Entangled Heritages: postcolonial perspectives on the uses of the past in Latin America. Por Olaf Kaltmeier y Mario Rufer (Eds.). Nueva York: Routledge, 2017, 200 p.
Adrián Acosta Castro
Centro INAH Jalisco
acostacastroadrian@gmail.com
https://orcid.org/0000-0002-6414-3209
Los estudios sobre los usos sociales y políticos del pasado, las políticas de memoria y las “producciones de historia” (Rufer, 2010),1como los rituales cívicos de conmemoración, los monumentos públicos o los museos nacionales, por nombrar solo algunos, son un campo de reflexión historiográfica que se ha desarrollado notablemente en las últimas décadas. Sin ser exhaustivos, se pueden distinguir tres corrientes principales en las investigaciones recientes sobre el tema. La primera se puede sintetizar a partir del concepto Invención de la Tradición, planteado por Hobsbawn y Ranger (1983) para referirse al conjunto de rituales conmemorativos y ceremonias, inventados en Gran Bretaña para legitimar al estado nacional en el siglo XIX, mediante la construcción de una narrativa coherente entre el pasado y el presente. La segunda busca analizar los procesos de memoria, a partir de una perspectiva dinámica de negociación y competencia entre narrativas que enfatiza la tensión constante entre la creación, preservación y destrucción de las distintas memorias que coexisten en el espacio imaginado como nación (Anderson, 1993). El contenido nacional antes dominante como narrativa y representación simbólica central en la constitución de las identidades colectivas modernas, cada vez compite más con otros usos de la memoria y las producciones de sentido sobre el pasado (Bodnar, 1992; Connerton, 1989; Hartog y Revel, 2001; Huyssen, 2002). La tercera corriente tiene como marco social de referencia el desvanecimiento de la “memoria colectiva”, como elemento dominante en las sociedades tradicionales (Halbwachs, 1950), que se está plegando hacia un nuevo régimen de memoria en el contexto de la modernidad tardía.2 Uno de los principales exponentes de esta corriente es Pierre Nora (1992), quien sostiene que “nos enfrentamos a una multiplicación de las memorias colectivas imposibles de unificar, pues no son ya recursos que apelen al linaje y la herencia, sino a la constitución de identidades particulares”. En este sentido, no sólo asistimos a la desaparición de los centros de memoria y los reemplazamos por lugares que se encuentran investidos del sentimiento residual de continuidad temporal.3
El libro que aquí reseñamos, Patrimonios enredados: perspectivas postcoloniales sobre los usos del pasado en América Latina (traducción propia), editado por Olaf Kaltmeier (investigador, docente y director del Center for Inter-American Studies de la Bielefeld University, Alemania) y Mario Rufer (profesor-investigador en la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, México), publicado en inglés en 2017 por la editorial Routledge, podría enmarcarse en esta genealogía de estudios sobre la memoria pública, los usos políticos del pasado y los estudios críticos del patrimonio. Los diez capítulos que conforman el libro fueron inicialmente discutidos en el marco de distintos encuentros y espacios académicos, como la conferencia bianual de la International Association on Inter-American Studies, en su edición del año 2012 realizada en Guadalajara, México, y en 2014 en Lima, Perú; además de la conferencia anual del Consejo Europeo de Investigaciones Sociales de América Latina (CEISAL), celebrada en Porto, Portugal, en su edición de 2013.
En conjunto, los trabajos nos ofrecen un importante balance sobre las distintas perspectivas y líneas de discusión en los estudios del patrimonio desde un enfoque que, además de su evidente adscripción al campo de los estudios postcoloniales, también podríamos definirlo como “postpatrimonial”. Lo anterior, para denotar el desbordamiento del concepto “patrimonio” en su acepción más tradicional en términos de la herencia, las tradiciones y los orígenes de lo nacional, oficialmente constituido como un ámbito exclusivo del estado, sus instituciones e intelectuales, hacia la configuración de agendas, narrativas e intereses de nuevos actores en el campo patrimonial. En las siguientes líneas presentaré una síntesis de las principales ideas, hipótesis y casos de estudio que el lector podrá encontrar a lo largo de la obra.
