of “calidad” depending on the population evolution of the city, the parents’ interests, the perception and convictions of the priest and the provisions of the ecclesiastical authorities, among other elements. The records demonstrate the different groups that formed the Vallisoletana society since the seventeenth century, mainly Indians, Spanish, and Africans, and to a lesser extent, Filipinos and Chichimeco Indians. The “mestizaje” began shortly after the foundation of the city, a significant number of individuals did not have an assigned “calidad” and thanks to that, they had the possibility of trespassing the color barrier. The war of independence brought changes in “calidad” allocation in addition to a population decline.

Keywords: Population growth, calidad, epidemic, Valladolid, Morelos

Introducción

El desarrollo y permanencia de una sociedad depende de la cantidad de personas que la constituyen a lo largo del tiempo. Los nacimientos deben superar a los fallecidos para que perdure el grupo social. Valladolid, al igual que el México colonial, mantuvo un lento y difícil crecimiento poblacional en el periodo. La gran cantidad de niños nacidos apenas podían restituir las graves pérdidas humanas, tanto por la mortalidad normal como por las continuas crisis demográficas. La evolución de la población de Valladolid se puede conocer a través de la captura y análisis de las actas de bautizos y defunciones. En teoría, la ciudad fue fundada como un asentamiento español que tenía pueblos o barrios de indios en su entorno, con una separación física entre ambos grupos, en los hechos, se tuvo un proceso de mestizaje desde el siglo XVI que se verifica en los registros parroquiales.

La población virreinal estaba sujeta a una separación “racial”, es decir, poseían derechos y obligaciones diferentes, normados por el origen de nacimiento. La división se impuso de manera nominal en los libros de registros parroquiales diferenciando a las personas por su “calidad” (se utiliza este concepto de acuerdo con la organización que hizo la Iglesia), con lo cual teóricamente se mantuvo una separación de la población, aunque en realidad se produjo una profusa mezcla. Los mexicanos somos producto de un mestizaje entre indígenas, españoles, negros y, en menor grado, asiáticos, que tuvo lugar desde el primer siglo de la época colonial; la aportación indígena no solamente provino de los aborígenes michoacanos, también hubo una pequeña aportación del septentrión novohispano

El mestizaje se puede seguir a través de la asignación de la calidad en los bautizos o de su carencia. La anotación de cierta calidad fue un proceso de negociación con varios elementos en juego: los deseos de los padres del bautizado, los intereses y convicciones del cura, el aspecto físico del niño, las condiciones económicas, las disposiciones legales, las circunstancias políticas y, particularmente en Valladolid, el aumento poblacional y la guerra de independencia. Las instituciones eclesiásticas y políticas intentaron tener un control y manejo de la población en términos formales a través de una separación racial, la cual no funcionó de forma permanente y constante, tal discriminación dependió de los flujos de población que había, así como del contexto político, económico y social.

Un ejemplo de este proceso dinámico y fluctuante se muestra en la familia del héroe insurgente José María Morelos; sus retratos evidencian rasgos negros, indígenas y españoles, sin embargo, fue bautizado con una calidad española y eso le permitió tener ciertas ventajas en la vida, como poder estudiar en el Colegio de San Nicolás y ordenarse como sacerdote. La diferente asignación de calidad se hizo evidente en los bautizos de las hermanas y los hermanos del Siervo de la Nación, todos provenientes de una familia vallisoletana.

El desarrollo poblacional y la asignación de calidad en Valladolid

En el presente artículo se intenta identificar el desarrollo poblacional de Valladolid a través de la captura, análisis y crítica de los registros de bautizos y defunciones entre los años 1594 y 1820. Así como conocer los vaivenes que sufrió la población a lo largo de poco más de dos siglos, en los cuales se hicieron presentes constantes crisis de mortalidad que cobraron la vida de una cantidad importante de habitantes y que llegaron a causar el descenso de los bautizos. A lo largo del periodo de estudio se tuvo un crecimiento poblacional pese a la presencia constante de epidemias.

También se intenta conocer los cambios que tuvo la asignación de la calidad en las partidas de bautizo, con el objetivo de comprender las transformaciones que experimentó la sociedad novohispana en su día a día -más allá del discurso y disposiciones de las instituciones políticas y religiosas que determinaron la separación racial-, ya que es evidente la existencia de un proceso de mestizaje temprano, tal como se verificó en la capital del obispado de Michoacán. Debido a lo anterior, desde mediados del siglo XVII las instituciones intentaron tener un control de la mezcla racial a través de la identificación y vinculación de los individuos con una determinada calidad.

En los bautizos de Valladolid podemos verificar una realidad propia de las sociedades latinoamericanas: una fuerte cantidad de bautizos de hijos ilegítimos, tanto expósitos como de madre soltera, además del concubinato o amancebamiento. Conductas ajenas a la normativa que tanto la Iglesia católica como las autoridades virreinales sancionaron para los habitantes de la Nueva España, mismas que señalaban que la procreación de una descendencia legítima solo era posible a través de un matrimonio consagrado por la iglesia. En teoría se ejercía un riguroso control sobre la población, pero tal supuesto no se refleja en las fuentes demográficas. La ilegitimidad en Valladolid fue alta, al igual que otras ciudades novohispanas, situación que se puede relacionar con la necesidad de consolidar la joven ciudad que requería sumar efectivos. Debido a lo anterior hubo permisividad en comportamientos fuera de la norma, como el no anotar la calidad de los bautizados, lo que facilitaba el proceso de blanqueamiento o traspaso de la barrera de color. Dicha situación fue frecuente hasta 1643, año en el que la Iglesia intentó tener un control más riguroso en el registro de las personas, pero se encontró con un proceso de mestizaje muy avanzado, con una población de calidad variable y, en muchos casos, desconocida.

El antecedente en la fundación de Valladolid fue el establecimiento de una capital política, administrativa y religiosa de la provincia y obispado de Michoacán, lo que, durante varios años, generó conflictos entre Vasco de Quiroga, los principales indígenas, los vecinos españoles y el Virrey en turno. El título fue otorgado en primer lugar a la capital del imperio purépecha o tarasco: Tzintzuntzan. Posteriormente, a instancias de Quiroga, se trasladó a Pátzcuaro y más adelante, con el apoyo del Virrey, a Guayangareo. Este lugar fue renombrado como Valladolid y desde el año 1580 fue sede de la silla episcopal, aunque Pátzcuaro continuó como capital política y administrativa de la provincia. La ciudad también albergó al Colegio de San Nicolás, institución fundada por Vasco de Quiroga en 1540.1

El poblamiento de Valladolid fue difícil desde su fundación y a lo largo de los siglos XVI y XVII. Había pocos vecinos españoles, quienes no contaban con los recursos necesarios para su sustento, en particular con mano de obra indígena. Ante esta situación, los virreyes emitieron cédulas y disposiciones para congregar indios. En el siglo XVIII se consolidó como principal asentamiento humano de la provincia, sobre todo a partir de que se convirtió en sede de la Intendencia de Valladolid en el año 1786; así se concentraron en el mismo sitio los poderes civiles, políticos, administrativos y eclesiásticos. El crecimiento se frenó a partir de 1810 con la Guerra de Independencia, debido a que la ciudad fue objeto de ambición tanto de insurgentes como de realistas y se volvió escenario de asedios y batallas, lo que se reflejó en la migración y muerte de parte de sus habitantes.

Valladolid se fundó como ciudad de españoles a diferencia de las ciudades que le antecedieron como capitales en la provincia de Michoacán; con tal motivo se hizo una congregación de indios purépechas, así como de otras etnias (Terán, 2003, p. 362) a las que también se les sumaron esclavos negros, con lo que dio inicio el proceso de mestizaje. Los pobladores de dicho asentamiento se diferenciaban en dos tipos, aquellos que eran vecinos y vivían permanentemente en la ciudad y una población flotante compuesta por encomenderos, mineros y comerciantes que vivían en sus propiedades durante cierto tiempo (Paredes, 2001, pp. 19-20). “El nacimiento de la ciudad es, en síntesis, la historia del flujo y reflujo de oleadas migratorias de diversos tipos y frecuencias” (Paredes y Dávila, 1998, p. 93).

