Being a Slave: Histories and Legacies of European Slavery in the Indian Ocean. Por Alicia Schrikker y Nira Wickramasinghe (eds.). Holanda: Leiden University Press, 2020, 331 p.

Este libro es un viaje a través del océano Índico. Inicia en África del Sur con la poesía de Koleka Putuma, que abre el prefacio escrito por la politóloga Reunionnaise (isla de la Réunion) Françoise Vergès, donde se presenta esta obra como respuesta a Paul Gilroy.1 Luego, desde la Universidad de Leiden, la historiadora holandesa Alicia Schrikker y su colega esrilanquesa Nira Wickramasinghe presentan un texto donde dialogan las historias de personas esclavizadas, centrales para las compañías colonizadoras de las “indias orientales”, y los legados de la esclavitud que se desplegaron en múltiples locaciones del mundo Índico. Señalan que, a partir de conversaciones interdisciplinarias, analizan la colonia y el imperio enmarcados en procesos transculturales globales para entender la creación de identidades específicas.

El texto tiene dos grandes secciones. En la primera se examinan las experiencias de adultos e infantes esclavizados del siglo XVIII en varios contextos del mundo Índico. En la segunda se estudian los cambios que la abolición trajo en sus vidas, en el XIX. El análisis se limita a los lugares del océano Índico que tuvieron presencia holandesa, sobre la que se depositaron otros estratos coloniales al ser reclamados por los británicos o por los franceses, lo que formó diversas “culturas de la esclavitud”. Un enfoque en las vidas de los esclavizados permite a cada autora preguntar sobre movilidad, identidad o emociones y delinear las configuraciones históricas de la esclavitud en el Índico.

El trabajo busca apuntar que, desde África Oriental hasta el sureste asiático, la mayoría de gente vivía en varios niveles de sujeción. Por esto, explican las autoras, la noción occidental de esclavitud no manifiesta las diversas formas de sometimiento locales que, además, fueron reforzadas por las prácticas esclavistas holandesas. Así demuestran, desde la perspectiva de las personas esclavizadas, que la estructura de la esclavitud cambió en el proceso de expansión del capitalismo y la inserción del Índico en los mercados globales entre los siglos XVIII y XIX. De tal suerte que, al comparar tales centurias, el libro explora los factores culturales y sociopolíticos que causaron dicha transformación, las alteraciones en las relaciones de poder inherentes a las prácticas esclavistas y el impacto que tales cambios tuvieron en las vidas cotidianas de las personas esclavizadas. Para lograrlo, y romper el silencio de los archivos coloniales, apelan a la microhistoria “desde abajo”. Esta les permite crear narrativas de larga duración sobre movilidad, interacción, violencia y resistencia.

Inicia el primer momento del viaje, trayendo a la vida individuos cuyas historias estaban “capturadas” en los archivos de la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales (VOC) y de Francia. Así, en Mauritius, Marina Carter recupera la presencia de personas esclavizadas de la India, trasladadas a África y otros puntos del Índico, referidas de manera genérica como “malabares”, “bengalíes” o “indios”, sin importar su origen real. En esta confluencia de identidades étnicas, donde convivían con exiliados y convictos, trajeron a sus relaciones con los europeos conocimientos locales vinculados al trabajo sexual y doméstico. De ahí, Herman Tieken nos dirige a la Ciudad del Cabo, donde reconstruye la historia del exilio de Nicolás Jurgen Ondaatje (originario de Colombo, Ceylon, entre los años de 1727 y 1737), con la que demuestra la interacción entre exiliados, convictos y esclavizados. A través de cartas enviadas por sus familiares, escritas en Tamil, se revela su vida como parte de la élite Chettiyar vinculada a la realeza esrilanquesa y, como parte de esta, se manifiestan las vidas de otras personas esclavizadas.

Posteriormente, los historiadores Alexander Geelen, Bram van den Hout, Merve Tosun y Matthias van Rossum nos llevan a Cochin (India) y después a Batavia (Indonesia). Ahí demuestran, a través de registros de corte de justicia de la VOC, que la esclavitud no fue “más blanda” en el Índico, ya que existían diferentes patrones de “blandura” o “dureza” regionales; además, dan cuenta de las condiciones de vida y la regulación de la movilidad de la población esclavizada. En ambos espacios, las interacciones entre sistemas formales e informales de control influyeron fuertemente en las dinámicas de la esclavitud, donde la sospecha y el miedo, limitaban severamente las oportunidades de movilidad de los subyugados.

Después, de la mano de Kate Elama, llegamos al Colombo holandés. Usando testamentos, escrituras de manumisión y registros criminales, la autora explora los tipos de interacciones que se desarrollaban en locaciones específicas. De esta forma, revela conexiones de amplios rangos (interoceánicas incluso) en las que se involucraban personas esclavizadas y libres, quienes usaban espacios como las tabernas para entablar relaciones sociales, sexuales, comerciales y criminales.

