Construcción simbólica y producción de sentido en la tradicionalidad de El Pueblito, Querétaro (México)

Symbolic Construction and the Production of Meaning in the Traditionality of El Pueblito, Queretaro (Mexico)

Paulina Pereda Gutiérrez
Universidad Autónoma de Querétaro

Víctor Gabriel Muro González
Universidad Autónoma de Querétaro

Licencia Creative Commons
Construcción simbólica y producción de sentido en la tradicionalidad de El Pueblito, Querétaro (México) por Paulina Pereda Gutiérrez, Víctor Gabriel Muro González se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial 4.0 Internacional.

Fecha de recepción: 10 de septiembre de 2020

Fecha de aprobación: 22 de septiembre de 2021

RESUMEN: Este artículo es producto de una investigación sobre la notable consistencia y reproducción de las festividades tradicionales desde hace cerca de 300 años en El Pueblito, Corregidora, Querétaro (México). Explica cómo se ha configurado la construcción simbólica y la producción de sentido de la acción social para conservar las tradiciones populares, en el contexto de un acentuado proceso de modernización. El planteamiento central es que la producción de sentido en las festividades está acoplada en un círculo virtuoso: por la conexión de una rica y activa memoria colectiva; la promoción de gran cantidad de eventos pletóricos de ritualidad durante el año; una intensa sociabilidad; y el uso discrecional del territorio por parte de los actores sociales, lo cual deriva en una sólida construcción simbólica que hace posible la reproducción de sentido. El análisis cualitativo se ha realizado, fundamentalmente, considerando la articulación entre los discursos y la participación de los actores sociales.

Palabras clave: Querétaro, producción de sentido, construcción simbólica, tradicionalidad, acción social.

ABSTRACT: This article is the product of research on the remarkable consistency and reproduction of traditional festivities during a period of almost 300 years in El Pueblito, Corregidora, Queretaro (Mexico). It explains how the symbolic construction and production of the meaning of social action have been configured to preserve popular traditions in the context of an accentuated process of modernization. The central proposal is that the production of meaning in these festivities is coupled in a virtuous circle through the interconnections of a rich, active collective memory, the promotion of numerous events replete with ritualism during the year, an intense sociability, and the discretionary use of territory by social actors. All of this results in a solid symbolic construction that makes the reproduction of meaning possible. The qualitative analysis was carried out considering primarily the articulation between discourses and the participation of the social actors involved.

Keywords: El Pueblito, Queretaro, production of meaning, symbolic construction, traditionality, social action.

Introducción

El Pueblito, una zona con una población de 115 mil 256 habitantes (INEGI 2020) se sitúa en la cabecera municipal de Corregidora, Querétaro, en el centro de México. Aunque oficialmente abarca la principal extensión urbana del municipio, hay consenso entre quienes se consideran pueblitecas1 (o “naturales”)2 para afirmar que su delimitación territorial se reduce al centro de la cabecera. Este hecho tiene un importante significado para ellos, puesto que ahí es el lugar donde se desarrolla una enorme cantidad de festividades populares masivas de diversa índole, aunque destacan por mucho las religiosas, durante todo el año, lo cual representa una apropiación y manejo del espacio usualmente discrecional.

En El Pueblito existe una población mestiza con un imaginario de pasado indígena honroso, puesto que entre los lugareños está presente su ascendencia otomí, cultura que predominaba cuando ocurrió la conquista espiritual.3 Quizá por ello han prevalecido muchos componentes comunitarios explícitos y extendidos, que se han adaptado y mezclado con una asidua práctica religiosa que ha permeado considerablemente la vida cotidiana de la población.

Estos elementos culturales se volvieron muy consistentes en la medida en que se ha generado una construcción simbólica que ha sido fuente de una palpable producción de sentido, que ha derivado en una intensa y prolongada tradicionalidad,4 que caracteriza especialmente a esta localidad. Además, en sí mismo, este acontecimiento social representa, en la actualidad, un baluarte de resistencia al proceso de secularización, muy presente en la vida social de algunas zonas metropolitanas de México, pero con bastantes particularidades, como pretendemos mostrarlo.5

Cómo ha ocurrido este fenómeno y qué componentes culturales lo han configurado constituyen las cuestiones que pretende contestar este trabajo, proponiendo esta tesis central: los agentes analizados han conformado y mantenido un círculo virtuoso iniciado por el afianzamiento y difusión de una acción social de celebrar organizada y solemnemente un conjunto de fiestas colectivas y tradicionales, que ha derivado en muchas prácticas sociales institucionalizadas, debido a una construcción simbólica muy consistente que reactiva el sentido de reproducción de dicha acción social.

Aunque hay muchos elementos culturales importantes implícitos en la investigación, nos hemos concentrado en explicar el mecanismo de producción de sentido, puesto que lo consideramos el componente fundamental que proyecta a los actores sociales en el sostenimiento de la tradicionalidad cultural, cuyo centro y origen es el Santuario de Nuestra Señora de El Pueblito y su fundación en el año de 1736.

El documento contiene cinco apartados: el primero expone el planteamiento teórico seguido en la investigación; el segundo muestra la significación de la acción social y la identidad colectiva alrededor de las festividades; el tercero describe cómo las prácticas sociales tienen relevancia en el círculo virtuoso por su caracter gratificante en la sociabilidad; el cuarto explica cómo se conforman las construcciones simbólicas, por la memoria colectiva y el uso del territorio, y cómo se produce el sentido de tradicionalidad; por último, las consideraciones finales.

El círculo virtuoso: de la acción social a la producción de sentido

Nuestra investigación se propuso la comprensión de la acción social6 de reproducir las festividades tradicionales; por lo tanto, nos enfocamos a develar el bagaje de elementos productores del sentido de los actores sociales7 para que tal celebración haya tenido una exitosa reproducción, durante más de dos siglos. El análisis realizado nos permitió formular un modelo propositivo de explicación objetiva del fenómeno estudiado que será descrito a continuación.

La acción social, para ser interpretada adecuadamente, supone encontrar las motivaciones y propósitos del grupo que la emprende (Farfán 2009), sus mecanismos relacionales que generan los símbolos y significados originados que posibilitan la reproducción de la acción cada vez más vivamente intersubjetivada,8 esto es, los actores, mediante prácticas sociales, generan significados compartidos que, al ser procesados y enriquecidos, operan intersubjetivamente, dando como resultado una construcción simbólica, la cual en la medida en que sea más sólida y extensa, mayor será la producción de sentido para reproducir la acción social.

Puesto que tal acción está enmarcada en un ordenamiento, se realiza con arreglo a fines y mantiene una orientación clara y decidida (De Marinis 2016); así podemos decir que la acción opera plena de sentido.

Tal planteamiento nos obliga a definir sentido, concepto cardinal en el análisis, pero difícil de precisar por su polivalencia y porque no hemos encontrado una clara y unívoca definición, incluso en la literatura sociológica. Considerando esta dificultad, nos ha parecido conveniente la formulación de un tipo ideal de sentido para solventarla metodológicamente. Rastreando el uso del término por algunos autores revisados, encontramos cuatro componentes indispensables que hemos observado en la investigación:

  1. Como sentimiento con una dirección clara, con objetivos precisos: los actores saben con precisión para qué están actuando, por un especial sentimiento. Una apreciación de esta vertiente es la transmitida en El hombre en busca de sentido, de Victor Frankl (1991), cuando se esforzaba por sobrevivir en el campo de concentración nazi para lograr encontrarse con sus seres queridos, precisamente, por el amor que les profesaba.
  2. Como relación coherente y articulada: una acción tiene sentido cuando pueden observarse las conexiones lógicas entre el propósito enunciado por el actor y los mecanismos utilizados para ello. Un ejemplo de esta acepción es cuando García Canclini (2012) habla del vaciamiento del sentido y de la esperanza de cambio, con las políticas de desconocimiento de los regímenes políticos recientes; se refiere al extravío de coherencia, de lógica de la acción.
  3. Como energía, fuerza, pasión: la acción ocurre por la decidida y amplia disposición de los actores. En este caso, el plano religioso es especialmente productor de energía, como puede verse en la acción de la peregrinación, como lo muestran los estudios coordinados por Ponce (2017).
  4. Como un significado conclusivo (o global) de la acción, una teodicea: los actores traducen el logro propuesto por la acción como el acontecimiento más significativo y lo vuelven apologético. Aquí podríamos situar el clásico estudio de Weber (2001), La ética protestante y el espíritu del capitalismo, donde los protestantes calvinistas se encauzaron en la acción social de acumular capital, porque esto los justificaba y e implicaba ser salvos para la vida eterna.