El clérigo Yssasy dejó testimonio de la sociedad vallisoletana en 1648, la ciudad era un sitio admirable, ubicada en una loma y cercada por dos ríos de mucha agua. Aunque tenía pocos españoles, pues no llegaban a 200 los vecinos, había muchos pobres, gente vaga y sin oficio, además de gran cantidad de negros, mulatos, mestizos y otros “champurros” (Yssasy, 1982, pp. 113-114). La balanza demográfica se inclinaba hacia los indígenas, seguidos por mulatos y castas, mientras que los blancos eran minoría (Pérez Munguía, 1997, pp. 52-54).

Algunos datos fiables de la población de Valladolid [ver Cuadro I] muestran el crecimiento poblacional en los siglos XVII y XVIII, que se detiene en 1810, dando lugar posteriormente a un descenso a partir del conflicto armado insurgente.

Cuadro I. Población en Valladolid: 1620-1822

Año Casco de la ciudad Con ranchos y haciendas Sin especificar
1620 3,016 - 2,981
1760 12,000
1790 16,901 - 17,093
1803 18,000
1822 11,890 14,369

Fuente: Elaboración propia a partir de Archivo General de Indias [AGI], México, 2569; Rabell, 2008, p. 53; Resumen general de las ciudades, villas, pueblos, parroquias en la prov. De Michoacán, Conde de Revillagigedo, 1790; Humboldt, 1991, p. 168 y Martínez Lejarza, 1974, p. 32.

Las fuentes y los métodos

El abordaje en el presente trabajo se hace a través de la Historia Demográfica. La mortalidad, la fecundidad y la movilidad son los procesos que determinan la formación, la conservación y la desaparición de las poblaciones humanas en el tiempo (Livi-Bacci, 1993, pp. 9-10). La mortalidad -en particular la catastrófica- jugó un papel más importante que la fecundidad, lo que generó un lento crecimiento (Canales Guerrero, 2006, pp. 68-69). Las defunciones fueron el regulador por excelencia del crecimiento demográfico y por lo tanto de la evolución de la población (Perrenoud, 1989, pp. 13-14). El periodo de estudio de este trabajo se ubica antes de la “transición demográfica”, cuando se tenían altas tasas de fecundidad y de mortalidad, (Reher, 1999, pp. 290-291) y antes de la “transición epidemiológica”, una era dominada por la pestilencia y la hambruna, con alta mortalidad fluctuante, con una expectativa de vida baja y variable entre 20 y 40 años (Omran, 2005, pp. 736-738). La historia demográfica da cuenta de los elementos vitales de una sociedad. Las personas del pasado, en su gran mayoría no dejaron mayor testimonio en los archivos y fondos documentales, salvo sus registros de bautismo, defunción y matrimonio.

Los libros de bautizos son fuentes primordiales para el estudio de la demografía, aunque sus registros no corresponden exactamente al total de nacimientos debido al subregistro de la mortalidad infantil, es decir, los niños nacidos muertos o fallecidos antes de recibir las aguas bautismales. La fecha de bautizo no necesariamente coincide con la del nacimiento, normalmente había una diferencia de uno o dos días en promedio, en parte debido a la distancia entre el lugar en el que se daba a luz y la parroquia donde era registrado el niño, aunque se procuraba no postergar que el recién nacido recibiera las aguas bautismales por la alta posibilidad que tenía de morir. Los libros de bautizos y defunciones del registro parroquial del Sagrario Metropolitano de Morelia fueron consultados en línea en el sitio Family Search.

El periodo de estudio inicia con las primeras actas de bautizo en el año 1595 y termina a mediados del año 1820, cuando se deja de anotar la calidad de las personas, a tono con la aplicación de la Constitución de Cádiz que dio por terminada la separación racial entre los súbditos de la Corona en España y en las colonias. También a partir de ese momento comenzó la anotación total de los párvulos que fallecían. Una deficiencia en los libros de defunciones fue omitir en diverso grado a los niños menores de 7 u 8 años, como muy posiblemente ocurrió con algunos hermanos del Siervo de la Nación

Los registros de bautizo son continuos a lo largo del siglo XVII, salvo por una etapa de subregistro entre 1649 y 1655 en las castas. Desde 1595 y hasta el año 1642 se registraban todas las actas en un solo libro y había poca asignación de la calidad en los recién nacidos, en este periodo se capturaron 3,177 registros. Al año siguiente, a partir de la visita episcopal de fray Marcos Ramírez de Prado, se hicieron cambios en la organización y anotación de dichos registros, ya que el religioso estableció su separación por calidad. En un principio, en un mismo libro, se hicieron apartados para españoles, naturales y una más para mestizos, negros y mulatos. La separación en diferentes libros se aplicó a partir del año 1652.2

A partir de 1773 todos los vallisoletanos fueron anotados en el Sagrario Metropolitano. El registro no se reducía a los habitantes de la ciudad, también incluyó pueblos o barrios de indios, así como ranchos y haciendas. La captura abarcó hasta las actas de mayo de 1820, en total se asentaron 89,497 registros.

En el presente trabajo se incluyen como ilegítimos a los hijos de madre soltera y a los que no se les anotaron progenitores, mismos que pueden aparecer como expósitos, hijos de la iglesia, sin padres o de padres desconocidos; no se incluyen a los hijos naturales que aparecen con sus padres ya que fueron muy pocas actas.

También se estudiaron las actas de defunción que inician a partir de 1631 y son continuas hasta 1820, salvo un subregistro entre los años 1689 y 1693. Los registros capturados sumaron 27,771 entradas. Como ya se señaló, hubo subregistro de párvulos fallecidos hasta el año 1820. A partir de 1810, justo con el inicio de la lucha insurgente, incrementaron las defunciones y disminuyeron los bautizos, no solo debido a los muertos en combate, también influyó la migración, la falta de control institucional y la separación de la ciudad con su entorno rural.

La captura de los registros de Valladolid nos da cuenta del proceso de mestizaje que comenzó en el siglo XVI en la Nueva España, cuando españoles y negros establecieron relaciones fuera del matrimonio con las indígenas del lugar ante la falta de control del Estado y la Iglesia. En una relación de los partidos del Arzobispado de México del año 1571 se incluyó un comentario que muestra el descontrol sobre la población: “ay otra mucha gente assi de españoles mestizos como negros mulatos e yndios que por andar vagando y no tener ciertos asientos y abitaciones no se puede hacer padrón ni numero dellos”.3 Alonso Pérez de Arca, vecino de México, señaló en el año 1573 los muchos alborotos y revoluciones que han nacido de los negros, indios, mulatos y mestizos de la tierra.4 El insigne agustino, fray Alonso de la Veracruz, señaló que en Michoacán se necesitaba atender espiritualmente a “los tales españoles q habitan entre los indios […] e negros y mulatos y mestizos q moran en los pueblos de los indios […] ay mucha gente mezclada entre indios”,5 situación prevaleciente desde 1562. Fray Miguel de Navarro en el año 1582 dio cuenta de los matrimonios de españoles, negros, mulatos y mestizos celebrados por los religiosos regulares en los pueblos de indios.6

Otro elemento propio en las colonias españolas fue la ilegitimidad. La Nueva España tuvo diferentes comportamientos en el matrimonio y la procreación de hijos según la calidad de la mujer; españolas e indias tenían el máximo respeto por el matrimonio y la legitimidad, mientras que las mujeres de grupos mezclados estaban más instaladas en el concubinato (Calvo, 1989, pp. 68-71). El proceso de mestizaje se dio con altas tasas de ilegitimidad, lo que provocó un descenso de los indígenas (Rabell, 1990, pp. 21-22). La ilegitimidad disminuyó en el siglo XVIII, como efecto del mayor control de la iglesia y del Estado sobre la familia (Rabell, 1992, pp. 34-37). La diversificación de los enlaces era mayor en la ciudad de México, negros y mulatos optaban por las uniones libres y por evadir la responsabilidad paterna (Gonzalbo, 1998, pp. 217-220, 228-230 y 296); estos comportamientos también se dieron en diversas ciudades de la Nueva España, como en Valladolid.

