DOI: http://dx.doi.org/10.24901/rehs.v39i156.445
Bertha Dimas Huacuz y Grupo Tsinajpiriicha. Sïpiaata tsinajpekua. Plantas y prácticas medicinales de los p’urhépecha / Sïpiaata ka tsinajpekua p’urhepecheeri. Morelia: Secretaría de Cultura, PACMyC, Dirección General de Culturas Populares-Unidad Regional Michoacán, 2018, 149 p. ISBN en trámite
Nubia Cortés Márquez
El Colegio de Michoacán, cortesn@colmich.edu.mx
El uso de plantas medicinales en México es una tradición ancestral transmitida por generaciones entre la población mexicana, especialmente dentro del núcleo familiar. Por ello, no es de extrañar que hayamos recurrido a las plantas para curar algún malestar o padecimiento del alma. Estas prácticas, que consideramos comunes, son el reflejo de un conocimiento integral, tanto del entorno biológico, como cultural, construido a través de los años y gracias a la transmisión generacional.
El acercamiento de las llamadas ciencias duras en el estudio de los principios activos de la plantas ha llevado a debates sobre la efectividad de la medicina alternativa, sea para identificar los principios activos de las plantas utilizadas, patentarlas o para el reconocimiento, protección del conocimiento tradicional con el fin de mejorar las capacidades de las comunidades sobre la conservación, uso de la biodiversidad y sus recursos genéticos.1
La búsqueda de evidencia científica que avale el uso de estas prácticas va de la mano de un historial empírico que ha sobrevivido por tradición oral al que se han esforzado no sólo en evidenciar sino fomentar tanto etnobiólogos como los interesados en áreas sociales. Sïpiaata Tsinajpekua. Plantas y prácticas medicinales de los p’urhépecha es un libro centrado en el reconocimiento, revaloración y rescate de la medicina tradicional indígena como un ente social, un patrimonio colectivo.
Este bien común es el resultado de sabiduría, prácticas y saberes vivos, como parte latente de la herencia ancestral de numerosos pueblos y comunidades indígenas que han sobrevivido a través del tiempo contra todo pronóstico o proyecto modernizador. Actualmente estas prácticas que se han buscado desacreditar, borrar de la memoria de la población mexicana, están de regreso, sea como una moda inserta en el mercado nacional e internacional o como movimientos locales que buscan recuperar, divulgar y mantener los saberes del entorno, especialmente de plantas medicinales.
La transmisión de conocimiento, pero sobre todo el mejoramiento de sus prácticas, se realizaron en los intersticios del tiempo, en la vida cotidiana, a través de las respuestas de población ante problemas concretos que exigían soluciones inmediatas, dolores, enfermedades, incluso posibles riesgos de muerte. Frente a este proceso de uso y mejora están grupos que han puesto esmero en sobrevalorar las bondades del uso medicinal de las plantas o en desacreditarlo con o sin evidencia científica.
Y es que todavía lidiamos con la creencia de objetos o sujetos cien por ciento eficaces nombrándolos mágicos, milagrosos, cuando lo que debería estar a discusión es la creación sociocultural del conocimiento local en su complejidad, reconocer sus bondades, sus límites, de la mano de un diálogo con disciplinas de otras ciencias, alejándonos de la folklorización, sobreacreditación o total desprestigio. El conocimiento como creación colectiva hace de éste un patrimonio vivo único por las cualidades del entorno físico-geográfico, sociocultural, histórico propio de cada localidad que debe ser reconocido como tal. Éste es uno de los puntos interesantes de esta obra.
En este libro se busca comprender como dinámica a la medicina tradicional indígena y no como un vestigio antiguo. Un conocimiento vivo que va creando y recreando técnicas, probado y comprobado en redes familiares, conocido en situaciones similares de padecimientos, dolencias en entornos urbanos o rurales. Los saberes y prácticas médicas ejercidas por médicos tradicionales y la población en general nos refieren a la relación intrínseca de cultura y ser humano existente en los diversos y extensos paisajes agroecológicos y bioculturales del territorio nacional.
Esto nos lleva a pensar en la amplia diversidad de saberes y prácticas médicas, cada una de ellas es diferente, sea por el modo de preparación, por la técnica de quien los prepara; una muestra evidente de la variedad de modos de pensar, de conocimientos y plantas. Quienes practican esta medicina son llamados hueseros, parteras, sobadores, curanderos, todos ofrecen diagnósticos y posibles curaciones de alguna dolencia. Para Bertha Dimas, coautora de este libro, la medicina tradicional es una celebración omnipresente de diversidad al manifestarse de manera dinámica y diversa.
Los elementos curativos son recolectados del ecuaro2 familiar, en la orilla del camino del vivero natural del lago de Pátzcuaro o en algún rincón del bosque en la Meseta Purépecha. Lo que une todos estos elementos es la confianza, la familiaridad que pueda tener el conocimiento del curandero, el toque propio de su receta. Por ello, la medicina tradicional sólo puede llevarse a cabo cuando existe un equilibrio entre quienes lo practican, lo comparten, lo reciben, entre el curandero y la persona por curar, a la par del cuidado de los ecosistemas naturales de los que toman sus materiales y que forman parte de un territorio propio, un territorio común.
