Espacios sociales en una región agraria del norte de Chiapas (siglos XIX-XXI). Por Sonia Toledo Tello. México: Universidad Nacional Autónoma de México, Centro de Investigaciones Multidisciplinarias sobre Chiapas y la Frontera Sur, 2019, 424 p.
José Luis Escalona Victoria
CIESAS Sureste
jescalona@ciesas.edu.mx
https://orcid.org/0000-0003-1783-0142
Espacios sociales en una región agraria del norte de Chiapas (siglos XIX-XXI). Por Sonia Toledo Tello. México: Universidad Nacional Autónoma de México, Centro de Investigaciones Multidisciplinarias sobre Chiapas y la Frontera Sur, 2019, 424 p. by José Luis Escalona Victoria is licensed under CC BY-NC 4.0
El libro Espacios sociales en una región agraria del norte de Chiapas forma parte de una serie de trabajos publicados por Sonia Toledo sobre la región de Simojovel y Huitiupán, Chiapas, México (Toledo, 2002; Garza y Toledo, 2004; Toledo, 1996), producto de una larga y detallada investigación. Como los anteriores trabajos, este libro presenta los resultados de investigación antropológica y de historia del presente en diversas poblaciones de esta zona que, en cierto sentido, ofrece un resumen de varios temas que la autora trató en sus obras previas, por ejemplo, la compleja vida social en las fincas (o haciendas, como son conocidas en otras regiones de México, es decir, propiedades agrarias privadas de diversas dimensiones) y que en esta región tuvieron una historia de aproximadamente un siglo. También aborda el movimiento campesino entre los pobladores en las últimas tres décadas del siglo XX, en particular la movilización en torno al levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional de 1994.
De igual manera, está el tema de la situación de las mujeres en estas poblaciones rurales, tanto en la vida cotidiana como en la movilización política; no hay que olvidar los vínculos sociales que traza la autora entre la celebración de las fiestas patronales y las relaciones de poder en la región, entre otros muchos tópicos. Todos estos asuntos son revisitados en este libro, con un acercamiento más agudo y penetrante. No obstante, el libro no solo es una compilación o una revisión de lo ya dicho, sino que logra enlazar estos múltiples elementos en las contradicciones históricas que fueron dando forma a este espacio social complejo y cambiante en un período de dos siglos, sustentando el análisis con nuevos datos y fuentes. Esta es una de las primeras virtudes del libro, respaldada por una trayectoria de trabajo de archivo, de investigación de campo y de contacto con la vibrante vida política de la región durante varios años.
De cualquier forma, leer el libro sin estos antecedentes es también una experiencia de entendimiento y de aprendizaje en sí misma. En sus páginas vemos paulatinamente, a finales de la Colonia, la aparición y decadencia de los pueblos fundados en esta región a lo largo de la época virreinal, las historias de enfermedades y de hambrunas, acompañadas de las demandas de los desesperados párrocos y de las autoridades hacia la población a su resguardo para que los pueblos fueran movidos y refundados, sacándolos de sus lugares insalubres. Vemos también los pleitos que eso desató entre los habitantes que no querían mover su pueblo (que significaba, entre muchas otras cosas, también mover sus templos).
Se trata de acontecimientos que hablan de las tensiones propias del ejercicio de la autoridad en ese régimen, situaciones que ahora se observan únicamente con una lectura cuidadosa de los documentos y acompañada por recorridos a través de las ruinas de antiguas iglesias abandonadas. Una vez que el hambre y las enfermedades dejaron mermada a la población, y que se abrieron las oportunidades legales de ocupar tierras, vemos también cómo fueron llegando personas (antiguos rancheros que conocían la región, porque también eran arrieros y comerciantes), y cómo esos visitantes regulares se hicieron propietarios de tierras, donde fundaron fincas y ranchos en lo que antes eran los terrenos de los pueblos. Igualmente, contemplamos la llegada de trabajadores provenientes de los pueblos choles de la región contigua y de los poblados de los Altos de Chiapas, en especial de lo que ahora conocemos como San Andrés Larráinzar. Pronto los pueblos, viejos y nuevos, se renovaban con grupos de propietarios y comerciantes, con fiestas de los santos y vírgenes coloniales junto con los traídos por los recién llegados.