La iglesia, en teoría, debía controlar la separación racial de la sociedad novohispana y, en dado caso, dar seguimiento a las castas que surgieron con el tiempo, es decir, asignar una calidad acorde con su ascendencia. Los registros parroquiales muestran una realidad diferente: individuos que reportaron varias calidades a lo largo de su vida en diferentes eventos; la anotación de una calidad que no corresponde con la de los padres; el conflicto entre los progenitores y el cura por la asignación de cierta calidad; incluso, el vacío en la anotación de esta en los hijos, tanto legítimos como ilegítimos.7

En ese sentido, el sistema de calidades fue una construcción que osciló entre la rigidez de la norma jurídica y la volatilidad del sujeto real, la estructuración tuvo variaciones considerables en cada región y en cada momento histórico (García Flores, 2014, pp. 229-230). La inestabilidad en la identidad de mestizos, mulatos y sus mezclas es una manifestación de la perturbación en el orden colonial y contradice la idea historiográfica de una sociedad novohispana organizada en un sistema de castas (Castillo, 2014, pp. 173-175).

En el septentrión novohispano, los reales de minas han sido considerados como el crisol del mestizaje, así como las haciendas agrícolas, ya que se observa que las familias que ahí residían se componían de padres e hijos de calidades diferentes. También se logran apreciar otros fenómenos, como la reticencia del cura para registrar a ciertas personas en la categoría de español con la frase “español al parecer” o “dícese español”, o la presencia de indios que huían del repartimiento y preferían ser anotados como mulatos en haciendas o minas (Cramaussel, 2014, pp. 17-18, 26-27, 31 y 34-35). En Sombrerete, entre 1679 y 1825, los curas podían asignar la calidad de acuerdo con los rasgos fenotípicos del bautizado, esto abría la posibilidad a que fuera diferente de la de sus padres (Arenas Hernández, 2014, p. 49).

De la misma manera ocurrió en el occidente de la Nueva España, en la Villa de la Encarnación, entre 1778 y 1798, poco más de una cuarta parte de las familias estaba conformada por miembros catalogadas con diferentes calidades (Torres Franco, 2014, p. 78). En el curato de Lagos, en el siglo XVIII, dos situaciones promovieron la existencia de cambios en la anotación de los padres y sus hijos: la dificultad de los curas por identificar a las familias y su calidad -debido al crecimiento poblacional- y las aspiraciones de las personas para el ascenso social mediante el blanqueamiento (Becerra Jiménez, 2014, pp. 84-85). En Michoacán, el pueblo de indios de Uruapan, en el siglo XVIII, sufrió un proceso de cambio hasta constituirse en una sociedad dominada por la Gente de Razón, es decir, los no indígenas; este proceso se hizo, en parte, al anotar una calidad más blanca en las partidas de bautizos y de matrimonio con la intención de abandonar la identidad indígena o africana. La asignación de determinada calidad poco tenía que ver con la realidad genética y el aspecto fenotípico, más bien se relacionó con las necesidades, deseos e intereses de los padres respecto al futuro de sus hijos (Talavera, 2014, pp. 115-117 y 123). En Taximaroa, entre 1745 y 1770, dos tercios de las familias tenían distinta asignación de calidad entre sus componentes (González Flores, 2014, p. 168).

En Valladolid la calidad definía la raza y se asignaba en el momento del bautizo, con ello establecía el prestigio y la integración social del niño. Los blancos eran producto del mestizaje y la integración de negros, mulatos y castas a tal calidad, por lo menos, llevaba dos generaciones (Pérez Munguía, 1997, pp. 134-138 y 166-167). Los grupos de la población estaban conscientes de las diferencias raciales, era muy difícil la movilidad social y no bastaba pasar como español (Marín, 2008, p. 80).

Evolución de bautizos, entierros y crecimiento poblacional

Los componentes demográficos que permiten medir la evolución y crecimiento de una sociedad son la fecundidad y la mortalidad a partir de los bautizos, matrimonios y defunciones. Ya se mencionó que los bautizos no reflejan la totalidad de los nacimientos, pues hubo cierta cantidad de niños nacidos muertos o recién nacidos que prontamente murieron. Sin embargo, es evidente que en Valladolid existió la práctica de poner a todos los niños que salían del vientre materno como bautizados y vivos; en algunas actas es notoria la expresión “alcanzó el agua”, es decir, apenas fue bautizado y murió, o que se indique que la partera o alguien más “por necesidad le echaron el agua” en vista de las malas condiciones del recién nacido. Caso aparte son los bautizos de esclavos adultos, no solamente negros, sino también filipinos e indios chichimecos, grupos que participaron en la conformación de la sociedad vallisoletana.

Resulta evidente en la Gráfica 1 la tendencia de los bautizos en superar a las defunciones, aunque ocurría lo contrario en las crisis de mortalidad más graves, como el matlazahuatl de 1738, la viruela de 1780, las fiebres de 1786 o “Gran Hambre” y las fiebres misteriosas de 1813-1814. Es notorio el crecimiento en la cantidad de bautizos en el siglo XVIII, en particular en el último cuarto y hasta la primera década del XIX, cuando se tiene una meseta y una posterior caída en la década de la insurgencia.

Gráfica 1. Bautizos y defunciones Valladolid: 1595-1820

Fuente: Elaboración propia a partir de Family Search, Registros del Sagrario Metropolitano de Morelia, Michoacán, Bautizos vols. 1-50 y Defunciones vols. 1-18.

La mortalidad tiene el problema del subregistro de párvulos, en años de mortalidad “normal” o sin crisis rondaba el 50% del total, por lo regular se establece que los párvulos eran los menores de 7 u 8 años. En Valladolid estas defunciones alcanzaron un promedio de 24.2%, que evidencia el subregistro. Para corregir tal situación se tomó el doble de las cifras de adultos muertos como equivalentes a la mortalidad total, aunque hay que considerar que en ciertas epidemias la relación de adultos y párvulos fallecidos variaba, por ejemplo, en el caso de la viruela y el sarampión el costo en vidas era mayor entre los niños.

El crecimiento poblacional en Valladolid se puede medir con la evolución de los bautizos a través del cálculo del crecimiento exponencial8 sobre el promedio de cinco años (Livi-Bacci, 1993, pp. 37-38) [ver Cuadro II]. A lo largo del periodo hubo una tendencia al crecimiento que era interrumpida por epidemias.

Cuadro II. Cálculo de crecimiento de bautizos Valladolid: 1601-1815

Años Promedio bautizos Crecimiento Años Promedio bautizos Crecimiento
1601-1605 62.2 - 1706-1710 291.6 0.1
1606-1610 56.0 -1.1 1711-1715 352.6 1.9
1611-1615 31.8 -5.7 1716-1720 353.2 0.0
1616-1620 46.2 3.7 1721-1725 390.0 1.0
1621-1625 64.2 3.3 1726-1730 420.8 0.8
1626-1630 85.0 2.8 1731-1735 470.2 1.1
1631-1635 101.0 1.7 1736-1740 479.6 0.2
1636-1640 98.6 -0.2 1741-1745 495.6 0.3
1641-1645 93.6 -0.5 1746-1750 486.8 -0.2
1646-1650 102.8 0.9 1751-1755 553.0 1.3
1651-1655 106.4 0.3 1756-1760 637.6 1.4
1656-1660 115.8 0.8 1761-1765 739.6 1.5
1661-1665 136.0 1.6 1766-1770 848.8 1.4
1666-1670 138.6 0.2 1771-1775 915.6 0.8
1671-1675 181.6 2.7 1776-1780 969.4 0.6
1676-1680 170.2 -0.6 1781-1785 920.4 -0.5
1681-1685 167.0 -0.2 1786-1790 1000.4 0.8
1686-1690 173.2 0.4 1791-1795 1005.0 0.0
1691-1695 172.0 -0.1 1796-1800 983.2 -0.2
1696-1700 255.0 3.9 1801-1805 1002.4 0.2
1701-1705 288.0 1.2 1806-1810 978.2 -0.2
1811-1815 575.8 -5.3

Fuente: Elaboración propia a partir de Family Search, Registros de Bautizos del Sagrario Metropolitano de Morelia, Michoacán, vols. 1-50.

