Catástrofe sísmica y construcción del relato. Los terremotos de Calabria y Messina (1783) según Francisco Gustá, jesuita exiliado en Italia1

Seismic catastrophe and the construction of the story. The earthquakes in Calabria and Messina (1783) according to Francisco Gustá, Spanish Jesuit exiled in Italy

Armando Alberola Romá
Grupo de Investigación en Historia y Clima
Universidad de Alicante

Fecha de recepción: 5 de marzo de 2024

Fecha de aprobación: 9 de mayo de 2024

RESUMEN: Los fortísimos terremotos que sacudieron Calabria y Messina a partir del 5 de febrero de 1783 provocaron gran catástrofe y miles de muertos. El territorio sufrió, asimismo, graves alteraciones geofísicas. Hubo un gran despliegue mediático y las gacetas y periódicos europeos informaron del suceso a lo largo de todo el año. Circularon numerosos impresos dando noticias del alcance y alternativas del acontecimiento. Entre estos se encuentra el que escribió el exjesuita español Francisco Gustá, intelectual de bien ganado prestigio en Italia, que es objeto de análisis en este artículo.

Palabras clave: Siglo XVIII, Terremotos, Catástrofe, Calabria, Messina, Jesuitas

ABSTRACT: The extremely strong earthquakes that struck Calabria and Messina on 5 February 1783 caused a great catastrophe and thousands of deaths. The territory also suffered important geophysical alterations. There was massive media coverage, and European gazettes and newspapers reported on the event throughout the year. Numerous printed materials circulated, giving news of the scope and alternatives of the event. Among these is one written by the former Spanish Jesuit Francisco Gustá, an intellectual of well-earned prestige in Italy, which is the subject of analysis in this article.

Keywords: 18th century, Earthquakes, Catastrophe, Calabria, Messina, Jesuits

Introducción

El 5 de febrero de 1783, la tierra comenzó a temblar con gran violencia en el sur de la península Itálica afectando muy seriamente el vasto territorio de Calabria y el nordeste de la isla de Sicilia. Por espacio de dos meses, las réplicas subsiguientes -acompañadas, en ocasiones, de maremotos- provocaron la alarma y el terror de las gentes, gran destrucción e infinidad de muertes. El 28 de marzo hubo nuevos movimientos sísmicos de similar intensidad que se repetirían el 13 de abril y 19 de julio, y que ya no cesarían hasta finales de ese año. En total se llegaron a contabilizar unas 950 réplicas de diferentes intensidades. Las consecuencias de esta “crisis sísmica calabresa” resultaron catastróficas: unas 400 poblaciones se vieron muy afectadas, más de 90 quedaron arrasadas e inhabitables y 30 cambiaron de emplazamiento tras su reconstrucción, hubo un altísimo grado de afectación social con unas pérdidas humanas de entre 30,000 y 50,000 personas, más de 6,000 heridos, y buena parte del territorio afectado sufrió una profunda modificación geofísica (Delgado, 2020, pp. 57-69 y 2022, pp. 135-157; Cecere y De Caprio, 2018, pp. 221-241; Cerere, et al., 2018; Cecere, 2017, pp. 187-214; Conti, 2016, pp. 230-139). El desastre, además, vino acompañado de un amplio despliegue mediático, con abundantes y constantes referencias en periódicos y gacetas europeos, y un más que notable interés científico por el suceso que atrajo a expertos en sismología, naturalistas, filósofos y eruditos que elaboraron informes de diferente entidad y obras de referencia. En última instancia, la catástrofe propició el despliegue de nuevas y ambiciosas iniciativas de carácter administrativo y religioso ideadas por los responsables políticos napolitanos destinadas a hacer posible la reconstrucción económica, social y urbana del país (Sarconi, 1784; Vivenzio, 1993[1783]; Baratta, 1936 [1901]; Placanica, 1982 y 1985; Boschi et al., 2000; Cecere y De Caprio, 2018, pp. 221-241; Cecere, 2013, 2017 y 2020).2

En estudios precedentes, y con el fin de conocer algo mejor la información que de estos terremotos circuló por la península Ibérica, efectué un rastreo en busca de las noticias ofrecidas por la prensa oficial del momento; esto es la Gazeta de Madrid y el Mercurio Histórico y Político, cabeceras dependientes de la primera Secretaría de Estado. Asimismo, revisé los impresos traducidos al castellano de estos sismos calabreses que acompañaron las noticias de la prensa oficial; muy escasos, a diferencia de lo ocurrido con el terremoto de Lisboa de noviembre de 1755. En última instancia, indagué acerca de la existencia -o no- de aportaciones efectuadas por algún ilustrado español.

En el primer caso, el análisis minucioso de las páginas de la Gazeta y el Mercurio permitieron determinar que ambas cabeceras prestaron similar atención a los graves sucesos, utilizaron fuentes de información casi idénticas, concedieron espacios similares en las sucesivas entregas y, a lo largo del año 1783, sus redactores informaron con ininterrumpida frecuencia a sus lectores de la tragedia que se desarrollaba en el sur de la península italiana y la isla de Sicilia así como de las iniciativas que se iban tomando con objeto de mitigar sus calamitosos efectos (Alberola, 2022, pp. 101-134). Junto a los resultados del análisis de estos dos periódicos, incorporé los procedentes de un par de traducciones de folletos originarios de Nápoles y Messina, impresos en Barcelona y Gerona y conservados en la Biblioteca de Cataluña, en los denominados folletos Bonsoms (Alberola, 2022, pp. 126-128).3 En sus páginas se describe someramente la catástrofe sufrida en aquellos territorios, y a esta información cabe añadir asimismo las cuatro páginas de la traducción de una Individual noticia de la desgracia, procedente de Italia e impresa en Palma de Mallorca.4