Una vez relacionados los conceptos acción y sentido, debemos considerar las mediaciones necesarias para su conexión y explicación. Observamos dos elementos necesarios para ello: las prácticas sociales y la construcción simbólica. El primero, lo definimos como acontecimientos colectivos recurrentes y bien delimitados, realizados relacional e institucionalmente por los actores sociales, y que entrañan una visible significación y socialización. Dichas prácticas, como las procesiones, los rituales de transferencia de cargos, el performance en las fiestas, las comidas masivas, etcétera, comunican la integración de personas y grupos, la solidaridad y confianza entre ellos, etcétera.

El otro elemento, la construcción simbólica, debe entenderse aquí, como el conjunto coherente y explícito de significados articulados intersubjetivamente por el grupo social, transmitido por las prácticas sociales. La construcción opera cuando los actores sociales expresan asiduamente los mismos significados y actúan congruentemente con éstos.

La construcción simbólica tiene una acepción parecida al concepto representaciones sociales,9 puesto que guían a los individuos hacia una acción compartida, socialmente construida, y por medio de la cual se percibe una realidad en común, pero la diferencia frente a la construcción simbólica es que las representaciones configuran explicaciones de cómo se autopercibe un grupo social; en cambio, la construcción simbólica está centrada en la significación que el grupo da a determinadas creencias y prácticas propias. Con este concepto se trata de captar la configuración del universo simbólico posibilitador de la tradicionalidad en El Pueblito.

En este proceso ocurre una motivación justificada por una teodicea, que conduce a los actores a actuar con naturalidad, pasión y dirección, en la acción social. La teodicea, concepto propuesto por Peter Berger (1971), se proyecta como sentido de la acción social. Es una explicación legitimante del actuar de los actores, formulada en términos religiosos, conforme a un orden social vigente que debe perdurar, pues orienta y alienta a los actores en este desarrollo de reproducción. En consecuencia, la conducta, las creencias y acciones significativas de los actores, acordes a la teodicea, son transmitidas y extendidas con fuerza y eficacia, en el grupo social estudiado.

Acción social e identidad colectiva

La festividad es la forma de replicar el patrimonio inmaterial del pueblo y la manera como los vecinos10 recuerdan sus raíces (Moreno 2017). Para que esta dinámica funcione año con año es necesaria una estructura comunitaria que organice las procesiones, misas, comidas, bailes, cantos y pirotecnia que, durante varios días, alteran la vida cotidiana de los habitantes para envolverlos en un ambiente cuasi mágico, donde se produce identidad colectiva.

Un elemento para la construcción de la identidad en los pueblos inmersos en la ciudad es el vínculo con lo religioso y con lo que se considera sagrado (Arreaga 2017). El ritual es la práctica que asegura el acercamiento de lo cotidiano con lo divino (Portal 1997). Lo más significativo para los habitantes del pueblo es precisamente lo que por medio de los rituales reviven y no dejan que muera; su realidad, su experiencia, su especificidad, lo que para ellos es lo más relevante y, por ello, es digno de transmitirse a sus sucesores.

Acorde con esto, Safa (1999) considera que la memoria y la añoranza por el pasado resultan un modo de defender sus formas de vida ante los cambios modernizantes y ante los nuevos integrantes de la comunidad. Conservar su estilo de vida, sus estructuras, sus calles, sus zonas recreativas, sus templos y sus casas, más que por fines prácticos, tienen en sus habitantes razones simbólicas, emociones y sentidos. Por ello, tales acciones resultan contrastantes con las formas sociales que mantiene la modernidad, donde ocurre una crisis de sentido (Berger y Luckmann 1996).

En El Pueblito, la producción de sentido de la tradicionalidad comienza con la forma de evangelización. Castillo y Orvañanos (1987) explican que los religiosos encontraron, dentro de la religión pagana de los naturales, manifestaciones similares a las de la cultura española tales como baile, música, poesía, desfiles y procesiones, cuyo uso permitió las sustituciones pertinentes de la cultura indígena por la conquistadora.

Esto fue posible por la creación de una gran estructura organizacional, configurada por la Orden de Frailes Menores (franciscanos), iniciada por las cofradías en el siglo XVII, que derivó en un conjunto articulado de diez corporaciones y más de 20 asociaciones, en la actualidad, para darle fuerza e institucionalidad al culto a la Virgen y, sobre todo, a los festejos populares que han tenido una gran repercusión en la cultura y vida social de El Pueblito.

Dentro de las corporaciones, se encuentran grupos que realizan representaciones dancísticas que incluyen elementos de su pasado a modo de “recordatorio” de su cultura primigenia.11 Por ejemplo, el baile de Los Baltazares y los Apaches es una puesta en escena que representa el triunfo del bien sobre el mal. También se puede encontrar la Corporación del Gran Capitán y Gran Turco, donde llevan a cabo la danza de Moros y Cristianos, la cual reúne a las dos culturas presentes en la conquista del Nuevo Mundo, la indígena y la española (Castillo y Orvañanos 1987). En varias comunidades del mundo, como en este caso, se incluye este ritual dentro de sus festividades tradicionales con la intención de recordar este episodio de la historia.

Otro componente lo encontramos en el grupo de los Flachicos, perteneciente a la Corporación de la Primera Danza, cuyas representaciones remiten al pasado, a las épocas cuando los franciscanos, por medio de la danza y el teatro, adoctrinaban su cultura y su religión a los otomíes que habitaban en El Pueblito durante el siglo XVII. Éstos, con sus máscaras talladas en el tradicional palo de cuchara, son el toque carnavalesco de la fiesta, pues a los participantes se les permite realizar parodias y versos para burlarse de las autoridades tanto religiosas como gubernamentales. De acuerdo con la tradición oral, el grupo surge como una forma de romper con la rutina, un mecanismo para la libertad de expresión a la que los recién evangelizados recurrían (con permiso y bajo las condiciones de las autoridades eclesiales) para opinar, participar, divertirse y hacerse escuchar entre bromas. Así, portan llamativos disfraces entre los que sobresalen el de mujer, diablo y payaso. Se trata de una permisión controlada.

Los frailes fueron los que introdujeron la máscara para jalar aquí a los naturales del pueblo a la religión católica, o sea lo mezclaron por… se le puede llamar por una fiesta pagana. Ese fue su gancho de los frailes para jalar a los naturales aquí del pueblo para adorar a nuestra Madre Santísima. Básicamente el flachico es el pueblo, la gente en general. Niños, abuelitos, mamás, papás, vienen todos. Y por lo mismo de la regla, tenemos que ir cuidando a los flachicos que vienen disfrazados de mujer (Flachico, 6 de agosto de 2017).

La vestimenta es parte importante de la acción social; ha pasado por una serie de modificaciones producto del tiempo y de las condiciones actuales. Este elemento es de tal importancia que se cuenta con reglamentos que comprenden pautas, políticas y recomendaciones de uso del vestuario en torno a la fecha y a las celebraciones. La intención y la insistencia en el uso adecuado de la vestimenta se arraiga en la distinción, en la uniformidad y en la conservación de las formas y de la decencia de los participantes.