Patrimonios enredados, memorias enmarañadas
Frente a la expansión en el campo de estudios del patrimonio cultural a nivel global, Kaltmeier y Rufer (2017, p. 1) se preguntan si existe una especificidad en las fórmulas sobre cómo los procesos de patrimonialización, así como las políticas y narrativas del patrimonio son concebidas, explotadas, administradas, significadas y apropiadas en América Latina. En este sentido, tres preguntas clave que fueron formuladas de manera transversal para los ensayos son: ¿Cuál es la relación entre las narrativas de patrimonio/patrimonialización y la gestión comunitaria (administración de poblaciones)? ¿Cuáles son los vínculos entre la administración de “identidades permitidas” dentro del multiculturalismo neoliberal y la abrumadora necesidad de patrimonializar casi todo? Y finalmente, ¿Cuáles operaciones políticas son encapsuladas, cuando no escondidas, en la aparente dirección de hacer todo patrimonio? En este sentido, uno de los principales aportes del libro tiene que ver con establecer la relevancia que supone el análisis de las políticas de patrimonio y los usos de la memoria en la consolidación de los estados nacionales, además situar las disputas contemporáneas en torno a las resistencias, memorias escondidas, pasados ocultos o las políticas de la nostalgia que han configurado.
La historiografía reciente sobre el tema sugiere un consenso en la idea de que a partir del siglo XIX, los usos políticos y las narrativas del patrimonio fueron clave para la constitución de los estados nacionales modernos y sus políticas de identidad. Sin embargo, de acuerdo con los editores, en las sociedades postcoloniales de América Latina, el patrimonio fue concebido como un “regalo occidental” que configuró y gestionó las narrativas históricas de sus propios países. Por esto, los autores prefieren hablar de la ruptura colonial en términos de una historia compartida del patrimonio, común en su gramática básica, pero diferenciada en términos de colonizadores y colonizados, ya que en América Latina las sociedades fueron gestadas, administradas y reguladas políticamente en regímenes de poder moderno-coloniales (Quijano, 2000, en Kaltmeier y Rufer, 2017, p. 2). De acuerdo con esta idea, los editores enfatizan la necesidad de reconocer una continuidad histórica entre la conquista, el orden colonial y las repúblicas postcoloniales, que se extiende hasta la actualidad. Pero más que una continuidad pensada en términos estructuralistas, hablan de la necesidad de reconocer las continuidades miméticamente silenciadas, diluidas en los procesos de construcción de los “sujetos nacionales” y protegidas mediante las disciplinas que los construyeron, asumieron y practicaron como “nuevos órdenes políticos”, metamorfoseados en la aparente singularidad del sujeto nacional presente, configurado a partir de conceptos como autoctonía, tradición y patrimonio.
Este es precisamente el argumento planteado en “Commemorate, consecrate, demolish: thoughts about the Mexican Museum of Anthropology and its history”, capítulo de Frida Gorbach, incluido en el libro. De acuerdo con la autora, la historia del Museo Nacional de Antropología ha sido planteada por la historiografía de la antropología mexicana como la culminación de un largo proceso que inicia con la creación del Museo Nacional de México (1825), hasta llegar a la fundación del actual Museo Nacional de Antropología (1964). Desde esta perspectiva, el pasado prehispánico se plantea como el origen de la identidad nacional, mientras que los pueblos indígenas han sido sistemáticamente invisibilizados. Por tanto, 1964 representa un momento culminante para la antropología indigenista y postrevolucionaria en México, que tenía como baluarte la simbiosis entre ruinas, antropología y estado, a tal grado que se concibe y reconoce como el proceso mediante el cual el estado “expropió” las memorias sociales de los grupos indígenas, en nombre de la ciencia y la nación. En cualquier caso, como dice Gorbach, la forma del tiempo histórico ha sido determinada como una narrativa de los orígenes, con un camino único para navegar, teniendo al estado-nación en el centro y a la narrativa del patrimonio como la herramienta que asegura su futura perdurabilidad (Gorbach, 2017, p. 113).
