La epidemia de tifo y la guerra insurgente en el oriente de Michoacán, 1813-1814
The Typhus Epidemic and the Insurgent War in Eastern Michoacán, 1813-1814
José Gustavo González Flores
Universidad Autónoma de Coahuila
minerito3@hotmail.com
Fecha de recepción: 9 de agosto de 2018
Fecha de aprobación: 15 de enero de 2019
RESUMEN: El lustro de 1810-1815 es recordado por la historiografía como el periodo en que inició el movimiento insurgente del cura Miguel Hidalgo. Este fenómeno histórico ha acaparado la atención de la mayoría de los estudios históricos, pero ignora una terrible epidemia que asoló a la entonces Nueva España: las fiebres epidémicas o el tifo de 1812-1814. El objetivo de este trabajo es hacer un análisis demográfico de esta epidemia a partir de los casos de tres parroquias del oriente del obispado de Michoacán. Las acciones de la guerra y la epidemia son dos factores que deben ser consideradas para entender este momento histórico. Mientras la población enfermaba, la guerra dispersaba la enfermedad debido a los movimientos de soldados y la gente que huía de la guerra.
Palabras clave: Epidemias, tifo, guerra, insurgencia, Michoacán.
ABSTRACT: Historiography recalls the five-year period, 1810-1815, as the time when the priest Miguel Hidalgo’s insurgent movement began. While this historical phenomenon has captured the attention of many historical studies, they have omitted the terrible epidemic that ravaged New Spain around the same time; that is, the outbreak of fevers or typhus in 1812-1814. The objective of this study is to develop a demographic analysis of this epidemic based on cases from three parishes in the eastern area of the bishopric of Michoacán. The actions of war and this epidemic are two factors that must be considered if we are to fully understand this historical moment, since more and more people fell ill as the actions of war spread the disease through the constant movement of soldiers and populations fleeing from battle zones.
Keywords: Epidemics, typhus, war, insurgence, Michoacán.
Introducción
El presente estudio tiene la finalidad de analizar la sobremortalidad acaecida entre los años de 1813 y 1814 en los casos de Tlalpujahua, Maravatío y Taximaroa. Estas parroquias estaban asentadas en el centro oriente del obispado de Michoacán, la primera era un centro minero; en las dos últimas, las actividades económicas preponderantes eran la agricultura y la ganadería. Estas parroquias se erigieron desde el siglo XVI y eran las más densamente pobladas de toda la zona.
La sobremortalidad tuvo como causa principal una epidemia cuya incidencia fue más fuerte en la población adulta. En algunos lugares fue calificada como fiebres misteriosas, aunque varios mencionan que se trató de una epidemia de tifo debido a su sintomatología. De acuerdo con algunas fuentes novohispanas citadas en distintos estudios, los principales síntomas descritos durante las epidemias de matlazahuatl, tabardillo o fiebres eran temperatura elevada, pequeños granos o salpullido, flujo de sangre por la nariz, boca y oídos, disentería, dolor de estómago, entre otros.1 De acuerdo con los síntomas y su incidencia en la población adulta, se ha asociado esta enfermedad epidémica de las fiebres al tifo.
Esta enfermedad es transmitida por microorganismos denominados Rickettsias y hay dos tipos, la Rickettsia typhi y la Rickettsia prowasekii. El primero provocaba el tifo murino que era transmitido por las pulgas de las ratas y el segundo se transmitía por medio de los piojos de los humanos. El tifo murino no fue la causa de las grandes epidemias novohispanas debido a que se requería contacto constante del vector transmisor: la rata y sus pulgas. En dado caso que ocurriera el contagio, las pulgas de las ratas no sobrevivían demasiado tiempo porque la temperatura del cuerpo humano ni su sangre eran los adecuados para su supervivencia. Por esta razón, la letalidad del tifo murino apenas alcanzaba el 20 %. En cambio, el tifo humano, transmitido por la Rickettsia prowasekii a través de los piojos de los humanos, alcanzaba el 70 % de letalidad y su contagio se podía dar de hombre a hombre de manera directa mediante el traspaso de piojos, algo muy común en las sociedades del Antiguo Régimen.2
La epidemia de fiebres de 1813-1814 no fue la primera que afectó a la población de los casos estudiados. Las epidemias con incidencia en la población adulta atribuidas al tifo se presentaron a lo largo del periodo colonial. Desde el siglo XVI en algunas crónicas señalaron algunas enfermedades epidémicas atribuidas a este mal, siendo la más conocida la de 1576. A partir de finales del siglo XVII se han estudiado más constantemente las sobremortalidades gracias a la sistematización de los registros parroquiales de entierros. A fines del siglo XVII, en el año de 1693 se han detectado para algunos casos de Michoacán la presencia de epidemias de tabardillo.3
En el año de 1736 se presentó la epidemia de matlazahuatl, una de las más funestas de todo el periodo. Esta epidemia ha sido estudiada para varios casos de la Nueva España, siendo los primeros estudios los de Miguel Ángel Cuenya para Puebla y América Molina para toda la Nueva España. En el oriente, esta epidemia hizo su arribo a mediados de 1737 y permaneció por cerca de un año convirtiéndose en una de las epidemias más fuertes del periodo colonial, tal como en otros casos del centro de la Nueva España. En Taximaroa, por ejemplo, los muertos sólo en el año de 1738 fueron más de 700, doce veces más que en años anteriores sin epidemia.4
Otra de las epidemias reconocidas como de tifo que afectaron a la población de la región fue la de 1763, aunque no fue tan fuerte como la de 1737-1738. Lo que la hizo relevante fue que un año anterior había impactado una epidemia de viruela. En el año de 1786, nuevamente hubo otra epidemia que afectó más a los adultos que a los niños, por lo que se asocia al tifo. Esta epidemia llegó en uno de los peores momentos en términos sociodemográficos; fue antecedida por la viruela de 1780 y otra infantil en 1785, además de una sequía que provocó una de las crisis de subsistencia más documentadas del periodo colonial michoacano. La epidemia anterior a la de 1813-1814, posiblemente, sea la que se suscitó en 1798 junto con una de viruela. Durante la primera década del siglo XIX, no hubo en la zona oriente del obispado de Michoacán ninguna epidemia de tifo hasta 1813-1814 cuando se presentó la de fiebres o tifo que se aborda en este estudio.