El primer quinquenio mostró una alta cantidad de bautizos, que coincide con la congregación de indios en 1604 (Paredes, 2001, p. 19-20 y 28-29). Los años iniciales del siglo XVII tuvieron un decrecimiento que llegó hasta 1616, después siguieron varios quinquenios de alto crecimiento hasta el periodo entre 1635 y 1644, cuando se observan números negativos debido a varios años de peste9 (en 1639 se reportó sarampión y en 1642 y 1643 tifo); unos años después, entre 1646 y 1647, otra vez se tiene noticia de una peste. Otras crisis de mortalidad ocurrieron de 1659 a 1660 y en el año de 1662 por viruela (Talavera, 2018, pp. 136-137).

A continuación, se observa un crecimiento que terminó entre los años 1676 y 1695 cuando llegaron varias epidemias: viruela en 1680 y 1692 y sarampión en 1693 (Talavera, 2018, pp. 136-137). Estos avatares se pueden rastrear a partir de las solicitudes de intercesión divina por la feligresía, así se hicieron varias rogativas al Cristo de las monjas de Santa Catalina, en 1689 por el mal temporal y epidemia, en 1692 por la abundancia de enfermedades y en 1696 por toda clase de achaques y la nula presencia de lluvias (Sigaut, 1991, pp. 40-41).

En el último quinquenio del siglo XVII e inicios del XVIII hubo un alza demográfica que se prolongó hasta la década de 1740, el freno llegó con la viruela en el año 1746. En 1750 se reportó epidemia y hambre, pese a que un año antes se había sacado en procesión el Señor de la Sacristía para terminar con la mucha enfermedad y la falta de aguas (Sigaut, 1991, p. 50). El crecimiento de la primera mitad del siglo XVIII tuvo dos quinquenios de un ritmo bajo entre 1716-1720 y 1736-1740, debido a fiebre y vómito en 1715 y en 1727 por viruela. De mayor importancia fue el “Gran Matlazahuatl” entre los años 1737 y 1740, que en 1738 alcanzó el grado de crisis media (Talavera, 2018, pp. 136-137).

En la segunda mitad del siglo XVIII se aprecia un incremento interrumpido en la década de 1780. Entre los años 1762 y 1763 hubo algunas pestes de viruela y/o tifo; en 1775 tuvo lugar una crisis local, pero no se tienen referencias sobre la enfermedad causante. El mayor impacto provino de la viruela de 1780 y las fiebres de 1786, ambas con categoría de gran crisis. En 1798 de nueva cuenta se hizo presente la viruela. El inicio del siglo XIX constató una elevación que fue detenida por la lucha de independencia, además de las “fiebres misteriosas” en 1813 y 1814 (Talavera, 2018, p. 137), lo que provocó un descenso de la población.

Los promedios de bautizos evidencian el crecimiento de habitantes. A inicios del siglo XVII rondaba la media centena, pasado el primer tercio de la centuria alcanzó el centenar. A inicios del siglo XVIII rebasaron los 200 bautizos, a la mitad de esta centuria llegaron a 500 y a fines subieron hasta los mil, posteriormente cayeron a la mitad durante la independencia.

La calidad en los bautizos entre 1595 y 1642

En las actas de bautizo de la época colonial debía anotarse una calidad para el recién nacido, lo que en teoría determinaba sus derechos y obligaciones en una sociedad estamental regida por varios aspectos, entre ellos el origen racial. Los españoles estaban en la cúspide, y en la medida en que uno se distanciaba de la blanquitud se descendía paulatinamente en la escala social. Para tal efecto se analizó la calidad de los bautizados en dos periodos: 1595-1642 y 1643-1820.

El primer libro contiene actas de todos los bautizados y permite apreciar que a una fuerte porción no se le asignó calidad, sin embargo, en algunos casos se puede identificar de manera indirecta. Por ejemplo, cuando aparece la mención de Don o Doña se infiere que los padres eran españoles, ya que pocas actas consignaban el Don para los principales indígenas, y cuando así sucedía, se especificaba que se trataba de un natural. También se observa que, en algunos registros, pese a que los padres manifestaban tener calidad de español, el cura incluyó la frase “dicen ser españoles”, como muestra de incredulidad. Por otro lado, aunque no se especificara la calidad, varios indígenas fueron identificados gracias al apellido purépecha de los padres. De los apelativos más frecuentes se encontraron: Tzitziqui, Pucuri, Tzipaqua, Cutzi, Tepaqua, Guipi, Quarihuata, Quama, Cuini, Nispu, Tzurequi, Sirangua, Patamu y Cutzumu, los que tendieron a desaparecer con el paso del tiempo.

Las actas que no contienen la calidad del bautizado rondan el 73.7%, esto significó una ventana abierta para el traspaso de la barrera del color hacia el espectro más blanco [ver Cuadro III]. De los bautizos con calidad anotada 19.5% corresponden a indígenas y tan solo 1% españoles, mientras que la contribución de las castas fue 3.7% y de negros 1.7%. Entre las mezclas registradas aparecen las de mestizo, morisco, castizo, mulato, coyote y lobo, además de “moreno”, todas pertenecientes a afrodescendientes salvo los mestizos. Los esclavos podían aparecer como negros, mulatos o sin calidad, esto conformó un 5% del total.

Cuadro III. Calidad de los bautizos por decenio, Valladolid: 1595-1642

Periodo Español Indio Sin cal. Castas Negro Suma Esclavos Ilegítimos
1595-1604 0.8 24.9 72.1 1.4 0.6 99.8 1.4 22.6
1605-1614 0.2 17.4 75.5 4.6 2.4 100.0 2.7 27.5
1615-1624 3.1 19.0 69.3 6.5 1.7 99.5 2.3 38.1
1625-1634 0.6 22.1 68.5 4.0 3.4 98.5 16.7 39.9
1635-1642 0.1 8.8 88.3 2.0 0.7 99.9 1.8 50.1

Fuente: Elaboración propia a partir de Family Search, Registros de Bautizos del Sagrario Metropolitano de Morelia, Michoacán, vols. 1-50.

Con excepción del último lapso, el periodo se dividió en decenios para hacer un mejor análisis. Los españoles tuvieron una presencia baja, no pasaron del 1%, salvo entre 1615 y 1624. Los indígenas conservaron una presencia constante, exceptuando el periodo entre 1635 y 1642 cuando descendieron notablemente. Las castas también presentaron variaciones, aunque con cifras bajas. Los bautizados sin calidad fueron mayoría, con rangos de entre 68% y 88%, el dato más bajo corresponde al periodo entre 1615 y 1634, cuando, por consecuencia, aumentaron los indígenas, castas y españoles. Los negros mostraron una menor proporción, entre menos de 1% y hasta 3.4%. Los esclavos arrojaron un comportamiento fluctuante, entre 1625 y 1634 tuvieron la cifra más alta con 16.7%; en el año 1631 llegaron a conformar el 30% del total de bautizados, lo que da cuenta de una importante aportación, seguida de un fuerte descenso. La ilegitimidad mostró cifras altas que tendieron al crecimiento, de ser un poco más de un quinto de los bautizos llegaron a ser la mitad a fines del periodo.