Una hipótesis muy sugerente tiene que ver con la idea de que el patrimonio no existe a priori, ni antecede a las políticas y poéticas que lo constituyen. Por tanto, se pueden identificar cuando menos tres coyunturas o escenarios clave que posibilitan su existencia en tanto discurso y práctica política. En primer lugar, sugieren la idea de que el patrimonio constituyó un insumo central y estratégico para establecer los objetivos de los estados nacionales o supra estatales, así como de los de actores periféricos (comunidades rurales, indígenas, sectores identificados con ciertas causas sociopolíticas, etc…). Bajo esta idea se localizan los capítulos “Processes of heritagization of indigenous cultural manifestations: lines of debate, analytic axes, and methodological approaches” de Carolina Crespo, y “Making heritage - the materialization of the state and the expediency of music: the case of the cuarteto característico in Córdoba, Argentina” de Gustavo Blázquez.
Un segundo interés conceptual tiene que ver con los procesos mediante los cuales la noción de patrimonio es objetivado y convertido en un paradigma incuestionable a través del establecimiento de reglas, normas, guías, leyes, pero sobre todo, mediante la producción de un campo semántico que convierte al discurso patrimonial autorizado en un espacio incontrovertible, mediante dispositivos del lenguaje y la pedagogía cívica. Bajo este enfoque se encuentra el capítulo “¡Mexicanos al grito de guerra! How the himno nacional became part of Mexico’s heritage”, de Sarah Corona Berkin, y también “Is Spanish our language? Alfonso Reyes and the policies of language in postrevolutionary Mexico”, de María del Carmen de la Peza. Por otro lado, como lo expresa Sandra Rozental en su capítulo “Unearthing patrimonio: treasure and collectivity in San Miguel Coatlinchán”, las comunidades han aprendido y procesado que el patrimonio es algo potencialmente expropiable: algo que puede ser extraído, tomado o desaparecido. Sus principales cuestionamientos giran en torno a la manera en la que el patrimonio se ha sectorizado y se pregunta cómo afectan las regulaciones patrimoniales a los vínculos comunitarios.
Un tercer ámbito de discusión es la exploración de cómo las nociones y usos del patrimonio son transformados y actúan como transformadores de los actuales regímenes políticos en América Latina, especialmente en contextos neoliberales y post-neoliberales. Sobre este punto, los autores plantean tres dinámicas centrales: a) los procesos de mercantilización y la omnipresencia del mercado en casi todos los aspectos de la vida social se manifiestan en distintas maneras de “vender” lo patrimonial, no solo para el turismo, sino para hacer “productos culturales” y experiencias relacionadas con el patrimonio. Se ha producido una industria de la alteridad en donde la construcción de lo exótico sirve como un medio para entrar al mercado. Dos conceptos clave en este escenario son el “city branding” y el “nation branding”, entendidos como las fórmulas neoliberales para abordar temas de patrimonio (Kaltmeier y Rufer, 2017, p. 9). En esta perspectiva podemos enmarcar al capítulo “Cultural management and neoliberal governamentality: the participation of Peru in the Exhibition Inca-Kings of the Andes”, de Gisela Cánepa. b) Después de la Segunda Guerra Mundial se puede observar la emergencia de un campo transnacional del patrimonio con un amplio espectro de actores institucionales y nuevos expertos. Especialmente mediante el concepto de “patrimonio de la humanidad” y su consecuente extensión de monumentos, hacia áreas, paisajes y patrimonio inmaterial, configurando escenarios que han transformado las dinámicas sociales, culturales y políticas en los estados, las ciudades y las comunidades, como lo muestra María Celina Chocobare en su capítulo “Going back to the past or coming back from the past? Governmental policies and uses of the past in a Ranquel community in San Luis, Argentina”. C) La tercera dinámica se relaciona con la emergencia de discursos y regímenes post-neoliberales en algunos países latinoamericanos durante la primera década del siglo XXI, como es el caso de Venezuela, Ecuador y Bolivia. En estos países se han planteado discursos patrimoniales neo-nacionalistas relacionadas con las narrativas fundacionales del siglo XIX, estableciendo referencias hacia el panteón de héroes nacionales, como Simón Bolívar o Eloy Alfaro. No obstante, en el caso boliviano, el gobierno de Evo Morales planteó la refundación de la nación a través de un profundo proceso de descolonización y reinvención del patrimonio indígena que, según Kaltmeier y Rufer, podría conducir a una ruptura significativa en los patrones establecidos de las políticas postcoloniales de patrimonio en Latinoamérica.
