La sal y la plata. Trabajo y cultura en la construcción regional del México neoliberal. Por Inés Isabel Cortés Campos. México: Publicaciones de La Casa Chata, Ciesas, El Colegio de Michoacán, 2018, 308 pp.
Jorge Uzeta
El Colegio de Michoacán
jorgeuzeta@colmich.edu.mx
La publicación que nos ocupa, y que en su momento fue galardonada con el premio Fray Bernardino de Sahagún a la mejor tesis de Doctorado en Etnología y Antropología social por el INAH, resulta sumamente original e interesante: ubicando al neoliberalismo como problema antropológico, Cortés intenta y logra la comparación de lo que identifica y expone como dos campos sociales articulados por la explotación capitalista de sal y plata, y cuyo desarrollo desigual -nos dice- ha creado centros y periferias productivas al interior de dos espacios regionales específicos (pp. 26-27). En este sentido, y a lo largo de dos apartados que organizan un puñado de capítulos, un epílogo comparativo y un par de anexos sobre cuestiones técnicas y terminológicas asociadas con la minería, Cortés vincula coherentemente las perspectivas teóricas derivadas de la economía política (Wolf, Mintz, Gledhill, etcétera) con los aportes analíticos sobre la selectividad cultural y la economía moral (R. Williams y J. Scott respectivamente) en el marco de la construcción “localmente desigual” de la hegemonía política (Joseph y Nugent, Roseberry).
Uno de los asuntos más interesantes en el trabajo de Cortés es el argumento de que las culturas regionales desarrolladas en torno a Fresnillo, Zacatecas, y a la costa oriental de Yucatán, han estado involucradas en la definición de las resistencias obreras, pero sobre todo en las diferentes reglamentaciones laborales que aluden a formas históricamente específicas de control social sobre el trabajo. Esto último, que resulta nodal en la generación de centros y periferias laborales, supone el papel funcional de las actividades cotidianas en la adecuación de los sistemas de explotación y en la acumulación de capital. Aunque el objetivo de Cortés es el análisis de estos asuntos a partir del periodo neoliberal, por necesidad de su propio argumento la investigación los atiende en términos procesuales y prácticamente desde la consolidación de los campos sociales de su interés.
Así, hay que destacar el notable análisis antropológico e histórico que realiza sobre las formas cotidianas de organización social del trabajo y sobre las prácticas jurídicas y simbólicas involucradas en las distintas relaciones de producción. Su etnografía multisituada, precisa y sólidamente apoyada por un amplio manejo de la literatura y hemerografía regionales, le permite identificar los recursos y obstáculos culturales de las clases trabajadoras, las sucesivas oleadas de modernización tecnológica, y las relaciones de poder político que en distintos momentos trascendieron los límites de lo regional para mezclarse con la definición de sucesivas formaciones estatales (liberal, posrevolucionaria, neoliberal).
Gracias a la notable descripción de las prácticas y relaciones laborales, así como de sus transformaciones ante la continua tecnificación de los procesos, Cortés logra identificar y problematizar el surgimiento, actualización y -en su caso- declive de numerosos grupos sociales y de los vínculos que los posibilitaban. En esos términos, muestra que las diversas formas de regulación ligadas a la modernización de las explotaciones industriales han estado asociadas con la compleja interacción entre el empresariado, las fuerzas políticas que construyen al Estado, y obreros de muy distintos perfiles.
Con referencia a la extracción de metales en la zona de Fresnillo, Cortés identifica y analiza los procesos que fueron definiendo al sector minero a lo largo de un extenso periodo. Se trata de una historia etnográfica muy lograda que culmina con la presentación y el análisis de las formas de control que acompañaron a la reorganización laboral neoliberal. En este sentido, resultan elocuentes las expresiones de resistencia y negociación registradas en campo, que fueron atacadas y constreñidas a partir de una nueva distribución del trabajo que incluyó fuertes ajustes en las categorías laborales. Con el ejemplo del sector informal y periférico de los gambusinos, la autora muestra dos cuestiones muy relevantes para su argumento: primero, que en su momento todas las formas de organización laboral, incluyendo las colaterales, fueron aprovechadas empresarialmente hasta que la reorganización neoliberal del trabajo, ligada a capitales internacionales en el sector, obligó a su desaparición; segundo, que las ideologías nacionalistas de derechos y propiedad sobre los recursos del subsuelo lograron proveer de ciertos matices de resistencia a sectores subordinados, pero sin que eso impidiera su explotación laboral. En paralelo, otro elemento notable es la manera en que expone el desplazamiento de las responsabilidades laborales: de la empresa al sindicato y finalmente a los trabajadores, haciéndolos partícipes de una ideología empresarial de seguridad laboral que idealmente redunda en beneficios compartidos. La responsabilidad y el cuidado de la fuerza de trabajo por parte de los propios mineros han avanzado cotidianamente a través de diversos recursos simbólicos (procesiones, premiaciones, etcétera), siendo finalmente asumida como una tarea obvia o de sentido común por las generaciones más recientes de obreros.