Tenemos dos trajes, uno que es un traje típico y el otro que es el traje de gala. Casi todos seguimos lo que es el traje típico […] Los mayordomos vestimos pantalón de mezclilla, camisa blanca de manga larga y una fajilla roja. Y las tenanches una falda floreada y una blusa blanca de manga de tres cuartos. Porque el de gala, casi no. Algunos lo hemos vestido, pero no […] Cuando es el Tratol12 y la entrega del cargo es el día que se tiene que usar el de gala. Pero el de gala es el patío,13 y no todos los hombres le entramos a ese (Ex primer mayordomo, 31 de agosto de 2017).

Vestir de forma típica acorde a la tradición del pueblo no es exclusivo de la temporada festiva. Cotidianamente es común ver a las mujeres con reboso, enaguas y mandil, y a los hombres, con sombrero, huarache y camisa de manta. Dicha costumbre está presente, sobre todo, en las personas mayores, principalmente, en aquellas que se enorgullecen de su ascendencia otomí y que incluso conservan algunas particularidades de esta cultura prehispánica, como lo es conocer, aunque sea de forma limitada, la lengua de sus antepasados.

Mi madre todavía se viste así. ella no sale a la calle si no lleva su reboso, sus enaguas y su mandil. Entonces son de reboso en El Pueblito todavía […] en las tardes todavía sales y ves mucha gente. También de que ya no mucho […] vas aquí al pueblo y todavía hay mucha gente con su reboso negro. Entonces también utilizaban ese vestido de conchita, como floreado ampón, sus huaraches y su reboso negro […] yo luego digo, a tono de broma les digo: “como que ustedes quieren ser indígenas o así de sus antepasados, pero modernas […] son indias modernas, porque llevan su reboso, pero llevan su taconsote”, y dicen: “pues es el glamour, no perdemos el glamour” [risas] y les digo: “no pues ta' bien” (Líder, ex primer mayordomo, 10 de marzo de 2017).

Otro componente principal de la tradicionalidad es “El Paseo del Buey”, sin duda alguna el ritual más popular que se lleva a cabo durante las festividades de febrero. Comienza cuando el primer domingo de las fiestas, muy temprano por la mañana, se congregan las corporaciones, asociaciones y demás asistentes, en el atrio del santuario, para que el Padre Guardián bendiga a los bueyes que se van a pasear por las principales calles del pueblo. Conducidos con cuerdas que con trabajo los miembros de la mayordomía dirigen los formidables bueyes, que más adelante alimentarán al pueblo, son orquestados por música de banda y en procesión por estruendosos cohetes.

Hay coincidencia entre los pobladores que el principal fin de este ritual es la celebración de la comunidad. Los miembros de la mayordomía comparten el alimento con un pueblo congregado por el amor a la Virgen de El Pueblito que les es común. Terminando el popular paseo, los bueyes son trasladados al rastro municipal donde serán sacrificados, posteriormente, los 24 miembros de la mayordomía elaborarán el tradicional caldo que será servido a los miles de asistentes a la fiesta.

Este vistoso evento, además del ambiente festivo, representa uno de los símbolos más populares y significativos dentro de las tradiciones de El Pueblito. Una opinión popular apunta a que el buey se pasea para que todos los asistentes puedan comprobar que el animal es bien habido, no robado, y sano para aguantar el largo recorrido, pero lo más manifiesto es que el paseo se realiza como una forma de invitación para informar a los vecinos que la festividad ha comenzado y que todos son bienvenidos a participar en ella.

Estos festejos, que condensan la acción social, pueden comprenderse por las significaciones de mostrar vida de comunidad, de un orden social armónico que los habitantes de la localidad proyectan, desean conservar y contraponer a la cultura moderna que perciben amenazante. Esto no quiere decir que haya una ausencia total de conflicto en El Pueblito, sin embargo, éste no destaca y suele solucionarse bien, posiblemente debido a la existencia de mecanismos que lo atenúan o solucionan eficazmente, debido a la vigencia de reglamentos y normas que los pueblitecas acatan regularmente, y por el liderazgo de los franciscanos, de los mayordomos y las tenanches.

El conflicto que ha podido observarse tiene relación, primordialmente, con la competencia en el desempeño de cargos, rivalidades y envidias entre los mismos participantes, orientadas, sobre todo, al desarrollo de la fiesta. Tal es el caso de las corporaciones de la Primera Danza y la Segunda Danza, cuyos miembros desde sus orígenes, han dejado ver una rivalidad y una competencia constante por realizar los mejores bailes, portar los vestuarios más vistosos y sobresalir en ambientar la fiesta.

Prácticas sociales: sociabilidad intensa y gratificante

Al igual que el ritual del Paseo del Buey, en El Pueblito existen muchos otros rituales donde se hace presente el valor de compartir; por ejemplo, alimentar a los presentes con tamales y atole al finalizar los rosarios diarios de la mayordomía, y ofrecer tortas de camarón en cuaresma y buñuelos al trasladar a “La Virgen de Los Naturales”14 de una sede a otra.

La ofrenda de alimentos es una práctica presente en la mayor parte de sus celebraciones. Muestra de ello es la ceremonia denominada “El Tratol”, realizada el día de “La Remuda”,15 de acuerdo con el Ordo,16 dicha ceremonia consiste en entregar una ofrenda por parte de cada uno de los miembros de la Corporación de la Mayordomía saliente a los miembros de la mayordomía entrante. La ofrenda personal consiste en 40 kg de fruta grande, una charola de fruta chica y 25 roscas de pan, todo ello entregado en canastas conocidas como “chiquigüites”. Esta ceremonia simboliza los lazos creados entre corporaciones durante el acto de traspasar responsabilidades y la sucesión del privilegio de resguardar a la Virgen a quienes adquieren el cargo.

Sin duda, cumplir con estos compromisos conlleva grandes gastos económicos,17 pero como propone Lévi-Strauss (1969, 92): los intercambios no sólo poseen valor económico, también están cargados de significaciones sociales, religiosas y sentimentales; son intercambios intangibles para crear alianzas, ganar simpatizantes, crear emociones e, incluso, perder inseguridades.

De este modo: “Las fiestas de los pueblos buscan romper la soledad del individuo, pretenden afirmar la solidaridad humana. Dar de comer y beber al barrio o al pueblo es un acto de gran estima y es la base para adquirir el estatus de ‘hermano mayor’” (Luis Reyes, citado en Romano y Tolteca 2014, 63).

Si tú comes un platito de caldo, pues lo puedes compartir. Y es bien bonito repartirlo a la demás gente. Mucha gente viene y pide y “ándale, ten”. Sobre todo eso, compartir […] Nosotros no andamos viendo que “no éste no, porque no es de aquí” o “éste no, porque no es ni católico”, por decir algo, ¿no? Aquí se le ofrece a todo mundo (Ex primer mayordomo, 31 de agosto de 2017).

“Vivir en un mundo social es vivir una vida ordenada y llena de sentido” (Berger 1971, 40); por ello, podemos interpretar los discursos a partir de este acto fuertemente simbólico: remite a un estilo de vida en el pueblo en permanente contraste con el estilo de vida de la ciudad, la cual es considerada lugar donde predominan los excesos, los vicios y la inseguridad; donde los vecinos no se relacionan y, por lo tanto, no existe confianza, ni los compromisos entre vecinos, a pesar de vivir en la misma zona, como relata un avecindado:

Yo me enamoré mucho del pueblo cuando yo llego aquí, cuando ya lo empiezo a conocer más dije “no vuelvo a regresar a la ciudad”, la verdad no, es una mancha urbana que nos absorbe […] En El Pueblito la gente todavía se conoce […] de que “oye tú eres hija de fulano, ¿no?”. No así en los fraccionamientos o en las colonias… en las colonias te llega gente de todos lados. Que si nos diéramos cuenta de quiénes son esas familias y cómo son esas familias, nos iríamos para atrás a veces. Así de plano y mejor preferible no saber (Exmayordomo no originario de El Pueblito, 25 de julio de 2017).18

Se ha podido apreciar, en primera instancia, que el varón accede a roles directivos y protagónicos, quien toma las decisiones y quien lleva a cabo actividades que requieren de su fuerza y habilidades físicas, por ejemplo, lanzar los cohetes que anuncian la festividad o cargar a la Virgen en hombros durante las peregrinaciones. En cambio, la mujer desempeña roles más simbólicos, y goza de mayor acercamiento a la Virgen; entre sus servicios está el vestir y cuidar a la Virgen, actividades realizadas por las Damas de la Corte del Santuario y por las Mandas, respectivamente. Asimismo, las mujeres son las encargadas de la preparación de los alimentos que se van a ofrendar y quienes cumplen con la obligación principal de educar a sus hijos como fieles a Santa María de El Pueblito (Bernal y Rivera 2017).