Esta epidemia se desarrolló en el contexto del movimiento insurgente iniciado por el cura Miguel Hidalgo en septiembre de 1810 y que se prolongó con cierta importancia hasta mediados de dicha década. Durante este tiempo, la guerra tuvo un papel muy activo en el oriente del obispado, justo en el perímetro entre la Ciudad de México y Valladolid, donde se encontraban las parroquias de Tlalpujahua, Maravatío y Taximaroa. La guerra provocó el traslado constante de tropas, tanto realistas como de los insurgentes, lo cual potenciaría la propagación de la enfermedad del tifo entre 1813 y 1814 cuyo origen se presume que fue en el famoso sitio de Cuautla de 1812.5 Como el objetivo de este estudio es analizar las consecuencias mortales de la epidemia de tifo, no se analizarán pormenorizadamente los sucesos de la guerra, sino algunos de los eventos donde hubo traslado de tropas por el lugar y las muertes de soldados y forasteros registradas en los libros de entierros de las parroquias señaladas que dejaron huella de la guerra y la epidemia.
El área de estudio: El centro oriente del obispado de Michoacán
Los casos de este estudio cubren un espacio geográfico situado en el centro oriente del obispado de Michoacán. Dicho espacio corresponde a una zona periférica o de frontera desde tiempos prehispánicos. En el periodo prehispánico representó, hacia el oriente, los confines del señorío tarasco ante los territorios del imperio mexica. Hacia el norte era el límite de lo que se denominó como el territorio inhóspito chichimeca, por tanto, era una zona donde confluían distintos grupos étnicos6 que entraban y salían de los dominios tarascos.
Según Carlos Paredes, esta zona la integraban varios “corredores culturales” que enlazaban el altiplano central y el Occidente.7 Tiempo después hubo otras oleadas de otomíes, mazahuas y matlazincas, quienes llegaron en tiempos de Tariácuri (1360-1420) al ahora llamado “oriente michoacano”8 procedentes del altiplano central buscando asilo y mejores condiciones de vida ante el expansionismo y opresión a la que eran sometidos por los mexicas.9 Hacia 1450, los tarascos conquistaron el oriente según lo relata la Relación de Michoacán.10 Para ese entonces se expandieron, al mismo tiempo, los tarascos y los mexicas hacia la región de estudio. El Oriente de Michoacán, desde Maravatío hasta Huetamo e inclusive la costa cerca de Zacatula, quedó entre dos fuegos. El antiguo escenario de tránsito y de intensas relaciones multiculturales se transformó en tierra de guerra y zona de frontera.11
En el año de 1534, luego de la incursión militar y cultural española, se creó el obispado de Michoacán, cuya frontera oriental emuló a la preestablecida en los otrora territorios tarasco y mexica.12 En las inmediaciones de dicha frontera, entre el obispado de Michoacán y el arzobispado de México, se erigieron las parroquias de Taximaroa y Maravatío, cuyas cabeceras habían sido los pueblos más densamente poblados de la zona en ese entonces. Tlalpujahua, por su parte, adquirió mucha importancia a partir del descubrimiento de las minas en 1558.13 La erección de estas tres parroquias ocurrió hacia la segunda mitad del siglo XVI, sin embargo, su jurisdicción permaneció casi sin movimientos después de entrado el siglo XVII y hasta fines de la época colonial.
La jurisdicción de las tres parroquias de este estudio alcanzaban alrededor de 1,600 km2 dentro del cuadrante geográfico que forman los 19º 22' y los 19º 58' de latitud norte, con relación a los 100º 28' y los 100º 10' longitud oeste, en lo que se puede decir que era el centro oriente del obispado de Michoacán, desde oriente a poniente abarcaba desde la sierra Angangueo hasta la zona montañosa de Mil Cumbres, y de norte a sur abarcaba desde el río Lerma y el Bajío michoacano hasta Chapatuato, Agostitlán y el río Taximaroa, casi colindando con la llamada “Tierra Caliente michoacana”.
La más sureña de las tres parroquias de estudio era la de Taximaroa,14 cuyos límites hacia el meridión llegaban hasta Chapatuato, en el suroeste y el valle de Jaripeo y el río Taximaroa hacia el sureste. Los pueblos de indios bajo su jurisdicción eran San Bartolo Cuitareo, San Matías Cataracua, San Pedro Jacuaro, San Lucas Huarirapeo y San Lorenzo Queréndaro. Dentro de la misma jurisdicción se encontraban un cúmulo de haciendas y ranchos apostados principalmente en los valles de Jacuaro y Jaripeo. La parroquia de Maravatío se encontraba al norte de la de Taximaroa, muy cerca del río Lerma, que separaba desde antaño los dominios tarascos y la región del Bajío. En su jurisdicción estaban los pueblos de indios de Tungareo, San Miguel el Alto y Tupátaro, además de los asentamientos indígenas de Tzintzingareo, Aporo, Epunguio, Senguio, Paquisiguato, Pateo, Guapamacataro, Tarimoro, Zináparo e Irimbo. Este último pueblo se constituyó como parroquia a mediados del siglo XVIII. También estaban a cargo de la parroquia de Maravatío algunas haciendas y ranchos de los alrededores.15 Finalmente, gracias a que la parroquia de Tlalpujahua fue gradualmente expandiéndose subordinó los pueblos de Tlacotepec, Tlalpujahuilla, Santa María, Tarimangacho, Tupátaro y algunas haciendas tales como la de Tepetongo.16
En términos socioeconómicos, esta área se convirtió en una zona estratégica que comunicaba el centro de la Nueva España con Valladolid, pero también era una ruta para llegar al Bajío y a la Nueva Galicia, por tanto, era una zona de trasiego de personas y mercancías que adquirió una importancia relevante en todo el periodo novohispano. Los dos caminos reales que comunicaban el valle de México con Valladolid y Nueva Galicia atravesaban las parroquias de estudio. El derrotero del norte, por ejemplo, pasaba por las minas de Tlalpujahua y Maravatío, para de ahí seguir por Ucareo, Zinapécuaro, Indaparapeo, Tarímbaro hasta llegar a Valladolid y posteriormente la Villa de Zamora, La Barca y llegar a Guadalajara. El camino real del sureste, por su parte, atravesaba Zitácuaro, Tuxpan y Taximaroa, continuando por Taimeo, Indaparapeo, Charo y Valladolid y finalmente llegaba a Guadalajara a través de Jiquilpan y Cojumatlán17 (mapa 1).
Mapa 1. Jurisdicción de las parroquias de Maravatío, Taximaroa y Tlalpujahua
Fuente: elaboración propia a partir de los libros de bautismos de las parroquias de Maravatío, Taximaroa y Tlalpujahua años 1800-1815.