Mayor interés encierra el opúsculo que, sobre estos terremotos, escribió el clérigo mallorquín Antonio Despuig y Dameto (1745-1813), obispo que fue de Orihuela (Alicante), además de arzobispo de Valencia y Sevilla, patriarca de Antioquía y, en última instancia, cardenal. La peripecia que dio origen a este texto, merece un breve comentario. Antonio Despuig partió, el día uno de febrero del año 1783, desde Nápoles, a bordo de una esperonara maltesa, con rumbo a Sicilia para, desde allí, dirigirse a Malta con el fin de resolver ciertos asuntos personales. Durante la travesía le sorprendió el comienzo de los terremotos que sacudieron la Calabria ulterior y el nordeste de la isla de Sicilia entre el 5 de febrero y el 28 de marzo de 1783. Forzosamente detenido en la playa de la ciudad de Tropea sin posibilidad de proseguir viaje, se convirtió en cualificado e involuntario testigo de la catástrofe. Despuig anotó las peripecias del suceso en un cuadernillo que él mismo denominó “su diario” y que tituló Varias observaciones hechas en el terremoto acaecido en la Calabria ulterior, año de 1783 (Ramondino, 1945, pp. 51-67). En él dejó constancia, con lenguaje claro y preciso, de todo lo que presenció, las situaciones que hubo de superar, el impacto que le causó la llegada de gentes huyendo de sus pueblos arrasados y las observaciones que llevó a cabo (Alberola, 2023, pp. 391-432). El interés de su texto viene dado por la escasez de relatos -al margen de las noticias de la prensa oficial- elaborados por españoles para incrementar las informaciones llegadas a la península Ibérica de los terremotos calabro-mesinenses. También por el modo en que “construyó” su discurso, en el que destaca su interés por referir las características físico-naturales del suceso, anotar con precisión las circunstancias que lo rodearon, comprobar en persona la destrucción y modificación del territorio o destacar la acción de los responsables administrativos a la hora de atender a los vecinos afectados. Y todo ello con apenas referencias de tinte providencialista.

La elaboración de este estudio me condujo hacia un par de folletos -librettos- anónimos sobre estos terremotos atribuidos al jesuita Francisco Gustá, uno de los tantos regulares expulsados de España en 1767 por Carlos III. Muchos de éstos, entre ellos Gustá, eran intelectuales de gran talla tal y como demostró Miquel Batllori (Batllori, 1966), y consiguieron hallar acomodo y protección en diferentes estados del mosaico italiano donde, a la sombra de auténticos mecenas, pudieron seguir desarrollando sus actividades literarias y científicas. De Francisco Gustá pasé a otro jesuita expulsado, el padre Manuel Luengo, autor de un voluminoso diario que, cronológicamente, se alarga desde el mismo momento de la expulsión de la Compañía de Jesús de España hasta su restauración en 1814. Se trata de 64 volúmenes manuscritos a los que cabe añadir los denominados Papeles varios.5 En las páginas correspondientes al año 1783, se hallan referencias a los terremotos que nos ocupan; aunque, en esta ocasión, no son objeto de estudio.

Francisco Gustá: apologista y crítico de gran popularidad

Conocemos a la perfección la trayectoria vital y profesional de este exjesuita gracias a los estudios del padre Miquel Batllori. Primero le dedicó su tesis doctoral y luego lo incluyó en su monumental monografía sobre la cultura hispano-italiana de los jesuitas expulsos (Batllori, 1942 y 1966). Nacido en Barcelona el 9 de enero de 1744, a los quince años entró en el noviciado que la Compañía de Jesús tenía en Tarragona, donde compartió aulas con Pedro Montengón y Juan Francisco Masdeu, quienes gozarían con posterioridad de bien ganada fama. En 1763 pasó a Gandía, en cuyo colegio era rector el padre Mateo Aymerich, para estudiar filosofía durante dos cursos y de allí marchó a Valencia, en 1765, para iniciar estudios de teología en el colegio de San Pablo. En esta ciudad le sorprendería, el 3 de abril de 1767, la aplicación de la pragmática de expulsión de la Compañía de Jesús. De Valencia fue trasladado a Tarragona, donde embarcó en el puerto de Salou, junto con otros muchos compañeros de religión, hacia el destierro. El viaje fue azaroso hasta el desembarco, el 26 de agosto, en la ciudad de Bonifacio (Córcega) donde permanecerían los regulares en difíciles condiciones durante un año. A mediados de octubre de 1768, y tras no pocas penalidades, Gustá y sus compañeros arribaron a Ferrara donde, no sin apuros, hallaron acomodo (Batllori, 2004 y 1942, pp. 33-38; Astorgano, s.f.). Durante su estancia en Bonifacio continuó sus estudios de Teología y los concluyó ya en Ferrara, donde residió hasta 1796. Se ordenó como sacerdote en Módena el 4 de mayo de 1769.

Hasta su llegada a tierras italianas Francisco Gustá no había publicado obra alguna. Poseedor de una sólida formación literaria, dotado de gran facilidad para escribir y de un acusado espíritu crítico, el jesuita no se decantó, sin embargo, por la investigación erudita y filosófica. Optó por practicar un discurso apologista muy crítico, pero a la vez divulgativo, con el que hacer frente, a la manera de un periodista católico, a quienes atacaban a la Iglesia; fundamentalmente jansenistas, protestantes, enciclopedistas o revolucionarios franceses (Guerci, 2008; Cattaneo, 2009). En Italia gozó de gran popularidad y publicó, a partir de 1779, un buen número de escritos -siempre en italiano- que tuvieron excelente acogida entre eruditos y expertos, pero también entre el gran público que, como se suele decir, le quitaba de las manos los ejemplares de sus obras que veían segundas, terceras e, incluso, cuartas ediciones.6 El padre Manuel Luengo consideraba a Gustá “laborioso”, además de poseedor de una especial habilidad para escoger los temas sobre los que escribir, a la cual añadía la “ventaja” de saber excitar la curiosidad de las gentes para que “por lo tanto, se busquen y se lean sus escritos” (Batllori, 1942, p. 51). El jesuita expulso sabía que a la opinión pública italiana interesaban, entre otras, las informaciones y comentarios sobre “los estragos, la calamidad más funesta, la guerra, la revolución, la caída de personajes importantes…”. Su obra fue amplia, bien conocida y de imposible comentario en estas páginas; aunque como gran polemista que era publicó mucha de ella de manera anónima cosa que, en ocasiones, provocaba dudas entre sus contemporáneos a la hora de atribuirle la autoría de algunos escritos (Batllori, 1942, p. 42; Guasti, 2006).

