Sergio Valerio Ulloa. Los barcelonnettes en Guadalajara, siglos XIX y XX Los barcelonnettes en Guadalajara, siglos XIX y XX.México y Guadalajara: Instituto Mora, Universidad de Guadalajara, Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, 2015, 574p. ISBN 978-607-742-248-8
José Alfredo Pureco Ornelas
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES DR. JOSÉ MARÍA LUIS MORA, jpureco@mora.edu.mx
En esta ocasión Sergio Valerio, profesor de historia de la Universidad de Guadalajara, autor de Entre lo dulce y lo salado (2012) y de Historia rural jalisciense (2003), por mencionar sólo dos de sus obras previas, nos ofrece un texto robusto en varios sentidos. Físicamente rebasa el medio millar de páginas y tiene como propósito recuperar la experiencia migratoria de un grupo de ciudadanos franceses que eligieron México como lugar de residencia; algunos temporal y otros definitiva. El periodo en que se inscribe el fenómeno investigado transcurre en los casi cien años que van desde el ascenso de Luis Napoleón Bonaparte, cenit del siglo XIX, y hasta la segunda Guerra Mundial, alrededor de 1940. Aquellos extranjeros, nos dice el autor de Los barcelonnettes en Guadalajara, provenían del pie de monte provenzal, la ladera de los Alpes del sureste francés, desde donde llegaron para establecerse en distintas ciudades de México aunque la de interés para el objeto del libro es Guadalajara, Jalisco, en el centro occidente de México.
El texto inicia con un paseo descriptivo por el lugar de partida de los aventureros emigrados: terreno singular cuya toponimia delata una huella aragonesa lejana, del siglo XII y XIII, que al lego puede hacerle creer a primera vista que se refiere a un lugar en el Levante hispánico. Pero como se ha dicho, se trata en realidad de un rincón del sureste de Francia, distante unos veinte kilómetros de la frontera italiana y cien de la llamada Côte d’Azur. Sergio Valerio escribe en su libro que las condiciones fisiográficas de aislamiento, así como las limitadas oportunidades de desarrollo social que ofrecía aquel entorno, llevaron durante la segunda mitad del siglo XIX a muchos de sus habitantes a buscar una experiencia transatlántica en tierras mexicanas. Una razón de ello está en que la comuna de Barcelonnette, más allá del majestuoso paisaje de montaña nevada que ha ofrecido, es un estrecho y alargado valle o, mejor dicho, un corredor para las aguas de deshielo del río Ubaye cuyos medios de subsistencia eran limitados para una población que crecía en forma impetuosa en la segunda mitad del siglo XIX. La consecuencia fue una emigración encadenada que hoy sabemos, por otros estudiosos del tema, habría tenido su primer eslabón en 1845 cuando Eugéne Caire y Alphonse Jauffred regresaron a Barcelonnette con 25 mil francos en oro. Con ellos habrían deslumbrado al vecindario y también reanimado la añeja e inagotable idea de la exuberancia de riquezas americanas. Cuatro años después llegarían los primeros de estos franceses a Guadalajara: Jacques Fortoul y Marc Tessier, personajes que aborda con detalle Sergio Valerio en su libro.
El contexto histórico en que se dan estos flujos de personas es el de las grandes migraciones transatlánticas, sobre todo, aquellas dirigidas a los Estados Unidos en el norte y hacia Sudamérica, y que se inscriben en lo que Eric Hobsbawm denominó la “era del imperialismo”. Esto es, aquella época cuando la abultada masa de recursos financieros y humanos producidos por el capitalismo industrial europeo desde finales del siglo XVIII rebasó lo que el mismo sistema podía absorber y obligó a que las inversiones, en su afán por reproducirse a sí mismas salieran de los espacios nacionales y a que lo mismo ocurriera con los hombres, en su mayoría jóvenes, quienes deseaban realizarse económicamente en espacios atrasados, para conquista, y donde el potencial para el sistema resultaba promisorio. Esta fuerza centrífuga experimentada por Europa, y singularmente por la región de Barcelonnette, se complementaría con otra equivalente, pero de sentido opuesto, generada en las naciones americanas que aspiraban a hacerse ideológicamente liberales, modernas por su cultura y conducidas de la mano del progreso material. Al restaurarse la República en 1867, Guadalajara era una vibrante ciudad que soñaba con reunir todas estas cualidades y el porfiriato acentuaría aquel anhelo. Los afanosos montañeses contribuirían a hacerlo posible con el ejercicio de actividades económicas diversas tales como el comercio, la manufactura de textiles, la minería, los negocios inmobiliarios, la generación de energía eléctrica y hasta el transporte. Aquel dinamismo se dio primero en negocios modestos, con locales pequeños, pero luego en almacenes familiares o en los que confluía el interés de otros paisanos ligados como socios. De ahí el salto hacia las sociedades por acciones fue casi automático y se evidenció con el surgimiento de organizaciones como la Compañía Industrial de Guadalajara. Hasta este punto, el libro puede ser de gran interés para los historiadores económicos, de empresarios y de empresas.