En párrafos anteriores se señaló la existencia de algunos bautizos de adultos, como fue el caso de dos esclavos propiedad del obispo en el año 1605 o un negro catecúmeno esclavo en 1639. También se mencionó la raíz asiática de los vallisoletanos, que aparecen como chinos, pero en realidad se trató de filipinos, tal fue el caso de una niña sin calidad, hija de indio y esclava china en 1606; en 1637 un niño esclavo hijo de madre soltera “Yndia china esclava”. Estos chinos no corresponden a la calidad de los cuadros de castas que procede del “Salta atrás” con “India”.

La comunicación con Filipinas se dio a través de la Nao, en donde se trasportaron esclavos asiáticos entre los años 1565 y 1673, funcionarios civiles y eclesiásticos llegaban con sus cautivos, otros arribaban por encargo o eran vendidos por sus dueños. La sociedad novohispana identificó al inmigrante asiático como “chino” o “indio chino”, es difícil cuantificar su magnitud debido a las prácticas fraudulentas (Oropeza, 2011, pp. 6, 9-14, 17-21, 27 y 34); también es importante tomar en cuenta el contrabando que se llevó a cabo a lo largo de la costa del Pacífico novohispano, incluyendo las costas de Michoacán.

Su presencia en Valladolid también se verifica en las actas de matrimonios del siglo XVII. En los enlaces del 6 de octubre de 1680 y del 11 de julio de 1682 los novios eran chinos libres de Manila; un caso similar se observa en dos actas de 1684, fechadas el 6 de febrero y el 9 de marzo, en las que el pretendiente era “Chino de nación de las islas Philipinas” (Family Search, s.f., Matrimonios, vol. 6, p. 49).

La otra vía de blanqueamiento o traspaso de la barrera de color fue a través de la ilegitimidad, hijos de madres soltera o expósitos que tenían una ventana abierta en términos de su calidad hacía el futuro al no poder verificarse la ascendencia racial de uno o ambos padres. El promedio en este periodo fue superior al tercio del total, es notable una tendencia al alza, con valores que comenzaron con 5.9% y llegaron hasta 55.1%, es decir, en ciertos años la mayoría de los niños vallisoletanos nacieron fuera de un matrimonio legitimado por la iglesia. La no declaración de la calidad o la libertad en su asignación, así como la alta ilegitimidad muestran una apertura de las instituciones religiosas con los bautizados y su futuro, quizás con la intención de fortalecer la población de Valladolid.

La calidad entre 1643 y 1820

A partir del año 1643 comenzó la separación por calidad en apartados. En un inicio todas se registraban en un mismo tomo, a partir de dicha reforma se asignó la calidad de acuerdo con la separación correspondiente, salvo que se indicara una diferente o bien que la de los padres fuera otra. En el caso de la división para las castas y los negros hubo una buena cantidad de registros sin calidad, su número se desplomó, de tres cuartas partes del total descendió a menos de una décima parte. Por el contrario, la asignación de la calidad aumentó como se verifica en el Cuadro IV.

Los españoles, de 1% subieron a una cuarta parte del total; los indios, por su parte, aumentaron en número de casi 20% a 33.2%; las castas, de poseer una presencia mínima en los registros llegan a conformar un tercio de estos. Los negros fueron los únicos que disminuyeron en número, de 5% a 3.6%, lo que va de la mano con el declive de la esclavitud. Los ilegítimos, mantuvieron cifras altas, aunque bajaron un poco de 34.3% a 30.4%.

Cuadro IV. Calidad de los bautizos Valladolid: 1595-1820

Concepto Español Indio Sin calidad Casta Negro Suma Esclavo Ilegítimos
Total 19.6 29.8 22.4 27.1 0.7 99.5 3.8 32.0
1595-1642 1.0 19.5 73.7 3.7 1.7 99.5 5.0 34.3
1643-1820 24.6 33.2 7.9 33.3 0.3 99.5 3.6 30.4

Fuente: Elaboración propia a partir de Family Search, Registros de Bautizos del Sagrario Metropolitano de Morelia, Michoacán, vols. 1- 50.

En la segunda etapa se utilizaron los datos a partir de 1656, pues hubo un periodo de subregistro ya señalado en el apartado de las fuentes. Es evidente la variación en la asignación de calidad a lo largo de 150 años, tanto en si aparecía o no, así como en la distribución de las calidades. De nueva cuenta, para un mejor análisis se agruparon en decenios los datos [ver Cuadro V]. Entre la primera mitad del siglo XVII y el primer cuarto del XVIII salta a la vista el bajo porcentaje sin calidad, con valores que no superan el 7%. Es posible identificar dos etapas, la primera entre 1656 y 1671, con promedios bajos; la segunda entre 1672 y 1723, cuando sube a 4.2%. Posteriormente se incrementan las cifras: entre 1724 y 1728 alcanzó un promedio de 23.1%, aunque hay lapsos cortos que difieren; de 1729 a 1733 bajó a 5.8%; después se observan cuatro décadas de crecimiento, entre 1734 y 1773, con promedio de 23%, mínimo de 14.3% y máximo de 36.7%; más adelante, en el último cuarto del siglo XVIII, se tuvieron valores bajos, en promedio 0.5%, permaneciendo así hasta 1819.

La calidad española también sufrió variaciones, se mantuvo por más de un siglo con promedios cercanos al 20%, entre 1656 y 1773; posteriormente, y hasta el año 1815, subió a un promedio de 27%. Con el inicio del siglo XIX llegó un proceso de blanqueamiento en el que se observa un predominio español. A partir del año 1800 este grupo superó el tercio del total, ya que entre 1806 y 1815 se le consignó poco más de la mitad de los bautizados, en los años 1812 y 1813 alcanzó el 60%.

En la contabilización de la calidad española se incluyeron las actas que contenían la expresión “dijeron ser españoles”, la cual evidenciaba la incredulidad o duda del cura ante lo dicho por los padres sobre la calidad del hijo y de ellos mismos, pero también da cuenta de la existencia de un espacio de negociación en el que prevaleció lo dicho por los progenitores. Cabría especular si a “visto ojos” era evidente la incongruencia entre el aspecto físico del niño, el conocimiento sobre la feligresía y las historias personales de los parroquianos. La existencia de esas actas con tal leyenda las hubo varios periodos, respecto al total de españoles se observaron cifras altas entre: 1758-1773, 1779-1786, 1798-1799 y 1802-1803. El primero, el más largo con duración de 16 años, tuvo un promedio de 29.7%. El segundo lapso duró ocho años con promedio de casi 10%. Las etapas posteriores tuvieron valores de unas cuantas décimas o bien de 0, con excepción de cuatro años: 1798 con 14.2%, 1799 con 18%, 1802 con 4.3% y 1803 con 4.1%.