Ruta de propagación de la epidemia de tifo y el traslado de tropas durante la guerra insurgente
El trasiego por esta zona de paso no sólo fue de personas y mercancías, sino también de enfermedades epidémicas. Durante la época colonial, varias epidemias habían azotado de forma general a toda la Nueva España. Ante la carencia de métodos preventivos eficientes, los brotes epidémicos se esparcieron por los caminos, de asentamiento humano en asentamiento humano de forma centrípeta de los poblados más grandes a los más pequeños. En el caso de las epidemias de viruela y sarampión, la propagación era más rápida debido a que eran virales y el contagio era de persona a persona. En el caso de las enfermedades como el matlazahuatl, tabardillo, tabardete identificadas como tifo, cuyo agente infeccioso necesitaba de un vector (la pulga de la rata o el piojo humano) se necesitaba de oleadas migratorias más constantes para esparcir la enfermedad, por tanto, su dispersión era más lenta.
Gráfica 1. Entierros anuales de las parroquias de Tlalpujahua, Maravatío y Taximaroa (1775-1820)
Fuente: Archivo Parroquial de Tlalpujahua (APT), Libro de entierros 10 (1770-1780) indios, Libro de entierros 11 (1774-1806) españoles, Libro de entierros 12 (1780-1794) indios, Libro de entierros 13 (1794-1806) indios, Libro de entierros 14 (1806-1813) indios, Libro de entierros 15 (1807-1817) españoles, Libro de entierros 16 (1813-1815) indios, Libro de entierros 17 (1815-1819) indios, Libro de entierros 18 (1817-1830) todas las clases. Archivo Parroquial de Maravatío (APM). Libro de bautismos de castas (1773-1786), Libro de bautismos de castas (1788-1803), Libro de bautismos de castas (1803-1806), Libro de bautismos de castas (1806-1810), Libro de bautismos de castas (Vol. 17) (1810-1822), Libro de bautismos de españoles (1718-1782), Libro de bautismos de españoles (Vol. 2) (1782-1789), Libro de bautismos de españoles (Vol. 3) (1788-1809), Libro de bautismos de españoles (vol. 4) (1809-1822), Libro de bautismos de indios (Vol. 5) (1774-1778), Libro de bautismos de indios (Vol. 6) (1778-1785), Libro de bautismos de indios (Vol. 5) (1785-1789), Libro de bautismo de indios (Vol. 6) (1789-1795), Libro de bautismos de indios (Vol. 9) (1795-1804), Libro de bautismos de indios (Vol. 10) (1804-1807), Libro de bautismos de indios (Vol. 11) (1807-1809), Libro de bautismos de indios (Vol. 12) (1809-1815), Libro de bautismos de indios (Vol. 13) (1815-1819), Libro de bautismos de indios (Vol. 14) (1819-1826). Archivo Histórico de la Parroquia de San José, Hidalgo, Michoacán (AHPSJHM). Fondo Parroquial/Sección Sacramentos/Serie Entierros/Subseries: Entierros de indios (1673-1836) Entierros de españoles (1695-1836) y entierros de castas (1733-1836) cajas 70-74.
Entre el año de 1813 y 1814 se difundió una nueva epidemia en la Nueva España. En algunos lugares fue conocida como “fiebres misteriosas” y, más tarde, por su sintomatología, fue catalogada como tifo. Se presume que el origen de la epidemia fue el Sitio de Cuautla, una de las batallas más conocidas de la guerra insurgente, donde el cura José María Morelos se enfrentó a Félix María Calleja.18 La situación de miseria, hacinamiento, falta de alimento y agua, o el consumo de ambas en mal estado, fueron el acicate para el brote de la epidemia entre los sitiados, que para alrededor del mes de marzo de 1813, ya padecían sus consecuencias.19 Posteriormente, el traslado de soldados de una región a otra, propio de las circunstancias de la guerra, esparció la epidemia en la Nueva España dejando consecuencias desastrosas en la población.
La guerra insurgente arengada por el cura de Dolores había tenido mucho eco en todo el oriente del obispado de Michoacán. Gente de todas condiciones, incluidos algunos curas, habían tomado la bandera insurgente y apoyaron activamente el movimiento. El cura de Taximaroa, Francisco Velarde, llegó al extremo de abandonar su parroquia para acompañar de cerca a Miguel Hidalgo. En Maravatío se tiene noticia de que el cura del lugar era simpatizante activo de la insurgencia, otro tanto, el cura de Tlalpujahua. Sin embargo, hubo grupos que se mantuvieron leales a la causa española y formaron cuadrillas de vigilancia en contra de los insurgentes, por lo que el escenario político y social estaba polarizado.20
Gracias a la situación estratégica de esta zona que comunicaba el Bajío, el valle de México y la capital del obispado michoacano, el traslado de tropas fue incesante, por lo menos desde 1810 hasta 1815. La primera gran incursión de tropas en Maravatío fue la del propio Hidalgo el 19 de octubre de 1810 donde se le unieron los líderes regionales Benedicto López, Antonio Fernández y los hermanos López Rayón de Tlalpujahua con el fin de continuar con la causa en la región. De acuerdo con un reporte del brigadier realista Diego García Conde, en esa ocasión fueron 80 mil personas quienes acompañaban al cura de Dolores.21
En los años siguientes, la agitación y el traslado de tropas no cesaron. En 1811, ingresaron a Tlalpujahua 500 insurgentes en apoyo a las fuerzas de los hermanos López Rayón,22 mientras que entre Maravatío y Zitácuaro, Benedicto López derrotaba al oficial realista Juan Bautista de la Torre. En este tenor, se registraron varias batallas donde las fuerzas insurgentes lograron predominar en el oriente michoacano, por lo menos en 1811 y 1812, estableciendo incluso la ya conocida Junta Suprema Gubernativa de América en Zitácuaro.23
Para 1813, Félix María Calleja fue nombrado virrey de la Nueva España. Uno de sus principales objetivos fue reprimir totalmente a la insurgencia, por lo que inició una serie de medidas que agudizaron los enfrentamientos en el oriente michoacano con el fin de dar cuenta de los principales líderes, entre ellos, los hermanos López Rayón. Para ese entonces, tanto Maravatío como Tlalpujahua eran sólidos baluartes insurgentes, pero en la primavera de ese año un poderoso contingente de 2,000 elementos realistas liderados por Joaquín Castillo Bustamante logró sitiar y apoderarse del cerro Campo del Gallo en Tlalpujahua y dispersar a los sublevados.24 En la segunda mitad de 1813, Calleja creó el Ejercito del Norte con fuerzas de México y Toluca y puso al mando de éste al brigadier Ciriaco del Llano que estableció su cuartel general en Maravatío con la finalidad de reprimir las tropas insurgentes que actuaban en las inmediaciones de Valladolid.
En general, los operativos de guerra a cargo de los generales realistas Diego García Conde, Ciriaco de Llano, Agustín de Iturbide, Joaquín Castillo Bustamante y Manuel de la Concha liderados por Felix María Calleja en contra de los hermanos López Rayón, principalmente, crearon un escenario violento de constante trasiego de soldados y enfermedades que iban y venían del valle de México al oriente del obispado michoacano.
