Reseñas

Guillermina del Valle Pavón, Finanzas piadosas y redes de negocios. Los mercaderes de la ciudad de México ante la crisis de Nueva España, 1804-1808, México, Instituto Mora, 2012, 262 p.

Francisco A. Eissa-Barroso
The University of Manchester; correo electrónico: francisco.eissa@gmail.com

Guillermina del Valle afirma correctamente que el grueso de la historiografía sobre los sucesos ocurridos durante el verano de 1808 en la ciudad de México, que llevaron al arresto y destitución del virrey José de Iturrigaray durante la noche del 15 de septiembre de dicho año, ha adoptado una perspectiva estrictamente política. El debate se ha centrado en torno a las acusaciones de infidencia hechas contra el virrey y algunos miembros del ayuntamiento de México quienes, según los autores del golpe y las autoridades que ratificaron sus acciones, habrían estado planeando separar a la Nueva España de la Monarquía. Aunque hoy el consenso historiográfico es que no hubo plan alguno de independencia y que las propuestas del ayuntamiento partían de la misma tradición política que había llevado a la formación de las juntas provinciales en la Península, pocos historiadores modernos han prestado atención a los señalamientos hechos por los defensores y simpatizantes de Iturrigaray sobre la naturaleza autointeresada y los motivos económicos que se escondían detrás de las acciones de los golpistas.

El libro que aquí reseñamos explora precisamente dichas motivaciones. Haciendo gala de la experiencia de la autora, quien ha trabajado durante años sobre los miembros del Consulado de México a finales del virreinato, el libro describe con lujo de detalle los perjuicios que una parte de la elite económica de la Nueva España –particularmente el comerciante, tratante de ganado y productor de aguardiente de caña, Gabriel de Yermo– había sufrido a manos de Iturrigaray a partir de 1804. La raíz de los males sufridos se encontraba, como demuestra la autora, en la rigurosa implementación del decreto de consolidación de vales reales por parte del virrey, así como en su autoritario manejo de los conflictos surgidos entre los proveedores y el ayuntamiento de México en torno al abasto de carne para la ciudad, su actitud intransigente al lidiar con las deudas que los productores de aguardiente de caña habían acumulado con la Real Hacienda, y su injustificada intervención en los asuntos internos del Consulado. Desde esta óptica, Valle Pavón sugiere que, al comenzar el verano de 1808, el virrey era visto por un importante sector de la cúpula económica del virreinato como un mal gobernante, a causa precisamente de las lesiones financieras que les había causado y de sus repetidas negativas a escuchar sus justificadas quejas. Este sector, encabezado por Yermo, habría entonces aprovechado las turbulencias políticas causadas por la crisis dinástica para deshacerse de un odiado enemigo y tratar de resarcirse de los daños sufridos. Sin negar que hubiera habido motivaciones políticas detrás del golpe, la autora sugiere indispensable tener en cuenta las razones económicas, que actuaron junto al temor despertado por las propuestas del ayuntamiento de México, para entender por qué se llegó al extremo de derrocar al virrey.

Este argumento no es del todo nuevo. Como la misma autora admite, los motivos económicos de los golpistas habían sido denunciados por contemporáneos simpatizantes de Iturrigaray, como Servando Teresa de Mier, quien comenzó su Historia de la Revolución de Nueva España como un encargo de la exvirreina para vindicar a su marido. Asimismo, la importancia de las tensiones surgidas entre el virrey y un sector de la elite novohispana por causas económicas, había sido señalada por algunos autores modernos, particularmente, por Lawrence Black en su tesis doctoral inédita,1 y por Manuel Hernández Ruigómez en su conocido artículo sobre el golpe de Yermo, en un intento por explicar el derrocamiento de la máxima autoridad virreinal.2 Finanzas piadosas, sin embargo, ofrece un análisis mucho más profundo y detallado de los agravios sufridos por las elites económicas del virreinato y de la justificación que tenían para resentir profundamente al virrey (aunque la evidencia de que en realidad hubiera existido tal resentimiento dirigido contra la persona de Iturrigaray es un poco escasa; cosa que por lo demás resulta bastante difícil de probar).

Pero las aportaciones del libro van mucho más allá de ser una simple puesta al día de un argumento antiguo, aunque menospreciado por la historiografía. Por un lado, se trata de un saludable recordatorio de que la situación política y social de la Nueva España en vísperas de la ocupación napoleónica de España no era una de tranquilidad absoluta; algo que puede perderse de vista fácilmente dados los avances historiográficos de las últimas dos década que han enfatizado, correctamente, la importancia de la crisis dinástica y política de España en la disolución de la Monarquía, distanciándose de la interpretación anterior que ponía el peso en el descontento generado por la “Segunda Conquista” llevada a cabo por los reformistas borbónicos.