Pero lo que me interesa destacar en este estudio es que, tras producirse los terremotos de 1783, Gustá se apresuró en redactar una relación de este suceso; una más de las tantas y tan variadas que vieron la luz a lo largo de ese funesto año (Alberola, 2012, pp. 325-345). Fue probablemente a finales de marzo o principios de abril cuando, con no poca celeridad, publicó un impreso de 60 páginas en el que dejaba constancia del antes y el después de estos movimientos sísmicos que cambiaron la faz de la Calabria ulterior y del nordeste de la isla de Sicilia, destruyeron innumerables poblaciones, provocaron miles de muertos, movilizaron recursos humanos y económicos e impulsaron la puesta en marcha de una auténtica revolución constructiva y recuperadora, desde todos los puntos de vista. Probablemente lo pudo escribir gracias a las noticias proporcionadas por las diferentes gacetas y periódicos que, con seguridad, acostumbraba a leer -aunque no las citara como fuente-; a las informaciones que, quizá, le enviaron sus corresponsales, o a las que, simplemente, iban llegando a Ferrara desde diferentes lugares según se iba conociendo el alcance del desastre.

Hay un hecho que sustenta la anterior afirmación. El martes 22 de abril de 1783, el número 32 de la Gazzetta Universale daba noticia, en sus Avvisi, de la publicación de un impreso titulado Stato felice ed infelice della Calabria e di Messina e del suo territorio prima e dopo i terremoti de’ 5 febbrajio e 28 Marzo 1783. El redactor de la reseña resumía brevemente sus contenidos, haciendo notar que describían la situación en que habían quedado estos territorios antes y después de los terremotos, a la vez que destacaba la inclusión de un “superbo sonetto” y de un magnífico grabado de la ciudad de Messina para que los lectores pudieran comprobar cómo era la urbe en el pasado más inmediato ya que “ora più non esiste” (Gazzetta Universale, 22 aprile 1783, p. 236).

El Stato felice ed infelice della Calabria e Messina

La autoría del impreso,7 anónimo, la atribuyen a Francisco Gustá diferentes escritores. Lorenzo Hervás y Panduro y Ramón Diosdado Caballero, exjesuitas como aquél y contemporáneos suyos, no tenían ninguna duda al respecto. De idéntico parecer fue el jesuita francés Charles Sommervogel, autor a finales del siglo XIX de la monumental Bibliothèque de la Compagnie de Jésus (Sommervogel, 1890-1900) y, previamente, del Dictionnaire des ouvrages anonymes et pseudonymes publiés par des religieux de la Compagnie de Jésus (Sommervogel, 1884). Ya en el siglo XX, el arqueólogo y diplomático Eduard Toda y Güell, también considera a Gustá autor del aludido impreso y, por supuesto, el padre Miquel Batllori. Éste, además, y siguiendo a Eduard Toda y a José Eugenio de Uriarte le adjudica -aunque las califica como “dudosas”- otras dos relaciones anónimas tituladas Relazione dell’orrendo terremoto seguito nella Siciia e Calabria il giorno 5 de febbraro del corrente anno 1783, publicada por la Stamperia boloñesa del Sassi en 1783, y Ultima relazione dell’orribile terremoto accaduto li 5 sino allí 10 febbajo dell’anno 1783, de’ tutti i danni notabili ed accaduti nella città di Messina ed altri luoghi circonvicini, Nápoles, 1783 (Batllori, 1742, pp. 14-15 y 24-25). Respecto de la primera de estas dos relaciones, un par de datos que pueden ser relevantes. El impreso, de tan solo ocho páginas, es una mera recopilación de noticias relativas a estos terremotos, concretamente tres cartas fechadas en Nápoles los días 15, 18 y 25 de febrero que fueron utilizadas por los periódicos para dar cuenta del suceso. La última incluye la conocida misiva remitida por el senado de Messina al rey de Nápoles dándole cuenta, en tono lastimero, del estado ruinoso en el que había quedado la ciudad, del padecimiento de sus vecinos supervivientes y de las medidas de urgencia adoptadas, a la vez que le solicitaba socorros de todo tipo. Un ejemplar del impreso se encuentra, cosido, en el tomo XIII de los Papeles Varios del padre Manuel Luengo, entre las páginas 35 y 42. Si el autor-recopilador fue Francisco Gustá, es probable que se la hiciera llegar a Luengo él mismo o algún otro compañero de religión sabedor del diario que, de manera metódica, componía jornada tras jornada. A mayor abundamiento, en los mismos Papeles varios se incluye, páginas más adelante, la copia de una carta, escrita en italiano, en que se da razón de los terremotos de Calabria y de Messina.8

En el Stato felice ed infelice della Calabria e di Messina se distinguen, tal y como anuncia su título, dos partes de desigual extensión en las que el autor describe el antes y el después de la catástrofe con el fin de contraponer el horror derivado de la ruina y muerte ocasionados por los terremotos -stato infelice- con el bienestar de que se gozaba. Es un recurso habitual para poner de relieve, en cualquier situación, los males y desgracias sobrevenidos; y así lo proclama Gustá al final de la página 7 de su discurso. A tal efecto, y entre las páginas 9 y 22, efectúa un recorrido histórico-geográfico pormenorizado por la Calabria citerior y ulterior y Sicilia en el que se remonta hasta la Antigüedad con el que, textualmente, pretende “delinear con los más verdaderos colores” el estado “feliz” que concedió la naturaleza a estos territorios para, de este modo, confrontarlo con el “infeliz” en que se hallaba tras los espantosos terremotos que, iniciados el 5 de febrero del año 1783, sacudieron violentamente estos territorios.

Francisco Gustá no oculta sus intenciones a la hora de construir su relato y así, ante los ojos del lector, hace desfilar las características medioambientales sin ahorrar elogios -clima dulce, aire saludable, terreno “ameno”, aguas medicinales, etc.-, los recursos económicos de que disfrutaba la Calabria norte o citerior, sobre todo los provenientes del comercio y la navegación, la antigüedad y riqueza de sus ciudades más importantes -Cassignano, Reggina, Grumento, Lagaria, Mallea, Tauriano, etc.-, los pequeños feudos, propiedad de “conspicuas” familias, como Rossano, Cassano, San Marco, Montalto, Umbratico o Cosenza. De esta última indica que era la capital de la Calabria citerior y sede del gobierno, con abundante población, defendida por un castillo y situada en un precioso paraje “all’ ingresso di una bellisima pianura” cercada por siete colinas. Junto a Cosenza señala como núcleos más poblados a Cassano, Rossano, Paola y Bisignano.