Los desastres humanos de la guerra insurgente son difíciles de determinar con precisión, sin embargo, se puede hacer un análisis indicativo (no cuantitativo) de las muertes de soldados, forasteros y personas que tuvieron la fortuna de ser sepultados cristianamente. En Tlalpujahua casi no hubo registro de los muertos por la guerra, solamente 7 indios fueron registrados por esta causa entre 1810 y 1813, de los cuales tres pertenecían a la insurgencia y murieron a manos de la tropa del rey. Cabe destacar que el primer registrado pereció en octubre de 1810 y la partida de entierro expresa que era “soldado de la tropa del Exmo. Sr. Don Miguel Hidalgo”.25 En Taximaroa tampoco hubo un registro notable de decesos por esas causas, solamente 9 muertes violentas en los mismos años. De éstos destacan tres cadáveres de supuestos mestizos que fueron hallados juntos en Tzintzingareo en marzo de 1813, probablemente, eran soldados muertos que fueron abandonados.26
En Maravatío hubo un mejor registro de los decesos por causa de la guerra, incluso en las partidas de entierros se tuvo el cuidado de identificar el grupo militar al que pertenecían los soldados difuntos. En total fueron 49 muertos (casi todos entre 1810 y 1815) de por lo menos 11 regimientos distintos, la mayoría de ellos pertenecientes al ejército realista, solamente aparecen 2 soldados muertos del ejército de los hermanos Rayón, quienes peleaban por la causa insurgente y en 7 casos no se expresó si eran militares o no. La mayoría de los soldados occisos registrados eran de calidad española, pero también aparecen 20 decesos de indios, la mayoría de ellos del ejército o tropa del rey. Cabe destacar que el brigadier Diego García Conde fue uno de los que más registró a sus soldados caídos en batalla entre los años de 1811 y 1812 ya que al año siguiente fue hecho prisionero por la insurgencia.27
Tabla 1. Número de decesos de soldados por calidad y grupo militar registrados en la parroquia de Maravatío (1810-1820)
Número de Difuntos | Grupo militar al que pertenecían | |||
---|---|---|---|---|
Español | Casta | Indio | Total | |
4 | 12 | 16 | Ejército del Rey | |
6 | 1 | 2 | 9 | Regimiento de Diego García Conde |
4 | 4 | Regimiento de milicias de Joaquín Castillo | ||
1 | 1 | Regimiento de Lovera | ||
1 | 1 | 2 | Batallón de San Carlos | |
1 | 1 | Batallón de Colorado | ||
2 | 2 | Ejército de Ciriaco de Llano | ||
1 | 1 | Infantería de México | ||
1 | 1 | Regimiento de Murcia | ||
1 | 1 | Ejército de Ramón Rayón | ||
1 | 1 | Ejército de Rafael Rayón | ||
1 | 1 | Batallón de la Isla de Santo Domingo | ||
2 | 2 | Soldados forasteros en milicia no especificada | ||
1 | 1 | 5 | 7 | Sin identificar si son soldados |
24 | 5 | 20 | 49 | Total |
Fuente: Archivo Parroquial de Maravatío (APM) Libro de entierros 14 (1806-1813) indios. Libro de entierros 15 (1807-1817) españoles. Libro de entierros 16 (1813-1815) indios. Libro de entierros 17 (1815-1819) indios.
En este contexto de inseguridad, violencia y trasiego de tropas de mediados de 1813, se hizo presente la epidemia de tifo a la de por sí golpeada sociedad del oriente del obispado de Michoacán. En los registros de entierros de las parroquias de Tlalpujahua, Maravatío y Taximaroa no se indica la causa de muerte, sin embargo, la designación de tifo o fiebres como el origen de la sobremortalidad de estos años se ha obtenido de dos maneras: la primera, observando las epidemias que afectan otros lugares donde se tiene certeza que las fiebres misteriosas o tifo generan la sobremortalidad en los mismos años. En este sentido, hay varios testimonios en donde se mencionaba que “una peste horrible comenzó en el sitio de Cuautla y cundió por la provincia de Puebla, Veracruz, México, Guanajuato y Valladolid”.28 También Lucas Alamán señalaba que en Cuautla se había originado la epidemia y de ahí se había esparcido a toda la Nueva España;29 la segunda, observando por edad al grupo de población más afectado por la sobremortalidad; en este caso, el impacto fue en la población adulta.
La epidemia había seguido los caminos reales y el trajín de las tropas que iban y venían desde la Ciudad de México. Esta enfermedad había dejado secuelas mortales durante el segundo semestre de dicho año en el camino del arzobispado de México al obispado de Michoacán. En la ciudad de México se dejaron sentir las secuelas de la epidemia de fiebres o tifo desde enero de 1813, pero fue evidente la sobremortalidad en los registros de entierros entre abril y mayo.30 En Toluca, por ejemplo, desde julio se había presentado la primera alza de defunciones provocada por la epidemia. Del valle de Toluca la epidemia siguió las dos rutas principales que la comunicaban con el oriente del obispado michoacano. Por el norte, las fiebres llegaron causando estragos en agosto, tanto en el real minero de Tlalpujahua como en la jurisdicción parroquial de Maravatío, justo un mes después que en Toluca. Por el sur, la epidemia siguió el camino real que comunicaba Toluca con Zitácuaro y Tuxpan. En este último lugar, la epidemia se presentó con notoriedad en septiembre. En Taximaroa, la epidemia se hizo notar entre octubre y noviembre.
Durante el siglo XVIII, las enfermedades epidémicas de esta misma naturaleza, tales como el matlazahuatl de 1738 y 1762 tardaron entre 6 meses y un año en llegar desde Toluca hasta el oriente del obispado de Michoacán,31 pero las fiebres o tifo de 1813-1814 tardó solamente dos meses en recorrer la misma distancia. En este aspecto es donde se percibe que las incidencias de la guerra tuvieron directa injerencia en el traslado más rápido de la enfermedad. Posiblemente, aunque la fuente no lo indica, varios de los 49 soldados que se registraron en Maravatío (véase tabla 1) murieron por la epidemia de 1813 y 1814. Cabe recordar que las epidemias bacteriológicas, que necesitaban un vector para su contagio, requerían de relaciones constantes entre individuos que debían ser propiciadas por migraciones frecuentes para dispersar la enfermedad, justo esto ocurrió entre 1810 y 1813 gracias al traslado constante de tropas y gente arrimada que recorrían incesantemente los caminos entre el valle de México, Toluca y el oriente michoacano. A partir de los últimos cinco meses de 1813, epidemia y guerra se convirtieron en un doble azote que propagaron miseria y muerte en toda la región. El papel de la guerra, más que crear la sobremortalidad, fue la de esparcir la enfermedad por doquier de forma expedita mientras que la epidemia fue la encargada de asolar a la población.