En segundo lugar, la autora demuestra de forma bastante convincente que, contrario a lo que parte de la historiografía ha señalado, no fue un grupo de tenderos, mercaderes de segundo orden y empleados del comercio el que procedió a la detención del virrey durante la noche del 15 de septiembre. Se trató, en cambio, de una conspiración que incluyó a sectores importantes de la elite mercantil agrupada en el consulado de México, a tal punto que por lo menos 42 % de los miembros matriculados en dicha corporación participaron directa o indirectamente en el golpe (pp. 160-64, 213). Adicionalmente, éste contó con el respaldo, o la participación directa, de importantes productores y tratantes de ganado, así como de hacendados azucareros, varios de los cuales ostentaban títulos de nobleza. Así pues, el arresto y destitución del virrey fueron orquestados y llevados a cabo por una parte de la cúpula económica de Nueva España que compartía, por una parte, la sensación de agravio generada por las actitudes y políticas del virrey y, por otra, fuertes lazos cimentados en relaciones comerciales, financieras y sociales de diversa índole.

Precisamente, la aportación más importante de Finanzas piadosas tiene que ver menos con su interpretación de lo sucedido durante el verano de 1808 y más con la detallada reconstrucción y el rico análisis de las relaciones económicas, clientelares, de parentesco y de paisanaje que unían a los miembros de la elite del virreinato, articuladas dentro y fuera de instituciones seculares y religiosas como el consulado de comerciantes, el tribunal de minería y las distintas cofradías y hermandades. Los varios cuadros incluidos en el libro, listan, entre otros, a los miembros de los consejos de gobierno de las principales cofradías de la ciudad de México entre los años de 1790 y 1805, los principales receptores de crédito de las mismas en torno a 1804, los firmantes de la “Representación de los labradores y principales de la provincia de México” contra la consolidación de vales reales redactada en 1805, y crucialmente los individuos que participaron físicamente en el derrocamiento del virrey durante la noche del 15 de septiembre de 1808. Estas tablas, junto con la gran cantidad de datos sobre las conexiones y redes de distintos individuos que se encuentran en el texto, serán, sin duda, de invaluable utilidad para otros historiadores interesados en la historia política, económica y social de la época.

Por ejemplo, el análisis de las redes sociales de los principales actores detrás de las protestas contra la consolidación, los enfrentamientos en torno al suministro de carne para la capital y el pago de impuestos sobre la producción de aguardiente de caña –los mismos que participaron en el golpe y que vieron su influencia política aumentar significativamente después de él–, sugiere que dentro del mismo consulado de México había distintas facciones que se encontraban en pugna, más allá de los dos grupos históricos de montañeses y vizcaínos. Valle Pavón sugiere convincentemente que una de las razones por la que se preparó la famosa “Representación de los labradores y principales de México”, que agrupó a mercaderes de ambas parcialidades, fue porque la elite que controlaba el consulado prefirió ofrecer su apoyo a la consolidación, pese a que ésta afectaba seriamente a varios de sus miembros. En esta lógica, el acceso de Yermo y sus allegados a los cargos representativos del consulado en 1809, que se llevó a cabo de una forma poco ortodoxa, representó un desplazamiento de los antiguos líderes, particularmente dentro de la facción de los vizcaínos.

Aunque Finanzas piadosas no es, ni pretende ser, el libro definitivo sobre los sucesos del verano de 1808 en la ciudad de México –para eso habrá que esperar una obra que combine el análisis de las causas políticas y económicas, similar a lo que tratara de hacer Black en 1980, pero que se beneficie de los avances historiográficos de los últimos 30 años y adopte una perspectiva más amplia que resalte también las tensiones que afectaban a actores presuntamente externos, como la Junta de Sevilla– se trata, sin lugar a dudas, de un texto que será fundamental para el estudio de este momento crítico en la historia de la Nueva España y para entender las dinámicas que caracterizaron a las elites económicas de la época.

1 Lawrence Black, “Conflict Among the Elites: the Overthrow of Viceroy Iturrigaray, Mexico, 1808”, tesis doctoral, Tulane University, 1980.

2 Manuel Hernández Ruigómez, “El primer paso del proceso independentista mexicano: el contragolpe de Gabriel de Yermo (1808)”, Revista de Indias, vol. 41, núms. 165-66, 1981, 541-602.