Igualmente, la vida en las fincas aparece en el libro explorada con un detalle que solo se encuentra en pocos trabajos de investigación sobre el tema en Chiapas. Entramos, por ejemplo, a conocer las distinciones entre patrones, caporales y diversas calidades de trabajadores que experimentaban abigarradas relaciones de servidumbre y de explotación, pero también bajo diversos vínculos de alianzas sustentadas en compadrazgos, padrinazgos y paternidades. Igualmente, observamos esos tensos vínculos expresarse esporádicamente en actos ocasionales de protesta casi vedada, a través de pequeños robos y engaños con el trabajo y los productos. La vida de la finca emerge con una fuerza tal que permite explicar y entender de algún modo por qué pervivió por tantos años, incluso más allá del primer ciclo de reparto agrario de la postrevolución mexicana (en pleno Cardenismo, cuando en otros lados florecían la liberación de mozos y la formación de ejidos). Explica incluso por qué los peones acasillados, cuyas vidas estaban profundamente enlazadas a la dinámica de la finca, fueron leales a los patrones en las disputas por tierras que surgieron con el cambio de régimen agrario en México.
En el libro se analizan también dos momentos del reparto agrario, o quizá tres: uno, en la era cardenista, con dotaciones solicitadas más bien por los llamados baldíos, trabajadores con vínculos menos personales en la compleja dinámica de la finca y, por ello, menos atados al patrón. Otro, el reparto de fines del siglo XX, que surgió con la decadencia de esa vida de la finca debido a cambios radicales en el mercado agropecuario, con la introducción de la ganadería como actividad fundamental. Pero ese ciclo de lucha agraria se explica también por la formación de las nuevas organizaciones campesinas demandantes de tierras, con influencia de grandes uniones campesinas que tenían diversos discursos y programas de demanda social, así como por la influencia de la iglesia católica y sus ideas de liberación.
Quizá se podría hablar de un tercer momento de presión por el reparto agrario, después del levantamiento del EZLN, cuando ocurrió una serie de movilizaciones, arreglos y ajustes en la lucha por la tierra, mismos que muestran adicionalmente un límite histórico en la misma lucha agraria, pues aunque se ocupaban las últimas fincas y se rechazaba un proyecto para hacer una presa en la región (que afectaría una gran cantidad de tierras), se producía a nivel nacional, a la par, la desaparición de la política de reparto agrario y de varias instituciones de apoyo al pequeño productor. La aspiración misma por la tierra deja de ser paulatinamente un objetivo político relevante, y aparecen nuevas generaciones de comerciantes, estudiantes y políticos involucrados en otras luchas, como la disputa por el gobierno municipal, por la dirección de organizaciones y partidos, o por la militancia en nuevas iglesias. Aparecían, en general, nuevos objetos de disputa, más allá del terreno para cultivar.
Todas estas historias transforman paulatinamente el espacio social. Pero no se trata solo de una historia social y política del espacio y las formas que iba adquiriendo; la historia está encarnada en las vidas de sus habitantes, en las tensiones cotidianas y en aquellas que marcaron las trayectorias diversificadas de muchos de ellos. Las tensiones latentes aparecen en las disputas por las celebraciones religiosas, pero también en las trayectorias de vida de las personas que huyen de condiciones de subordinación extremas, como la de un niño que se fuga en una caja, o la de las mujeres que confrontan y resuelven de diversas formas su propia situación de subordinación, tanto las que se unen a las organizaciones sociales que hacen movilizaciones, como las que las contemplan con distancia desde su nueva pertenencia religiosa. Las tensiones se traducen también en críticas y chismes que se dan entre propietarios de distintas condiciones y generaciones, entre quienes también se producían rangos, utilizando por ejemplo la idea de finqueros “de plástico” (esos que estaban más en sus negocios del pueblo que trabajando en la tierra y viviendo en el campo). Igualmente, parte de la historia de formación del EZLN se sitúa en esta región, de donde surgen algunos de los miembros de las primeras células de la guerrilla, que seguramente también tuvieron que traducir los nuevos discursos de transformación social al lenguaje local de la dominación prevalente en los últimos dos siglos, el de la cultura de la finca y el de la lucha agraria, por ejemplo.