Algunas actas contenían la leyenda de “español al parecer”, sobre todo en expósitos e hijos de madre soltera. Es posible que en el primer caso el cura tomara en cuenta la apariencia física del recién nacido, aunque en ocasiones fueron abandonados con una nota señalando su calidad; en los hijos de madre soltera es muy posible que ella les asignara la calidad. Dicha leyenda comenzó a registrarse a partir del año 1672, de inicio tuvo un valor de 5.4% y aumentó hasta ocupar la mitad en 1685; hasta el año 1699 contó con un promedio de 26.5%. Posteriormente, entre 1700 y 1794, tuvo cifras inferiores que promediaron 9.6%; después de 1794 dichas cifras descendieron unas cuantas décimas o de 0.10

Cuadro V. Calidad de los bautizos por decenio, Valladolid: 1643-1815

Periodo Español Indio Sin cal. Castas Negro Suma Esclavo Ilegítimos
1643-1648 28.7 17.8 1.0 47.0 5.4 100.0 0.4 54.3
1649-1655 14.2 34.1 0.1 51.4 0.3 100.0 2.2 17.7
1656-1665 21.4 40.6 0.1 36.3 1.6 100.0 8.8 44.6
1666-1675 21.8 42.0 1.7 33.1 1.4 100.0 8.5 41.6
1676-1685 22.5 38.1 3.1 35.7 0.5 100.0 9.0 36.7
1686-1695 21.4 40.5 6.3 31.5 0.2 100.0 6.1 29.6
1696-1705 21.5 35.0 1.6 41.7 0.1 99.9 4.4 33.5
1706-1715 20.0 32.1 6.1 40.1 0.2 98.4 3.7 33.1
1716-1725 20.8 25.1 7.8 45.1 0.1 98.9 5.5 33.6
1726-1735 22.0 26.0 13.6 37.2 0.2 98.9 4.0 29.0
1736-1745 19.4 26.5 27.1 26.7 0.1 99.9 3.3 25.3
1746-1755 17.9 30.3 25.1 26.6 0.1 100.0 2.4 24.5
1756-1765 18.7 30.7 19.0 31.3 0.0 99.7 1.8 25.2
1766-1775 20.0 29.0 16.8 34.2 0.0 100.0 1.2 26.2
1776-1785 23.9 30.1 0.9 42.8 0.0 97.6 0.4 23.5
1786-1795 28.5 34.9 0.5 36.0 0.0 99.8 0.1 27.9
1796-1805 34.0 37.6 0.6 26.6 0.0 98.7 0.0 22.8
1806-1815 51.8 31.2 0.1 16.9 0.0 100.0 0.0 28.1

Fuente: Elaboración propia a partir de Family Search, Registros de Bautizos del Sagrario Metropolitano de Morelia, Michoacán, vols. 1-50.

La calidad de indios tuvo un comportamiento diferente. De ser el grupo más nutrido, con cifras que rondaban el 40% del total, descendió a un tercio hacia la primera década del siglo XVIII. Entre los años 1656 y 1708 el promedio fue de 39%, posteriormente mantuvo niveles cercanos al 30% entre 1709 y 1785. Más adelante vino un crecimiento que duró hasta el año 1819 con un promedio de 35%, similar al primer periodo, aunque con datos más variables a lo largo de los años.

Las castas mostraron mayor variabilidad a partir de la separación por calidad. Entre 1643 y 1648 constituyeron la mitad de los bautizados, después se observa el periodo de subregistro. Posteriormente, es posible establecer varias etapas de acuerdo con el promedio obtenido: entre 1656 y 1734 este fue de 38% y descendió a 29% entre 1735 y 1773. De 1774 a 1793 aumentó a 41%. Después, el número disminuyó en dos periodos, primero entre 1794 y 1807 con 27% y más adelante, entre 1808 y 1819 con 19%. De tal manera se puede inferir que hubo un traspaso de castas y en menor medida de indios a la calidad española.

Para los ilegítimos se observa una dinámica de crecimiento. Llegaron a ser la mayoría de los bautizados a mediados del XVII, sin embargo, mostró un abrupto descenso durante el periodo de subregistro de las castas que tendían a la ilegitimidad, pero en el siguiente decenio se incrementó notablemente, hasta un 44.6%.11 Posteriormente se observa una baja gradual hasta el primer tercio del siglo XVIII, con cifras de entre 45% y 30%. Más adelante los datos descienden de nuevo y rondan el 25%. Con la guerra de independencia el porcentaje se elevó a 28.1%.

En esta fase hubo casos que llaman la atención y que evidencian los contingentes humanos que dieron origen a la sociedad vallisoletana. Los indios chichimecos del septentrión novohispano fueron parte de los bautizados: dos adultas, una en 1648 y otra en 1685; dos niños de entre 7 u 8 años, posiblemente esclavos del obispo, en 1653; en 1746 una adulta enferma grave; en el año de 1766 se registran dos adultas más. De nueva cuenta aparece en las actas de bautismo la raíz asiática, así como la variación en la calidad del niño: en 1683 un padre de nación china bautizó a su hijo mulato que procreó con una mulata; en 1704 un español bautizó a su hijo también como mulato, aunque la madre era china. Existen más casos de niños que compartían la denominación china con sus padres, sin embargo, después del año 1733 no existen más registros.

Una calidad que aparece en siete actas fue la de “tresalbo”, padres e hijos la compartían. Algunos casos fueron: un padre tresalbo que procreó un hijo morisco esclavo; un tresalbo fruto de indio y mestiza; y otro de español y mestiza. No se encontró una definición de esta calidad en los cuadros de castas, la única referencia señala el concepto para los caballos con tres patas blancas (Real Academia Española, s.f.), así que se puede suponer que eran personas con tres cuartas partes de español.

Un caso peculiar son los registros que involucran a indios principales que aparecen escasamente en el siglo XVII y la mayor parte del siglo XVIII, lo que muestra una actitud variable por parte de las autoridades eclesiásticas en lo que a la anotación de caciques y cacicas se refiere. Algunas veces se registró una calidad desventajosa para el niño, como la de mulato en lugar de mantener la de indio principal, que le brindaría prerrogativas ante la Corona.

Los bautizos de hijos de principales podían anotarse en los libros tanto de españoles, como de indios o de castas, tal y como lo muestran la diversidad de registros encontrados: en 1695 aparece un principal bautizando a su hija mulata cuya madre tenía esta calidad. En el año 1730 se tienen tres actas de padres e hijos caciques. En 1744 hay dos actas, una de un indio principal de Charo que bautizó a su hijo mulato de madre mulata; otra de un cacique que bautizó a su hija con calidad india, pero la madre era española. En 1765 un cacique y una española bautizaron a su hijo como indio. Es evidente en estos casos que la calidad del hijo no correspondía con la de los padres, de acuerdo con los cuadros de castas.

En el último cuarto del siglo XVIII, cuando se encontraba en franca decadencia la nobleza indígena, cambió la actitud de la iglesia respecto a los principales pues se multiplican sus registros. Nuevamente, en algunos casos la calidad anotada a los hijos fue variable y no correspondía con la de sus padres. Por ejemplo, en 1774 una cacica y un español bautizaron a su hijo como coyote; en 1781 un indio y su mujer española bautizaron a una niña mestiza, ahora sí, con la calidad correspondiente. El matrimonio del cacique José María Robles y la española María Catarina Bucio procreó varias hijas, las registradas en 1783 y 1794 fueron españolas, mientras que la bautizada en 1796 aparece como mestiza. En 1798 la cacica Juana del Fierro bautizó a su hijo como español, con la calidad del padre.

Las modificaciones en la anotación de calidad dependieron de la política eclesiástica y del criterio del cura propietario o rector del Sagrario Metropolitano. Ya se mencionaron las transformaciones que trajo consigo la visita del obispo fray Marcos Ramírez de Prado en 1643, posteriormente podemos identificar que los cambios subsiguientes se debieron a la llegada de nuevos curas titulares. El 12 de diciembre de 1670 tomó propiedad del curato Tomás Pérez Deza y hubo un incremento de las actas sin calidad respecto al periodo anterior. En 1728, con el arribo del clérigo Nicolás Núñez Bala, descendió el número de este tipo de actas, lo que supone una anotación más estricta, y se observa el incremento del uso de la leyenda “dijeron ser españoles”, después de varios años de no aparecer. Ese año de 1728, aumentó a 10.4%, en 1729 fue 2% y al siguiente 4.6%, posteriormente bajó a 0 y continuó así hasta 1748.

El 19 de octubre de 1708 comenzó el registro a cargo del cura Alonso Vaca Coronel, quien hizo cambios en la anotación de los indios, pues descendió su proporción, situación que duró hasta 1785. De nueva cuenta se incrementó el uso de la leyenda “dijeron ser españoles” con la llegada de Joaquín Cuevas el 17 de enero de 1758, cabe destacar que durante su periodo se tuvieron las cifras más altas. Se observan más cambios con la toma de posesión de Joseph Peredo el 25 de enero de 1773, cuando el Sagrario Metropolitano concentró todos los registros de Valladolid. Posteriormente llegó Francisco Javier Figueroa, quien asumió la titularidad el 24 de enero de 1787. Con estos curas la anotación de castas aumentó al máximo ya que fueron más precisos al registrar una calidad mezclada, también creció el número de indios, así como la presencia de principales y caciques, lo que muestra un intento por tener un control más estricto de la población.