En otomí, tenanche es la que ayuda, la que sirve, la que es la afanadora, la que hace el papel de sirvienta […] Entonces ése es el papel de la tenanche, las cosas que no podían hacer los mayordomos. El mayordomo se encargaba de llevar a cabo la ceremonia en frente de la Virgen, la sahumación,19 ir casa por casa recogiendo a los demás. Se encargaba de recolectar el apoyo (Miembro de la Primera Danza, 25 de marzo de 2017).

Empero, son las familias completas quienes hacen posible que el sistema tradicional festivo opere de manera eficiente y alcance sus objetivos a través de los años. Por ende, los gastos se vuelven más llevaderos, pues entre familiares se unen para hacer contrapeso con aquel hermano, primo o sobrino que desempeña el cargo. Adquirir el compromiso y la obligación de servir a la Virgen y a su comunidad fortalece los lazos familiares de sus miembros. Aquí, “La familia es el centro de intercambio de experiencias y transmisión de valores a las nuevas generaciones” (Osorio 2013, 363).

Otra cosa bonita también es que toda tu familia se une, porque toda tu familia te ayuda a hacer éste… “no pues yo vengo y te hago tamales, yo vengo y te hago el caldo, yo vengo y no sé qué”… entonces, la ayuda llega. Toda la ayuda llega. Y hay muchas bendiciones durante todo el año, muchas, muchas bendiciones. También hay muchas pruebas, pero es parte de, es parte de la fe y del culto a la Santísima Virgen (Primera tenanche, 2 de agosto de 2017).

En este sentido, se ha encontrado que, para acceder a los puestos, roles y jerarquías más altas dentro del sistema tradicional festivo, es necesario ser “natural” -originario del pueblo-. Es elemento necesario, pero no suficiente para ser considerado miembro activo de la comunidad; para ello es preciso participar en los rituales y prácticas sociales que dan vida a sus tradiciones. Así, un aspecto muy valorado por los pobladores es que todos se conocen y existe confianza entre vecinos, pues entre familias comparten educación con base en límites bien establecidos y valores basados en la religión.

Ahorita si gustan esperarse un ratito van a ver cómo se pone y cómo nos organizamos porque es de sacar sillas. Ahorita también tenemos que los vecinos nos prestaron su casa para guardar las sillas […] Es muy grupal de aquí de la calle, la gente está muy satisfecha de que: “qué bonito” […] Tenemos esa dicha aquí en El Pueblito de tenernos todos… de servir a la Virgen y de venerarla […] En otras casas, en otras colonias no […] Aquí los vecinos cooperan en el sentido de que, pues dicen “ya llegué, pues me espero para meter mi auto” (Primer mayordomo, 2 de agosto de 2017).

En El Pueblito, ser originario, llamarse natural, es una insignia que se porta con la frente en alto, un distintivo frente a los demás, a los recién llegados, a “los que viven aquí, pero son de allá”. Hacer referencia a su origen y al de su familia, permite a los naturales formar parte de las festividades en su máxima expresión; los certifica para propagar su tradición; les permite trazar una línea simbólica entre lo propio y lo ajeno; les impide mezclarse y perder lo que cuidadosamente les fue heredado. El orgullo identitario contenido en ellos es el motor para adaptar su tradición a través de retos y dificultades que el espacio y el tiempo les han consignado, pero que han vencido y lo comparten con satisfacción.

La corporación en sí es una tradición, es una vida. Para nosotros es una vida. Todos nos conocemos. Extrañaríamos tanto cuete, banda, bailables, eso extrañaría, por completo todo. Este pueblo sería nada, sería callado, sería un pueblo fantasma […] De hecho El Pueblito es conocido por eso mismo, por las tradiciones más que nada. Eso es lo que más conocen de aquí de El Pueblito. Preguntan: “¿El Pueblito? ¡Ah!, el caldo del buey, el paseo del buey, la fiesta de febrero, la Virgen de El Pueblito”. De ahí en fuera poco se acordarían del cerrito, zona arqueológica. El Pueblito así, en general, es la Virgen, fiestas, tradiciones que siempre hay, fiestero. Nosotros somos conocidos como pueblo fiestero, todo el año estamos echando cuetes, escuchando bandas por todos lados (Flachico, 6 de agosto de 2017).

Quizá lo más importante para vincular este elemento con la producción de sentido es su “anclaje en las redes de sociabilidad y en las instituciones”, como advierte Giménez (2009), citando a Fossaert; puesto que “las redes de sociabilidad dan origen, como se ha visto, a una multiplicidad de grupos que no pueden disociarse de una espacialidad y una temporalidad determinadas. Todo grupo es siempre y simultáneamente un grupo ‘territorializado’” (Giménez 2009, 69). Estas redes e instituciones, en El Pueblito, están notablemente sedimentadas y retroalimentadas por prácticas sociales masivas y gratificantes que las hace receptivas de una sólida memoria colectiva, no sólo en el marco de las festividades, sino también en la vida cotidiana, que fortalece su cohesión e identidad y, al mismo tiempo, produce una proyección simbólica que favorece su reproducción.

Construcciones simbólicas y producción de sentido

La memoria colectiva ha sido un elemento social importante para generar construcciones simbólicas y sentido; es una ideación del pasado, una obra “de selección, de reconstrucción y, a veces, de transfiguración o de idealización […] el pasado no se reconstruye sólo en función de las necesidades del presente, sino también en función de la ideación del porvenir” (Giménez 2009, 63-64). También desempeña las funciones de legitimar las celebraciones, darles contenido y mantener los significados adquiridos.

El conocimiento de la historia del pueblo se trasmite por tradición oral de generación en generación, y sirve a sus habitantes para justificar y explicar el porqué de las cosas en la actualidad. Por consiguiente, es legítima y permite preservar su pasado y, por lo tanto, su realidad. Entre los habitantes se puede apreciar una insistente referencia al pasado. En sus discursos, se capta una memoria de la cual parten para imprimir ritualidad y revitalizar sus tradiciones. Como escribe Shils (1981, 329), la gratitud y el respeto que los miembros de las sociedades tradicionales sienten por los logros y las acciones de sus antepasados en los ámbitos familiar, religioso y social, significan pauta y ejemplo para realizar sus actividades.

En el Santuario de la Virgen de El Pueblito se encuentra el “camerín”: una sala que guarda las prendas que la Virgen ha portado a lo largo de su historia, sobre todo, aquellas que ha usado en eventos importantes para sus fieles. Ejemplo de estos eventos son la Coronación Pontificia de la Virgen en 1946, su proclamación como Patrona principal de la Ciudad Episcopal en 1948, su nombramiento como Patrona de los Toreros Queretanos en 1982, y su designación como Generala por las fuerzas militares (Castillo y Orvañanos 1987), entre muchos otros. Lo más significativo es que la gente conmemora estos momentos históricos de gran relevancia; incluso muchas personas conocen y recuerdan quién ha donado los vestidos a la imagen, para qué ocasión y en qué año.

Asimismo, hay acontecimientos y personajes que se recuerdan por siempre. Por ejemplo, para los pueblitecas es importante tener conciencia de quiénes han conformado las corporaciones y qué han realizado dentro de ellas, sobre todo, dentro de la mayordomía. En sus relatos recuerdan, a veces, con mucha precisión y a gran detalle, las actividades más relevantes de determinadas mayordomías, pero también los errores cometidos durante el año de dicho encargo. Posiblemente, esto sea uno de los tantos motivos por los cuales los integrantes de las mayordomías se empeñan tanto en realizar un buen papel, pues están seguros de que formarán parte de la memoria de su pueblo.