En relación con la producción salinera de Yucatán, Cortés explica la configuración del campo social a través de los antecedentes productivos regionales, sobre todo, de los contradictorios vínculos políticos de los grupos económicamente dominantes en la entidad frente a los representantes del proyecto nacionalista de la posrevolución. Estas relaciones no sólo detonaron una redefinición laboral y distintas formas de intermediación, sino que permitieron que una familia de pequeños empresarios salineros lograra convertir las iniciativas jurídicas del cardenismo, empeñadas en la protección y regulación del mercado nacional de la sal, en impulsoras de su propia iniciativa privada y en palanca para la formación de un enclave salinero en la zona de Las Coloradas. Aún con las rupturas que acompañaron ese proceso, Cortés argumenta que la economía moral asociada con las viejas plantaciones de hacienda encontró un ámbito de reproducción en la industria salinera de enclave, incluso una vez que los trabajadores lograron la tardía formación de un sindicato realmente representativo. Asimismo, muestra cómo las relaciones logradas por los dueños del pueblo salinero y los propios quehaceres costeros facilitaron la transformación de las localidades colindantes en una periferia de pequeños productores de sal cuya marginalidad acrecienta hasta el día de hoy la centralidad y los beneficios de la producción empresarial de enclave en el mercado nacional.
En este caso, lo mismo que en el de la plata, el análisis de Cortés muestra que las legislaciones federales, sumadas a la selectividad cultural de los propios trabajadores, tuvieron impactos contradictorios y paradójicos al revelarse como factores funcionales en la definición de núcleos y márgenes, en el deterioro de las condiciones de vida regionales y, consecuentemente, en la acumulación ampliada de capital.
En la parte final, Cortés realiza un ejercicio de comparación entre campos sociales, identificando semejanzas y diferencias en términos de la asociación entre la reglamentación laboral y las prácticas culturales. Aquí subraya las rupturas tanto como las continuidades laborales implicadas en los desarrollos diferenciales de las industrias respectivas: entre otros, apunta sus similitudes en los procesos neoliberales de jerarquización en la organización del trabajo; en la construcción de centros y periferias; en la transferencia de responsabilidades al trabajador mediante el sindicalismo; y en la incorporación de ideologías nacionales en las culturas laborales. Por lo que respecta a sus contrastes, destaca las relaciones particulares de Fresnillo y la costa oriente de Yucatán con la formación del Estado posrevolucionario en el sentido de que los sectores regionales yucatecos estuvieron directamente implicados en la conformación de la industria, a diferencia de la minería fresnillense, dependiente en su momento de capitales nacionales y, posteriormente, extranjeros. En esta última, además, identifica la inexistencia de una economía moral funcional a la acumulación.
En suma, se trata de un trabajo muy logrado, que utiliza un utillaje conceptual complejo dado su enfoque global, y lo enlaza de manera coherente con un modelo analítico que le permite identificar etnográficamente clases y arreglos culturales regionales, así como el impacto en ellas de la construcción de diferentes ideologías y formaciones estatales. En los dos casos de estudio, las prácticas, relaciones y actividades involucradas en los procesos de trabajo, así como sus sucesivas reorganizaciones, están expuestas con nitidez sin que esto vaya en detrimento de su complejidad. Un mérito no menor es que tanto el análisis como la etnografía de Cortés están siempre referidos a sus presupuestos y a su enfoque teórico, lo que redunda en la elocuencia de su exposición. La lectura analítica, por lo demás, es sofisticada y rica en matices.
Considerando lo dicho, el volumen presenta una magnífica oportunidad para revalorar las ventajas analíticas que permiten los análisis regionales contrastados, pero también para discutir la acusada movilidad individual al interior de algunos grupos laborales poco consolidados, las paradojas inherentes a sus formas de resistencia -en especial, lo que parece una recurrente incapacidad para generar cambios en su propio beneficio- y, en suma, la dramática debilidad política de clases trabajadoras concretas frente a las transformaciones neoliberales.