Estilos de razonamiento económico. Una epistemología histórica de las ciencias económicas. Por Alberto Fragio. México: UAM-Cuajimalpa, 2022, 217 p.1
Pamela Loera García
DIE-CINVESTAV
pamelaloera@hotmail.com
https://orcid.org/0000-0003-0213-2157
A mediados del año 2022 fui invitada a presentar el libro Estilos de razonamiento económico. Una epistemología histórica de las ciencias económicas en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. En cuanto terminé de leer el texto supe que la tarea representaba un reto y una responsabilidad importante. De entrada, me parecía necesario exponer los hallazgos que el autor, Alberto Fragio, hizo sobre la relación entre economía y medio ambiente. La historia me dejó tan impactada que durante mucho tiempo medité sobre la limitada conciencia ecológica que aún prevalece en muchos de nosotros. Por otro lado, el desafío era mayor porque el autor incluyó una profunda reflexión teórica de su propio análisis. Esto significa que el libro no sólo describe cómo los economistas han (minus)valorado la explotación de los recursos naturales en los últimos 50 años, también posee una sofisticada observación de segundo orden2 sobre el quehacer histórico y filosófico del autor. Finalmente concluí que reseñar esta obra de forma justa requería exponer un argumento de dos complejas partes que ameritan su propio espacio.
Alberto Fragio ha contribuido al estudio de la filosofía alemana contemporánea como de la epistemología histórica. Esta forma de historia de la ciencia se caracteriza por historizar referentes epistemológicos como la objetividad, las evidencias, los objetos y las disciplinas científicas. El libro eje de esta reseña viene a sumarse a esta línea de investigación como un trabajo sobre la aparición de la economía ecológica, una rama de la economía poco conocida y dedicada a analizar los efectos del crecimiento económico en la explotación de los recursos naturales. Los trabajos de Mary Poovey (1998), Mislav Žitko (2013), y algunos publicados en Berichte zur Wissenschaftsgeschichte (2014) y Research in the History of Economics (2017) han abordado la epistemología histórica de las ciencias económicas, pero ninguno alude el caso de la economía ecológica.
Los capítulos 1, 2 y 7 constituyen la parte teórica del libro. El primero es una defensa de la categoría estilos de razonamiento, y para sustentarla el autor parte de las críticas realizadas por el filósofo Martin Kusch (2010, 2011) a la epistemología histórica. En opinión de Kusch, la noción es anticuada por seguir los estatutos de la historia de las ideas y presentar a los estilos como entidades metahistóricas. Desde la postura de Alberto Fragio es equivocado mantener una concepción realista de los estilos de razonamiento, pues se trata de una metáfora historiográfica que “articula un material histórico heterogéneo con la finalidad de proporcionarle significado y construir una narrativa histórica” (p. 25). Asimismo, el autor sostiene que la categoría opera en función del pluralismo epistemológico, es decir, busca fenómenos de desunidad y singularidad en las ciencias.
El capítulo 2 constituye una de las grandes aportaciones del libro. Su objetivo es comenzar a explicar por qué los enunciados de la economía ecológica no logran convencer al grueso de los economistas. Para el autor, la falta de aceptación sería resultado de la coexistencia de múltiples estilos de razonamiento económico que son, por sus objetos, conceptos y métodos diferenciados, incapaces de comunicarse entre sí. Esto significa que la aceptación científica sólo tiene lugar cuando los interlocutores se ubican dentro de un mismo estilo de razonamiento (o en estilos similares). Este argumento sostiene la tesis de las quiebras comunicativas, propuesta central del libro. El valor del capítulo radica en mostrar la aporía de este planteamiento. Si los estilos de razonamiento sólo pueden ser comprendidos por alguien que está inserto en ellos, Fragio se pregunta cómo es posible hacer un estudio desde fuera.
A través de este autocuestionamiento el autor devela que la tesis de las quiebras comunicativas está inscrita en los postulados del giro historicista, sin embargo, él mismo acepta que, al hacer una taxonomía de los estilos, se coloca en una postura trascendental. Este dilema teórico es ampliado en el capítulo 7 con un estudio de las bases neokantianas de la epistemología histórica clásica.
En relación con la historia de la economía ecológica, el capítulo 3 expone su surgimiento. Esto fue posible gracias a los trabajos generados desde el estilo biofísico, el cual se caracteriza por emplear la 1ª y 2ª ley de la termodinámica para estudiar las relaciones entre economía y medio ambiente. Los trabajos publicados en los años 70 por economistas como Georgescu-Roegen (1996), Daly (1971), Ayres, Kneese y d’Arge (1970) dejaron en claro una realidad no contemplada por el sistema capitalista de aquella época: Toda contaminación ambiental es efecto necesario de los procesos de producción y consumo. Los economistas afines a las leyes de la termodinámica validaron la tesis, no obstante, aquellos ubicados en el estilo neoclásico la rechazaron. El autor concluye que las quiebras comunicativas en los inicios de la economía ecológica serían resultado de su propia especiación disciplinar.3
El capítulo 4 estudia los orígenes de las quiebras comunicativas en las ciencias económicas usando como referencia el declive del estilo histórico. Este estilo se caracterizó por dar primacía analítica a la historia en el estudio de los ciclos y las crisis del capitalismo, y si bien tuvo una amplia aceptación en los albores del siglo XX, perdió su influencia tras la consolidación del keynesianismo. Su paulatina desaparición coincidió con el ascenso político del estilo neoclásico (enfocado en la formación de precios y el equilibrio del mercado), y la aparición de los estilos termodinámico, entrópico y biofísico.