Anteriormente de 1980, era muy ritual, era exactamente nada más para los indios, para los nacidos en El Pueblito. A partir de los ochenta, la mayordomía cambió porque ahorita un licenciado que tiene 65 años que se llama Antonio, él la pidió con su mamá, él fue el primer mayordomo20 […] Entonces, en ese momento, surgió sus ideas nuevas de la gente nueva […] Antes era una bandita de 5 indios con sus trompetas, saxofón y sus flautitas, ésa era la gran banda […] Los pifaneros son los que tocan la flauta de carrizo con un tamborcito; eso era lo que acompañaba como música el Paseo del Buey […] A partir de ese momento trajo a la banda El Recodo y la instaló en un lado […] cerraron la calle e hicieron el fiestononón (Miembro de la Primera Danza, 25 de marzo de 2017).

En El Pueblito, como en otros pueblos, la conservación de los mitos es básica para organizar la memoria colectiva. Con sus narraciones, los habitantes construyen y afianzan su identidad de grupo, pues recuperan el pasado para comprender y explicar el presente. El momento histórico a partir del cual El Pueblito se define como pueblo es, sin duda, cuando en 1632 fray Nicolás de Zamora (franciscano) coloca la imagen de la Inmaculada Concepción -ahora Virgen de El Pueblito- al pie de la Pirámide de El Cerrito o Gran Cué (Castillo y Orvañanos 1987), evento que da origen a la tradicionalidad en la localidad.

De acuerdo con la tradición oral, los indígenas quedaron ensimismados al ver a la delicada figura esculpida por fray Sebastián de Gallegos (Bernal y Rivera 2017). A partir de ahí se configuró la creencia de que esta imagen fue el motivo de la efectiva evangelización, puesto que en las religiones indígenas se encuentra la figura femenina como Madre de los dioses, también como efigie del amor, de la fertilidad y de la abundancia (idem). De este modo, los indígenas vincularon dicha idea con la imagen de la Virgen Madre de Dios y, por tal motivo, abandonaron su idolatría e incluso construyeron, dentro de sus casas, oratorios para su adoración.

La Santísima Virgen, una vez que aparece o que la deposita fray Nicolás de Zamora a los pies de la pirámide o del Gran Cué, en el año 1632, a raíz de ahí, empieza a haber un cambio. Si recordamos, nosotros por las noches íbamos a adorar, pues teníamos nuestras deidades, no conocíamos la religión católica. A raíz de la Conquista también espiritual, llegan los frailes franciscanos y nos tratan de convertir, pero nosotros no queremos, no nos dejamos; aunque por las mañanas asistimos al catecismo, asistimos a misa o a otros santos sacramentos, por las tardes o por las noches nos dirigíamos nuevamente al cerrito a adorar a nuestros antepasados. Y de esa forma, el fray dice que ya cansados de que, pues no nos convertíamos, es cuando depositan a la Santísima Virgen ahí, y de ahí logramos un cambio, cuando sentíamos que, pues a nosotros se nos apareció, nosotros somos los dueños de ella, ¿no? Fue cuando nuestros antepasados ya abrazaron definitivamente la religión católica (Ex primer mayordomo, 10 de marzo de 2017).

En esta memoria colectiva existen interesantes mitos narrados por padres y abuelos de los actores, entre los cuales la evangelización de sus antepasados es el hito que más suscita el orgullo de formar parte de este pueblo y, por lo tanto, constituye la fuente de energía para continuarlo. También entre estos mitos destaca el de la resistencia de los indígenas de adoptar las formas de religión de los conquistadores, pues resistirse les significó la defensa de su territorio y evangelizarse significó someterse. La evangelización no fue fácil: fue cuestión de años y de una estrategia más bien cultural21 por parte de los franciscanos (Bernal y Rivera 2017).

Otro de los mitos más compartidos es aquel donde los informantes o interlocutores explican que sus antepasados creyeron que la Virgen se había aparecido al pie de la pirámide, y aunque actualmente no es común hablar de la aparición de la Virgen, muchos recuerdan que antiguamente así se creyó.

Mi mamá me decía que la Virgen no fue aparecida, fue puesta, eso nadie nos engaña. Se puso en la ermita, pero los indios de aquí unos la aceptaron y otros no. Entonces para no entrar en problemas, pues, pusieron a los dos, o sea, unos ídolos tradicionales y a la Virgen, y todos contentos. Pero vinieron los padres y no les gustó y les dijeron “si no la quieren nos la llevamos pa' Michoacán”, dice: “allá también tenemos misiones, entonces se va para allá”. Entonces, la gente dijo “no, ¿cómo que se la llevan? Mejor vamos a quitar los ídolos y dejamos la pura Virgen porque es más milagrosa”. Pero estos canijos indios pusieron a la Virgen, pero abajo pusieron a los ídolos […] Hay la teoría, porque todavía existe, de que la Virgen en su interior trae un ídolo, pero eso no es posible, ya la desestructuraron, ya la descompusieron y no… pero muchos traen ese pensamiento todavía, aun ahorita en estos días (Exmayordomo, en tres ocasiones, 23 de marzo de 2017).

De acuerdo con los informantes, participar en el sistema tradicional festivo puede significar distintas cosas para quienes lo hacen, pero predominantemente es un acto de veneración y de amor por la Virgen de El Pueblito.

Ilusión, amor. Yo creo que amor hacia ella. Sí, porque, así que yo diga que he andado con ella por una enfermedad, por cosas así, no […] Yo entré nada más por emoción, por el gusto de andar con ella… sirviéndole a ella. Sí, porque pues gracias a ella hasta ahorita no es por nada, pero mis hijos ya están grandes, ya son unos hombres. Enfermedades así fuertes, graves, no. A lo mejor una gripa. A lo mejor un vicio sí lo tienen, pero hasta ahí. Ahora sí que he andado yo con ella por ese gusto de andar con ella, por esa ilusión de servirle. Porque a lo mejor si un día ella me manda una enfermedad, a lo mejor es cuando le voy a decir: “tú sabes que yo te serví, te pido que me ayudes para salir de esto”. Pero hasta ahorita, que yo diga: “es que ando por un milagro que ella me hizo”, no, al contrario […] Pero no, yo le voy a ser franca, yo ando por ese agradecimiento de que ella nos da la vida, nos mantiene aquí con vida y de pie, porque eso es lo principal, que nos sintamos bien para estar aquí con muchas actividades y todo (Manda,22 23 de agosto de 2017).

Por otro lado, los entrevistados también expresan que es más bien una conducta tradicional, por costumbre, heredada de sus padres y antepasados. Shils (1981) propone que para una construcción cultural se retoman creencias y patrones de conducta que han sido descubiertos en el pasado y avalados por los antepasados como guías válidas y funcionales; gran parte de lo que el individuo conoce y contiene, proviene de sus ancestros, de su experiencia y de su rol como portadores de tradiciones.

Pues más que nada mira, por ejemplo, yo en mi casa, mi mamá fue primera tenanche hace como unos quince o veinte años. Entonces tú vas viendo qué hacen, qué actividades hacen, en qué participan, y a ti te empieza a gustar, te va gustando. Y también porque es la fe; entonces las familias, los papás, les van inculcando a los niños pues el amor a la Virgen, el culto a la Santísima Virgen, a Dios nuestro Señor, a querer al santuario. Entonces desde pequeñitos a ir a misa al santuario… y vas viendo actividades, y así se va transmitiendo de padres a hijos, luego hasta los nietos (Ex primera tenanche, 2 de agosto de 2017).

Algunos otros explican que participar es una forma de dar gracias a la Virgen por los milagros y los favores recibidos, así como la forma de realizar peticiones que van desde dar solución a problemas económicos, hasta pedir por la salud o para curar algún mal que se ha venido padeciendo. Esto puede verse concretamente con quienes participan en las Corporaciones de la Primera Danza y la Segunda Danza, que actúan en los “bailes de las promesas”.