Teniendo eso en consideración, el siguiente capítulo, a cargo de Lodewijk J. Wagenaar, nos presenta a Boenga van Johor. La acompañamos en su viaje forzado desde Batavia hasta el Cabo de la Buena Esperanza, tras ser condenada en 1735 a una suerte de exilio por un “crimen” que cometió. Además de que fue obligada, junto con otros convictos, a revivir el traumático traslado que sufrió para ser vendida años atrás, en la ruta hacia el destierro su barco casi naufragó. Ante la falta de un relato autobiográfico, el autor elabora una narración que oscila entre la ficción y la literatura, en la que describe el viaje en primera persona, imaginando cómo pudo haberse sentido Boenga. Así, Wagenaar llega a comprender el miedo al océano de esta y otras personas esclavizadas.

Después de este “regreso” a Sudáfrica, inicia la segunda parte del libro. En ella, Yvette Christiansë explica cómo, en el siglo XIX, las aguas del Índico seguían vinculando a África, India y el Sureste asiático a través de la continuidad de diversas formas de no-libertad. En primer lugar, reflexiona sobre el “carácter archipelágico” de los archivos coloniales de la esclavitud; es decir, acerca de la dispersión de los documentos en depósitos ubicados alrededor del océano Índico, en los centros imperiales y mercantiles involucrados en la trata. Posteriormente, se pregunta qué pasó después de los actos de abolición británicos y estadunidenses, cuando los primeros tomaron una bandera misional de interrupción del esclavismo sobre los territorios que obtuvieron después del quiebre de la VOC. Explora cómo esto produjo un aumento de la esclavitud en el Índico y cómo la realidad de la mayoría de las personas liberadas se redujo al “sistema de aprendizaje” de oficios y al trabajo “por contrato” en lugares de donde nunca regresarían. En ese contexto, los británicos implementaron un sistema de registro de personas liberadas donde la fotografía se volvió una herramienta de control de su no-libertad.

Luego, retomando este detallado contexto post-abolición, Paul Bijl expone la narrativa de Richard Heindrik Wange van Balie (1798-1869). Escrita en sus últimos años de vida, se trata de sus memorias como esclavizado en el océano Índico, una de las únicas ego-narraciones indonesias sobre la esclavitud. El autor del capítulo usa la categoría “actos de igualdad” para identificar las acciones a través de las cuales van Balie se constituyó narrativamente en igualdad social con sus contemporáneos y, a la vez, muestra su apropiación de ciertos discursos de la Ilustración, el cristianismo y el nacionalismo decimonónicos que circulaban en el mundo holandés de su tiempo. Así, al apelar a la empatía y las emociones van Balie se posicionó, junto con el resto de la población negra y esclavizada, como sujeto libre.

En ese sentido, siguiendo el tema de los sentimientos y las emociones, aparece una reedición del trabajo de Pamela Scully sobre el infanticidio y el humanitarismo decimonónico. De nuevo en el sur de África, a través de los procesos judiciales por asesinato de recién nacidos o por interrupción del embarazo, seguidos contra mujeres khoisan liberadas, la autora exhibe las tensiones entre las autoridades religiosas y el régimen colonial británico. Esto, junto con un aumento de la prostitución, refleja un férreo control moral establecido por parte de los misioneros moravianos, sobre las personas liberadas (especialmente sobre la sexualidad de las mujeres). El temor a infringir las rígidas reglas de las misiones las llevó a cometer dichos crímenes, lo cual fue reconocido por el Estado colonial e incluso les “perdonó” en aras de consolidar su hegemonía. Así, Scully demuestra que las ideas de raza, género y sexualidad ayudaron a definir los mundos de las mujeres negras sudafricanas y las leyes en la nueva “era de libertad”.

Posteriormente, Anne Marieke van der Wal muestra al océano Índico como un sitio de “modernidad alternativa”, cuya consciencia de la esclavitud permanece en la memoria folklórica de la comunidad no blanca del Cabo. Se examina un repertorio musical del grupo étnico llamado Cape Coloureds, originado durante el periodo esclavista en los cánticos de marineros y ritmos de trabajo. En este, la autora encuentra que la imagen del océano es omnipresente y que, de manera polivalente, se manifiesta como emblema de libertad, como zona de interacción, como sitio de memoria y como espacio para sentir.