Durante las últimas décadas surgieron nuevos debates en torno a subculturas, nuevas identidades urbanas, voces escondidas, discursos multiculturales, etc. En el capítulo “The ambivalence of tradition: heritage, time and violence in postcolonial contexts”, Mario Rufer argumenta que los discursos del multiculturalismo en sus distintas versiones han enfatizado la necesidad de reconocer a las distintas culturas que conviven en una misma comunidad imaginada como nación,4pero ¿Cuáles son las dimensiones políticas del desplazamiento de un discurso homogéneo de nación, hacia una pluralización de narrativas identitarias que coexisten y se expresan de distintas maneras? Este proceso ha llevado a la proliferación de nuevos agentes del patrimonio que se sitúan más allá del estado nación. Por tanto, el autor busca superar una visión autocontenida del patrimonio que intentaría construir una continuidad diacrónica en un territorio específico y, en su lugar, señala el carácter relacional del patrimonio, enfocándose en los flujos transnacionales y translocales de intercambio de ideas, conceptos y prácticas, así como en la creación de “zonas de contacto” (Pratt, 2010) en donde los significados del patrimonio son contestados y negociados.
Por el conjunto de ideas y reflexiones que se plantean a lo largo del trabajo, me parece una obra imprescindible para comprender cómo opera el campo patrimonial contemporáneo y aceptar la invitación de los autores a entender el carácter enredado y relacional del patrimonio, así como a repensar nuestros conceptos y categorías: “es necesario hablar de la cultura, no solo como un sistema, sino también como un recurso, no lidiar solamente con la historiografía, sino también con los ‘usos del pasado’, no hablar solo de Identidad, sino de procesos de identificación” (Kaltmeier y Rufer, 2017, p. 5).
Bibliografía
ANDERSON, B. (1993). Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y difusión del nacionalismo. Fondo de Cultura Económica.
BODNAR, J. (1992). Remaking America: Public Memory Commemoration and Patriotism in the Twentieth Century. Princeton University Press.
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HARTOG, F. y REVEL, J. (2001). Les usages politiques du passé. Editions de L´École des Hautes Études en Sciences Sociales.
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RUFER, M. (2010). La nación en escenas. Memoria pública y usos del pasado en contextos poscoloniales. El Colegio de México.
Notas
1 De acuerdo con Mario Rufer, el término “producción de historia” es un concepto acuñado por el africanista David W. Cohen para referirse a estos artefactos, narrativas, puestas en escena, himnos nacionales y demás producciones públicas del pasado, no tanto desde su función como legitimadoras y reguladoras de las historias nacionales, sino desde su función productiva en tanto elementos que permiten analizar las dimensiones políticas que subyacen en las luchas por las interpretaciones y reevaluaciones del pasado (Rufer, 2010, p. 31).
2 La “modernidad tardía” ha sido adjetivada de múltiples maneras: radical, posmodernismo, de riesgo, fluida, líquida, evanescente y hasta gaseosa. No obstante, para efectos del presente trabajo, la entendemos de acuerdo a la caracterización planteada por Moya y Olvera (2010, p. 448): “1) la expansión de las interdependencias por todo el globo terráqueo, 2) la ausencia de un centro político-social, 3) la desterritorialización del capitalismo, 4) la intensificación de los procesos migratorios a nivel planetario, 5) la erosión de las categorías colectivas clase, estado, familia, nación, contrato y ciudadanía, 6) la diversificación de los marcos de sentido y de los modos de vida, 7) la profundización de los procesos de individuación y de individualización, 8) el recorte de los plazos de ‘adaptación’ a los cambios, sobre todo de orden técnico, 9) la contracción del horizonte de futuro y la compactación del espacio y el tiempo”.
3 Es lo que Nora entiende como lugares de memoria, definidos como materiales, funcionales y simbólicos a la vez, además como espacios en donde el pasado se encuentra retomado en el presente. No están dados, sino que son construidos y reconstruidos sin cesar, articulan varias memorias y están vivos sólo en la medida en que estos lugares son retomados, revisitados, reeditados y remodelados (Moya y Olvera, 2010, p. 443).
4 Su trabajo contrapone las narrativas del Museo Nacional de Antropología de México, con el análisis de algunas narrativas locales construidas en el marco del Programa Nacional de Museos Comunitarios, implementado en la década de 1990 por el Instituto Nacional de Antropología e Historia.