La medicina tradicional se basa entonces en experiencia y conocimiento dinámico que se difunde de oídas con una comunicación directa entre el practicante y quien recibe la curación. El valor dado a este tipo de práctica y de saberes se da en la medida en que apreciemos el conjunto que hace posible su existencia, no sólo elementos naturales sino también sociales, específicamente los valores sociales comunales, la vivencia y participación activa que se manifiesta culturalmente en la comunidad, donde se resalta el conocimiento profundo de lo que se ve, una planta que cura dolencias, capaz de iluminar el alma si se usa para un ritual que forma parte de un todo.
Más allá de lo cósmico o romántico que pueda parecer este tipo de reflexiones, da cuenta de la pertinencia en la revaloración de la medicina tradicional indígena, específicamente, la p’urhépecha; de la necesidad de conservarla como parte de mecanismos locales de presentación de servicios de salud comunitaria adecuados. En términos prácticos la convivencia comunal, la reciprocidad, la solidaridad deberían integrarse a las estrategias de salud pública local y al desarrollo autónomo comunitario. Así, los mecanismos y prácticas comunitarias cubrirían los elementos de la vida, desde el nacimiento, el paso por la enfermedad, hasta la muerte, fomentando la dignidad del ciclo vital.
Esta iniciativa comienza en el año 2008 con el, un proyecto de acción-investigación sobre medicina tradicional de las comunidades indígenas p’urhépecha de Michoacán, primero pensado en la contribución, recuperación, preservación, promoción y difusión de las plantas y prácticas de la medicina tradicional. Para el 2013, el área de salud intercultural comunitaria de la Unidad Intercultural Indígena de Michoacán (UIIM) ofrecía el servicio de medicina alópata, psicología y medicina tradicional.
En el lugar también ahora son atendidos los alumnos y personas de la comunidad en general en un ambiente complementario donde existe un respeto por el saber del otro. Al lugar llegan personas procedentes de los municipios de Uruapan, Tingambato, Nahuatzen, Paracho, Cherán, Erongarícuaro, Pátzcuaro, Tzintzuntzan, Zamora, Chilchota, etcétera. Bajo el auspicio de PACMyC se sistematizó el uso de las plantas y sus prácticas medicinales con médicos tradicionales; se realizaron criterios de clasificación y selección de material de repertorio de prácticas, plantas y recetas; transmisión de conocimiento para motivar el uso de este tipo de saber en la vida diaria de las comunidades en temas de salud.
El resultado visible y palpable está en el invernadero para el mejoramiento y aprovisionamiento del jardín botánico de la UIIM, en una farmacia/consultorio integral de plantas medicinales. Este patrimonio se preserva en los principales entornos agroecológicos de cuatro distintivas regiones del pueblo p’urhépecha: lago de Pátzcuaro, Meseta, Cañada de los Once Pueblos, Ciénega de Zacapu. Una de las finalidades de este tipo de jardín es conservar in situ o ex situ los recursos genéticos con valor ecológico, económico o cultural de alguna región. En este caso se busca preservar el conocimiento local sobre las propiedades curativas, culinarias o culturales. La preservación de especies vegetales vivas tiene múltiples objetivos: contribuir a la divulgación de saberes a través de la recolección; la preparación y el consumo de especies importantes para la población local. De esta manera se contribuye tanto a la preservación vegetal, materia prima, como al conocimiento local, además de ser un banco genético vivo.
La obra producida colectivamente entre y el Grupo Tsinajpiriicha es un ejemplo de que un inventario de plantas y prácticas medicinales puede ser el inicio de la enseñanza de los diversos usos de las microrregiones o comunidades p’urhépecha. Los mecanismos de aprendizaje colaborativo entre médicos tradicionales tienen como objetivo profundizar en el conocimiento de las propiedades de las plantas medicinales y sus efectos así como de indagar la percepción de la población usuaria para identificar acciones positivas que faciliten su difusión.
En el libro el lector encontrará 40 viñetas, escritas en español y p’urhépecha, de plantas y prácticas medicinales que ilustran el conocimiento p’urhépecha regional más representativo. En cada una se anota el nombre común, científico, usos, características de la planta, preparación y modo de empleo así como los riesgos. El uso dado a este libro queda abierto, sea como consulta ante una dolencia; incentivo creativo de discusión; reflexión sobre la medicina tradicional o investigaciones futuras.
Aunque el libro tiene aportes significativos y está orientado a la divulgación y promoción del conocimiento local, hubiera sido interesante conocer más a fondo, no sólo las propiedades de las plantas enlistadas en el libro, sino los lugares donde se encuentran. Una de las consideraciones que deberíamos atender es que el conocimiento local es una compleja red que enlaza cultura, ambiente, economía, usos y costumbres. Las plantas medicinales son un ejemplo de una construcción de conocimiento ancestral de todos los elementos que componen el espacio que se ha construido individual y colectivamente.
Así, el uso del libro puede ser una introducción de la enseñanza de dicho conocimiento hacia la preservación tanto del recurso vegetal, del cultural como del espacio construido a través del tiempo. En cualquier caso, la contribución debería encaminarse a la preservación de este patrimonio común vivo del que podemos formar parte.
Notas
1 Convenio sobre la Diversidad Biológica Naciones Unidas, Protocolo de Nagoya sobre acceso a los recursos genéticos y participación justa y equitativa en los beneficios que se deriven de su utilización al convenio sobre la diversidad biológica. Canadá, Secretaría del Convenio sobre la Diversidad Biológica, 2011. https://www.cbd.int/abs/doc/protocol/nagoya-protocol-es.pdf (Fecha de consulta: 12 de junio de 2018).
2 Patio, lugar de siembra