Finalmente, el libro no solo ofrece esta historia con detalles, usando fuentes primarias e información que revela un trabajo de campo extenso en espacio y tiempo. Se trata también de una obra que resume una perspectiva antropológica de complejidad, que supera de muchas formas otras maneras de hacer etnografía e historiografía en Chiapas. Como la autora misma lo manifiesta, el análisis en Chiapas había ya planteado algunas ideas generales sobre el movimiento campesino y las fincas; sin embargo, había ofrecido visiones demasiado generalizadoras, por ejemplo, sobre la participación de los peones en esta lucha (sin poder explicar por qué la finca prevalecía por varias generaciones y por qué no todos los trabajadores participaban igual en la lucha agraria ni en la guerrilla). Eso se debe a que, en trabajos anteriores, con algunas excepciones, no había preguntas sobre la complejidad de la subordinación y la movilización, ni para la composición general de las fincas y pueblos de la región, ni para sectores específicos como los jóvenes o la situación de las mujeres.
La perspectiva relacional que propone Toledo representa un paso metodológico muy importante en los estudios de dominación y de movilización en el mundo rural de Chiapas, temas que han sido tocados en varios trabajos anteriores sin el detalle y la perspicacia de la obra de Toledo, considerando trayectorias diversas, e incluso opuestas, a pesar de condiciones muy semejantes. Al mismo tiempo, y como parte de esta perspectiva, el análisis va más allá de la idea de una etnografía centrada solo en las poblaciones indígenas, como en otros estudios en que se asume de entrada un constreñimiento particular en la mirada antropológica, fundada en una idea muy generalizada acerca de la preminencia de lo cultural en esa mirada (lo que, en algunas ocasiones, termina por dificultar el entendimiento de la historia compleja de las poblaciones y de su entrelazamiento con el espacio social de múltiples y contradictorias formas).
Sería muy interesante recuperar esta perspectiva relacional del espacio social, con su atención en las tensiones y contradicciones, para volver ahora a esos pueblos y regiones que por ser considerados indígenas en ciertas etnografías parecieran estar al margen de las dinámicas de la formación de espacio social. En este sentido, la lectura de la obra de Toledo también ofrece una oportunidad para aprender acerca de la forma de transformar la etnografía en un formato de investigación más flexible y, al mismo tiempo, más exigente con la comprensión de la historia de los pueblos y de las personas. Seguramente por eso el trabajo aparece publicado en esta serie llamada Nueva Historiografía de Chiapas y Centroamérica, que está renovando la biblioteca básica de la región con las obras más importantes de investigadores contemporáneos.
Si hubiera algo que pedir, sería una presentación que dejara ver con más calma y detalle el andamiaje conceptual con el que se ha desarrollado el análisis de los materiales, para entender con más claridad el salto metodológico que implica este tipo de estudios. Las ideas mismas de región y espacio, por ejemplo, podrían ser reelaboradas a partir de los resultados de la investigación, que muestran que más que ser un marco dado y fijo, son resultado de flujos de desplazamientos e intercambios en diversos planos que modifican las fronteras (si existen) hasta incluir nuevos sitios vecinos o lejanos (como en el cambio de actividad hacia la ganadería o con la llegada de guerrilleros desde el centro del país en su paso hacia la selva), y que remodelan los vínculos, humanos y no humanos, en distintos momentos. Las mismas ruinas de una iglesia abandonada, la transformación de mozos en campesinos, o los trabajos de una presa que nunca se terminó, dan muestra de esa plasticidad de la producción política de espacio social. Algunos detalles son considerados rápidamente en la introducción, pero las consecuencias del estudio en ese sentido son de una relevancia tal que podrían dar para una revisión más puntual y extensa. El libro, en resumen, se deja leer como una interesante apuesta metodológica por una antropología relacional; faltaría discutir de diversas formas la manera en que se ha ido construyendo esa perspectiva en el ambiente de la investigación en Chiapas.
Bibliografía
GARZA, A. M. y TOLEDO S. (2004). Mujeres, agrarismo y militancia. Chiapas en la década de los ochenta. En M. L. Pérez Ruiz (Coord.),Tejiendo historias. Tierra, género y poder en Chiapas(pp. 112-133). INAH. TOLEDO TELLO, S. (1996).Historia del movimiento indígena en Simojovel, 1970-1989. UNACH. _____________ (2002).Fincas, cultura y poder en Simojovel. UNAM, UNACH.