Consecuencias demográficas de la epidemia
La epidemia de tifo se hizo notar en los registros de entierros de Tlalpujahua y Maravatío alrededor de julio y agosto de 1813, ya que en esos meses se duplicaron los decesos con respecto a los meses de mayo y junio. En Taximaroa llegó un poco más tarde, pues, la cantidad de muertos por la epidemia comenzó a notarse hasta el mes de octubre. La sobremortalidad se prolongó entre los nueve y los once meses, siendo en la jurisdicción parroquial de Taximaroa donde más tiempo permaneció la epidemia. Los meses más aciagos en cuanto al número de muertos fue en diciembre de 1813 para Maravatío; enero 1814 para Tlalpujahua; y febrero del mismo año en el caso de Taximaroa, es decir, la epidemia fue siguiendo una ruta de oriente a poniente. Para principios de 1815, nuevamente hubo un repunte en los muertos de las tres parroquias que se debió a otra epidemia, una de viruela que también azotó en toda la Nueva España. Aquí cabe advertir que para el caso del real minero de Tlalpujahua no se contaron los decesos de las castas por no encontrarse sus libros en el archivo parroquial, no obstante, las partidas de entierros de los indios y los españoles son de utilidad para medir la intensidad de la epidemia de forma parcial (gráfica 2).
Gráfica 2. Decesos mensuales de las parroquias de Tlalpujahua, Maravatío y Taximaroa 1813-1815
Fuente: Archivo Parroquial de Tlalpujahua (APT), Libro de entierros 14 (1806-1813). Archivo Parroquial de Maravatío (APM) Libro de entierros 14 (1806-1813) indios. Libro de entierros 15 (1807-1817) españoles. Libro de entierros 16 (1813-1815) indios. Libro de entierros 17 (1815-1819) indios. AHPSJHM. Fondo Parroquial/Sección Sacramentos/Serie Entierros/Subserie Libro de entierros de españoles 4/caja 73. AHPSJHM. Fondo Parroquial/Sección Sacramentos/Serie Entierros/Subserie Libro de entierros de castas 3/caja 74. AHPSJHM. Fondo Parroquial/Sección Sacramentos/Serie Entierros/Subserie Libro de entierros de indios 8/caja 72.
En cifras brutas, el número de muertes de 1813 fue de 2,134 en las tres parroquias. En Maravatío perecieron 1,196; en Taximaroa 404 y en Tlalpujahua 534 sin contar a las castas como ya se señaló. Para 1814 la cifra de muertos alcanzó los 1,924 decesos (621 en Maravatío, 769 en Taximaroa y 534 en Tlalpujahua). Desafortunadamente para estos años no se cuenta con padrones para obtener las tasas de mortalidad o el porcentaje de muertos con respecto al total de la población, sin embargo, la intensidad del tifo de 1813 y 1814 se puede medir a partir de las muertes y los nacimientos de dichos lugares. En los entierros de 1813, los difuntos de Tlalpujahua y Taximaroa duplicaron su cantidad con respecto a los dos años anteriores (1811 y 1812) considerados de mortalidad normal, mientras que Maravatío casi cuadruplicó el promedio de los decesos de esos años. Esto se debió a que el tifo se recrudeció primero en esta parroquia que en Tlalpujahua y Taximaroa alcanzando sus cifras más altas entre octubre y diciembre. Para 1814, los óbitos de Tlalpujahua mostraron un incremento de más de la mitad (2.6) con respecto al promedio de las muertes de 1811 y 1812, considerados como años de mortalidad “normal”. Taximaroa fue la parroquia que más estragos sufrió en dicho año, pues, la cantidad de muertos creció más del triple (3.4). Maravatío, por su, parte ya había sufrido lo peor de la epidemia a fines de 1813, por lo que en 1814 ya ni siquiera se duplicó el número de muertos con respecto al promedio de los dos años anteriores señalados.
Tabla 2. Incidencia de la crisis de tifo en 1813 de acuerdo al factor multiplicador
Parroquia | Número de entierros de 1813 | Promedio de decesos dos años “normales” 1811 y 1812 | Multiplicador |
Tlalpujahua | 481 | 199 | 2.4 |
Maravatío | 1,196 | 321 | 3.7 |
Taximaroa | 404 | 223 | 1.8 |
Fuente: Archivo Parroquial de Tlalpujahua (APT), Libro de entierros 14 (1806-1813). Archivo Parroquial de Maravatío (APM) Libro de entierros 14 (1806-1813) indios. Libro de entierros 15 (1807-1817) españoles. Libro de entierros 16 (1813-1815) indios. Libro de entierros 17 (1815-1819) indios. AHPSJHM. Fondo Parroquial/Sección Sacramentos/Serie Entierros/Subserie Libro de entierros de españoles 4/caja 73. AHPSJHM. Fondo Parroquial/Sección Sacramentos/Serie Entierros/Subserie Libro de entierros de castas 3/caja 74. AHPSJHM. Fondo Parroquial/Sección Sacramentos/Serie Entierros/Subserie Libro de entierros de indios 8/caja 72.
Tabla 3. Incidencia de la crisis de tifo en 1814 de acuerdo al factor multiplicador
Parroquia | Número de entierros de 1814 | Promedio de decesos dos años “normales” 1811 y 1812 | Multiplicador |
Tlalpujahua | 534 | 199 | 2.6 |
Maravatío | 621 | 321 | 1.9 |
Taximaroa | 769 | 223 | 3.4 |
Fuente: Archivo Parroquial de Tlalpujahua (APT), Libro de entierros 14 (1806-1813). Archivo Parroquial de Maravatío (APM) Libro de entierros 14 (1806-1813) indios. Libro de entierros 15 (1807-1817) españoles. Libro de entierros 16 (1813-1815) indios. Libro de entierros 17 (1815-1819) indios. AHPSJHM. Fondo Parroquial/Sección Sacramentos/Serie Entierros/Subserie Libro de entierros de españoles 4/caja 73. AHPSJHM. Fondo Parroquial/Sección Sacramentos/Serie Entierros/Subserie Libro de entierros de castas 3/caja 74. AHPSJHM. Fondo Parroquial/Sección Sacramentos/Serie Entierros/Subserie Libro de entierros de indios 8/caja 72.