De la Calabria ulterior hace notar su mayor número de poblaciones, con la capital Catanzaro situada sobre un hermoso monte que permitía a sus habitantes disfrutar de un aire muy puro. De Monteleone y Stilo anota que estaban bien pobladas, mientras que Squillace, Nicotera, Mileto, Castel Vetro, Gerace, Roccella, Belcastro o Isola Policastro eran núcleos urbanos pequeños y “poco degne di attenziones”. De Tropea, Taverna y Nicastro, pese a su modesto tamaño, destaca Gustá que estaban muy bien construidos y gozaban de gran popularidad, mientras que de Crotone valoraba su antigüedad, sus bastiones defensivos y el hecho de haber sido la ciudad “più magnifica della Magna Grecia”. Se extiende sobremanera en la descripción de Reggio, la ciudad más importante y poblada de la provincia, excelentemente situada, bien construida, con magníficos edificios y una pujante manufactura textil lanera.

En lo tocante a la agricultura y manufacturas calabresas, Gustá no ahorra elogios. Describe campos verdes y feraces, innumerables producciones agrícolas, abundante pesca y caza, montañas donde crecen todo tipo de árboles y hierbas medicinales, algunas minas de plomo y hierro, manantiales de aguas cálidas y salutíferas, etc. Se advierte una cierta exageración en estos comentarios, al estilo de los cronistas al uso, pues, al cabo, Francisco Gustá, no deja de reconocer cierta decadencia que, sin embargo, no duda que será superada gracias al empuje y constancia de los más de 400,000 habitantes residentes en la Calabria.

A Messina, localizada en el valle del Demona, le dedica el autor siete páginas, insistiendo desde el principio de sus comentarios en que se trataba del área siciliana más afectada por la violencia sísmica iniciada el 5 de febrero. Aporta datos históricos, tomados de estudios clásicos, que refieren la importancia de esta ciudad portuaria que disputaba con Palermo la capitalidad de la isla. Protegida por fuertes muros y una ciudadela de cinco bastiones, destacaban sus magníficos edificios civiles y religiosos -como el teatro marítimo o Palazzata-, fuentes y estatuas -como las de Neptuno o la de Carlos III de España- o grandes plazas, como la del Mercado. Muy afectada por la peste de 1743, que redujo a la mitad su población, cifraba en 20,000 sus habitantes en el año 1783. Los núcleos urbanos de su entorno alcanzaban los 336,000 y, para toda Sicilia, se estimaba cerca del millón.

Gustá menciona que los recursos económicos eran similares a los de Calabria, cosa que -entendía él- le eximía de referirlos con detalle. Las colinas que rodeaban Messina producían, en su opinión, todo lo necesario para vivir. Anota la abundancia de pescado, sobre todo atún, y la relevancia del puerto de Messina, calificado como uno de los más importantes de Europa y con privilegio de ser puerto franco; pese a lo cual los intercambios comerciales no resultaban excesivamente remuneradores. Concluye el denominado Stato felice con la alusión al estrecho -de Mesina- que separa la isla del sur de la península Itálica famoso por estar flanqueado por los promontorios que los clásicos denominaron Scilla y Caribdis, y muy temidos por provocar peligrosos remolinos que hacían naufragar a las embarcaciones. Al respecto, Gustá afirmaba que, en los tiempos que corrían, la pericia de los pilotos había rebajado notablemente la peligrosidad del tránsito por el estrecho.

Calabria y Messina: territorios de riesgo sísmico desde la Antigüedad

La segunda parte del impreso -Stato infelice- la dedica Francisco Gustá a exponer y reflexionar sobre el lamentable estado en que habían quedado las tierras calabresas y mesinenses tras los violentos terremotos ocurridos hasta ese momento. A tal efecto, estructura su discurso en una serie de partes claramente reconocibles que van desde un recorrido sobre la frecuencia y efectos de los movimientos sísmicos a lo largo de la historia en el sur de Italia -pero también en otros lugares del mundo-, pasando por una breve reseña o crónica de los padecidos el 5 de febrero de 17839 en la que incluye la transcripción de la conocida carta que el Senado de Messina envió al monarca napolitano Fernando IV dando cuenta de la calamitosa situación en la que se encontraban la ciudad y sus vecinos, aterrados, debatiéndose entre ruinas e incendios, y de las primeras decisiones tomadas para hacerle frente. A un listado de los daños materiales, humanos y medioambientales conocidos en esos momentos, añade Gustá una escueta descripción del terremoto del 28 de marzo y la transcripción del edicto del rey de Nápoles, fechado el día 20 de ese mismo mes, por el que indultaba a los delincuentes y los sacaba de las prisiones con el compromiso de que se dedicaran a la recuperación agrícola de los territorios asolados.

El impreso de Francisco Gustá se enmarca en el conjunto de “papeles” de similar factura que, en los primeros días y según se iban conociendo detalles de los calamitosos efectos ocasionados por los terremotos, circularon con cierta profusión intentando transmitir la terrible realidad. Redactados por plumas de muy diversa factura, calidad y verosimilitud precedieron, como señala Augusto Placanica, a los que, pasados cuatro meses y ya con más conocimiento de causa, escribieron científicos y viajeros extranjeros e intelectuales locales (Placanica, 1985, pp. 30-40).

