Las letras y el oficio: Novohispanos en la imprenta. México y Puebla, siglo XVIII. Por Olivia Moreno Gamboa. México: Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto Mora, 2018, 332 pp.
Pablo Abascal Sherwell Raull
Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación
abascal_pablo@hotmail.com
La presente obra se escribió en un momento en que la historia del libro está teniendo un auge importante, tanto a nivel nacional como internacional. De esta forma, nació como fruto de una larga investigación que la autora comenzó a hacer desde la licenciatura, y que todavía tiene un enorme campo de estudio por delante en nuestro país, ya que como afirma: “La historia del libro en México es una disciplina joven con bases empíricas en proceso de construcción” (p. 11). Si bien sostiene que ya existen algunos trabajos que tratan sobre la imprenta, el comercio, y la circulación de libros en la Nueva España, son pocos los que se enfocan en los autores y sus lectores, por lo que es en este último rubro que dedica su investigación.
Esta obra demuestra que la historia del libro y de la imprenta no sólo nos adentra a la historia de los impresos per se, sino también a la historia de los letrados, de la educación, de la producción, la circulación y la recepción de saberes. Además, evidencia que estudiar la historia del impreso novohispano en el siglo XVIII significa adentrarse en el contexto de la Ilustración, en la historia de las pugnas entre las órdenes religiosas y el clero secular, al igual que del ascenso de los criollos a la cultura letrada y sus confrontaciones con los peninsulares. También denota el naciente papel de los laicos en la vida intelectual del virreinato, y de la secularización eclesiástica llevada a cabo por la dinastía borbónica.
Olivia Moreno Gamboa es doctora en historia por la Universidad Nacional Autónoma de México y especialista en la historia del impreso en el periodo virreinal y en el siglo XIX, temas en los cuales ha realizado diversas publicaciones. Actualmente es investigadora en el Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM. Las letras y el oficio: Novohispanos en la imprenta. México y Puebla, siglo XVIII es su último libro; nos adentra al mundo de la imprenta en las dos ciudades más importantes de la Nueva España en el siglo XVIII.
Su objetivo principal es reconstruir, analizar y demostrar cómo fue cambiando el perfil de los autores de la Nueva España a lo largo del siglo XVIII, a través de un estudio cualitativo de publicaciones en la Ciudad de México y Puebla, entre los años de 1701 y 1821. Para ello, la autora reconstruyó una comunidad literaria de 1730 personas, donde demuestra cómo en un principio la república literaria estuvo dominada por las órdenes mendicantes y los jesuitas, cuya importancia empezó a decaer a partir de la secularización llevada a cabo por la política borbónica a mediados del siglo. Después, el clero secular se convirtió en la elite letrada más importante del virreinato y los laicos comenzaron su ascenso, aunque nunca fueron mayoría en el periodo estudiado.
Es a partir de los registros que realizaron José Toribio Medina y José Mariano Beristáin de Souza en los siglos XIX y XX que se elaboró el libro, que rondan una cifra de 11,300 impresos en las dos ciudades estudiadas. Con ellos, la autora realizó diferentes bases de datos, que dividió según los autores y lugares de edición, haciendo también distintas tablas, gráficas comparativas, y al final, una sección de apéndices de los impresos.
Escrito desde la historia cultural, a lo largo del libro se hacen pequeñas distinciones con Francia y España, para situar la prensa del virreinato dentro del mundo Atlántico. A partir de ellas, la autora analiza por qué en Europa hubo más publicaciones que en América, cómo difería lo que se publicaba en estos dos continentes, y por qué el peso de la Iglesia en Nueva España influyó tanto en lo que se publicaba en el virreinato, a diferencia de lo que se publicó en el viejo continente, donde el peso de la Iglesia era menor.
De acuerdo con Moreno Gamboa, el papel colonial de la Nueva España se hizo evidente en la imprenta, ya que la mayoría de los libros que había en el virreinato eran importados de Europa, y lo que se imprimía aquí en el último siglo virreinal, consistía principalmente en impresos menores, los cuales incluían papelería oficial y social, además de pequeños libros, folletos, hojas volantes y periódicos políticos. Por ello, afirma que la competencia de la imprenta en América no giró en torno a la publicación de libros, sino por obtener el monopolio de lo que se imprimía.
Las letras y el oficio está dividido en dos partes, que constan de una introducción, seis capítulos, un epílogo, tres apéndices y bibliografía. La primera parte se titula “El negocio de la imprenta en Nueva España”, cuyos tres capítulos tratan cuál fue la importancia de la imprenta en el siglo XVIII novohispano; que cambios sufrió a lo largo de la centuria: qué tipo de publicaciones eran las que más se imprimían y cuál era su tamaño; los autores que publicaban; así como la presencia de la secularización en las publicaciones. Asimismo, la segunda parte, titulada “Autores y teatros literarios”, trata sobre los diferentes segmentos sociales y corporativos que publicaron; el cambio que sufrió la imprenta a partir de la crisis de las órdenes religiosas; y el ascenso de los clérigos y laicos a partir de 1760.