En el caso mío, es una manera de darle gracias porque hace un tiempo tuve dos accidentes fuertes en el cual uno, pues, sí estuvo… estuve yéndome de aquí un ratito… entonces me regresaron… todavía no me querían allá arriba [risas] y ésta es una manera de darle gracias a Dios, a María Santísima, de que nos tenga todavía por aquí. Es eso, el agradecimiento […] Ésa es la manera por la cual yo participo en las corporaciones, de agradecimiento a la Santísima Virgen y primeramente a Dios que todavía estamos por aquí (Ex mayordomo, no originario de El Pueblito, 25 de julio de 2017).

En esta significación hay un elemento siempre presente: el ámbito familiar. Hay quienes visten y preparan a sus hijos para bailar por haberse recuperado de alguna enfermedad. Sobresalen también las anécdotas de mujeres que han tenido un embarazo complicado, o han tenido dificultades para quedar embarazadas; ellas encomiendan su embarazo a la Virgen y ella les concede la concepción y la salud de su hijo.

Yo creo mucho, tengo mucha fe y por ejemplo en Las Inditas yo empecé a bailar por una nieta. La iban a operar de corazón abierto porque el soplo no se le cerró con medicamento […] A mi nieta la iban a operar y le pedimos tanto a la Virgen, que nomás fue la laparoscópica, quedó bien […] Todo mundo oró, en la escuela, en el kínder, en la corporación, donde quiera pidiendo por ella, y salió bien. Muchachas que no pueden tener niños, 12 años, 15 años con tratamientos, bailan, y se embarazan. Quién sabe, pero se embarazan. Señoras con cáncer, recaen 2 o 3 veces y se libran del cáncer. Así yo conozco muchos, muchos milagros. No sé, será coincidencia, científicamente tendrá una respuesta, o qué sé yo, o es la fe. Dicen que tu mente te cura de todo, a lo mejor te lavaste el cerebro y tú mismo te curaste, qué sé yo. Pero es muy milagrosa la Virgen, a mí me concede todo lo que le pido, menos una cosa. Luego dicen “es que si te concede todo luego ya no vas a tener nada qué pedirle, te tiene que dejar esa piedrita en el zapato”, y es la única piedrita que tengo (Miembro de la Corporación de las Inditas, 21 de julio de 2017).

Otro significado que se hizo presente en los discursos, aunque se manifestó en menor medida, es que quienes participan, sobre todo, en la Corporación de la Mayordomía, se hacen acreedores al respeto y al reconocimiento del pueblo.

Es un cargo tan honroso […] aquí ser el primer mayordomo es muy respetable… también como en muchas partes de nuestro México, ¿no? de que está el mayordomo y todavía es muy respetado […] Pues aquí también en El Pueblito… por lo menos aquí en lo que es El Pueblito la zona centro… que cada vez nos van encerrando más, pero en nuestro núcleo pequeño […] El primer mayordomo es una persona muy importante, es una persona de respeto, es una persona de que: “Sí mayor, cómo no mayor”, “Hola qué tal, buenas tardes mayor”. Don Luis, es el que es primer mayordomo ahorita… a lo mejor me lo encuentro en la calle y no le digo: “Buenos días don Luis”, le digo “Buenos días mayor”. Así, pero todavía con ese respeto, entonces la gente todavía nos tiene ese respeto (Líder, ex primer mayordomo, 10 de marzo de 2017).

En El Pueblito, es motivo de orgullo y de prestigio tener un papel notorio dentro de las fiestas, porque representan un espacio y una oportunidad para demostrar poder a los invitados, tanto del pueblo como de fuera (Romano y Tolteca 2014). Esto se ha convertido en una fuerte motivación para ser protagonista de las fiestas, porque hay un conjunto de construcciones simbólicas que a través de los años han adquirido una fuerte carga de sentido en sus habitantes a través de la memoria colectiva.

De igual manera, el control y uso del territorio es otro elemento cultural por el cual se han forjado construcciones simbólicas, pues es un factor que posibilita la participación en las festividades de manera amplia y abierta. Así, la preparación de los escenarios, rituales, movilizaciones y encuentros, se realizan sin obstáculos, sin censuras; por ello, la tradición se yergue e irradia toda su potencial significación.

Como primer elemento generador de motivación está la identidad de los participantes. “El sentido de pertenencia e identidad, el de conciencia regional, al igual que el ejercicio de la ciudadanía y de acción ciudadana, sólo adquieren existencia real a partir de su expresión de territorialidad. En un mismo espacio se sobreponen múltiples territorialidades y múltiples lealtades” (Montañez y Delgado 1998, 123).

El manifiesto control que los grupos organizados tienen sobre el espacio central de la localidad, para sus celebraciones, supone un despliegue de poder físico y simbólico, el cual puede observarse especialmente en la generación de conflictos con los afectados por la realización de eventos.

Entrevistador: Y cuando cierran las calles y todo eso, ¿a la gente no le molesta?
Informante: Sí claro, pero ni modo… Aquí sí es… no puedo decir las palabras que decimos, pero… Los mandamos derechitos a… ni modo… o sea.
Entrevistador: ¿Nunca les ha pasado tener un enfrentamiento?
Informante: Sí, sí claro.
Entrevistador: ¿Y qué pasa?
Informante: Nos agarramos a golpes.
Entrevistador: ¿De verdad? ¿Con gente de fuera o los mismos vecinos?
Informante: Con gente de fuera y con los mismos vecinos. Lo que pasa es que en aquellos tiempos nadien [sic] pensaba en tener un coche. Ahorita ya todos tienen, aunque sea un cochecito, pero tienen, hay gente que tiene muchos. Si tienes coche, pues mételo o busca en dónde guardarlo. Entonces… a los mismos de aquí cómo se les ocurre ponerse al brinco o enojarse si saben cómo son las tradiciones, cómo son los días de fiesta, que no hay paso. Con la gente de fuera todavía se les explica, “dele la vuelta” o “espérenos en lo que pasa la procesión” y no hay problema. Ahorita afortunadamente nos apoya mucho el municipio con patrullas y no se ponen al brinco… Pero en aquel tiempo no había patrullas, entonces teníamos que correr a las esquinas a parar el tráfico para que no pasaran accidentes (Sargento23 de la Corporación de la Segunda Danza, 8 de agosto de 2017).

Tomas (2005) señala que muchas veces la identidad es delimitada geográficamente por medio de la exclusión de los que no pertenecen a un espacio. Y Santos (1990) puntualiza que el espacio es una forma de dominación y de lucha por intereses diversos; primero, porque sin el espacio otros elementos de dominación no serían posibles: “el espacio es un ‘capital durmiente’” (Tomas 2005, 164), pues en éste se llevan a cabo las representaciones y surgen los recursos para que los individuos puedan actuar para dar una significación sagrada, solemne, festiva o simplemente relacional.

Gracias a la relación simbólica que se crea con lo divino (por el paseo de las imágenes de los santos patronos), se delimita y se significa al territorio. En El Pueblito esto es evidente, puesto que el territorio político no es el mismo que el territorio religioso. El primero es más extenso y abarca más calles o incluso fraccionamientos cerrados de reciente construcción. El segundo funge como escenario principal durante la temporada festiva, y se delimita en su mayoría por “geosímbolos”: patrimonio arquitectónico y ecológico que, al ser reverenciado y referenciado de forma permanente por la comunidad, compone la memoria objetivada del pueblo (Giménez 2007).

Algunos de estos geosímbolos son el Santuario de La Virgen de El Pueblito, la Parroquia de San Francisco Galileo, las ermitas24, la casa del primer mayordomo y “El Gran Cué” o “Pirámide del Cerrito”, donde se colocó por primera vez a la Virgen para evangelizar a los indios otomíes.