Francisco Gustá no evita el tono extremado y el empleo de términos un tanto dramáticos. Así, en las primeras líneas del Stato infelice ya hace notar que estos terremotos iniciados en febrero fueron “los más horribles de que se tiene noticia en los Anales del Mundo” y dejaron trágica huella en el territorio, poblaciones y habitantes. Parece evidente que le interesaba un relato desgarrador. No ahorra calificativos cuando confronta el estado que ofrecía la otrora “fértil provincia”, en la que todo era “ameno” y “delicioso”, con el que bruscamente, transformado, ha quedado en “espectáculo de horror”, con ciudades arruinadas, montañas irreconocibles, “abismos aterradores”, ríos alterados, desaparecidos o hundidos, valles transformados en lagos, familias enteras sepultadas, gemidos y lamentos por doquier, “desolación”… En una frase resume el drama humano vivido: “la calamidad no hizo distinción entre la nobleza y la plebe”. Gustá no descubre nada nuevo: las catástrofes derivadas de episodios extremos de origen geológico suelen ser así de democráticas.

El exjesuita especula acerca de las razones por las que el sur de Italia era un territorio tan proclive a sufrir terremotos; incluso se interroga sobre las causas reales de éstos apelando a los estudios de los “físicos”. En cualquier caso, de sus reflexiones se desprende que asume las teorías organicistas, tan en boga desde el siglo anterior, formuladas por el también jesuita Atanasio Kircher en su Mundus subterraneus (1664-1665) y en las que los movimientos sísmicos se vinculaban al vulcanismo. Haciendo uso de su bagaje intelectual y habilidad comunicadora, desgrana una serie de referencias de carácter erudito acerca del impacto y significación histórica de los movimientos sísmicos remontándose a los tiempos de Tácito, aunque de inmediato menciona a personalidades más próximas en el tiempo como Ludovico Antonio Muratori, Charles Rollin, André Fleury, Louis-Sébastien de Tillemont o César Baronio. Ello le da pie para aludir a unos pocos terremotos históricos de gran impacto (Port Royal-Jamaica, 1692; Santorini, 23-5-1707; Azores, 8-12-1720), a la vez que recomienda la lectura de los volúmenes de las Philosophical Transactions londinenses para completar datos. Se detiene con especial atención en aquellos sismos que padecieron Calabria y Sicilia desde el de Nápoles de 1456, pasando por el de 1638 (Cosenza, Stigiano, Policastro, entre otras 50 poblaciones afectadas), o los que sacudieron los valles de Noto y de Demona (Sicilia) en 1693 y el sufrido por Palermo en 1726. De todos ellos refiere, con mayor o menor detalle, los daños materiales y humanos ocasionados y, respecto del ocurrido el 5 de febrero de 1783 destaca los fenómenos -“singulares y dignísimos de ser observados”- que tuvieron lugar en los momentos previos a los destructivos temblores. Asimismo, recomienda consultar la definición que, del sustantivo “terremoto”, recogían la Enciclopedia francesa y el Diccionario de Chambers.10

En el breve informe que elabora sobre el trágico suceso que “llenó de horror la ciudad de Messina y toda la Calabria Ulterior” no podía faltar una referencia al terremoto que sacudió Lisboa el 1 de noviembre de 1755, “tan violento y tan general” que afectó a Portugal y se dejó sentir en la península Ibérica, norte de África, Italia, islas Azores e, incluso, al otro lado del Atlántico. Para Gustá, este terremoto contemporáneo resultó “fierísimo” y “muy violento y general” y le sirve para, entre otras cosas, criticar el contenido de una noticia aparecida en la Gazzetta Universale en su entrega del sábado 23 de marzo de ese año en forma de larga carta -fórmula habitual en la prensa de la época- atribuida a un dotto viaggiatore, fechada en Nápoles el 16 de febrero. Gustá encuentra llamativa la ausencia en ella de referencias eruditas y precisas a los terremotos más antiguos de que se tenía constancia y que permitirían la comparación con el que estaba comentando. Por cierto, es la única mención que el exjesuita efectúa a lo largo de todo el impreso a la Gazzetta Universale periódico que, desde el número 14 de ese año 1783, y al igual que otros en Europa (Alberola, 2022, pp. 101-133; Lozano Díaz y Berná Ortigosa, 2023, pp. 25-63), venía ocupándose de proporcionar noticias de los efectos de los terremotos de principios de febrero (Gazzetta Universale, 18 febbrajio 1783, p. 112).11 Y ello resulta extraño, pues a pocas más fuentes podía acudir para informarse y poder elaborar su Stato felice ed infelice. Por tanto, habremos de convenir que, pese a no citar el periódico, hubo de conocer -aunque no los utilizara- los ejemplares aparecidos entre el martes 14 de febrero y días antes de la noticia de la publicación de su impreso, proporcionada por la Gazzetta en sus Avvisi el martes 22 de abril (Gazzetta Universale, 22 aprile 1783, p. 255).

Gustá bosqueja una especie de Crónica del terremoto destacando la violencia de los primeros temblores y el caos y ruina subsiguientes, que empujaron a las gentes, de nuevo, a huir hacia lugares seguros. No ahorra detalles trágicos y añade, como calamidad sobrevenida, la destrucción causada por los incendios pues, además de ser invierno, a la hora en que sucedió el terremoto las gentes estaban en sus casas comiendo y con todos los hogares encendidos. Anota las réplicas que se dejaron sentir el día 5 de febrero y la noche siguiente y, para transmitir veracidad en sus afirmaciones, trascribe documentos que ya circulaban, caso de la Carta del Senado de Messina al rey de Nápoles -utilizada profusamente por las gacetas, periódicos y comentaristas del suceso-, en la que se proporcionan detalles de la situación de la ciudad y del territorio en una especie de crónica de urgencia.12 En esta línea, da cuenta de las ayudas arbitradas, de los socorros habilitados para los damnificados, de las disposiciones establecidas para mantener el orden público, de los efectos demoledores de los temblores en edificios civiles y religiosos, o de la requisa de mercancías de los barcos surtos en el puerto para alimento de la población.