El quinto capítulo analiza cinco grandes controversias protagonizadas por los precursores de la economía ecológica y los economistas neoclásicos entre 1971 y 1997. Los debates giran en torno a: 1) el cuestionamiento de Georgescu-Roegen a la eficacia de los métodos matemáticos en economía; 2) la propuesta de un programa bioeconómico para detener las catástrofes previstas en el Informe del Club Roma; 3) las críticas a la desmesurada producción del sistema capitalista y su indiferencia ante la explotación de la naturaleza; 4) el uso del enfoque termodinámico para diseñar políticas de conservación de recursos naturales; y 5) la revisión de las teorías de Georgescu-Roegen tras su fallecimiento.
Frente a estas críticas, la respuesta de los economistas neoclásicos fue: 1) desestimar el uso de las leyes de la termodinámica; 2) asegurar que los avances tecnológicos mitigarán el agotamiento de los recursos no renovables; 3) negar la escasez generalizada de recursos; 4) establecer precios de equilibrio para controlar la sobreexplotación de las fuentes de energía; y 5) aseverar que la entropía sólo tiene significación económica a muy largo plazo.
El capítulo 6 presenta una metaforología (Blumenberg, 2003) de cuatro metáforas de la escasez utilizadas por esta disciplina: “metabolismo económico”, “capacidad de carga”, “huella ecológica” y “capital natural”. Para el autor, todas fueron creadas para medir el impacto ambiental, sin embargo, también operaron como caballos de Troya que ayudaron a la economía neoclásica a colonizar las ideas de la economía ecológica.
Vale la pena señalar que la organización del libro es un tanto problemática. El autor intercaló capítulos teóricos e históricos, lo cual hace necesario ir atrás o adelante en la lectura para entender mejor ciertos argumentos. Lo ideal hubiera sido comenzar por la historia de la economía ecológica y cerrar con la reflexión teórica. Por otro lado, el título me parece inexacto. Aunque el libro explica siete estilos de razonamiento económico, la auténtica protagonista del libro es la economía ecológica. En mi opinión, la versión inglesa tiene el título ideal, Historical Epistemology of Ecological Economics (2022), el cual revela a quién va dirigido el libro.
Fuera de estos detalles, el libro de Alberto Fragio es valioso por muchas razonas. Contribuye al desarrollo de la epistemología histórica, la defensa de los estilos de razonamiento, y la producción de observaciones críticas aplicadas a sí mismo (ejercicio que los historiadores deberíamos hacer para dar cuenta de nuestra propia historicidad). No obstante, su mayor aportación es dar a conocer la historia de un problema vigente y urgente, el del menosprecio a la explotación de la naturaleza por gran parte del sistema económico. El trabajo deja en claro que la prioridad de la economía neoclásica está muy lejos de ser el cuidado de los recursos naturales, por lo tanto, posiblemente jamás pueda aceptar del todo las objeciones de la economía ecológica o del activismo medioambiental.
En cuanto a la solidez de la tesis de las quiebras comunicativas, me pareció llamativa la ausencia de cualquier explicación política. ¿Acaso los intereses políticos no participan en el rechazo hacia la economía ecológica? No quisiera criticar en demasía al autor por esta falta, tomando en consideración que la epistemología histórica no da prioridad a las aproximaciones de este tipo, sin embargo, me parece pertinente lanzar una pregunta a Alberto Fragio y a otros partidarios de este enfoque: ¿Debemos incluir las condiciones políticas, económicas y sociales a la epistemología histórica para dar a este enfoque una nueva y renovada oportunidad?
Bibliografía
BIAGIOLI, M. (1993). Galileo, Courtier. Chicago University Press.
BLUMENBERG, H. (2003). Paradigmas para una metaforología. Trotta.
DALY, H. E. (1971). "Toward a Stationary-State Economy". En J. Harte y R. Socolow, The Patient Earth (pp. 226-244). Holt, Rinehart and Winston.
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Notas
1 Esta reseña ha sido posible gracias a una beca posdoctoral otorgada por el CONACYT (México).
2 De acuerdo con Alfonso Mendiola (2000), la observación de segundo orden tiene como objetivo preguntar por qué un observador ve lo que ve en una observación de primer orden, en esta medida identifica las distinciones que se utilizan para referir el mundo.
3 Sobre la especiación disciplinar, véase Biagioli (1993) y Kuhn (2000, 2002).