“La reconfiguración del negocio” es el primer capítulo, que analiza las condiciones de la actividad tipográfica en el virreinato, y las dificultades que hubo para abrir imprentas. También muestra los pleitos entre familias de impresores con las órdenes religiosas, y el control que la Corona ejerció en este oficio. La autora también muestra los cambios en la edición novohispana, pues, afirma que, a principios del siglo XVIII, la Real Universidad, los colegios del clero regular y los conventos de monjas fueron las principales corporaciones que utilizaron la imprenta para divulgar sus propias leyes, devociones, reglamentos o disposiciones oficiales. De esta forma, sostiene que las imprentas activas fueron mayores en los primeros 70 años del siglo XVIII, debido en parte a la expulsión de la Compañía de Jesús en 1767 que se llevó sus imprentas.
El segundo capítulo se titula “El perfil de la edición novohispana: ¿una producción multiplicada?”, en éste reconstruye la tendencia editorial de la Ciudad de México y Puebla; el perfil de la materialidad de los impresos; y la contribución de los autores a la imprenta novohispana. Demuestra cómo el crecimiento de impresos e imprentas en el virreinato fue lento y limitado a diferencia de Europa, ya que mientras en España existieron 222 imprentas en 49 ciudades durante el siglo XVIII, en Nueva España sólo hubo media docena. La autora subraya que es posible que la llegada masiva de libros europeos llevara a los novohispanos a focalizarse en la impresión de obras pequeñas, por lo que sólo se multiplicaron reimpresiones. Fue por ello que aquí existió un predominio de impresos medianos y pequeños, que la autora llama impresos populares, ya que consistían en cuadernillos, folletos, catecismos, cartillas y devocionarios. Éstos eran de bajo costo, se leían fácilmente y circulaban a gran velocidad.
El capítulo 3, “La dinámica de la población literaria. Secularización y laicización”, trata sobre la población de la república de las letras del virreinato, y su contribución a la edición novohispana. El sector más importante que publicaba era el de los hombres de la Iglesia, teniendo en un inicio el clero regular el protagonismo, sobre todo, jesuitas y franciscanos, cuya importancia decreció en las décadas de los sesenta y setenta debido a la política borbónica. Fue a partir de la secularización, que existió una cada vez mayor injerencia del clero secular en la república de las letras, y un ascenso paulatino de autores laicos.
El capítulo 4, “Apogeo y declive de los regulares”, gira en torno a los altibajos que sufrió el clero regular en la imprenta debido a la política de secularización. Moreno Gamboa subraya que quienes renovaron la producción literaria en el siglo XVIII fueron los colegios franciscanos de Propaganda Fide a partir de sus crónicas, y los jesuitas por la rica producción de textos de humanidades, oratoria sagrada, literatura piadosa, cartas edificantes, devocionarios y sermones, al igual que muchas reimpresiones de libros. No obstante, la secularización eclesiástica ocasionó que los impresos de los regulares sufrieran un declive, sobre todo, a partir la expulsión de los ignacianos.
El capítulo 5, “El ascenso de los clérigos seculares”, se enfoca en estudiar cómo los clérigos se convirtieron en la nueva fuerza cultural del virreinato después de la expulsión de los jesuitas. La mayoría de las publicaciones la realizaron miembros del alto clero de las tres diócesis más importantes del virreinato: México, Puebla y Michoacán. Lo que más publicaron fueron edictos y cartas pastorales, así como sermones, tratados, devocionarios y ejercicios piadosos.
El capítulo 6, “Un cambio finisecular: profesionistas laicos en las prensas”, habla sobre el crecimiento paulatino de los laicos en la prensa novohispana, quienes representaron poco más del 20 % de los casos analizados en este libro. La mayoría de estos autores tuvieron grados universitarios y estuvieron relacionados con las estructuras del Estado. Su ascenso se agudizó con la secularización, y los que más se hicieron presentes en las imprentas fueron los abogados y los médicos y, en menor medida, indios nobles. Los hombres de leyes publicaron obras de carácter profano, como alegaciones en derecho, y temas de política, educación, literatura y ciencia. Dentro de este grupo salieron los primeros editores y redactores de periódicos, folletos políticos y papeles subversivos. Por otra parte, los médicos que estaban en contra de la tradición, tuvieron que publicar fuera de la universidad, sobre todo, discursos y memorias.
Finalmente, el último capítulo, “En los márgenes de la edición novohispana”, cierra con un estudio sobre las lenguas del impreso además del español, figurando el latín y lenguas indígenas. Fueron los misioneros quienes se encargaron de llevar las lenguas a la imprenta. Entre las lenguas indígenas destacó el náhuatl, aunque también se publicaron obras en otras lenguas, algunas de lugares tan distantes como Asia, como gramáticas en tagalo y japonés. Por otra parte, el latín fue base de la cultura letrada y de la Iglesia católica hasta finales del siglo XVIII, por lo que fue el segundo idioma en importancia después del castellano. Por ello, la gran mayoría de estos libros fueron monopolio de las imprentas europeas, aunque aquí también se imprimieron algunas obras de liturgia y gramáticas para aprender latín.
Como conclusión, este libro es una obra básica para aquellos académicos que estén interesados en la historia del libro, del impreso, de la lectura, de la educación o de la Iglesia novohispana en el siglo XVIII. La gran cantidad de temas que aborda deja al lector ávido de profundizar más en los distintos temas que plantea, lo cual muestra que es una contribución dentro del enorme abanico de posibilidades que existen todavía por investigar. Como demuestra Moreno Gamboa en estas páginas, el proceso de secularización del clero es el antecedente de un nuevo sector laico que había nacido a finales del siglo XVIII, pero que todavía no se consolidaba. Ahondar más sobre este tema, es un asunto pendiente para investigaciones futuras.