Destaca, asimismo, la decisión del monarca napolitano de exponer el Santísimo en las iglesias de Nápoles y en las de todo el reino, así como la inmediata prohibición de todo tipo de festejos y diversiones, tales como representaciones teatrales, espectáculos, máscaras o diversiones carnavalescas, invocando para ello los “auténticos” sentimientos religiosos para solicitar el auxilio divino. Gustá, en sintonía con las noticias circulantes, se hace eco de la actitud “piadosísima” de Fernando IV y de su comportamiento como “amoroso padre para con su pueblo”, tras establecer donativos y limosnas para paliar su desgracia, a los que se sumaron los procedentes de instituciones y personas pudientes, tanto civiles como eclesiásticas. También alude al nombramiento del mariscal Francesco Pignatelli como comisionado, con todos los poderes, para dirigirse a Calabria con un destacamento de 60 hombres a caballo portando 100,000 ducados para socorrer de urgencia a los damnificados e iniciar la reconstrucción. Complementando esta información, Gustá trascribe la Memoria que la ciudad de Nápoles redactó el 27 de febrero, en la que hacía saber que contribuiría con 24,000 ducados, procedentes de diversos cuerpos sociales, para ayudar a superar la miseria de los afectados de Calabria.

A partir de la página 46 de su impreso, Gustá fija su atención en los daños ocasionados por los terremotos en la orografía y las poblaciones de la Calabria; haciendo hincapié en el aspecto que presentaban el monte Caulone y las urbes más afectadas, como Oppido, Pizzo, Monteleone, Bujona, Tropea, Mileto, Palmi, Seminara o Bagnara; incidiendo en lo castigada que había quedado toda la zona costera y en las alteraciones de algunos cursos fluviales como el Amato y el Corace. A mayor abundamiento, transcribe una relación de una cincuentena de ciudades de las que anota si habían quedado destruidas o semi destruidas, así como el número de fallecidos en la Calabria que, en esos momentos y según sus cuentas, superaba -erróneamente- los 54,000. Parece que la fuente que le sirve para elaborar su relato, aunque no la revele, es el número 23 de la Gazzetta Universale. Aparecido el sábado 23 de marzo de 1783, en este ejemplar abundan las noticias -en forma de cartas- sobre el alcance de la destrucción, aunque las cifras de fallecidos ofrecen una clara discrepancia con las de Gustá, pues registran solo 27,371; es decir, la mitad de los que apunta el exjesuita (Gazzetta Universale, 22 marzo 1783, p. 183). También aprovecha la información que proporciona esta Gazzetta para, en parte, parafrasear la descripción de algunas de las alteraciones geológicas más llamativas que experimentó el territorio.13 Incorpora, asimismo, una relación de los fenómenos observados previamente al terremoto acaecidos en el mar, en los manantiales termales, en los ríos o en los montes y lagos. Esto, sin embargo, merece una precisión: esos datos no se corresponden cronológicamente con la fuente que maneja, como comentaré de inmediato. Gustá acaba cerrando con premura su relato, rehuyendo mayores comentarios y sentenciando que dejaba “para el estudio de los curiosos rastrear las correctas causas de tan extraordinarios eventos”.14

El temblor del día 28 de marzo: la ampliación apresurada del impreso

Llegado a este punto, el exjesuita advierte que, cuando daba por concluido su libretto sobre los terremotos de Calabria y Messina del 5 de febrero de 1783 y se preparaba para llevarlo a la imprenta, le llegó la noticia de que un nuevo y no menos intenso temblor había sacudido las dos Calabrias y Messina. Aún tuvo tiempo, como narra, para incorporar una Breve descrizione del secondo terremoto de’ 28 marzo del 1783. Al respecto, hay que decir que la Gazzetta Universale del martes 8 de abril ya incluía una información fechada en Nápoles el 31 de marzo que daba cuenta de que, a eso de las 13:30 del día 28, se había dejado sentir en la capital del reino, por espacio de un minuto, una réplica de “terremoto ondulatorio” que, pese a su vigor, no ocasionó pérdidas humanas al abandonar, despavoridos, los vecinos sus casas y congregarse en la plaza. A continuación, el periódico describía todos los fenómenos que se venían observando en Messina desde comienzos de año referidos al estado del mar -variación de su color, de su temperatura, posible emergencia de islotes-, aparición de volcanes ya tierra adentro, cambio de sabor en el agua de manantiales termales, etc. Estas referencias son las que insertó Gustá en sus comentarios finales sobre los terremotos de febrero a la vez que anunciaba que iba a proseguir su relato. Es de creer que tomó esta decisión tras leer -sin citar- la Gazzetta Universale del 8 de abril.

Aún proporcionaría el periódico dos noticias más antes de informar en sus Avvisi de la publicación del impreso de Gustá; concretamente en sus entregas del 12 y 15 de abril. El exjesuita utilizó la segunda para dar fin a su relato, aunque sin explayarse en demasía. Y eso que en ésta abundan los detalles sobre los movimientos sisimicos que sacudieron Nápoles y Messina el 28 de marzo y el que, un día después, y de forma muy violenta, afectó a esta última (Gazzetta Universale, 15 aprile 1783, pp. 238-239).

Francisco Gustá alude a la destrucción de la “bella y rica” ciudad de Cosenza, capital de la Calabria citerior y patria de Giovanni Vincenzo Gravina, así como al lamentable estado que ofrecían Catanzaro, Maida, Cirifalco, Castiglione, Cutre y Potri, entre otras. Destaca la escasez de fallecidos y desaparecidos; achacable, entre otras cosas, a que la gente estaba preparada -y armada- para abandonar sus casas con el fin de hacer frente a un eventual desembarco de corsarios berberiscos en busca de cautivos, tan habituales en la costa desde el siglo XVI (Varriale, 2023), cuyas embarcaciones se habían dejado ver en las proximidades del litoral. Ello causó un doble efecto tras los temblores. En primer lugar, facilitó el desalojo inmediato de los edificios y la rápida huida hacia las barracas que se habían levantado con anterioridad en el campo. La gran acumulación de vecinos que se observaba desde el mar propició, en segundo lugar, que los corsarios -temerosos de encontrar una fuerte resistencia- abandonaran sus planes y pusieran rumbo a otras tierras.