La sobremortalidad provocada por el tifo de 1813 y 1814 también tuvo consecuencias en los nacimientos debido a que, como se verá enseguida, esta epidemia afectó a la población en edad reproductiva (solteros, doncellas, casados y viudos). En primer lugar, la diferencia entre los nacimientos (bautizos) y los decesos (entierros) fue negativa para los años en los que la epidemia se hizo presente, es decir, murieron más de los que nacieron. En Maravatío, por ejemplo, la diferencia fue de -778 en 1813 y -333 en 1814, mientras que en Taximaroa en los mismos años la diferencia entre bautizos y entierros fue de -8 y -432 respectivamente. Finalmente, sobre Tlalpujahua no se pudo hacer esta operación debido a que no hay registros de difuntos de las castas, pero si de los bautizados, por lo que no se puede saber cuántos son los muertos subregistrados, sin embargo, contando sólo con los bautizos de indios y españoles, la diferencia de éstos y los entierros resultan de -147 y -340 en los años de la epidemia.
La alta mortalidad de adultos debido a la epidemia afectó los nacimientos en los años inmediatamente posteriores debido a la alta mortalidad de los que estaban en edad de reproducirse. En el caso de Maravatío, los nacimientos de años atrás habían oscilado sin un crecimiento o decrecimiento notable con un promedio de alrededor de 418 en los últimos diez años. Para 1814 los nacimientos descendieron a sólo 288 y, aunque hubo un repunte el año siguiente, a partir de 1816 y hasta fines de la época colonial, los nacimientos se estancaron en un promedio de 374 por año. Algo similar se observó en los casos de Tlalpujahua y Taximaroa en dichos años.
Gráfica 3. Frecuencia anual de los bautizos de Tlalpujahua, Maravatío y Taximaroa (1808-1820)
Fuente: Archivo Parroquial de Tlalpujahua (APT). Libro de bautismo de indios 13 (1807-1810), Libro de bautismo de indios 14 (1810-1812), Libro de bautismo de indios 15 (1812-1815), Libro de bautismo de indios 16 (1815-1818), Libro de bautismos de castas 9 (1806-1811), Libro de bautismos de castas (1811-1817), Libro de bautismos de españoles 4 (1783-1807), Libro de bautismos de españoles 6 (1807-1812), Libro de bautismos de españoles (1812-1817), Libro de bautismos (1817-1823). Archivo Parroquial de Maravatío (APM). Libro de bautismos de indios (Vol. 10) (1804-1807), Libro de bautismos de indios (Vol. 11) (1807-1809), Libro de bautismos de indios (Vol. 12) (1809-1815), Libro de bautismos de indios (Vol. 13) (1815-1819), Libro de bautismos de indios (Vol. 14) (1819-1826). Libro de bautismos de españoles (Vol. 3) (1788-1809), Libro de bautismos de españoles (vol. 4) (1809-1822) Libro de bautismos de castas (1806-1810), Libro de bautismos de castas (Vol. 17) (1810-1822). Archivo Parroquial de San José, Hidalgo, Michoacán (AHPSJHM). Fondo Parroquial/Sección Sacramentos/Serie Bautismos/Subserie Bautismos de indios 1-17/cajas1-6. AHPSJHM. Fondo Parroquial/Sección Sacramentos/Serie Bautismos/Subserie Bautismos de españoles 1-5/cajas 8-9. AHPSJHM. Fondo Parroquial/Sección Sacramentos/Serie Bautismos/Subserie Bautismos de Castas 1-7/cajas 10-12.
Como ya se adelantó, por edad, la epidemia de tifo afectó predominantemente a la población adulta.32 Los entierros anuales más o menos consistentes debían registrar por lo general a la mitad de la población como adulta y la otra mitad como párvulos.33 En el caso de las parroquias del oriente michoacano, aquí estudiadas, hubo un subrregistro de los difuntos párvulos ya que siempre fue menor que los adultos, pero la proporción de muertos por edad en los años de la epidemia contrastan aún más, siendo los adultos los más afectados, entre el 60 % y 70 % del total. Con estos porcentajes se reafirma que las epidemias de matlazahuatl, tifo, tabardillo y otras similares afectaban más a la población adulta que a los niños.
En cuanto a las consecuencias de las epidemias por calidad, es importante señalar que las parroquias aquí estudiadas habían sido centros prehispánicos de importancia, excepto Tlalpujahua, por lo que tenían una considerable proporción de población india. Maravatío y Taximaroa eran pueblos de indios que aglutinaron una mayoría india que fue viniendo a menos conforme transcurría el periodo colonial. Para principios del siglo XIX ya habían perdido la supremacía demográfica en favor de los españoles y las castas que en los padrones fueron registrados como “gente de razón.” Para el año de la epidemia de 1813-1814, la cantidad de gente de razón e indios tenía las mismas proporciones.
De acuerdo con los bautizos en los casos de las parroquias indígenas agrícolas de Maravatío y Taximaroa, la población mestiza y española había ido ganando terreno demográficamente hablando, a tal grado que de ser una minoría de alrededor del 30 % durante gran parte del siglo XVIII, para la segunda década del siglo XIX ya representaban alrededor de la mitad de los habitantes, incluso en el caso de Taximaroa, los indígenas empezaron a ser minoría.34 Tlalpujahua, por ser un centro minero, tuvo otra dinámica demográfica distinta ya que los españoles y las castas se mantuvieron en una proporción similar con los indios desde, por lo menos, el primer tercio del siglo XVIII y hasta el fin de la época colonial.35
La epidemia de tifo afectó más a los indios que a los españoles y las castas. En Maravatío, sólo en el año de 1813 murieron 979 indios, los cuales eran 82 % del total de los decesos de ese año, mientras que el resto fueron españoles y castas. Para 1814, los indios representaron 77 % de un total de 621 decesos. En Taximaroa, también los indios fueron la mayoría de los óbitos tanto en 1813 y 1814 con 262 y 533, respectivamente, los cuales representaban el 65 % y 69 % del total en dichos años. En el caso de Tlalpujahua no se puede calcular la proporción de los muertos por calidad que dejó la epidemia ya que no se encontraron las muertes de las castas de dichos años. Ante la predominancia de la muerte de los indios en las epidemias se ha argumentado que éstos eran más afectados por las epidemias debido a su situación socioeconómica precaria o también a su escasa inmunidad. Pero es probable que más allá de esto, los indios fueron registrados con mayor cuidado debido a que eran sujetos de tributo y era común que los libros parroquiales fueran utilizados para hacer la tasación de tributarios y actualizar dichas listas con los nacimientos (partidas de bautismos) matrimonios y decesos (partidas de entierros). Por lo que españoles y castas estaban más subregistrados que los indios.36
Conclusiones
El oriente michoacano, donde se encontraban las parroquias de Tlalpujahua, Maravatío y Taximaroa, fue una zona estratégica en la época colonial que comunicaba el valle de México, el Bajío novohispano y Valladolid, la capital del obispado de Michoacán. Debido a esta situación geográfica, durante la guerra insurgente de 1810 esta zona fue pretendida por realistas e insurgentes, por lo que el vaivén de tropas fue incesante, cobrando la vida de un número indeterminado de personas. Pero no asoló la guerra demográficamente a la población, sino una epidemia de fiebres o tifo que apareció en este contexto de guerra, que agudizó la situación de miseria de la población de esta porción del obispado michoacano.