La posesión del cura Juan José Manuel Michelena, hermano mayor de los conspiradores de Valladolid, el 31 de diciembre de 1793 marcó un descenso en las cifras de castas. El 8 de junio de 1807 llegó el religioso Francisco de la Concha Castañeda, evidenciando aún más dicha disminución, en tanto que los registros de españoles crecieron notoriamente. Hubo más cambios de curas titulares e interinos, pero no modificaron de manera sustancial la inscripción en la calidad de los bautizados.

Los esclavos fueron un grupo poblacional vallisoletano importante en el siglo XVII, en su gran mayoría aparecen en los libros de castas que incluían a los negros. Era frecuente que dicho estatuto se registrara tan solo para la madre y no para los hijos, que en estos casos se les consideraba cautivos. Todos los hijos de esclava nacían esclavos sin importar quién hubiera sido el padre, que bien podía ser el dueño de la progenitora (Romero Piñón, s.f., pp. 65-66). Después del siglo XVII hubo una tendencia a disminuir la presencia de este grupo, a partir de 1806 no se registraron más bautizos.

Entre 1623 y 1635 se presentaron los datos más altos de niños esclavos bautizados, en promedio 14.9%; entre 1636 y 1655 bajó hasta 1.1%, incluso, varios años estuvieron en cero [ver Gráfica 2]. Entre 1656 y 1751 aumentó el número de bautizos, pero los datos fueron inferiores respecto a la primera etapa, con promedio de 5.7%. Después se observó una disminución más pronunciada con menos de 1%, cuando la esclavitud estaba en franca decadencia. Algunas actas no definen la edad de los esclavos al momento del bautismo, en varios casos se puede suponer que eran adultos bozales, como sucedió con siete esclavos de Don García de Cisneros, bautizados en tres fechas muy próximas en el año 1631: el 3 de agosto fueron dos negros, el día 10 de ese mismo mes fueron dos morenos y el 1 de septiembre tres más.

Sobre la cantidad de esclavos en Valladolid existen opiniones diferentes, por una parte, se señala que la capital era un baluarte del esclavismo en el siglo XVIII (Romero Piñón, s.f., pp. 75-76), y por otra, en la misma centuria, se señala que los libertos aumentaron debido al colapso del comercio esclavista entre la metrópoli y sus colonias entre los años 1640 y 1740 (Pérez Munguía, 1997, pp. 181-182).

Gráfica 2. Bautizos de esclavos en porcentaje Valladolid: 1623-1751

Fuente: Elaboración propia a partir de Family Search, Registros de Bautizos del Sagrario Metropolitano de Morelia, Michoacán, vols. 1-50.

Los Morelos y Pavón

José María Morelos, al igual que sus hermanos y sus hermanas, nació y fue bautizado en Valladolid, estuvo inmerso en los procesos de cambios de calidad, en el traspaso de barrera de color, con la intención de ser español. Los padres de la familia, Joseph Manuel Morelos y Juana María Pérez Pavón, se casaron el 18 de febrero de 1760, ambos aparecen como españoles. El padre nació el 16 de febrero de 1742, fue bautizado el 25 de febrero en Valladolid con el nombre de Diego Manuel, hijo de Domingo Gerónimo Morelos y de Luisa de Robles, ambos españoles de la hacienda de Zindurio.12 El referido Joseph Manuel se casó a una edad joven, a los 18 años.

Por línea paterna estaba bien definida la calidad española de la familia Morelos y Pavón, según se puede rastrear hasta los bisabuelos. El abuelo paterno, de nombre Gerónimo, fue bautizado el 3 de octubre de 1720 junto con su gemela de nombre Bernarda, ambos aparecen como españoles, hijos de Diego Manuel Morelos y de Juana Núñez de Sandoval, vecinos de Valladolid. Como padrinos de los hijos aparecen miembros de las familias más influyentes en la ciudad y que a la postre incluyeron al intendente e insurgente José María Anzorena. El padrino del varón fue Domingo de Anzorena y de la niña Bernardo de Foncerrada.

Gerónimo Morelos se casó con Luisa Robles, originaria de Pátzcuaro, el 15 de mayo de 1741, ambos contrayentes eran hijos legítimos y fueron anotados en el libro de españoles. El matrimonio de manera inmediata procreó a Joseph Manuel, quien nació 9 meses después, en febrero del siguiente año; para el momento de su registro, sus padres aparecen como españoles de la hacienda de Zindurio.13 Cabe señalar que los Morelos formaban un matrimonio poco común, ya que Gerónimo era el cónyuge más joven, tenía 19 años de edad mientras que su mujer contaba con 25, por lo regular el varón era el mayor al momento de contraer nupcias.

La abuela paterna de José María, Luisa de Robles, fue bautizada como Luisa Margarita el 11 de junio de 1715 en Pátzcuaro. Nació el día 5 del mismo mes y año, sus padres fueron Tiburcio de Robles y Nicolasa García, españoles, quienes se casaron el 21 de abril de 1694 en la misma ciudad. Tiburcio era hijo de Joseph de Robles y de Inés Alfaro; por su parte, Nicolasa era hija de Antonio García y de María Castrejón, todos eran españoles y vecinos de Pátzcuaro. Los orígenes de la madre de Morelos son difíciles de rastrear, aunque se establece su nacimiento en Querétaro de acuerdo con la partida del enlace matrimonial.

Si bien los antecedentes del Siervo de la Nación eran españoles, sus retratos evidencian su ascendencia mezclada, de negro, indio y español. Sin embargo, el ser bautizado como español le brindó beneficios, como el de estudiar en el Colegio de San Nicolás. El cura de Carácuaro tuvo hermanos mayores, María Guadalupe (1760) y Juan de Dios Nicolás (1763), y hermanos más jóvenes, María Josefa Eulalia (1770), María Antonia (1771), María Rosalía (1774), José Antonio Venancio (1779) y Juana María Vicenta (1784). Llegaron a la edad adulta únicamente Juan de Dios Nicolás, José María y María Antonia (Herrejón, 2015, p. 82). El jefe insurgente, estando preso en 1815, declaró ante la inquisición que sus hermanos eran Nicolás y María Antonia, por lo cual se puede asumir que los demás habían fallecido; también señaló que sus padres eran españoles por ambas líneas. De los demás hermanos no se han identificado registros de defunción, muy posiblemente murieron a corta edad y forman parte del subregistro de párvulos ya mencionado.

Los bautizos de los hermanos de José María muestran los cambios en la anotación de la calidad, aparecen como mestizos, españoles y castizos; también fue puesta en duda su calidad española, tal como sucedió con los dos hijos mayores. María Guadalupe nació y fue bautizada el 11 de diciembre de 1761, sus padres fueron Manuel Morelos y Juana Pavón “los que dijeron ser españoles”. Juan de Dios Nicolás fue bautizado el 7 de marzo de 1763, nació dos días atrás, de los padres nuevamente se anotó “dijeron ser españoles”, en estos años tuvo mayor presencia esta leyenda, como ya se discutió en párrafos atrás, debido a un control más estricto de los clérigos. El 4 de octubre de 1765 fue bautizado José María Teclo hijo de padres españoles.

Los hermanos menores fueron en su mayoría mujeres. María Josefa Eulalia tiene dos actas en libros diferentes, en el apartado de castas sus progenitores aparecen como castizos, y como españoles en el libro respectivo, en ambos registros se repite la misma fecha del bautismo, 16 de febrero de 1770, habiendo nacido el día 12. En el acta de María Antonia Rafaela Eusebia los padres retrocedieron a la categoría de mestizos, fue bautizada el 7 de noviembre de 1771, vio la luz dos días antes.