Gustá ya no suministra mayores detalles de los últimos acontecimientos; probablemente porque le urgía concluir su relación para darla a la imprenta florentina de Antón Giuseppe Pagani. Simplemente advierte que las recientes sacudidas habían afectado dramáticamente a una ruinosa y desolada Messina, derribando los edificios y casas que aún permanecían en pie, provocando tales grietas e inestabilidad en el suelo que los ingenieros desaconsejaban levantar nuevas construcciones sobre las ruinas. Como colofón, y para transmitir una idea de la magnanimidad con la que obraba el soberano napolitano Fernando IV -idea presente, por cierto, en otras publicaciones del momento15-, transcribe parcialmente el ya aludido edicto real promulgado el 20 de marzo que concedía el indulto a todos aquellos delincuentes en prisión por delitos redimibles que se comprometieran a establecerse como labradores en ambas Calabrias. La primera información la proporcionó la Gazzetta Universale en su entrega del 15 de abril, por lo que es probable que Gustá la tomara de aquí. La segunda apareció en el mismo periódico, cuatro días más tarde (Gazzetta Universale, 22 aprile 1783, p. 355) y, quizá, no la llegara a conocer por esta vía puesto que, como ya se ha indicado, este periódico anunció la publicación de su Stato felice ed infelice en el número 32, correspondiente al martes 22 de abril.

El exjesuita cierra el texto implorando al “supremo regidor del universo” la restitución de la paz a unos territorios “tan favorecidos por la naturaleza y, ahora, tan afligidos y consternados”.16 Es la única concesión, muy discreta, al habitual y agobiante providencialismo que suelen destilar estos escritos sobre catástrofes de diferente causa. Gustá pone el punto y final a su relato con un soneto ─superbo, al decir de los editores de la Gazzetta─, impreso en la penúltima página, y la reproducción de un grabado de la ciudad de Messina antes de ser destruida por los terremotos [ver Figura 1].

Figura 1. Planta y vista de la ciudad de Messina antes de su destrucción por los terremotos de 1783.

Fuente: Stato felice ed infelice della Calabria e di Messina (…). Biblioteca della Società Napoletana di Storia Patria (II STANZA 01.E.6-20 y SISMICA 07.D.029-1), p. 60

Reflexión final

¿Qué movió a Francisco Gustá a escribir un texto de las características de Stato felice ed infelice della Calabria e di Messina? ¿A qué obedeció la construcción de un relato que contrasta abiertamente con los intereses personales de un escritor que ya gozaba de reconocimiento en el selecto mundo intelectual italiano del momento? Porque Gustá, a esas alturas del siglo, ya era un intelectual de prestigio tras la publicación, en 1781, de su famosa Vita di Sebastiano Giuseppe di Carvalho e Melo, obra que, de inmediato, conoció hasta cuatro reediciones y traducciones al francés y alemán. Previamente había dado a la prensa un par de textos apologéticos referidos a Voltaire y al padre Cesareo Pozzi y, ya en 1782, habían visto la luz, con excelente acogida popular, sus escritos sobre los viajes del Papa Pío VI (Batllori, 1946, pp. 45-58).

Instalado en Ferrara desde su llegada al exilio italiano, supo combinar la producción de obras históricas cargadas de polémica con otras de tenor apologético y tendencia doctrinal con otras en las que abordar cuestiones y sucesos de gran actualidad que, tratados con “fina sensibilidad periodística” -al decir del padre Batllori-, le granjearon el favor de un público ávido de novedades de todo tipo. Aquí puede radicar la respuesta a la pregunta formulada líneas más arriba. Desde la Ferrara que lo acogió, y que no abandonaría hasta finales de la centuria ante la amenaza de las tropas napoleónicas, y pese a que en 1783 su vida literaria aún tenía poco, aunque muy exitoso, recorrido, Gustá debió tener claro lo rentable que podía llegar a resultar combinar sesudos trabajos de corte histórico, crítico o apologético con otros más ligeros vinculados a la más rabiosa actualidad (Batllori, 1942 y 1966; Guasti, 2006; Guerci, 2008).

La sensación que produce la lectura del libretto de Gustá referido a los terremotos de febrero y marzo de 1783 es que escribía -en este caso, como en otros tantos, de manera anónima- para ser leído y vender ejemplares. Por ello, es probable que el impresor, interesado asimismo en que el texto alcanzara la mayor circulación posible, influyera en él para que diera noticia inmediata de unos acontecimientos de consecuencias catastróficas tan del gusto de la época. La cuestión es que lo hizo in extenso y, además, con gran celeridad; cosa que se percibe en algunos pasajes del Stato. Reconocido intelectual, Gustá hilvanó un largo discurso de contenido informativo, de prosa correcta, en lengua italiana, adornado de recursos eruditos y retóricos, y concebido para ser comprado, consumido y divulgado por sus fieles lectores. Emplea la técnica de contraponer las bondades de un pasado, que retrotrae hasta la Antigüedad, con la calamitosa realidad que presentaba el territorio tras la catástrofe humana, urbanística y medioambiental ocasionada por los terremotos. Para ilustrar ésta suministra los datos conocidos en esos primeros momentos obtenidos probablemente de la Gazzetta Universale o proporcionados por terceros. Ello hace que el discurso se resienta en alguna de sus partes, sobre todo en la final, en la que se aprecian algunas disfunciones cronológicas a la hora de manejar -y reflejar- las noticias periodísticas de las que, con seguridad, se nutría. En cualquier caso, se trata de una contribución de gran interés dado el momento en que fue editada; al margen de que fuera escrita por un español y no llegara a ser conocida en España.

Aunque pudiera parecer sorprendente, Francisco Gustá no pretendió crear opinión con su Stato felice ed infelice, ni siquiera desde el punto de vista religioso; su deseo fue únicamente transmitir información de plena actualidad que construyó de la manera que mejor entendió para su eficaz divulgación. De ahí que sus referencias a terremotos del pasado, con el fin de dotar de erudición y sustento libresco a su discurso, no pasen de ser meras y escuetas enumeraciones a algunos de ellos; al igual que sus escasas citas de contenido filosófico y científico para dotar de aparato crítico a sus afirmaciones. La única excepción es la mención al también jesuita Atanasio Kircher, al referirse al estudio sobre el comportamiento de los terremotos. Tampoco llega a manejar documentación oficial, salvo la reproducida en las gacetas y periódicos circulantes y, por tanto, conocida; ni somete a crítica los datos que transcribe cosa que, en alguna ocasión, le conduce al error.