La epidemia de fiebres o tifo, cuyo origen se presume que había sido en el famoso Sitio de Cuautla, llegó al oriente michoacano alrededor de los meses de agosto y septiembre de 1813, tres meses después que la Ciudad de México. El constante ajetreo de personas y tropas producto de la guerra incidió decisivamente para que su dispersión fuera más veloz que las anteriores epidemias con incidencia en población adulta. Una vez en el oriente michoacano, fue la principal causa de muerte entre los más de cuatro mil individuos que perecieron en ese año y el siguiente en las parroquias de Tlalpujahua, Taximaroa y Maravatío, siendo esta última la más castigada con alrededor de mil ochocientos. Incluso, en este lugar, el tifo de 1813-1814 representó la epidemia más devastadora desde por lo menos 1770.
La epidemia fue más virulenta en Maravatío que en Taximaroa o en Tlalpujahua. Esto se debió a que Maravatío era la parroquia mejor posicionada entre los caminos reales que comunicaban el centro de la Nueva España con el occidente, y la guerra aportó una cantidad de muertos considerable a la ya de por sí diezmada población por la epidemia. Abonando a lo anterior se encuentran varias decenas de muertos en los que no se registró el lugar de residencia, es decir, que pudieron ser muertos de guerra desconocidos por el párroco de Maravatío en el momento del registro de entierro.
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Notas
1 Miguel Ángel Cuenya Mateos, “Peste en una ciudad novohispana. El matlazahuatl de 1737 en la Puebla de los Ángeles”, Anuario de Estudios Americanos LIII(2) (1996): 53-54. Véase también América Molina del Villar, La Nueva España y el matlazahuatl 1736-1739 (México: Ciesas, El Colegio de Michoacán, 2001), 67.
2 Para profundizar en el tema véase Pedro Canales, “Historia natural del tifo epidémico: Comprender la alta incidencia y rapidez en la transmisión de la rickettsia prowaseki”, en Epidemias de matlazahuatl, tabardillo y tifo en Nueva España y México. Sobremortalidades con incidencia en la población adulta del siglo XVII al XIX, coord. José Gustavo González Flores, 11-23 (Saltillo: Universidad Autónoma de Coahuila, 2017).
3 Oziel Talavera, “El tifo y las crisis de mortalidad de adultos en Valladolid, Pátzcuaro y Uruapan”, en Epidemias de matlazahuatl, tabardillo y tifo en Nueva España y México. Sobremortalidades con incidencia en la población adulta del siglo XVII al XIX, coord. José Gustavo González Flores, 42-43 (Saltillo: Universidad Autónoma de Coahuila, 2017).
4 José Gustavo González Flores, Mestizaje de papel. Dinámica demográfica y familias de calidad múltiple en Taximaroa, 1667-1826 (Zamora: El Colegio de Michoacán, 2016), 114.
5 Lourdes Márquez Morfin, La desigualdad ante la muerte: el tifo y el cólera, 1813-1833 (México: Siglo XXI, 1994), 225.
6 La presencia de los grupos otopames (clasificación lingüística que incluiría los idiomas pame, chichimeca-jonaz, otomí, mazahua, matlazinca y ocuilteca) en lo que sería el territorio michoacano data del periodo clásico y epiclásico (200-900 d.C). Véase Moisés Guzmán Pérez, “Otomíes y mazahuas de Michoacán, siglos XV al XVII. Trazos de una historia”, Tzintzun (55) (2012): 15.
7 Carlos Paredes, “Los pueblos originarios del Oriente y la Tierra Caliente de Michoacán. Ensayo historiográfico (Época prehispánica y colonial)”, en ...Alzaban banderas de papel. Los pueblos originarios del oriente y la tierra caliente de Michoacán, coord. Carlos Paredes et al., 19 (México: CDI, 2012).
8 Se trata de un amplio territorio que se ubica al oriente del hoy estado de Michoacán. Es un espacio en forma de luna de cuarto creciente que parte de Santiago Undameo se va extendiendo hacia el oriente abarcando poblaciones como Charo, Zinapécuaro, Maravatío Zitácuaro, Huetamo y retorna a la otra punta de la luna hacia Churumuco, en la ribera del río Balsas. Véase Paredes, “Los pueblos originarios”, 19.
9 Teresita Fernández Martínez, Frontera y asentamientos humanos, morfología del oriente de Michoacán en el siglo XVI (Morelia: Gobierno del Estado de Michoacán de Ocampo, 2008), 56. Guzmán, “Otomíes”, 16.
10 Jerónimo Alcalá, Relación de las ceremonias y rictos y población y gobernación de los indios de la provincia de Mechuacan (Zamora: El Colegio de Michoacán, Gobierno del Estado de Michoacán, 2000), 524.
11 Paredes, “Los pueblos originarios”, 28. José Hernández Rivero señala que Taximaroa así como Zitácuaro, Tuzantla y Cutzamala fueron sitios de “marcha de los tarascos” desde donde se realizaban ataques a la línea de fortificaciones mexicas. Véase José Hernández Rivero, “La arqueología de la frontera tarasco-mexica: arquitectura bélica”, en Contribuciones a la arqueología y etnohistoria del Occidente de México, ed. Eduardo Williams, 127 (Zamora: El Colegio de Michoacán, 1994). No se trata de una frontera “dura” ya que nuevos estudios arqueológicos han revelado que la frontera tarasco-mexica no es un área de separación de territorio y de gente como se podría entender en el concepto actual sino, una franja de interacciones étnicas con diversas dinámicas, en las cuales las personas se están interrelacionando y la identidad diferencia a las personas del grupo con el que interactúan. Véase Erika Zúñiga Alcántara, “El estudio de la frontera prehispánica. Una propuesta de investigación. El caso de la frontera mexica-tarasca en Oztuma y Cutzamala durante el posclásico tardío” (Tesis de maestría: Escuela Nacional de Antropología e Historia, 2012), 17. Al respecto, Teresita Fernández señala que la frontera fue un espacio abierto y elástico que definió y redefinió sus límites continuamente. Véase Fernández, Frontera y asentamientos, 55.
12 Fernández, Frontera y asentamientos, 81.
13 Guadalupe Romero, Noticias para formar la historia y la estadística del obispado de Michoacán (México: Imprenta de Vicente García Torres, 1972), 70.
14 Cabe advertir que por la ausencia o deficiencia de los registros parroquiales se excluyeron las parroquias de Irimbo, Tuxpan y Zitácuaro, quienes completarían el conjunto de parroquias de lo que se ha denominado el centro oriente del obispado de Michoacán.