Esto se conecta con el capítulo décimo, donde Sarah Longair da continuidad y contrasta los planteamientos de van der Wal. Al estudiar la materialidad de la esclavitud y la emancipación en el Índico a través de las colecciones de tres importantes museos, demuestra que el registro material de la experiencia de ser esclavizado está sujeto a las fuerzas de la práctica coleccionista colonial, tal como se observa en los acervos del explorador británico David Livingstone, del British Museum y de la Royal Geographical Society. Concluye que la historia de la trata atlántica domina las narrativas y que el océano Índico aparece solo como parte de la historia de la abolición, a pesar de la relativa abundancia de objetos de castigo y confinamiento que circularon por sus aguas. En un examen conjunto con los archivos, fotografías, textos asociados y ausencias museológicas, dichas materialidades revelan historias ocultas que pueden llenar los vacíos de las fuentes y los archivos coloniales.

Finalmente, Guno Jones, desde la Universidad de Ámsterdam, estudia el reconocimiento público de la esclavitud transatlántica e índica en la historiografía y la cultura pública holandesa. Después de décadas de exigencias académicas y de activismo, las políticas de la memoria han empezado a reconocer el colonialismo holandés e impactado visiblemente en diversos espacios de la vida cotidiana. No obstante, estas dinámicas sociopolíticas de “la vida después de” (afterlife) la esclavitud colonial permiten que la memoria del Estado holandés, del mismo modo que la historiografía esclavista, se centre en su participación en el Atlántico Negro. Jones concluye que esto facilita negociar la permanencia del capitalismo racial en el mundo del océano Índico y mantener el nacionalismo prácticamente intacto. Además, para finalizar el libro, Robert Ross -también desde Leiden- reflexiona sobre la historicidad de los testimonios y vidas de las personas esclavizadas, sobre el carácter colonial de las fuentes que podrían resguardarlos y sobre la intuición histórica necesaria para reconstruirlos.

En conjunto se trata de un libro muy bien articulado, en el que se notan los diálogos teóricos, historiográficos y etnográficos de las autoras, resultado del taller realizado en Leiden 2017. Desde el principio hasta el final, el texto confronta la “tiranía del Atlántico” y entabla un debate con los estudios culturales, en la figura de Paul Gilroy, además de que hace eco de la propuesta de Isabel Hofmeyr (2007) de ampliar los mapeos culturales sudafricanos hacia el Océano Índico. Con las reflexiones y propuestas conjuntas, la publicación demuestra claramente la necesidad de “desatlantizar” la memoria del esclavismo europeo-africano.

En ese sentido, sería importante que las autoras consideraran la participación holandesa en la trata transpacífica de personas esclavizadas hacia la América española a través de la ruta de la plata y del Galeón de Manila.2 Esta cobró relevancia en la década de 1650, cuando la corona portuguesa se separó de España, quien le negó el “asiento de negros” e hizo tratos con los holandeses, de cuyo comercio legal e ilegal hay registro en el Archivo General de la Nación. Estos documentos producidos en la Nueva España podrían arrojar información clave al conjuntarlos con aquellos existentes en los archivos holandeses y en los lugares donde hubo presencia de la VOC. A su vez, esto permitirá comprender la conformación de un mundo Indo-Pacífico, crucial en el desarrollo de las “culturas de la esclavitud” y del capitalismo racial a nivel global.

Bibliografía

ANTUNES, C. y NEGRÓN, R. (2022). The Dutch Republic and the Spanish Slave Trade, 1580-1690. TSEG - The Low Countries Journal of Social and Economic History, 19(2), 17-44. https://doi.org/10.52024/tseg.12315

GILROY, P. (1993). The Black Atlantic: Modernity and Double Consciousness. Harvard University Press.

HOFMEYR, I. (2007). The Black Atlantic meets the Indian Ocean: Forging new paradigms of transnationalism for the Global South-literary and cultural perspectives. Social dynamics, 33(2), 3-32.

TOLEDO, R. G. (2023). La participación de la familia Sánchez de Tagle en el tráfico transpacífico de esclavos negros a finales del siglo XVII. Anuario de Estudios Americanos, 80(1), 175-202. https://doi.org/10.3989/aeamer.2023.1.06

Notas

1 Específicamente se trata de una reacción a la “tiranía” del Atlántico Negro (Gilroy, 1993), donde el autor, uno de los fundadores de los Estudios Culturales británicos, desarrolla la idea de que la esclavitud fue el sustento de la modernidad, permitió el surgimiento de una cultura negro-africana específica en las costas atlánticas y una doble conciencia en la población esclavizada y sus descendientes.

2 En los siglos XVI y XVII, la participación de mercaderes holandeses, a través de varias formas organizacionales, suplió a los mercados hispanoamericanos con africanos esclavizados. De esta manera, los holandeses obtuvieron como recompensa un camino de acceso a la plata americana, que fue esencial para introducirse en la expansión del comercio mediterráneo y asiático. Así se tejieron redes mercantiles muy sólidas que permitieron, por otra parte, que los mercaderes novohispanos fueran más allá del negocio de la plata e introdujeran negros esclavizados a la Nueva España a través del Galeón de Manila (Antunes y Negrón, 2022; Toledo, 2023).