En términos generales, el exjesuita se alinea con el contenido de muchos de los folletos que, al socaire de estos terribles terremotos -más si cabe que el de Lisboa de noviembre de 1755-, circularon con profusión. Es verdad que, conviviendo, al poco, con obras muy sólidas desde el punto de vista científico, como la Relación del naturalista William Hamilton (1783), la Memoria del mineralogista Déodat de Dolomieu (1784) o el primer gran informe oficial post terremotos impulsado por la Reale Accademia delle Scienze e delle Belle Lettere de Nápoles que redactó Michele Sarconi (1784). Estas y aquellas obras sirvieron para conocer con detalle los estragos y planear la recuperación del territorio y la reconstrucción de las poblaciones devastadas por los terremotos de Calabria y Messina de 1783.

Archivos

ACJ Archivo de la Compañía de Jesús (Loyola)

ARM Arxiu del Regne de Mallorca

BC Biblioteca de Catalunya

BSNSP Biblioteca de la Società Napoletana di Storia Patria

Hemerografía

(18 febbrajio 1783). Gazzetta Universale, núm. 14.

(4 de marzo 1783). Gazzetta Universale, núm. 18.

(22 marzo 1783). Gazzetta Universale, núm. 23.

(8 aprile 1783). Gazzetta Universale.

(15 aprile 1783). Gazzetta Universale, núm. 30.

(22 aprile 1783). Gazzetta Universale, núm. 32.

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Notas

1 Este estudio forma parte de los resultados del proyecto PID2021-122988NB-I00, financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación del Gobierno de España, la Agencia Estatal de Investigación y la Unión Europea.

2 Para el estudio de estos y otros terremotos históricos italianos es de gran utilidad la consulta de la información que proporciona el Instituto Nazionale de Geofisica e Vulcanologia (Bernardini y Meletti, 2014).

3 Biblioteca de Catalunya, Folletos Bonsoms. Núm. 3233. Relación histórico-física de los terremotos acaecidos en Messina, en el corriente año de 1783. Traducida fielmente de la que en Idioma Italiano se ha impreso en aquella Ciudad […]. En Barcelona. En la Imprenta de Raymunda Altés, viuda, en la calle de la Librería [1783] y núm. 1104. Relación exacta de las últimas noticias que se han recibido de la corte de Nápoles del horroroso daño que han hecho los Terremotos en la Calabria Ulterior, Mesina, y otras Ciudades, y Pueblos de aquel Reyno, sacadas de un Impreso Italiano, que ha traído el Extraordinario, y son con fecha de 11 del mes de marzo de este presente año 1783. Y reimpreso en Gerona; por Joseph Bró, Impresor del Rey Ntro. Sr. à las quatro Esquinas [1783].

4 Arxiu del Regne de Mallorca, Arxiu marqués de la Torre. Sección cardenal Despuig, IV, plec 6 bis. Individual noticia de la desgracia acaecida en Messina, Calabria y otras Ciudades y Lugares del Reyno de Nápoles y Sicilia, según las noticias que se han adquirido hasta el día presente. Traducido del impreso que vino de Italia. Palma, Salvador Savall, 1783.

5 Sobre el padre Manuel Luengo ver: Giménez López (2009 y 2010), Fernández Arrillaga (2003) y Giménez López y Fernández Arrillaga (2010).

6 Al margen de innumerables textos manuscritos, el padre Batllori refiere 21 publicaciones entre históricas y apologéticas, a las que añade 5 que conceptúa como Varia, dos de dudosa autoría y una de carácter apócrifo (Batllori, 1942, pp. 11-15). Sobre la significación de Gustá en el contexto del exilio jesuítico en Italia ver: Guasti (2006).

7 Stato felice ed infelice della Calabria e di Messina e del suo territorio prima e dopo i terremoti de’ 5 febrajo e 28 marzo 1783. Accaduti in quelle parti. In Firenze MDCCLXXXIII, per Anton-Giuseppe Pagani e Comp. Con approvazione. Biblioteca della Società Napoletana di Storia Patria (II STANZA 01.E.6-20 y SISMICA 07.D.029-1). Mi gratitud al profesor Domenico Cecere por haberme hecho llegar el documento.

8 Agradezco a la profesora Inmaculada Fernández de Arriaga haberme facilitado el acceso a estos documentos conservados en el Archivo que la Compañía de Jesús custodia en Loyola.

9 Stato felice ed infelice della Calabria e di Messina…Biblioteca della Società Napoletana di Storia Patria (II STANZA 01.E.6-20 y SISMICA 07.D.029-1), pp. 30-35.

10 Stato felice ed infelice della Calabria e di Messina…Biblioteca della Società Napoletana di Storia Patria (II STANZA 01.E.6-20 y SISMICA 07.D.029-1), pp. 23-28 y 30-33.

11 Hasta la publicación del impreso de Francisco Gustá la Gazzetta Universale correspondiente a 1783 proporcionó información sobre los terremotos y sus consecuencias de manera prácticamente ininterrumpida en los números 14 (18-2-1783), 16 (25-II-1783), 17 (1-III-1783), 18 (4-III-1783), 19 (8-III-1783), 20 (11-III-1783), 21 (15-III-1783), 22 (18-III.1783), 23 (22-III-1783), 25 (29-III-1783), 26 (1-IV-1783), 28 (8-IV-1783), 29 (12-IV-1783), 30 (15-IV-1783), 32 (19-IV-1783). No aparece noticia alguna en las entregas 24, 27 y 31.

12 La carta fue reproducida en las páginas de la Gazzetta Universale (4 de marzo de 1783, pp. 143-144).

13 Stato felice ed infelice della Calabria e di Messina….Biblioteca della Società Napoletana di Storia Patria (II STANZA 01.E.6-20 y SISMICA 07.D.029-1), pp. 49-50.

14 Stato felice ed infelice della Calabria e di Messina….Biblioteca della Società Napoletana di Storia Patria (II STANZA 01.E.6-20 y SISMICA 07.D.029-1), pp. 50-52.

15 Así es de ver en las informaciones aparecidas en la Gazeta de Madrid y en el Mercurio Histórico y Político de España (Alberola, 2022, pp. 122-123).

16 Stato felice ed infelice della Calabria e di Messina….Biblioteca della Società Napoletana di Storia Patria (II STANZA 01.E.6-20 y SISMICA 07.D.029-1), p. 58.