Una muestra de la simbolización del territorio es que, en el pasado reciente, uno de los requisitos rigurosos para quien deseara ser primer mayordomo y recibir a la Virgen de los Naturales en su casa, era contar con domicilio fijo dentro del centro de El Pueblito; la zona delimitada por los geosímbolos anteriormente mencionados. Desde hace aproximadamente doce años, la convocatoria se ha abierto hasta las colonias Emiliano Zapata y Santa Bárbara, ambas vecinas de El Pueblito, con la intención de dar oportunidad de participación a los naturales que cambiaron su domicilio a dichos lugares.

Varios de los entrevistados explican que, aun expandiendo estos límites de participación para recibir a su Patrona, La Virgen de los Naturales no ha decidido ir más lejos, pues su deseo hasta ahora ha sido mantenerse en El Pueblito. “Esas circunstancias, por así llamarlas, extrañas ¿verdad?, nos hacen decir que: ‘bueno, si tú tienes fe en la Santísima Virgen no es de que hagas trampa, ella se va a donde se quiera ir y ya ella decidirá’” (Líder, ex primer mayordomo, 10 de marzo de 2017).

En los relatos de algunos exmiembros de la Corporación de la Mayordomía se encuentra la anécdota de cuando hace seis o siete años había dos postulantes que aspiraban al cargo de primer mayordomo; uno de ellos era una persona bien conocida por los votantes, reconocido por ser un hombre honesto, trabajador y buen participante en las festividades, un candidato que, de ganar por mayoría de votos, se llevaría por primera vez a la Virgen de los Naturales a la colonia Santa Bárbara. Asimismo, había un segundo aspirante, un hombre al que pocos conocían y al que poco se le había visto participar en las festividades de la Virgen. Para sorpresa de muchos, el segundo fue quien obtuvo el título de primer mayordomo. Se puede decir que, en este caso, ganó la intención de conservar a la Virgen dentro de El Pueblito.

Surgió otro candidato, así como que nadie… como que nunca ha entrado a la mayordomía y como que… nunca ha estado por aquí, nunca lo hemos visto participar, como que no se conocía. A la hora de la hora […] sorpresa que el que nadie conocía fue el que ganó y por amplio margen, y menos conocido que la otra persona que era de aquí del pueblo… entonces llegamos a la conclusión de que la misma gente, aunque tú seas bien conocido y muy famoso aquí en el pueblo y que aunque te conocen de que tú eres una gente bien, una persona buena y todo… pero: “si te llevaras a la Santísima Virgen, tú te la vas a querer llevar a Zapata…” pero está ese señor que casi no participa y que casi no lo conocemos, pero con tal de que se quede la Santísima Virgen aquí, todos votaron para que… y ganó este señor. Entonces la Santísima Virgen se quedó, no salió, no ha salido, entonces se sigue quedando aquí, se sigue quedando aquí […] Esto es porque no queríamos que la Virgen se fuera, no queríamos que se la llevaran […] aunque bueno, al final ella es la que mueve los corazones de quienes votamos y quien nos dice en donde quiere estar (Líder, ex primer mayordomo, 10 de marzo de 2017).

El creer que la Virgen debe permanecer en El Pueblito se ha interiorizado por la fuerza de la memoria colectiva y de la significación del territorio y su manejo. Con ello, se han forjado construcciones simbólicas que han producido un sentido pletórico en los actores sociales de la tradicionalidad, de tal modo que la mantienen perenne.

Consideramos que tres de las construcciones simbólicas más notables son las que se enlistan a continuación:

  1. La Virgen eligió a este pueblo para asentarse allí, para convertir a los naturales y a sus descendientes al catolicismo; para amarlos, protegerlos y bendecirlos de manera muy especial. Así, El Pueblito es su morada y allí debe de ser celosamente protegida y aclamada.
  2. En consecuencia, la Virgen debe ser correspondida con amor, agradecimiento y participación, expresados en los actos de culto y festividad, siempre guiados por los religiosos franciscanos que han evangelizado al pueblo.
  3. Tales celebraciones suponen la ejecución de actos donde se favorecen buenas relaciones familiares y vecinales, de amor, confianza, cooperación y solidaridad entre los habitantes del poblado. Por tanto, el intercambio de bienes físicos y simbólicos debe de estar siempre presente durante las conmemoraciones.

Estos elementos culturales entrañan un potente sentido de acción social, lo cual puede deducirse en al menos en cuatro aspectos captados en los discursos y en los relatos de los actores citados: de sentimiento, de lógica, de pasión y de teodicea. En cuanto al sentimiento, es patente el amor, respeto, veneración y agradecimiento, que los actores sociales expresan en los actos de tradicionalidad.

En términos de lógica, podemos identificar la idea de correspondencia entre la Virgen y sus devotos. La Virgen obra favores y milagros y los actores corresponden con la participación en el festejo tributado. Asimismo, la concepción de prestigio en los actores, cuando el hacerse notorio en los actos es un aliciente para ganar reconocimiento, respeto y autoridad.

La pasión puede observarse en el esmero, precisión y gusto durante la realización de los actos. Está presente en la inversión recurrente y masiva de los actores, tanto en tiempo, en arte y en recursos económicos para lograr el cabal cumplimiento de las celebraciones.

Por último, la teodicea se manifiesta en la argumentación apologética de los actores para ser parte de las conmemoraciones, porque se adentran en el marco de lo sagrado; su explicación siempre remite a lo sobrenatural, que es fuente trascendente de proyección social, porque la divinidad se hace presente y es necesario actuar para adorarla y agradarla.

Consideraciones finales

Con lo expresado hemos plasmado la interpretación de corte comprensivo-fenomenológico de la investigación sobre la tradicionalidad en la localidad de El Pueblito, como un acontecimiento de contraposición al proceso modernizador que ha tenido lugar en la zona metropolitana de Querétaro, y como resultado de un círculo virtuoso en el plano cultural de la sociedad puebliteca. Si bien puede decirse que se trata de una resistencia cultural o una reproducción ideológica en un sentido materialista, nuestro propósito aquí fue explicar cómo se produce el fenómeno de recurrencia en sus mecanismos subjetivos, básicamente a las percepciones de los grupos investigados y que responden a un sentido religioso, pero que descansan en elementos sociales que favorecen la cohesión e identidad sociales de sus habitantes.

Tal interpretación podría verse como un análisis con alta dosis de subjetividad o exageración, debido a lo “redondo” del resultado de la indagación. Por ello, sugerimos una consulta a las publicaciones y a los sitios locales de internet sobre la tradicionalidad de este lugar, así como a las opiniones generalizadas de gente de los municipios vecinos; dichos elementos llevarían a una provechosa ponderación del fenómeno estudiado.

Así, el círculo virtuoso propuesto parte de que la tradicionalidad está sustentada en la producción de un potente sentido de participación y en el lucimiento de los actos celebrativos. Dicho sentido es generado por las construcciones simbólicas que se han forjado centralmente por una vívida memoria colectiva y gran control sobre el territorio por parte de los actores, que han configurado una vasta cantidad de significados sobre el mito de fundación y sobre los hitos alrededor de la imagen de Nuestra Señora de El Pueblito, a través del tiempo.

De este modo, los significados y el sentido se van dando en la transmisión y en la preservación del estilo de vida con apego a las tradiciones religiosas del pueblo, que se refuerzan por medio de una rigurosa repetición de rituales y a través de un fuerte anclaje a discursos identitarios que son reiterados y respetados por generaciones. Por ello, la acción social de tradicionalidad se puede traducir en obligación, compromiso y gusto de guardar las formas, de mantener una manera de pensar conservadora y tradicional, acorde a un estilo de vida tan caro a la gente de esta población.

Por tanto, identificamos un proceso de objetivación por el aporte de las redes de sociabilidad, configuradas de manera institucional en las corporaciones, las asociaciones e innumerables grupos eclesiales afiliados al santuario desde el siglo XVII. Dichas instituciones han funcionado como centros de enseñanza; como impulsores de relaciones de amistad, parentesco e intercambio de bienes materiales y simbólicos; como ordenamiento de la vida cotidiana del pueblo y, desde luego, como estructura organizativa de las festividades sustentada en las prácticas sociales alrededor de los eventos festivos y de culto, como comidas colectivas, intercambios institucionalizados, lucidoras ceremonias para el nombramiento de cargos, inclusión de familiares en los actos y rituales de amistad y de cooperación vecinal.