Sin embargo, Valerio se impuso una tarea mayor cuando contempló la omnipresente posibilidad del fracaso en la empresa migratoria de aquellos dreamers franceses. Si bien, el autor no hace la historia de infortunios particulares -las fuentes no lo permiten-, el planteamiento sí le lleva a formularse y resolver otros problemas historiográficos. Uno de ellos es la reconstrucción de las dinámicas en los centros de trabajo que los barcelonnettes establecieron en Guadalajara; y otro es la evocación a las formas como hacían comunidad aquellos extranjeros con sus parientes y paisanos y también con la sociedad tapatía a la que no podían eludir por el simple acto de negociar o, en otros casos, los menos, para formar redes de amistad o incluso de parentesco. Es en esta parte cuando la investigación se transforma en una narración historiográfica con interesantes matices y planteamientos en los linderos de la sociología económica donde lo demográfico y lo cultural se amalgaman. En este punto el libro puede ser interesante para los estudiosos de la historia social y cultural.
Al diseccionase con cuidado el funcionamiento de los comercios de los barcelonnettes en Guadalajara, el almacén aparece metafóricamente como el techo que alberga a una gran familia con conflictos y dramas; pero también como el centro especializado de entrenamiento y capacitación para el trabajo, una institución no formal, diría Douglass North, de educación técnica para la carrera comercial, que educaba lo mismo para los puestos más humildes, como para los de alta gerencia. La tienda o el almacén aparecen como un núcleo desde donde dimanan los valores y la disciplina burgueses: cada detalle cuenta, desde el ahorro, la frugalidad y los desvelos en el negocio, hasta el celibato. Por supuesto no todos lo consiguen. Aquí Valerio escudriña las posibles causas de esos fracasos empresariales, pero de igual manera presenta el sustrato sobre el cual la Guadalajara de inicios del siglo XX se va haciendo cosmopolita. Ranchera, pero galana. Son los barcelonnettes quienes persuaden, inducen de manera sutil, los gustos refinados, las modas en el vestir y una predilección por actividades de recreo como los paseos, la contemplación del paisaje, los retratos fotográficos y las excursiones a Chapala o a la barranca de Oblatos, ambas antecedentes del turismo de fin de semana de los tapatíos y hasta del propio presidente Díaz.
El texto de Los barcelonnettes en Guadalajara resulta original porque abona con detalles historiográficos de profundidad al tema de los estudios económicos y socioculturales de los franceses que llegaron a México en los siglos XIX y XX; pero que vale decir, con apego a la justicia académica que requiere un asunto como éste, debe también mucho a trabajos precursores de autores como Leticia Gamboa para el caso poblano y a Jaime Olveda para el mismo Jalisco, o las síntesis que sobre el tema realizó Jean Meyer.
El tema de las fuentes en este libro requiere también un comentario. Para construir su discurso historiográfico Valerio Ulloa se apoyó en los tradicionales documentos: archivos públicos, privados, notariales y diplomáticos, tanto en México como en Francia. De estos últimos es de destacar la correspondencia y los diarios de algunos de los protagonistas franceses de los que habla. Pero llama la atención el apoyo que ha tenido en las fuentes menos ortodoxas. En la empresa de construir una historia lo más integral posible el autor recurrió al uso de fuentes arqueológicas tales como los edificios habitacionales y de uso público; pero también la hechura superficial de las lápidas de las tumbas de los barcelonnettes tapatíos inhumados en el panteón de Mezquitán y de Barcelonnette. Y en fin, recurrió a la lectura del paisaje tanto aquí como allá, así como a un catálogo amplio de imágenes fotográficas y de anuncios publicitarios que exhiben la impronta que aquellos franceses dejaron en la capital de Jalisco.
Las limitaciones atribuibles a un libro de esta naturaleza podrían radicar en que al reproducir tan abundante información gráfica y en imágenes, en este caso, fotografías y anuncios publicitarios, acaso impongan al autor, y por supuesto al lector, el ineludible desbordamiento de los discursos posibles que podrían construirse con esas fuentes toda vez que nuestro autor ha intentado salir del exclusivo discurso de la historia económica. De cualquier manera, el mérito es de Sergio Valerio, por haber socializado todos estos materiales, los cuales podrán de ser interés no sólo para los académicos interesados en la historiografía, sino también para algunos miembros de la colonia francesa radicada en México y para los descendientes de aquellos aventureros que no se quedaron en nuestro país.