Los demás hermanos subieron a la categoría a españoles, justo en un momento de transición cuando comenzó un aumento de esta calidad. María Rosalía bautizada el 5 de septiembre de 1774, nació el día 3, coincidió en la misma foja con una hermana de Agustín de Iturbide de nombre María Nicolasa quien fue anotada el día 15 del mismo mes y año. José Antonio Venancio fue bautizado el 4 de agosto de 1779, nació el 29 de julio; Juana María Vicenta Rafaela nació y fue bautizada el 28 de diciembre de 1784.

El cambio de calidad en diversos momentos de la vida se muestra en las nupcias de la mestiza María Antonia Morelos quien se casó el 12 de abril de 1807 con Miguel Cervantes, español originario de Guanajuato, vecino de Valladolid, de 50 años de edad y padres difuntos. La novia declaró ser española, originaria y vecina de Valladolid con 31 años e hija legítima (Family Search, s.f., Matrimonios, vol. 19, p. 10). Por un lado, dicha declaración es un claro ejemplo de traspaso de la barrera de color, por el otro, llama la atención que la novia se quitara cinco años y medio de edad.

Otro evento que vale la pena destacar fue el supuesto abandono del padre de José María Morelos, situación por la que éste tuvo que ir a trabajar a Tierra Caliente en 1779 debido a las penurias económicas familiares (Herrejón, 2015, p. 85). Sin embargo, la última Morelos y Pavón nació en el año 1784, cuando en teoría estaban separados, no aparece la anotación de que el padre estuviera ausente, como se registraba en tales casos.

Los registros de los españoles podrían mostrar diferencias dando cuenta del abolengo y la estirpe, por ejemplo, el acta de otro personaje de la independencia, también vallisoletano, Agustín de Iturbide, ocupa tres cuartas partes de una foja, además de la fecha del acta, 1º de octubre de 1783 y del nacimiento, el 27 de septiembre del mismo año, contiene el nombre de los padres y de los abuelos por ambas partes, situación poco usual en los registros de bautizo. El acta de Morelos tan solo cuenta con 8 renglones y compartió espacio con otras tres; situación diferente a las hermanas de ambos personajes en el año 1774, sus actas no tienen mayor diferencia en términos de la extensión o detalle.

Conclusiones

La ciudad de Valladolid tuvo un crecimiento poblacional a lo largo del periodo, como se muestra en los bautizos que superaron a las defunciones; salvo ciertos años que tuvieron crisis de mortalidad, la dinámica fue positiva y favorable al sumar habitantes. La Guerra de Independencia marcó un retroceso, no solo por los muertos en combate, sino también por la migración de personas que huían del conflicto.

El mestizaje en Valladolid comenzó al poco tiempo de la fundación de la ciudad, de manera inmediata llegaron indios, negros, españoles y grupos de calidad indefinida. Hasta mediados del siglo XVII no se tuvo un control riguroso sobre la población, no solamente en la separación y definición de su calidad, lo que implicaba derechos y obligaciones diferentes en una sociedad segmentada, sino también en la formación de familias y la procreación de hijos. Resulta notable las altas cifras de ilegitimidad en la ciudad, tanto hijos de madre soltera como expósitos. A partir de 1642 se intentó tener un registro más puntual al separar la anotación en tres grupos: indios, españoles y un apartado de negros y castas. Pese a la división, en este último grupo tampoco se registró de manera precisa la calidad de todos los bautizados.

A lo largo de más de dos siglos son evidentes los cambios en la asignación de las calidades, en parte dependieron de los intereses o convicciones del cura a cargo del Sagrario Metropolitano. Son notables las diferencias en la cantidad de actas entre los tres apartados por calidad, así como los bautizados que carecían de la anotación. Es indudable que una preocupación principal de las instituciones políticas y religiosas fue la consolidación poblacional de la ciudad, captando la mayor cantidad de individuos sin importar el origen o condición de los niños. Posteriormente cambió su política con la intención de ejercer un control mayor, pero en momentos en que la población ya había sufrido una intensa mezcla. Al final del periodo, durante la insurgencia, de nueva cuenta se tiene una permisividad en la anotación de los bautizados, pues la mayoría aparecen como españoles, debido a la situación de guerra que se vivía.

En ciertos momentos es notoria la tendencia al blanqueamiento y en otras etapas un registro riguroso que se reflejaba en la caída de bautizos sin calidad. Tal dinámica muestra los intereses de los padres de favorecer a sus hijos con una calidad ventajosa frente a las disposiciones de la Iglesia, el desarrollo poblacional de la ciudad, las condiciones políticas y la voluntad de los curas. La sociedad vallisoletana fue un crisol de “razas”, pero no solamente integrada por indios, españoles y negros, también de asiáticos e indios chichimecos.

La familia de Morelos y Pavón estuvo involucrada en esta dinámica de cambio de calidad y del proceso de blanqueamiento. Los padres procuraron aparecer como españoles, pero el cura dejó asentada sus dudas en algunas actas con la frase “dijeron ser españoles”. En otros registros se observa la anotación de mestiza y castiza para las bautizadas. El Siervo de la Nación da cuenta de los deseos familiares y personales de ser reconocido como español, aunque sus rasgos físicos muestran a un mestizo resultado de la cruza de las diversas razas presentes en Valladolid que transcurrieron en su vida cotidiana al margen o contraviniendo las disposiciones de la Corona y la Iglesia.

Archivos

Archivo General de Indias

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Notas

1 Cabe destacar que en las aulas de dicho colegio estudiaron los principales héroes de la Independencia de México: Miguel Hidalgo y José María Morelos.

2 Resulta importante a este trabajo señalar que Entre 1649 y 1772 los franciscanos tuvieron un libro aparte para el convento de San Buenaventura, en el cual se anotaron bautizos, entierros e incluso matrimonios.

3 Archivo General de Indias [AGI]. México. Año 1571, 112, R. 4, s/f.

4 AGI. México. Año 1573, 99, s/f.

5 AGI. México. Año 1582, 285, s/f.

6 AGI. México. Año 1582, 285, s/f.

7 Los cambios en la asignación de la calidad fueron un hallazgo de David Carbajal en su trabajo sobre la población del mineral de Bolaños entre 1740-1848, bajo el concepto de familias pluriétnicas, es decir, los hijos tenían anotada una “raza” diferente respecto a la de los padres e incluso respecto a sus propios hermanos (Carbajal, 2009, pp. 13-14 y 120). Un encuentro académico en el año 2010 en el Colegio de Michoacán tuvo como eje temático las familias pluriétnicas y el mestizaje, que cristalizó en un libro colectivo, que mostró situaciones similares en varios lugares de la Nueva España.

8 r=Log (tP/0P)/t

9 A lo que se sumó una crisis agrícola en el año de 1635.

10 Los porcentajes que se muestran son en comparación con la calidad española.

11 Los dos primeros periodos, entre 1643 y 1655, cuando comienza a anotarse la calidad y se observa un subregistro de castas y negros, muestran una fuerte variación respecto del resto del periodo, por lo cual no se utilizaron en el análisis de resultados.

12 Es relativamente frecuente el cambio de nombres entre el que se asienta en un acta y el usado en la práctica o en otros momentos, como fue el caso de Joseph Manuel. De igual manera ocurre con los apellidos, no necesariamente se utilizaba el primer apellido de los progenitores. En el caso de José María Morelos y Pavón, este tomó para sí el apellido materno de su madre, ya que el padre de esta se llamaba Joseph Pérez Pavón.

13 Los Morelos eran originarios de Valladolid, se trasladaron a Zindurio y posteriormente regresaron a Valladolid, como aparece en el acta de matrimonio de los padres del Siervo de la Nación. Joseph Manuel era originario de la hacienda, pero ya era vecino de la ciudad desde pequeño.