15 Ramón Alonso Pérez Escutia, Historia de Maravatío, Michoacán (Maravatío: Comité Organizador de los Festejos del 450 Aniversario de Maravatío, 1990), 66-67.
16 Carlos Herrejón Peredo, “La pugna entre mexicas y tarascos”, en ...Alzaban banderas, 120-151.
17 René Becerril Patlán, “Los caminos del Oriente michoacano en el siglo XVI”, en ...Alzaban banderas, 173.
18 Juan Ortiz Escamilla, “Insurgencia y seguridad pública en la Ciudad de México, 1810-1815”, en La ciudad de México durante la primera mitad del siglo XIX, “Gobierno y política/Sociedad y Cultura”, vol. 2, coord. Regina Hernández Franyuti, 96 (México: Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 1994).
19 María del Carmen Sánchez Uriarte, “Entre la salud pública y la salvaguarda del reino. Las fiebres misteriosas de 1813 y la Guerra de independencia”, en El miedo a morir: endemias, epidemias y pandemias en México: Análisis de larga duración, ed. América Molina del Villar, Lourdes Márquez Morfín y Claudia Patricia Pardo, 57-58 (México: Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2013).
20 Ramón Alonso Pérez Escutia, Taximaroa, historia de un pueblo michoacano (México: Gobierno del Estado de Michoacán, 1986), 183.
21 Lucas Alamán, Historia de México (México: Porrúa, 1971), 221-222.
22 Archivo General de la Nación (AGN), Instituciones Coloniales/Indiferente Virreinal/Cajas 5000-5999Caja 5009.
23 Pérez, Historia de Maravatío, 152-153.
24 AGN. Archivo General de la Nación/Instituciones Coloniales/Gobierno Virreinal/Operaciones de Guerra (081)/Volumen 112/Pérez, Historia de Maravatío, 155-156.
25 Archivo Parroquial de Tlalpujahua (APT), Libro de entierros 14 (1806-1813) indios, foja 45 vuelta.
26 Archivo Histórico de la Parroquia de San José, Hidalgo, Michoacán (AHPSJHM). Fondo Parroquial/Sección Sacramentos/Serie Entierros/Subserie Libro de entierros de indios 8/caja 72.
27 Pérez, Historia de Maravatío, 151.
28 Sánchez, “Entre la salud pública”, 59.
29 Alamán, Historia de México, 414.
30 Márquez, La desigualdad, 226, 239-244.
31 González, Mestizaje de papel, 137-138.
32 Se entiende como población adulta a los difuntos registrados como solteros, doncellas, casados(as) y viudos(as) que estaban en condición de casarse y formar una familia o, en términos biológicos, eran capaces de reproducirse.
33 Se entiende como párvulos a aquellos niños y niñas menores a los doce años o que no estaban capacitados para procrear y por tanto no podían casarse aún. Los archivos parroquiales registran almas por lo que la alusión a párvulo(a), casado(a), soltero(a), viudo(a), entre otros, se refiere a la situación sacramental de los fieles.
34 El proceso de mestizaje, en que los indios fueron cediendo en cantidad a favor de las castas y los españoles, fue un proceso demográfico generalizado. En Michoacán se ha comprobado este proceso también en la parroquia de Uruapan. Véase Oziel Talavera Ibarra, “El dominio de los no indígenas en Uruapan: Ocupación del espacio y territorio”, en Del territorio a la arquitectura en el Obispado de Michoacán, Eugenia María Acevedo Salomao, 115-135 (Morelia: Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo-Facultad de Arquitectura, 2008).
35 APT. Libro de bautismo de indios 13 (1807-1810), Libro de bautismo de indios 14 (1810-1812), Libro de bautismo de indios 15 (1812-1815), Libro de bautismo de indios 16 (1815-1818), Libro de bautismos de castas 9 (1806-1811), Libro de bautismos de castas (1811-1817), Libro de bautismos de españoles 4 (1783-1807), Libro de bautismos de españoles 6 (1807-1812), Libro de bautismos de españoles (1812-1817), Libro de bautismos (1817-1823). APM. Libro de bautismos de indios (Vol. 10) (1804-1807), Libro de bautismos de indios (Vol. 11) (1807-1809), Libro de bautismos de indios (Vol. 12) (1809-1815), Libro de bautismos de indios (Vol. 13) (1815-1819), Libro de bautismos de indios (Vol. 14) (1819-1826). Libro de bautismos de españoles (Vol. 3) (1788-1809), Libro de bautismos de españoles (vol. 4) (1809-1822) Libro de bautismos de castas (1806-1810), Libro de bautismos de castas (Vol. 17) (1810-1822). AHPSJHM. Fondo Parroquial/Sección Sacramentos/Serie Bautismos/Subserie Bautismos de indios 1-17/cajas1-6. AHPSJHM. Fondo Parroquial/Sección Sacramentos/Serie Bautismos/Subserie Bautismos de españoles 1-5/cajas 8-9. AHPSJHM. Fondo Parroquial/Sección Sacramentos/Serie Bautismos/Subserie Bautismos de Castas 1-7/cajas 10-12.
36 En el caso de Taximaroa, por ejemplo, cuando se registraron los decesos de la epidemia de matlazahuatl de 1738, los decesos de los indios iban acompañados con la leyenda de tributario o medio tributario según correspondiera. Para más información véase González, Mestizaje de papel, 2016, 114. AHPSJHM. Fondo parroquial/sección sacramentos/serie libro de entierros/subserie libro de entierros/subserie libro de entierros de indios 3/caja 70.
José Gustavo González Flores
Doctor en Historia por el Centro de Estudios Históricos de El Colegio de Michoacán (2013). Adscripción institucional: Universidad Autónoma de Coahuila. Líneas de investigación: Historia social y demográfica de los siglos XVI al XIX. Publicaciones: “Consecuencias demográficas de las epidemias en la Parroquia de Santa María de las Parras (1762-1815)”. Letras Históricas (19) (2018): 79-98; “La epidemia de fiebres epidémicas o tifo en 1814 en Parras”. En Epidemias de matlazahuatl, tabardillo y tifo en Nueva España y México. sobremortalidades con incidencia en la población adulta del siglo XVII al XIX, coord. José Gustavo González, 214-225. Saltillo: Universidad Autónoma de Coahuila, 2017; “Epidemias de sarampión en Taximaroa durante la época colonial (1692, 1727-1728, 1768-1769 y 1804). Dos propuestas para medir sus consecuencias demográficas”. En Epidemias de sarampión en Nueva España y México (siglos XVII-XX), ed. Chantal Cramaussel y Paulina Torres, 41-59. Zamora: El Colegio de Michoacán, El Colegio de Sonora, 2017.