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Notas

1 En el prólogo escrito por fray Eulalio Gómez Martínez para el libro Memoria fotográfica, Virgen de El Pueblito (2017, 10), se detalla que el gentilicio para las personas que viven en El Pueblito es el de “pueblitecas”.

2 “Los naturales” es como se autodenominan los originarios de El Pueblito, sobre todo, aquellos de ascendencia otomí cuyas familias les han traspasado la tradición y la obligación de participar dentro del sistema festivo en honor a la Virgen de El Pueblito.

3 Uno de los geosímbolos más representativos de la zona es la imponente pirámide del cerrito, la cual se estima fue construida entre los años 400 y 650 d. C. (Bernal y Rivera 2017); un elemento que ha sido tomado como una especial representación del pasado indígena. Lamentablemente, hasta el momento, no se tiene documentado el origen del Centro Ceremonial, pues no se contó con estudios arqueológicos científicos hasta el año de 1985 por parte del INAH (Hernández 1997).

4 Término relacionado con el de tradición, basado en el estudio de Shils (1981, 193-295), quien describe a una sociedad tradicional como una comunidad relativamente pequeña en población y en territorio; un lugar donde se observa un fuerte contraste hacia el cambio, donde domina la opinión comunal acerca de la conducta de sus miembros, llevando a sus habitantes hacia un consenso en creencias, que contienen tanto credos religiosos como pensamientos mágicos y devoción hacia la divinidad.

5 La investigación contuvo un trabajo de campo basado en la aplicación de entrevistas a profundidad con los principales participantes de las festividades tradicionales de El Pueblito, el rastreo de material publicado, así como en una serie de observaciones participantes durante los eventos y rituales más representativos para la comunidad, durante 13 meses.

6 Concepto central en el análisis de Weber, definida como acción con sentido mentado subjetivo del agente actor de la misma, referido a suscitar una conducta esperada de otros (Sánchez 1981, 56).

7 “Los pueblitecas son actores sociales en tanto logran sus objetivos. No son repetidores, sino que sus prácticas forman parte de un proceso de adaptación del cual se han valido para conformar una resistencia y resolver las constantes afrentas del cambio, de lo desconocido y de la otredad. Todo ello arraigado fuertemente al orgullo que para ellos representa ser Naturales de El Pueblito”.

8 Este término lo empleamos como derivación de intersubjetividad, propuesta por Schütz, que alude a un mundo de la vida cotidiana compartido, experimentado e interpretado por un grupo social (González de la Fe 2011 y Mora 2009).

9 “Las representaciones sociales son una forma de conocimiento socialmente elaborado y compartido, y orientada a la práctica, que contribuye a la construcción de una realidad común a un conjunto social” (Jodelet, citado por Giménez 2009, 33).

10 Se trata de una población que en muchos de los casos es autoempleada, es decir, cuenta con negocios propios como carnicerías, tiendas de abarrotes, fruterías o arrendatarios de locales en el mercado de la demarcación, tal y como lo han hecho saber los entrevistados. En otros casos, algunos de los actores se dedican a la construcción y a la albañilería en el caso de los hombres, y las mujeres a las labores domésticas.

11 Como señala Berger (1971), “Los hombres se olvidan de las cosas. Y por ello es necesario repetírselas una y otra vez [...] El ritual religioso ha sido un instrumento crucial de este proceso ‘recordatorio’. Una y otra vez este proceso hace presentes, a quienes participan en él, en las fundamentales definiciones de la realidad y las legitimaciones que a ellas corresponden” (Berger 1971, 67).

12 Ritual que consiste ofrecer obsequios de los que asumirán el cargo de mayordomía a los salientes.

13 El patío es el traje de manta tradicional del pueblo.

14 La imagen de la Virgen de los Naturales, conocida también como “Virgen de la Mayordomía”, “La Tenanchita” y “La Tamalera” (Castillo y Orvañanos 1987, 63), términos acuñados, de forma cariñosa, por los habitantes de la región, ya que esta figura es “La Virgen del Pueblo” (Bernal y Rivera 2017, 34). Ésta es la réplica dada a los naturales alrededor del año de 1736 como intercambio por la Virgen de El Pueblito original, cuando ésta fue transferida al santuario. Originalmente, la primera imagen, hoy conocida como la Virgen de El Pueblito, fue colocada a los pies de la Pirámide del Cerrito o “Gran Cué” alrededor del año de 1632 para lograr la conversión de los otomíes a la religión católica. Años después, con la construcción del santuario se les despojó de la imagen a los naturales quienes la resguardaban (idem).

15 “La Remuda” se le conoce al evento que se realiza el día del cambio de personas que constituyen la Corporación de la Mayordomía, y que se harán cargo del cuidado de la Virgen de El Pueblito de los Naturales o “Tenanchita” (Castillo y Orvañanos 1987, 66).

16 El manual oficial que sigue la Corporación de la Mayordomía en sus prácticas.

17 El capital para solventar las celebraciones lo obtienen los participantes por medio de las colectas realizadas por las corporaciones en todo el pueblo, pues son actores sociales muy bien organizados para solventar las fiestas. Se ha apreciado que los gastos, sobre todo, en el caso de los miembros de la mayordomía, tienen, ante todo, la intención de formarse una buena reputación en el pueblo. Por lo tanto, no se piensa que existan intereses de inversión económica con fines turísticos por parte de la gestión municipal, ya que ésta no incide como patrocinadora en las fiestas, ni tomando roles protagónicos, pero sí interés de legitimidad; lo hace velando por la seguridad de los asistentes a los eventos y de las áreas que se utilizan.

18 Con la cita anterior se pretende ilustrar la idea que tienen los pueblitecas sobre las formas de vida de la ciudad que se perciben como amenazantes. En la mayoría de las entrevistas se pudieron detectar discursos en torno a una preocupación por las formas de vida que se llevan a cabo en la ciudad y también una desconfianza generalizada hacia una otredad desconocida.

19 La Corporación de la Mayordomía, la más importante de las corporaciones por antigüedad y por número de responsabilidades, está compuesta por 12 hombres que poseen el título de mayordomos y 12 mujeres denominadas tenanches. Si bien, el rol del primer mayordomo y de la primera tenanche es el más relevante, pues son las cabezas de la corporación y los encargados de solventar económicamente las fiestas, los testimonios de los informantes apuntan que la labor del mayordomo y la tenanche número tres es la más codiciada, por lo tanto, son los primeros puestos en apartarse. El mayordomo y la tenanche número tres son los encargados de los sahumadores, es decir, esparcir el humo del incienso (“sahumerear”) en todos los eventos.

20 “Mayordomo” o “mayor” es el título que se da a los líderes de las corporaciones de la Mayordomía, la Primera Danza, la Segunda Danza y la Corporación del Gran Capitán y Gran Turco.

21 No así con Querétaro, en donde la conquista y dominación se dio en gran medida por la confianza y los lazos que se hicieron gracias a Conín, el indígena otomí fundador de Querétaro (Bernal y Rivera 2017).

22 Las “mandas” pertenecen a la Corporación de la Mayordomía. Éste es el nombre que se les da a las mujeres que durante todo un año se hacen cargo de la Virgen de los Naturales, o Tenanchita, mientras ésta permanece durante un año en la casa del primer mayordomo en turno. Entre las funciones de las mandas, está el mantener el lugar de la sede aseado, regar y cambiar los arreglos florales y estar al cuidado permanente de la Virgen desde las 8 hasta las 20 horas todo el año (Corporación de Mayordomos y Tenanches de Nuestra Señora del Pueblito de los Naturales 2012).

23 “Sargento” es el título que se da dentro de las corporaciones al encargado de la lanzar los cohetes durante los rituales, fiestas y recorridos tradicionales.

24 Las ermitas fueron las primeras construcciones que sirvieron para el culto religioso a la imagen de la Virgen de El Pueblito, antes de la construcción de su santuario.